viernes, 29 de febrero de 2008

Librerías RIP


El sábado 12 de mayo, el librero Ángel García envió un email a amigos y clientes de la librería Monte Ávila en el Centro Cultural Teresa Carreño y en lugar de anunciar las novedades del mes o la presentación de una novela o un poemario, informaba que tras casi 14 años sirviendo como “lugar de encuentro de escritores, artistas, profesores, estudiantes y lectores en general”; la librería “del Teresa” cerró sus puertas.
Ángel no dio explicaciones, sólo manifestó la mezcla de tristeza y orgullo del equipo que llevó adelante una de las librerías más bellas de la capital.
Las razones del cierre de un templo dedicado a la Literatura en este Socialismo del siglo XXI son fáciles de imaginar: en las buenas librerías, aquellas que funcionan con libreros y no con computadoras, se siente la recesión de la oferta literaria, desvalida ante el control de cambios y los elevados precios de los libros que no son bestsellers instantáneos como los de historia ficcionada y de autoayuda.
Qué mejor ejemplo que la novela del venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, “Una tarde con campanadas”, que a pesar de haber sido finalista en el año 2004 del premio de novela “Fernando Quiñones” en España, no ha sido distribuida en Venezuela.
La librería del “Teresa” no es la única víctima de esta recesión, Macondo, en la mezzanina del Centro Comercial Chacaito, que entre tablones repletos de libros siempre nos esperaba el librero Pedro Pérez con un guayoyo y una recomendación, cerró sus puertas la misma semana que la librería de Monte Ávila.
En Macondo solíamos disfrutar del poeta Armando Rojas Guardia disertando sobre el Quijote o poesía mística, y encontrábamos, además de novedades de calidad, obras que pensábamos desaparecidas del panorama literario nacional. Pero su cierre no extraña sabiéndola escondida en un punto de la ciudad donde en un radio de menos de cien metros cuadrados competía con Lectura, Alejandría, Kuai Mare y Nacho.
En cambio Monte Ávila estaba en un lugar privilegiado: en el corazón del que fue el centro cultural de Caracas. Ese “fue” quizás explica su clausura siendo la víctima más reciente de un gobierno que arrasa con todo aquello que no le sirva de plataforma de propaganda: ya la sala Ríos Reyna no es escenario natural de artistas como Soledad Bravo o María Teresa Chacín, sino de proyectos proselitistas; la tienda del teatro se convirtió en las oficinas de “Trabajadores de la cultura con Chávez”, y la de la Cinemateca se redujo a un híbrido artesanal.
Sabrá la revolución qué rojo destino tendrán los espacios de la que hasta el 8 de mayo fue una de las mejores librerías de Venezuela.
El rojo destino de la librería Monte Ávila fue unirse a la Red de Librerías del Sur con una oferta de libros más política que literaria.

La Ráfaga


En la II Semana de la Nueva Narrativa Urbana la escritora Gisela Kozak leyó un cuento fabuloso que se desarrolla en la sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño: un hombre viviendo una crisis de mediana edad confronta su vida y su decadente relación matrimonial con el genio del joven director de orquesta Gustavo Dudamel, y la ruina humana de una indigente melómana.
Al finalizar la velada literaria, Kozak, conversando con el público, aseguró que a pesar de que el narrador es un hombre –y siendo ella de quienes prefieren partir de cero a la hora de escribir ficción- la imagen de la indigente en un concierto dirigido por Dudamel fue una experiencia real.
Seis meses después de oír el cuento de Kozak, el contraste de la indigencia con la fastuosidad del Teresa Carreño volvía a mí una tarde en un anfiteatro colmado de un público elegantemente endomingado esperando con ansiedad el encuentro del conductor Lorin Maazel con la pianista Gabriela Montero y la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. A 20 mil bolívares la entrada, 5 mil bolívares balcón, este programa musical que incluía a Tchaikovsky, Grieg, Kodály y Ravel, y que en cualquier parte del mundo valdría un dineral poderlo disfrutar, en Caracas –gracias al maestro José Antonio Abreu y la fama de la juventud musical venezolana que salpica al Gobierno- era un concierto accesible a cualquier bolsillo. Sólo había que madrugar en taquilla para conseguir entradas. Sin embargo, ese domingo musical el contraste social y económico seguía ahí: señores de blazer y señoras de tacones caminando apurados entre mendigos que martillaban: “Epa burgueses, denme algo pa’comer”.
Al entregar el ticket y subir las escaleras mecánicas que llevan a la sala Ríos Reyna, los melómanos tendemos a olvidar al instante a esa otra Venezuela, la que no hay revolución que le mate la miseria, la que su fama no traspasa fronteras, y al entregar la entrada a las anfitrionas de sweater rojo del Teresa Carreño, nos vemos rodeados por las mismas caras que siempre están en los grandes eventos musicales.
También vivimos en el país de las sorpresas, y yo que requetemadrugué para conseguir un buen puesto, cuando llegué a mi asiento estaba ocupado por un anciano dormido, quien al ser despertado por la anfitriona, blandió una entrada para demostrar que su silla era la 41, aunque de la fila F, no de la E donde estaba sentado. ¿Y qué iba a hacer él, si en la F había una familia completa: papá, mamá, niñitos, tía y abuela?
“¿Su entrada no habrá caído del cielo?”, preguntó un niño de la F, y esta pregunta que podía sonar a ironía, o a realismo mágico, resultó ser la respuesta: el pequeño dejó caer su entrada por las escaleras, el viejito la recogió, y ahí estaba, dispuesto a oír el concierto bajo la batuta de una de los mejores conductores del planeta. Afortunadamente, una abuela no pudo asistir y a la familia le sobraba una entrada. Había puesto tanto para el niño descuidado, como para el anciano dormilón, quien se sentó en su silla malhumorado por el enredo.
Dice la familia de la fila F que nadie disfrutó tanto de Grieg como el anciano, aplaudió a rabiar a la solista Gabriela Montero. Tal vez sólo la fue a ver a ella, porque al finalizar la primera parte del programa, se paró de su asiento despidiéndose con una ráfaga de flatulencias.
Ante las carcajadas del niño, supe que para él éste fue el mejor momento del concierto.

