miércoles, 30 de abril de 2008

El apagón

La tarde se pintaba sensacional, había hecho de todo para que así fuera: terminé el artículo que debía entregar y conseguí quien me trajera a mi chamo de una fiesta. Tenía la tarde libre para ver una película del Festival de Cine Francés. Escogí Mi mejor amigo con Daniel Auteuil a las 4:45 en el cine Trasnocho, no era la que más me entusiasmara pero era la que tenía el horario perfecto para aprovechar que esa noche bautizaban en el lounge del Trasnocho el libro de Roberto Echeto: “Barry White no es el único que sabe de amor”.
Salí de mi casa a las 3:30, quizás algo temprano pero nunca se sabe cuánto se puede tardar para llegar al Paseo Las Mercedes. Puse el CD de homenaje a Andrés Calamaro y cantando con los Fabulosos Cadillacs: “Soy vulnerable a tu lado más amable, soy carcelero de tu lado más grosero…”, al ver que la cola de la principal del Country no era tan larga, sentí que sin duda estaba rumbo a la perfecta velada cinema-literato-social.
Media hora después, cuando Los Pericos le rogaban a La Flaca que no le clavara sus puñales por la espalda, me comenzaba a impacientar: apenas había avanzado unos metros, ni siquiera había llegado al semáforo de la avenida Francisco de Miranda, seguro la culpa la tenía un fiscal inepto dirigiendo una esquina. Pero no había un fiscal, sino decenas de ellos, y el tráfico cada vez más lento. Quizás estarían pavimentando una calle, o hubo un choque. Algunos conductores comenzaban a hacer maromas para devolverse, pensé que apenas pasara la causa del embotellamiento el tráfico fluiría, pero menos de una cuadra después, a la altura de Mc Donald en El Rosal, cuando ya eran las 4:30 y a Calamaro lo homenajearon quienes lo tenían que homenajear, me di cuenta que a mi esa tarde no me tocaba ni Daniel Auteuil ni Barry White; y haciendo una maniobra en el estacionamiento de un banco, dí la vuelta en U.
Llamé por el celular a mi amiga Beatriz para decirle que se me cayó el programa del Cine Francés, que yo misma iría a buscar a mi niño a la fiesta. Ella fue quien me contó que había un apagón desde las 4 de la tarde y Caracas colapsó. Ya estaba en la fiesta, mejor se traía al niño cuando pasara el tráfico. Entonces fue cuando me fijé que los semáforos no servían, que los locales comerciales estaban a oscuras y decenas de personas se aglomeraban a las puertas de los edificios de oficinas en la avenida Tamanaco.
Prendí la radio en 99.9 a ver qué decía Pedro Penzini Fleury, pero no estaba el padre sino el hijo, Pedro Penzini López, contando que la electricidad se había ido en casi todo el país, que aunque no se tenía información oficial, se decía que fue un problema en la Represa del Guri, que no tardarían en solucionar.
Pedro Enrique, como lo llamo yo, es amigo mío desde la época en la que bailábamos All night Long de Lionel Ritchie en La New York, y no me ponía tan brava con él desde aquel día en el que me convenció de que me cortara el pelo a lo Rudy Rodríguez en Niña Bonita, como oyéndolo aconsejar a quienes estábamos atorados en el tráfico que nos “orilláramos”, paráramos el carro en donde pudiéramos, y esperáramos que el caos pasara tomándonos un café.
¡Qué más habría querido yo que salirme del carro! Dejarlo estacionado en cualquier lado e irme caminando a dónde fuera a tomarme un marroncito sabrá Dios con que electricidad. Pero la avenida Tamanaco era un enorme estacionamiento donde los carros no se movían. Ni siquiera las motos tenían espacio para pasar.
Traté de llamar a mi hija, a mi casa, a mi esposo, pero ninguna llamada caía. Apagué el carro, y sólo lo prendí de tanto en tanto cuando la cola avanzaba apenas unos centímetros. Comencé a sentir que me estaban saliendo telarañas, me consolé pensando que nadie se hacía viejo metido en el tráfico, algún día llegaría a mi casa y estaría un vodka esperando por mí, ¿cómo no recordar la Autopista del Sur de Julio Cortázar en la que el tiempo parece paralizarse en una monumental cola entrando a París ? Menos mal que siempre llevo un libro conmigo, leí el capítulo de la biografía de Robert Capa sobre las andanzas del célebre fotógrafo en la Guerra Civil Española, lamenté no haber traído mi cámara en la cartera, tremendas fotos habría tomado: la del hombre desolado asomado a la ventanilla del autobús, la de la muchacha quitándose los tacones para seguir caminando, la del motorizado llevando como parrillero a un joven cubriéndose con una camisa blanca su cabeza ensangrentada, la de la multitud de personas bajando por las escaleras de emergencia de la Torre Europa. Con mi celular tomé algunas fotos para esta crónica. A las siete y media por fin llegué a mi casa, la luz en La Florida sólo se fue por media hora (en muchas partes de Caracas llegó casi a las 7, en el resto del país tardó más). Mi hija, pensándome en el cine, me preguntó qué había visto. Sirviéndome el vodka cuya ilusión sirvió para mantenerme cuerda, le contesté: “El apagón… espero que no sea la primera película de muchas por venir”.