Publicado en la revista Contrabando

miércoles, 27 de febrero de 2008

Verdugos de almas



Teníamos tiempo sin ver a Claudio, solíamos encontrarnos en las piñatas de los hijos de nuestro amigo en común Pablo. Pero ya los niños de Pablo son adolescentes, por eso cuando vimos al pana científico en el Ateneo la noche del estreno de “Ladrona de almas” de Pavel Kohout, nos alegramos al descubrir que Claudio Mendoza, además de físico, también es teatrero.
La noche no comenzó bien, salimos tarde de casa y aunque no era un jueves de mucho tráfico, íbamos contra reloj y no contábamos con los soldados de la Guardia Presidencial custodiando el estacionamiento del Teatro Teresa Carreño.
Supusimos que no podríamos parar el carro ahí, pero quisimos oír qué pretexto nos darían los militares:
- ¿Hacía dónde se dirigen ciudadanos?
- Vamos al teatro.
- No se pueden estacionar aquí, hay un evento privado.
El estacionamiento del antaño complejo cultural se veía desierto, a pocos metros, a la vera de la Plaza de los Museos, se bajaban de autobuses decenas de hombres y mujeres con camisas rojas y cachuchas que hacen juego, con esa cara de éxtasis que da estar próximos a clamar en la sala Ríos Reyna: “Ordene mi comandante”.
Quienes tan sólo queríamos disfrutar de una noche de teatro, tuvimos que estacionar el carro en el hotel Caracas Hilton.
Poco antes de las ocho, atravesamos corriendo la pasarela y los espacios abiertos del Teresa Carreño, a pesar del apuro, nos extrañó la ausencia de los buhoneros que aprovechan este tipo de actos gubernamentales para vender discos quemados de Alí Primera, la Nueva Trova Cubana, y todo tipo de souvenires revolucionarios. Debían estar despertándose del sueño del Socialismo del siglo XXI ahora que quienes viven de la economía informal dejaron de ser políticamente necesarios.
“Ladrona de almas” no empezó todo lo puntual que debe ser el teatro, quizás por ser el estreno, pero valió la pena esperar por esta hermosa obra protagonizada por Marialejandra Martín y Elisa Stella, dirigida por Rodolfo Boyadjian, que trata sobre los efectos devastadores del Holocausto en la vida de tres mujeres, pero también sobre el vampirismo creativo y la eterna pregunta si en el arte, como en la política, según dice Maquiavelo, el fin justifica los medios.
En el brindis, una vez finalizada la función, Claudio nos contó como el teatro fue casi su perdición cuando en septiembre de 2006, a raíz de “Copenhague” de Michael Frayn, escribió un artículo para El Nacional titulado “Masa Crítica” ( http://asovac.net/bitacora/?p=34) donde ante la duda de si un físico de la talla de Heisemberg estaría “dispuesto a construirle una bomba atómica a un loco como Hitler”, Claudio se preguntaba cómo después del horror de Hiroshima y Nagasaki y el fin de la Guerra Fría, algunos gobiernos –entre ellos el de Venezuela- se quieren colar en el temible club nuclear.
El único alivio que sentía Claudio ante semejante posibilidad era el “desprecio revolucionario por los expertos”.
Jamás pensó el irreverente científico que su artículo levantaría tanta roncha: cuando salió publicado no sólo vio amenazado su trabajo como jefe de laboratorio de física computacional en el IVIC, sino también su integridad física. Nos contaba Claudio, medio en broma medio en serio, que temió ser apedreado en la plaza pública por hereje. Afortunadamente, las mujeres científicas, que “son bravas como pocas”, dieron la cara por él y no lograron tocarlo.
Una semana después de nuestro encuentro en el teatro, volvemos a ver a Claudio, esta vez retratado en el periódico: fue removido de su cargo administrativo en el IVIC por “el tono irrespetuoso de su artículo” escrito hace seis meses. Coincide su remoción con las descomunales multas impuestas al vespertino Tal Cual y a Laureano Márquez por el artículo donde el mejor humorista venezolano del momento le pide con ternura a la pequeña hija del presidente que interceda ante la intransigencia de su padre. Carta (o artículo) publicada en noviembre de 2005.
¿Acaso, al igual que la economía informal, después de las elecciones, dejó de ser la libertad de expresión en la República Bolivariana de Venezuela políticamente necesaria?
Quizás todavía nos falte para entrar en el temido club nuclear, pero asusta pensar que estos retroactivos casos de represión sean señal, junto a la promesa del cierre de RCTV y la amenaza de expropiar sus equipos, que quienes nos gobiernan se pusieron el uniforme de verdugos de almas.

Artículo pulicado en El Nacional en febrero 2007.

sábado, 23 de febrero de 2008

Deja Vú



Hace más de cinco años escribí sobre un anochecer cruzando el Teresa Carreño para ver en la Sala Anna Julia Rojas del vecino Ateneo una obra de Fausto Verdial dirigida por Héctor Manrique y producida por el GA 80: “Los hombros de América”, que trataba sobre dos familias españolas inmigrantes en Caracas en vísperas de la muerte de Franco.
En octubre de 2002 no se había pisado a fondo el acelerador del Socialismo del siglo XXI, pero ante el inhóspito ambiente político en Venezuela, comenzaba un éxodo de descendientes de españoles a las tierras de donde sus abuelos emigraron en los oscuros años del franquismo. Resultaba paradójico que apenas en el 91, el madrileño Verdial escribiera su ópera prima como una carta de amor a Venezuela, a donde llegó muy joven y donde moriría en el 96, tras una fructífera carrera como hombre de las tablas y la televisión.
A pesar de que ya la tensión política nos asfixiaba, en aquella crónica en El Nacional de 2002 me regocijaba cruzar el Teatro Teresa Carreño, un espacio que hacía olvidar la polarización y devolvía la alegría de vivir en Caracas al oír afinar una orquesta, entrando en la librería Monte Ávila o en la tienda de la Cinemateca, sintiendo que en la sala Ríos Reyna, o en la sala José Félix Ribas, la magia de la buena música estaba por comenzar.
Por eso fue un amargo deja vú este 2008 estacionar el carro en el Teresa Carreño para ir al estreno en el Ateneo de “Y las mujeres también”, obra escrita por Fausto Verdial y dirigida por Héctor Manrique; porque a diferencia de cinco años atrás, no sentí magia alguna sino un reflejo del oscurantismo que vivimos en Venezuela. Y la palabra oscurantismo no es una metáfora: nuestro principal Complejo Cultural un viernes a las 7.30 de la noche estaba a oscuras. Uno que creía haberlo visto todo cuando encontraba el teatro vestido de rojo y bloqueado por guardias militares ante un acto proselitista, es peor verlo en tinieblas. Hasta agradecidos nos sentimos cruzando con miedo los espacios desolados porque el estacionamiento quedó abierto para el público del vecindario teatral.
“Todos los hombres son mortales” o su versión femenina: “Y las mujeres también” de Fausto Verdial no es una obra emotiva como “Los hombros de América”, trata sobre el eterno tema del conflicto entre los sexos. Lo original es que con apenas unos cambios, el texto sirve tanto para un elenco de hombres como para uno de mujeres. Sin embargo, su reposición estuvo marcada por la controversia al tener en su elenco a la actriz Fabiola Colmenares, quien tras apoyar el movimiento estudiantil, fue vetada en el Celarg donde la obra estaba originalmente pautada. A la protagonista de Cosita Rica también le cerraron las puertas de Venevisión y de la Villa del Cine por su postura política. Pero Manrique prefirió posponer el estreno y esperar cupo en el Ateneo, antes que sacrificar su actriz a la censura oficialista.
Afortunadamente los caraqueños todavía contamos con las tres salas del Ateneo. Aunque la palabra “todavía” es una espada de Damocles sobre las cabezas de los teatreros tras la amenaza del ministro del Poder Popular para la Cultura de recuperar lo antes posible el edificio en comodato hasta el 2009. Entonces el oscurantismo político será casi total y durante quién sabe cuánto tiempo al artista que se le ocurra disentir de esto que llaman revolución, tendrá que pensar dos veces antes de hacerlo.