sábado, 26 de abril de 2008

Vistas por casualidad




TOODLE-FUCKING-DO

Sé que no estoy descubriendo el agua tibia pero qué le voy a hacer si no soy una mujer de modas, por eso ahora, cuando ya va para un año que se transmitió el capítulo final tras siete temporadas, es cuando comienzo a ver Los Sopranos.
Gracias a mi cidicero de confianza, voy por la segunda temporada de la serie de HBO que se hizo famosa por retratar la vida cotidiana de un jefe de la mafia en Nueva Jersey en psicoterapia.
La primera temporada, estrenada en 1999, presentó a la familia Soprano: Tony implacable en el mundo de los negocios sucios pero una melcocha en casa, su esposa Carmela que sabe a qué se dedica su marido y lo considera un negocio como cualquiera, y los hijos adolescentes de la pareja: Meadow y Anthony Jr. a quienes tampoco parece impresionarles mucho cómo se gana la vida papá.
Esta familia poco disfuncional también cuenta con una madre anciana recluída en un asilo con comienzos de alzheimer que haría palidecer a Medea, un tío humillado por ser el campeón a la hora de dar placer a las mujeres con sexo oral, y una hermana hippie oportunista.
De ritmo lento como la cotidianidad, en la segunda temporada me encuentro con un capítulo de una perfección tal que parece darle la razón a quienes opinan que los mejores escritores de cine están hoy en televisión.
“Toodle-fucking-do”, que no tendría una traducción literal al español más cercana que “chaíto pa’l carajo”, comienza cuando Tony Soprano, después del pitazo de un policía amigo, llega a la casa abandonada de su madre en medio de una redada a una fiesta de adolescentes donde hay una víctima de sobredosis de éxtasis.
“No fue mi culpa” es la única explicación capaz de dar la ebria Meadow de 17 años, quien a la mañana siguiente no sólo insiste que la fiesta en la casa desierta de su abuela no fue su culpa, sino que sus padres son incapaces de comprender la presión de una estudiante en busca de universidad.
El castigo al principio es leve, sugerido por la misma Meadow, quitarle durante tres semanas la tarjeta de crédito, pero Carmela y Tony se preguntan si no estarán siendo demasiado condescendientes con la muchacha, ¿cómo queda su autoridad de padres? Cuando intentan apretarle aún más las tuercas a la hija pachanguera, su tía la alcahuetea: “Es una joven mujer explorando”.
Mientras tanto las cosas no están mucho mejor en la familia de la mafia que Tony gobierna: un gangster acosa a otro porque no lo fue a visitar en la cárcel en los 10 años que estuvo preso, el acosado pide la protección de Tony, quien le da su palabra que nada le sucederá. Pero no sólo los adolescentes exploran hasta dónde pueden llegar ante la autoridad de sus padres, sino a los mafiosos les da por tentar su poder ante el poder, y al amigo a quien se juró protección termina en un hospital con una lesión que probablemente lo dejará paralítico.
Al final del capítulo Meadow tiene el castigo que merece: regresar a casa de la abuela para limpiar los rastros de vómito y orina que dejaron sus amigos después de la fiesta. Queda al aire qué castigo merecerá el ex convicto que desobedeció las órdenes del capo.

viernes, 25 de abril de 2008

Pervirtiendo al Che

Un domingo de ocio creé para Facebook el álbum: "El Che Store" con parafernalia conseguida en Internet de la imagen del Che Guevara, además de algunas fotos tomadas en París y en un par de Sambils . Ya había dedicado a este tema dos artículos que hoy publico en Evitando Intensidades.