El Ateneo no son los únicos teatreros sentenciados

Artistas transados por la Libertad de Expresión en la marcha de los estudiantes, entre ellos, Javier Vidal, vicepresidente del Grupo Theja a quien hoy se le pasa factura pidiéndole el desalojo de la sala Alberto de Paz y Mateos.
GRUPO THEJA
C O M U N I C A D O
El Grupo Teatral Theja, Patrimonio Cultural, declarado por acuerdo del Concejo Municipal Libertador de fecha 25 de Agosto de 1999, cumple con informar al sector teatral y cultural en particular y al público en general, que según la decisión de fecha 18 de Febrero de 2008, dictada por la Presidenta y el Director General del CONAC, adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, ha sido rescindido el Contrato de Préstamo de Uso o Comodato Nº 008-92 y su Anexo Nº 008-92 de fechas 10 de Febrero de 1992 y 16 de Septiembre de 1994 respectivamente, suscritos entre el Concejo Nacional de la Cultura (CONAC) y la Asociación Civil Theja de Venezuela (GRUPO THEJA), correspondientes al inmueble e instalaciones y equipos que comprenden la totalidad de la estructura donde funciona el Teatro Alberto de Paz y Mateos, sede del Grupo Theja desde 1989.
Igualmente, en la misma decisión se ordenó la desocupación total de bienes y personas de dicha instalación para lo cual se otorgó un plazo, improrrogable, de dos (02) meses, los cuales culminarían el próximo 19 de Abril del presente año.
Por tal motivo nos vemos en la obligación de COMUNICAR que las actividades artísticas y de formación programadas para los próximos meses para comunidades y el colectivo nacional, quedan suspendidas mientras adelantamos las gestiones administrativas correspondientes en defensa de nuestros derechos, que se traducen en la protección de un interés que trasciende nuestra propia organización, en función de la elevación cultural del pueblo venezolano, durante treinta y cinco (35) años de ininterrumpida labor social.
Agradecemos la solidaridad y el apoyo de todas las organizaciones, asociaciones, grupos y personas que durante tanto tiempo nos han brindado incondicionalmente su reconocimiento y confianza, y que en este momento han expresado su preocupación por el futuro de nuestra agrupación y la suerte de este teatro.
Así mismo, le rogamos que confiemos en las instituciones a cuyo cargo se encuentra la solución de lo antes expuesto, en aras de salvaguardar uno de los principios inmanentes a la naturaleza del ser humano como es el derecho de conocer y disfrutar la Cultura, consagrado en el ARTICULO 99 de nuestra Constitución, el cual establece:
ARTICULO 99: “… los valores de la Cultura constituyen un bien irrenunciable del pueblo venezolano y un derecho fundamental que el Estado fomentará y garantizará, procurando las condiciones, instrumentos legales, medios y presupuestos necesarios.”
En Caracas, a los veinte días del mes de Febrero de 2008.
JUNTA DIRECTIVA DEL GRUPO THEJA

jueves, 21 de febrero de 2008

Ofreciendo corazones

Difícil imaginarse un jamming de Fito Páez con Alejandro Sanz, poco en común musicalmente hay entre quien conquistó el hit parade con la sabrosa balada Corazón Partío, y el temperamental compositor de la Mariposa Teknicholor. Pero esta revolución hace milagros: gracias al mal disimulado veto oficial a Sanz en el Poliedro de Caracas, el cantante español logró no sólo el respaldo del irreverente artista argentino sino también de los músicos más populares y prestigiosos de habla hispana en un comunicado que deplora vetar a un artista por atreverse a opinar.
Más de cien firmas se recolectaron en apoyo a Sanz: de Juan Luis Guerra a Marc Anthony, de José María Cano a Carlos Vives, de Jorge Drexler a Jarabe de Palo, de Joan Manuel Serrat a Paulina Rubio, inclusive Joaquín Sabina, que dice no gustarle anexar su nombre a eso de los “abajo firmantes”, firmó. No podían faltar músicos venezolanos, entre otros: Ilan Chester, Soledad Bravo y Yordano. Hasta David Beckham, Ángel Nieto y Penélope Cruz, que lo suyo no es la música, avalan el creer “en una América Latina donde todos seamos libres de expresar nuestras opiniones y creemos en el respeto a los distintos conceptos y modos de pensar de cada individuo…".
Sanz cayó en desgracia con la Revolución Bolivariana cuando a raíz del referendo revocatorio presidencial en el 2004, aseguró que si dos millones de personas le pidieran que dejara de cantar, abandonaría de inmediato los escenarios. El oficialismo venezolano, que no se destaca por su tolerancia y mucho menos por su sentido del humor, desde entonces le ha negado a Sanz un par de veces el uso del Poliedro por “falta de condiciones para recibirlo”, aunque la mal disimulada “falta de condiciones” es la abierta antipatía del cantante español por el Proceso.
Alejandro Sanz no es el único músico internacional en cuestionar al presidente venezolano y a su revolución, Charly García lo hizo con palabras más duras, pero Sanz tiene el honor de ser el primer artista a quien se le niega el uso del coso de La Rinconada para cantarle al público venezolano. Quizás los responsables del veto no midieron las consecuencias de hacerlo: silenciar a cualquier artista extranjero, por más Pop que sea, es un paso en falso de una revolución que busca desesperadamente la simpatía internacional.
Aún así Manu Chao se desgarra las venas de sus brazos tatuados por el presidente de Venezuela, opina que es un incomprendido de la opinión mundial, víctima de un perverso plan mediático, pero a la mayoría de los artistas este tipo de abusos de autoridad no le caen nada bien. Miguel Bosé prometió que mientras Chávez fuera presidente no pasaría por aquí. Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat se negaron a opinar sobre política cuando presentaron en el Poliedro su tour Dos pájaros de un tiro. Pero no todos los artistas se hacen los locos: Fito Páez ofreció venir a Caracas a promocionar su reciente álbum Rodolfo, y sin pelos en la lengua en una entrevista a Olivia Liendo en El Nacional, más que defender a Sanz, criticó la falta de tolerancia de quienes ostentan el poder en Venezuela: “Cualquier persona que se arrogue los principios de libertad está meando fuera del tarro”.
Fito espera venir a nuestro país en mayo: “si no me lo prohiben”.
Cuesta creer que se vuelva a cometer ese error: vetar a Alejandro Sanz fue una metida de pata, amordazar a Fito Paez sería perder la guerra de las ideas.
Por eso los venezolanos esperamos impacientes que llegue mayo, sabemos que Fito vendrá dispuesto a ofrecernos su corazón.

martes, 19 de febrero de 2008

El reino de las sombras



Una mañana de mayo, Mate vio en la calle un afiche anunciando la presentación en el Teatro Teresa Carreño de “La bayadera” con la participación de la compañía del Ballet Teresa Carreño, la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho y dos bailarines invitados. Este ballet ruso del siglo XIX basado en la obra del poeta hindú Kalidasa, consagró a estrellas como Anna Pavlova y Rudolf Nureyev. Emocionada por el respirito a la danza clásica que la política roja le daría al Teresa Carreño, Mate corrió a la taquilla del teatro a buscar entradas, y a 30.000 bolívares cada una, compró para ella, su esposo Reinaldo, su mamá, su hermana y su tía.
Una semana después, estaban los cinco montados en el carro ilusionados ante una noche de ballet. Lejanos parecían los días que en la sala Ríos Reyna se presentaban artistas de la talla de Julio Bocca y Baryshnikov. Aún más lejanos cuando en el Teatro Municipal bailaban Fernando Bujones, Alexander Godunov y Margot Fonteyn. Lejanas las coreografías del venezolano Vicente Nebrada a quien Julio Bocca incluyó en el repertorio de su compañía de ballet para la temporada 2008 porque el bailarín argentino sabe que a Nebrada la revolución lo borró de su país.
Por eso “La bayadera, el reino de las sombras” de Marius Petipa era un lujo que un amante de la danza no se podía perder. Mate y su familia no cabían en sí de la emoción, aunque la noche comenzó mal cuando al agarrar la curva que lleva al Teresa Carreño se dieron cuenta de que el estacionamiento estaba bloqueado por soldados, que según mi amiga: “Llevaban gorras similares a la que usa Raúl Castro en Cuba”. Los guardias les avisaron, fal en mano, lo que tantos caraqueños hemos escuchado desde que el oficialismo se adueñó del otrora complejo cultural: que no podían estacionar el carro ahí.
Las mujeres se quedaron en la entrada del teatro mientras Reinaldo paraba el carro en el Hotel Hilton. Sospecharon que algún peso pesado de la revolución sería aficionado al ballet, y más allá del temor de cruzar de regreso la oscura pasarela al hotel, no le dieron importancia. Sin embargo, se sorprendieron de que la mayoría de los asistentes no vestían con sobriedad, como suele ir el público a este tipo de eventos, sino de rojo sangre del toro.
Mate revisó los boletos, ¿se habrían equivocado de fecha? No, decían “La bayadera” sala Rios Reyna, viernes 19 de mayo, 8 pm. Las cuatro mujeres se sentían como canarios en fiesta de gatos esperando en medio del éxtasis revolucionario que Reinaldo llegara para entrar en la sala. Revisaron el programa otra vez: además de la adaptación de “La bayadera” por un coreógrafo argentino, estaban anunciados Romeo y Julieta, el estreno de Passion de Héctor Sanzana y “Guarayra Repano” de Mariela Delgado. Mate se preguntaba si en esta función ocurriría algo simbólico como una quema de tutús por eurocentristas.
Cuando por fin Reinaldo llegó, intentaron subir a la sala Rios Reyna, pero al mostrar sus entradas no los dejaron pasar, los guías les informaron que el presidente Chávez pidió a última hora la sala para un acto de Telesur y el ballet fue suspendido. La función sería al día siguiente a las 11 de la mañana, debían estar en el teatro antes de las 9 para cambiar sus entradas. O podían pasar por taquilla donde el dinero les sería devuelto en efectivo.
Más allá del abuso con el público, se indignaba Mate, cómo se sentirían los artistas involucrados al ver suspendida una función por semejante arbitrariedad política.
Mientras tanto, el papá de Mate se había quedado de lo más contento en su casa, no compartía la afición por el ballet de su familia, tendría la televisión para él solito para ver en Meridiano TV un verdadero acontecimiento: el partido entre los Yanquis y los Mets de Nueva York. Lástima que la perfecta velada deportiva se vio interrumpida por una cadena nacional que duró 3 horas del presidente de la República Bolivariana de Venezuela desde la sala Ríos Reyna, demostrando una vez más que en este país el único espectáculo seguro es el monólogo presidencial.