PERVIRTIENDO AL CHE

Cuando mi madrina llamó para decirme que me trajo un regalo de París, imaginé que no sería un perfume, ni la paleta de sombras de otoño de Chanel, ni siquiera uno de esos Toblerone gigantes que venden en los duty free; tenía que ser un regalo más original, mi madrina no obsequia lugares comunes, pero los años pasan y aunque uno cree que ya la capacidad de asombro está saturada, al recibir un paquete envuelto en delicado papel rojo lo abrí emocionada pensando: “¡Por fin una pañoleta de Hermés!”.
Casi me desmayo cuando en lugar de la bufanda de seda decorada con herraduras y estribos, encontré una franela con el rostro del Che Guevara y la consigna: “Hasta la victoria siempre”.

Si no conociera bien a mi madrina pensaría que es una criptochavista que decidió salirse del closet político; o peor aún, que cansada de los traspiés de la oposición, se entregó a la fortuna revolucionaria y está abrazando sus símbolos. Pero mi madrina siempre ha sido un tanto extravagante, en las elecciones de 1973 —cuando yo era niña y los adultos a mi alrededor se decidían entre Carlos Andrés Pérez, Lorenzo Fernández y votar nulo—, la muy idealista se esmeraba pintando afiches que decían: “José Vicente para Presidente”. Aunque ese pasado turbio es mejor no recordárselo, porque hoy es de las que considera esta quinta república y a sus protagonistas como una hecatombe a la que hay que combatir con estrategias desconcertantes, por eso me dio la franela del Che como si me estuviera dando un FAL, y en voz baja, haciéndome cómplice de un complot de los que se pagan con la cárcel o el exilio, susurró: “Basta de marchas y de elecciones viciadas, hay que tomar medidas drásticas: vamos a pervertir los íconos de la revolución”.

Debo confesarlo, se me puso la piel de gallina, jamás pensé que mi madrina podía ser un ente subversivo. Una semana después, con la camisa del Che escondida en el fondo del closet para que mi marido no la vea, me pregunto si este iconoclasta plan de contaminación revolucionaria habrá sido orquestado en un laboratorio de guerra sucia de la CIA. Como madre de dos hijas preadolescentes, a las pruebas me remito: en la película Gatubela cuando una madrugada Halle Berry con alma de gata le exige a arañazos a unos vecinos mal encarados que bajen la música, entre los patanes se destaca un gorilón con la franela del Che. En una escena de Confesiones de una adolescente reina del melodrama de Disney (el título y la productora lo dicen todo), la joven estrella Lindsay Lohan luce una franela del Che Guevara fosforescente ultra fashion.

Y no sólo Hollywood se ha encargado de demostrar que los símbolos de la revolución van de la mano de la frivolidad, la moda y el consumismo: antes de que mi madrina me trajera la franela del Che comprada en la exclusiva Rue Rivolí de París, vi una parecida en una vidriera del Sambil de Margarita, por curiosidad entré a la tienda para preguntar cuánto costaba y el precio era tan exorbitante que sólo podría ser adquirida por la más asentada oligarquía bolivariana.

Hasta lástima me da, después de tanto sacrificio, tanto monte y fúsil, ¡para lo que quedó el Che! para que su gesto rebelde adorne el pecho de cualquier oportunista revolucionario.

En cuanto a mí, ni siquiera cuando estaba en edad y en espíritu de idolatrar la iconografía de Ernesto Che Guevara, su rostro barbudo y despeinado me llamó la atención, a la hora de imágenes pop de rebeldía preferí guindar en mi cuarto un afiche del lampiño James Dean. Pero debo cumplir la misión que me encomendó mi madrina, sólo que no sé por dónde empezar a lucir mi franela del Che: si comiéndome un Big Mac, visitando a mi suegra, o en Titulares de Mañana en Globovisión.