Publicado en la Revista Contrabando cuando el Hotel Alba todavía era el Hotel Hilton.

jueves, 14 de febrero de 2008

Un par de reseñas perdedoras

En la segunda mitad del 2007 la página web Relectura convocó a un concurso de reseñas literarias, y aunque nunca gano nada, por no dejar, mandé un par de ellas, que por supuesto, no vieron luz.
Meses después de escritas, las leo sin ruborizarme y las recasto para Evitando Intensidades.


TOKIO BLUES

Dicen que los escritores caraqueños no viajan bien. Que son demasiado referenciales. Que tantos Catia, Sabana Grande, atardeceres en El Ávila, le importan un cuerno a los lectores del resto del mundo. No se mide con la misma vara a los autores norteamericanos: Paul Auster, por ejemplo, dedicó un capítulo de su primera novela a describir el breve recorrido de un detective por el west side de Nueva York. 22 años después, Ciudad de Cristal es referente de la novela policial, y Auster es considerado uno de los grandes escritores contemporáneos, no sólo por sus juegos con el azar, sino también por el pulso que tiene para narrar los latidos de su ciudad.
Claro, Nueva York es Nueva York, la metrópolis por excelencia, el hogar de Supermán: ¿quién no conoce sus avenidas, la diferencia entre sus barrios, el malhumor de su gente, y hasta el ambiente que se respira, aunque jamás haya puesto sus pies en ella?
¿Se podría decir lo mismo de Tokio? ¿Cuántos occidentales podrían nombrar aunque fuera una de sus calles? ¿De imaginársela más allá de sus luces de neón? Afortunadamente, los editores de Haruki Murakami no dudaron que su novela Norwegian Woods(1987) – como la canción de los Beatles, punto de partida de la historia- sería capaz de traspasar las fronteras niponas. Los editores no temieron que tantas referencias a la urbe asiática de fines de los años 60 hacía de Norwegian Woods una novela localista poco digna de ser traducida. Qué importaba que el autor japonés le dedicara páginas y páginas a las andanzas del joven Toru Watanabe por la calles de Tokio; que el estudiante de Teatro se apeara en la estación Yotsuya o en la de Otzuka; que diera largas caminatas con alguna atormentada chica por el barrio bohemio Ochanomizu, por el divertido Kabukicho o por el obrero Toshima; que compraran sake en máquinas dispensadoras, comieran sawara macerada, nimono o misoshiru, que se detuvieran en algún Soba-Ya, antes de que la infeliz chica desapareciera y el solitario Watanabe se volviera a aislar en su cuarto de la residencia estudiantil oyendo a Bob Dylan y leyendo El gran Gatsby de Scott Fitzgerald.
Al otro lado del mundo, digamos, en Venezuela, un lector ayudado por las notas a pie de página, gracias a Norgewian Woods, puede vivir en la Caracas del año 2007 los ecos del Mayo Francés en el Tokio de 1968. Titulada en castellano Tokio Blues (Andanzas 2005), el mayor reto para un lector venezolano de sangre caliente, espíritu rumbero, igualado, parejero y desenrollado, podría ser sentir empatía por el temperamento melancólico, distante y en extremo respetuoso de los personajes de la novela de Murakami.
Pero al igual que toda ciudad tiene sus zonas acomodadas, bohemias, obreras, comerciales; también tiene aquellos seres marginados incapaces de sentirse a gusto en su entorno. Abrir una rendija para que otros se asomen y sean testigos de esos inconformes universos, bien sea en Caracas, Tokio o Nueva York, es uno de las principales dones de un gran escritor.

PATRIMONIO

¿Son los escritores unos animales depredadores? Seres sin escrúpulos que alimentan su arte de la carroña, de la desgracia, de momentos de debilidad humana, del dolor, de la fragilidad, del fin…
Philip Roth no es tan duro a la hora de adjetivar el hacer literatura, aunque admite ejercer un oficio al que le falta decoro, y qué mayor falta de decoro, como lo confiesa el mismo escritor en la página final de “Patrimonio -una historia verdadera-”(1991), que escribir sobre la agonía de su anciano padre, al mismo tiempo que su anciano padre agoniza.
Patrimonio es el recuento del último año de vida de Herman Roth, viudo norteamericano de 86 años que a pesar de haber tenido una existencia larga y plena, y de que sus facultades físicas y mentales están a punto de colapsar a causa de un tumor cerebral, no se siente preparado para morir.
¿Acaso lo llegamos a estar?
Su hijo, el prestigioso escritor Philip Roth, saliendo de una crisis depresiva a los 54 años, tampoco está preparado para ver morir a su padre. Pero como buen hijo, lo acompaña en el trayecto final de su vida llevándolo a visitas médicas, diagnósticos, exámenes, biopsias, tomando difíciles decisiones y ocupándose de sus tratamientos, además de compartir sus temores, sus recuerdos, sus rabietas, sus debilidades, su sabiduría.
La larga e imperfecta existencia de Herman, su hijo -como buen depredador- la resume en estas conmovedoras memorias que se empiezan a gestar en el ocaso del antiguo agente de seguros de Newark, New Jersey, y que descubren al lector como el patrimonio que dejará el viejo Roth al ya no tan joven Philip, aunque el escritor en un momento de desesperación –o de desesperanza- asegure que el único patrimonio que le deja su padre es la mierda.
Al llegar al fin de esta historia de vida que se lee como una novela, nos damos cuenta de que el patrimonio de Herman Roth dista de ser su mierda desparramada en las paredes de un baño, por el contrario, es haber llevado una vida digna y resistirse a que esta dignidad desaparezca en sus últimos días. El patrimonio Roth sobrevive como símbolo imperecedero hasta en el más insignificante de los objetos: un cuenco para poner la brocha de afeitar que pasa como legado masculino de generación en generación; y sobre todo, en la persistencia de su tradición judía, que ni la falta de fe logra erradicar.
El patrimonio que recibe Philip de Herman es la historia de una familia que no morirá mientras quede un padre que se la recuerde a su hijo, especialmente si este hijo es un escritor “sin decoro” que terminará publicándola para que otros hijos y otros padres puedan verse reflejados en sus páginas.
Este Patrimonio es una sencilla historia de amor filial, que en el caso de Philip Roth a quien le tocó la suerte de tener un buen padre, es el tipo de amor afortunado que ni la muerte podrá contra él.

viernes, 8 de febrero de 2008

Héroes


Los protagonistas de “Héroes”, serie que va por su segunda temporada en el canal Universal, son un grupo de atractivos jóvenes dotados de superpoderes que no saben controlar. Para colmo, son acechados por un asesino en serie ávido de trepanarle el cerebro a la porrista inmune a los accidentes, al enfermero que presentía que podía volar, y a su hermano, el político que vuela como un cohete.
Igual riesgo corren el oficinista japonés que se teletransporta de Tokio a Texas, el policía capaz de leer la mente, el chamo genio y su mamá stripper con doble personalidad.
Pareciera demasiados superhéroes para una serie, pero apenas son el comienzo de una raza que unió fuerzas en la primera temporada para salvar a Nueva York de una catástrofe nuclear.
Quienes crecimos leyendo comiquitas -los norteamericanos los llaman “comics”- nos enganchamos con facilidad con esta nueva generación de superhéroes que mezclan la cotidianidad de Archie con los poderes de Superman. Aunque el hombre de acero en estos tiempos polarizados se ha venido a menos al asociarse su poder ilimitado con propaganda del Imperialismo Yanqui.
El tiempo también ha decantado a los comics, ya los niños casi no los leen y a las comiquitas con pretensiones literarias se les llama “Novelas Gráficas”; vienen empastadas y sus temas seducen a quien se hizo adulto disfrutando oscuros recuadros de violencia. Entre las novelas gráficas traducidas con éxito al cine está “V es por Venganza” (2005) la adaptación de los hermanos Wachowski de la serie de Allan Moore (guión) y David Lloyd (ilustración) publicada en la década de los 80 sobre un anarquista enmascarado que lucha contra un gobierno totalitario.
Ejemplo más reciente de una exitosa novela gráfica llevada al cine es “300”, dirigida por Zack Snyder, basada en la obra de Frank Miller sobre la batalla de las Termópilas. Miller se inspiró para crear esta épica sangrienta en “El león de Esparta” (1962), película que lo impactó en su infancia. No es su primera experiencia en el cine: “Sin City” (La Ciudad del Pecado), tres de sus relatos de violencia urbana fueron llevado al celuloide en el año 2005. Miller escribió el guión y dirigió uno de los segmentos del film. Los otros estuvieron a cargo de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino.
Pero ni las novelas gráficas ni la política han logrado jubilar a superhéroes de la talla de Batman, Spiderman y Superman. Por eso, a quienes les preocupa la carencia de superhéroes criollos que retraten y promuevan el socialismo del siglo XXI, les doy la buena nueva que ya se están dibujando: el 13 de abril del 2007, cuando se conmemoraron cinco años del regreso de Hugo Chávez al poder después de un fallido golpe de estado, el diario Ultimas Noticias publicó una página de comiquitas al mejor estilo Marvel promulgando una gesta más heroica que la de los 299 soldados espartanos que sacrificaron sus vidas por salvar a Grecia de los persas.
Financiada por la Alcaldía Mayor, las tiras cómicas comienzan en la autopista del Este de Caracas cuando una multitud “desestabilizadora” empuñando la bandera de los Estados Unidos y vestidos con franelas de I love NY, se dirige al Palacio de Miraflores a exigirle al presidente la renuncia. Desde puente Llaguno valientes hombres armados sólo con su coraje, defienden la revolución mientras francotiradores contrarrevolucionarios usan como carne de cañón a los pitiyanquis.
Los héroes de la comiquita: el presidente Chávez (esbelto, perfilado y guapo como un Max Steele azteca) y el actual alcalde Juan Barreto (una mezcla estilizada de Trotsky con Orson Welles) parecen galanes de “Susy, secretos del corazón”. Quisieran Clark Kent, Peter Parker y Bruno Diaz para un día de fiesta.
En el 2008 la Alcaldía Mayor insiste en idealizar gráficamente al presidente Chávez a niveles de Pedro Centeno Vallenilla, esta vez no como Golpeado sino como Golpista, exaltando en anuncios en la prensa pagados por la Alcaldía el 4 de febrero como Día de la Dignidad Nacional.
Cómo borrar de la imaginería popular que hace apenas dos meses el héroe de plástico yacía desinflado en una tarima en Miraflores.