Publicado el sábado 23 de octubre de 2004 en el diario El Nacional. Ilustración para Nojile: Rogelio Chovet.

El che en Madison Avenue



No hay que ser Carrie Bradshaw o una de sus glamorosas amigas del añorado programa de HBO: Sexo y la ciudad, para saber que Madison Avenue es el epicentro de las tiendas más exclusivas de Manhattan. Armani, Valentino, Givenchy, Versace, Carolina Herrera son sólo cinco de las casas de moda que ofrecen sus colecciones a gustos exquisitos con chequeras ilimitadas. Trapos divinos que hacen portada en Bazaar, Vogue y Elle. Nada de Gap, Old Navy, ninguna tienda de consumo masivo. En la parte alta de Madison Avenue sólo se sirve caviar.
Por eso hace unas semanas, cuando en una visita a Nueva York un domingo me encontré con la elegante calle Madison tomada por una barricada de vendedores ambulantes, anhelando conseguir a precios de gallina flaca un par de Manolos o un vestido vintage de Tom Ford, hice lo que cualquier mujer con cierta pasión por la moda y con presupuesto del Tijerazo habría hecho en mi lugar: sumergirme de cabeza en lo que pensé sería el mercado de pulgas más fashion del mundo.
Poco duró mi epifanía: no había terminado de cruzar la entrada al mercado de buhoneros cuando en el primer tenderete me topé con decenas de franelas estampadas con un atractivo rostro que de tan lugar común sólo me inspira fastidio: el Che Guevara. “¡Oh no, la revolución me persigue!”, pensé. A su lado se exhibían diversos estereotiposdel inconformismo del siglo veinte: John Lennon, la hoja de marihuana, la boca de Mick Jagger y por supuesto, Bob Marley. Habría creído sincera tanta rebeldía de no estar acompañada por franelas del conejito de Playboy, del departamento de policía de Nueva York, del FBI, de Abercrombies piratas, y las infaltables I(corazón)NY.
A pesar de que este mercado de economía informal nada tenía que ver con el espíritu de Madison Avenue que esperaba, como buena caraqueña, me repuse rápido de la desilusión y en cuestión de segundos estaba en ambiente curucuteando la más variopinta mercancía: pashminas, budas y dragones, bisutería, estuches de Ipods, fotos de la ciudad, taxis amarillos miniatura, comida árabe, granizados, artesanías africanas, alfombras persas, ropa hindú, lectores de manos, masajistas chinos; pero nada me sorprendió tanto como que cada dos cuadras de las quince que tenía tomadas el bazar, había un carrito que ofrecía: “Arepas”. Los gringos, sintiéndose exotiquísimos y a tono con el feeling global (que no es lo mismo que globalizado),hacían cola para degustarlas. Al acercarme a uno de estos carritos vi con estupor que en lugar de nuestras deliciosas arepas de maíz pilado, los neoyorquinos devoraban de lo más complacidos un par de cachapas con queso blanco en el medio.
Si cada dos cuadras vendían arepas cachapizadas, cada diez pasos había un puesto ofreciendo franelas de rebeldía retro. De tanto verlas me dio un repentino antojo por comprarme la más bonita: la roja con la hoz y el martillo. Siempre me ha encantado la iconografía soviética. Me imaginaba en Caracas con mi franela ajustada en la cinturacon una correa de mi mamá de los años setenta y a todo el que me preguntara si me había metido a oficialista, contestarle condescendiente que si acaso ignoraba que la nostalgia revolucionaria es la última moda en Nueva York.
Después de todo, Madison Avenue no sólo es la calle de la alta costura sino también de las grandes agencias publicitarias. Laboratorio del consumismo, de la moda, de lo efímero, de las necesidades creadas. Así es como Jean Paul Gaultier utiliza la imagen del Che para promocionar sus lentes de doscientos dólares, Madonna la boina negra para vender su último disco y las tiendas Gap tienen como leitmotiv de su colección de verano 2006 a Ashbury y el movimiento hippie de paz y amor del año 1969. Fórmula segura sacar ganancias multimillonarias del masivo sentimiento antimperialista que inspira la guerra de Irak, sin tener que apostar por símbolos nuevos.
Pensando precisamente en los símbolos nuevos, esa soleada tarde de fines de mayo en la avenida Madison sufría ante la posibilidad de que entre tantos Ches y John Lennons, no me fuera a encontrar en los tablones neoyorquinos franelas como las que venden en el centro de Caracas con la estampa del presidente venezolano uniformado de comandante en jefe con cachucha, condecoraciones y banda tricolor. Gracias a san Bob Marley que no, el único símbolo contemporáneo entre tanta nostalgia inconformista era la imagen del cantante colombiano Juanes con su guitarra guindada de lado luciendo la camisa negra que anuncia: “Se habla español”.

Publicado en El Nacional creo que junio de 2006

martes, 22 de abril de 2008

Historias de animales



Los vaqueros gays no fueron los únicos en romper parámetros cinematográficos el singular año 2005, otro de los grandes mitos que se vino abajo fue creer que no hay nada más fastidioso que un documental sobre los hábitos de los animales. Gracias a dos excelentes filmes, La Marcha de los Pinguinos y Grizzly Man, millones de espectadores vieron en pantalla grande lo que a pocos se les habría ocurrido sintonizar en pantalla chica: la odisea de una tribu de pinguinos en la Antártida para procrearse, y la vida de los osos salvajes en una reserva natural en Alaska.
Pero más allá de la devoción que reflejan los directores de ambos filmes por sus protagonistas, La Marcha de los Pinguinos y Grizzly Man son muy diferentes entre sí: mientras la primera es una dulce historia de amor sobre las vicisitudes que pasan año tras año los pinguinos emperadores para no extinguirse; la segunda es el dramático destino de un hombre que se atrevió a desafiar las leyes de la vida salvaje.
En La Marcha de los pinguinos la cámara es un testigo discreto, incapaz de intervenir o cuestionar los designios de la naturaleza. Luc Jacquet, director francés que siguió el recorrido de los pinguinos durante un año en la Antártida, es biólogo de profesión y cineasta por azar(comenzó a los 24 años contestando un aviso clasificado que buscaba a un biólogo que supiera manejar a una cámara). Como biólogo Jacquet sabía los límites a los que podia llegar en su relación con los animales, sabía que la proximidad del humano podia costarle la vida a cientos de polluelos. Su lema era: “si quieres dominar a la naturaleza, debes obedecerla”. Gracias a este sometimiento logró llevar al espectador através de las heladas tierras del fin del mundo, siguiendo los pasos de sus únicos habitantes que caminan durante semanas hasta encontrar el lugar adecuado para aparearse y garantizar la subsistencia de su especie. Y ése es sólo el principio. El final lo vimos en la entrega del Oscar del año 2006 cuando los productores recibieron el galardón al mejor Documental del Año engalanados de pinguinos.
No corrió la misma suerte Timothy Treadwell, el conservacionista amateur que pasó trece veranos conviviendo con los osos salvajes del parque Katmai en Alaska: quiso ser parte de sus vidas haciéndose amigo de las feroces bestias y terminó siendo devorado por una de ellas. Sin embargo, Treadwell dejó como legado más de cien horas de filmación que le fueron entregadas al cineasta alemán Werner Herzog, el mismo de Fitzcarraldo, y de ahí nació Grizzly Man, un testimonio único sobre las terribles consecuencias del hombre que se trata de igualar a la naturaleza.
Treadwell era el eterno Peter Pan, el niño que se negó a crecer, el que su devoción a los osos hacía que a los cuarenta años durmiera abrazado a su osito de peluche . Se sentía prededestinado a ser su protector. Nadie como Herzog para narrar en la gran pantalla sueños de grandeza que terminan destruyendo al soñador, porque Grizzly Man más que una historia de osos es la de un hombre que quiso a como diera lugar ser su mejor amigo. Pero a diferencia del pana de los pinguinos, Treadwell no acató a la naturaleza, la cuestionó, la desafió, la retó, y terminó pagando las consecuencias.
Publicado en el año 2006 en el suplemento de la Fundación Tierra Viva.