Artículo originalmente publicado en la revista Contrabando, pero modificado para la ocasión.

miércoles, 6 de febrero de 2008

¿De acero o de cristal?

Tengo un amigo que suele probar mis principios éticos preguntándome si estoy de acuerdo con la pena de muerte. Le contesto que por supuesto que no, pero él no se da por vencido e insiste con ejemplos: “Violadores y asesinos de niños, terroristas que vuelan escuelas, generales que ordenan masacrar pueblos; me vas a decir que aunque sea para tus adentros no piensas: estos desgraciados merecen morir”.
Mi amigo, quién no está de acuerdo con la pena de muerte, le gusta demostrar cuán difícil puede ser mantener nuestros principios hasta las últimas consecuencias, sobre todo en temas tan complejos como la violencia, la libertad de expresión, la censura, la verdad.
Por ejemplo, corre en Internet una petición para boicotear al artista Guillermo Vargas alias “Habacuc” de la Bienal de Honduras 2008. A sus 50 años el no tan enfant terrible costarricense le pagó a unos niños para que atraparan a un perro callejero hambriento y herido, y tras bautizarlo Natividad, lo dejó morir encadenado en una galería de arte en Nicaragua. Su supuesto objetivo: sensibilizar al público sobre la hipocresía del ser humano que se escandalizaría por la agonía de Natividad, sin detenerse a pensar en los millones de canes indigentes que sufren en esta perra vida.
¿Algún empleado de la galería o algún sensible amante del arte se acercaría a hacerle una caricia al perro moribundo, a ofrecerle un poco de agua, un mendrugo de pan, ya que nadie fue capaz de llamar a la sociedad protectora de animales en las 24 horas que agonizó Natividad encadenado como “obra de arte”? ¿Estaremos ante un resurgimiento del teatro de la crueldad que abogaba Antonin Artaud en los años 30 cuyo fin era sacudir las entrañas del espectador?
A pesar de la indiferencia inicial, pocas muertes más lloradas que la de Natividad: 400 mil firmas se han recopilado hasta el momento en Internet para boicotear a Habacuc de la Bienal de Honduras. Sin embargo, los directivos insisten en tenerlo como artista invitado, según ellos, es consecuente con sus principios creativos.
Pero en las Escuelas de Samba en los Carnavales Cariocas la libertad de creación (o de expresión) sí tuvo un límite este año y fue el Holocausto judío, cuando a instancia de la Federación Israelita, se le prohibió a la Escuela Unidos do Viradouro bailarlo como tema en su carroza. Como señal de protesta, los integrantes de Viradouro desfilaron amordazados, con un gran Tiradentes -precursor de la independencia brasileña- descuartizado, y un enorme mensaje: “No se construye un futuro enterrando la historia”. Aunque debieron ser más honestos consigo mismos y escribir: “no existe tema tan delicado como para no ser bailado”.
Precisamente hasta dónde seríamos capaces de llegar por seguir nuestros principios trata la excelente película de Ben Affleck (sí, Ben Affleck): “Desapareció una noche”. Basada en una novela de Dennis Lehane, y ambientada en las barriadas del sur de Boston de donde la musa de Affleck no debería salir, casi toda la película es una historia de suspenso sobre una pareja de investigadores privados que busca a una niña desaparecida, pero son los últimos minutos del film los que nos mueven a preguntarnos de qué estarán hechos nuestros principios, ¿de acero o de cristal?, qué estaríamos dispuestos a arriesgar por ellos, y si al igual que el protagonista, asumiríamos las consecuencias de haber sido fieles a lo que creemos.