Día de la tierra

Maldición eterna a quienes incendian el Ávila.

sábado, 19 de abril de 2008

Impotencia


De todo se ha dicho sobre las crónicas: las llaman efímeras, poco fiables, que este género es el hijo bastardo de la literatura y el periodismo. Puede que estas apreciaciones sean ciertas, pero cuando una crónica da en el corazón de un momento específico, se queda en la memoria de quien la leyó como aquellos cuentos o poesías que nunca se olvidan. Una de estas crónicas imborrables fue la que escribió en 1985 José Ignacio Cabrujas a raíz de la catástrofe en Armero, Colombia, cuando el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción arrasando con el pueblo entero.
Entre las bondades de la crónica está que va de lo general a lo particular, Cabrujas dedicó su cuartilla y media a una de las 23.000 víctimas del desastre: la pequeña Omaira, de 12 años, de cuya larga agonía hundida hasta el cuello en tierra y piedras fuimos testigos millones de personas gracias a la inmediatez de la televisión. Cabrujas, hombre del medio, sacando un cálculo sobre el esfuerzo tecnológico, económico y humano de transmitir vía satélite las últimas horas de la niña, se preguntaba con una impotencia que quedó marcada en la conciencia de la época, cómo fue posible que con tan millonaria inversión en la noticia de su agonía, no se pudiera rescatar a Omaira.
Esa impotencia que describe Cabrujas del espectador que le cuesta entender cómo se extingue una vida en vivo y directo, sentir en nuestra cotidianidad de testigos pasivos que el tiempo pasa y la situación empeora, que es cuestión de horas, pero mientras hay vida, algo se tiene que poder hacer… es similar a la que hoy sentimos en torno al cautiverio de Ingrid Betancourt en las selvas latinoamericanas. Aunque a diferencia de la agonía de Omaira, no son en vivo y directo las imágenes que nos llegan de la candidata presidencial desde que se convirtió en 2002 en la más valiosa -políticamente hablando- de los rehenes de la FARC.
La más reciente filmación de su cautiverio a principios de 2008, que sirvió como fe de vida, mostró a una Ingrid Betancourt de pelo largo, delgadez extrema y mirada fija en el piso, rendida ante su destino, cuya libertad (o falta de ella) es punto de honor entre dos voluntades indoblegables: las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el gobierno colombiano.
Sólo unas fotos, algunas cartas personales, y testimonios de rehenes que lograron salir de la selva, se tienen de estos últimos 6 años de la vida de Ingrid Betancourt, sin embargo, sabemos mucho sobre ella: que el día de Navidad cumplió 46 años, que se perdió la adolescencia de sus hijos, que es valiente hasta la terquedad, maltratada por sus captores, que ha tratado de huir varias veces, que está enferma y necesita ayuda médica, que su familia, al igual que la de cualquier secuestrado, estaría dispuesta a llegar al mismo infierno para rescatarla. Sabemos de negociaciones para zonas de despeje, de acuerdos humanitarios de intercambio de rehenes por guerrilleros presos, hasta de propuestas de gobiernos de países vecinos de reconocer a la guerrilla colombiana como fuerzas beligerantes; sabemos de políticos, clero, civiles, médicos, ONGs que se ofrecen como facilitadores para que la historia de Ingrid Betancourt tenga final feliz. Pero las noticias no son buenas: Ingrid está cada vez más delicada de salud selva adentro y se le niega una apropiada asistencia médica.
Ojalá no tengamos que exclamar impotentes como colectivo de un continente desgarrado: “¡Por qué!”.

viernes, 18 de abril de 2008

¿Vientos de cambio?

Cuba rebaja las restricciones para viajar

MAURICIO VICENT - La Habana - 18/04/2008

El Gobierno de Raúl Castro dará luz verde próximamente a una esperada reforma migratoria que simplificará los trámites de entrada y salida del país y permitirá a los cubanos viajar al extranjero sin necesidad de obtener un permiso específico de las autoridades. La existencia de la denominada tarjeta blanca o permiso de salida, cuya tramitación cuesta 150 pesos convertibles (unos 100 euros) y puede tardar meses o cuando menos semanas, y sin garantía de respuesta afirmativa, fue muy criticada por la población en el debate convocado el año pasado por Raúl Castro. Otro requisito, la carta de invitación, que hasta ahora es necesario presentar en las oficinas de inmigración cuando se viaja, también desaparecería, según fuentes cercanas al gobierno.
La flexibilización migratoria ya está decidida y sólo faltaría perfilar algunos asuntos para que las medidas entren en vigor, dijeron a EL PAÍS las citadas fuentes. Pudiera ser en los próximos días o semanas, y probablemente se informará a la población a través de los medios de prensa, como ocurrió con el levantamiento de la prohibición para que los cubanos contraten líneas de telefonía celular. No está claro si se adoptarán como un conjunto de medidas, o se irán introduciendo poco a poco.
Entre otras regulaciones, la reforma migratoria acabaría con la famosa tarjeta blanca, aunque con excepciones. Por ejemplo, los médicos, los universitarios recién graduados que no hayan cumplido su servicio social, o los militares y miembros del Ministerio del Interior con acceso a información que afecte a la seguridad del Estado, deberán seguir obteniendo un permiso específico, mientras no transcurra un plazo de tiempo variable. Sin embargo, para gran parte de la ciudadanía el trámite del permiso de salida -por el que las autoridades obtienen millones de dólares anuales de ingresos- desaparecería.
El requisito, hasta ahora exigido por las autoridades, de presentar una "carta de invitación" legalizada como parte de la documentación para viajar, también sería eliminado. La mayoría de las embajadas piden este trámite a los cubanos para tramitar su visado de entrada, por lo que esta medida, unida a la eliminación de la tarjeta blanca, de hecho, traspasaría a los países receptores la responsabilidad de limitar los viajes de los ciudadanos cubanos, ya que ahora sólo necesitarán un pasaporte vigente y visado para salir de su país.
De implementarse como está previsto -aunque todavía puede haber modificaciones, advierten las fuentes-, la medida daría respuesta a una demanda popular que es unánime y cada vez más sonora. Intelectuales y artistas comprometidos con la revolución, como el cantautor Silvio Rodríguez, han pedido recientemente la abolición "completa" del permiso de entrada y de salida por no responder a la nueva realidad del país; de igual modo, criticaron la prohibición existente para que los cubanos se alojaran en hoteles dedicados al turismo internacional, que se levantó hace pocos días.
En su discurso del pasado 24 de febrero ante el Parlamento, tras ser nombrado presidente, Raúl Castro anunció la eliminación inmediata de prohibiciones "sencillas", pero, dijo, otras tomarían más tiempo debido a que requerían "cambios en determinadas normativas jurídicas", además de influir en ellas "las medidas establecidas" contra Cuba por sucesivas administraciones estadounidenses. La Habana acusa a Washington de utilizar con fines políticos y propagandísticos el tema migratorio, y las últimas grandes crisis entre ambos países han tenido este trasfondo.
El mes pasado, durante un encuentro en La Habana con emigrados favorables a la revolución, el canciller Felipe Pérez Roque se refirió de este modo a la esperada reforma migratoria: "no quiero anticiparme sobre ese tema, pero son asuntos que han estado permanentemente bajo nuestra consideración". Y añadió: "tenemos firme nuestro compromiso de hacer cada vez más fluida la relación entre los cubanos que residen en el exterior y Cuba y hacer cada vez más expeditos los trámites y las regulaciones sobre ese tema".
Como parte de esta flexibilización, se prorrogaría también el tiempo de estancia que los cubanos pueden estar en el exterior sin tener que regresar a su país, o perder sus derechos. El plazo legal en la actualidad es de 11 meses, que se ampliaría, probablemente, a dos años. Además, los menores de edad podrían salir con sus padres, algo actualmente restringido y sólo autorizado en casos excepcionales, dijeron las fuentes.
Del mismo modo, se espera que se simplifiquen los trámites de entrada temporal para los cubanos que residen en el exterior. Otros asuntos, como la pérdida de las propiedades -casas, vehículos, etcétera- cuando alguien emigra definitivamente, o la posibilidad de autorizar el regreso definitivo a Cuba de los que se fueron, todavía está en discusión. El verdadero alcance de la reforma migratoria, que se debate desde hace meses, todavía es una incógnita.
"Prohibiciones superadas por la vida"
En un discurso pronunciado en diciembre ante el Parlamento, Raúl Castro criticó con dureza el exceso de prohibiciones y regulaciones que existían en el país y que, consideró, hacían "más daño que beneficio". El entonces vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros, opinó que "la mayoría" de estas prohibiciones fueron "correctas y justas en su momento", pero dijo que muchas habían "sido superadas por la vida". Raúl fue directo y contundente: "Detrás de cada prohibición incorrecta búsquese un buen número de ilegalidades". Entre estas ilegalidades, muchas tenían que ver con las cartas de invitación y otros negocios relacionados con los trámites de salida del país.La reforma migratoria, que todavía ha de concretarse, sería un paso más en la estrategia de levantar "prohibiciones absurdas". Desde que fue elegido presidente, Raúl Castro ha permitido el acceso de los cubanos a los hoteles, ha autorizado la venta de computadoras, reproductores de DVD y otros electrodomésticos, y ha levantado la prohibición para el uso de teléfonos móviles. Además, se ha iniciado una reforma en agricultura que contempla la entrega de tierras en usufructo a campesinos privados y cooperativistas.Entre las próximas medidas que se esperan está la autorización para que los cubanos puedan traspasar sus vehículos, y una flexibilización de los controles sobre la vivienda. Abundan los rumores y las opiniones; para unos es todavía muy largo el trecho por recorrer, para otros, todo avanza más rápidamente de lo esperado.
'Tarjeta blanca'

Flexibilización. Se podrá prorrogar hasta dos años el plazo de residencia en el exterior sin perder derechos. Los menores de edad podrán salir del país con sus padres sin las restricciones actuales.

jueves, 17 de abril de 2008

Vista por casualidad


Comienza una sección en Evitando Intensidades dedicada a aquellas películas que dificilmente serán estrenadas en los cines de Venezuela y que vemos por casualidad en televisión por cable o gracias a los cidiceros.


BROKEN ENGLISH
“¿Cuántos sapos debo besar antes de encontrar a mi príncipe azul?” o “¡Coño, por qué todo el mundo consigue pareja menos yo!”, es el tema de Broken English, la primera película de Zoe Cassavetts, hija de la actriz Gena Rowlands y del director John Cassavetts, quién a pesar de su pedigrí cinematográfico, o quizás debido a él, decide comenzar su carrera como directora con un rolling en el primer inning: puede que efectivo pero sin grandeza.
Nora (Parker Posey), una atractiva y eficiente resuelve problemas de un “hotel boutique” en Nueva York, celebra junto con sus dos mejores amigos –a quienes ella presentó- el quinto aniversario de casados de la pareja, mientras su madre (Gena Rowlands, who else?) le pregunta: “Y pa’ cuándo tú”.
Eso mismo quisiera saber Nora, quien a sus treinta y algo de años no disimula su debilidad por los actores, y a menos de quince minutos de comenzada la película, estará involucrada –litros de alcohol por delante- con un huésped VIP del hotel quien le asegura que es: “única y refrescante”.
Lástima que Nora no tardará en darse cuenta de que “lo mismo le dirás a todas”.
De haber sido este un film latinoamericano el tema musical habría sido el éxito en los años 80 del dúo Pimpinela: “¿Por qué no puedo ser feliz? (Si lo deseo con el alma)”, porque después de un par de chascos que parecen resumir su historia sentimental, Nora decide cerrarse al amor, cuando el amor por fin toca a su puerta en un encuentro casual con un joven francés, de horrible sombrero, fumador empedernido, dulce como un cachorro, y con poca soltura para el inglés. De ahí el título Broken english, en español algo así como "Inglés entrecortado".
A pesar de la obvia moralina de “ para encontrar pareja primero debes quererte a ti misma”, Broken English funciona gracias a la actuación de Parker Posey, quien da en el clavo en el papel de la solitaria Nora mezclando una correcta dosis de vulnerabilidad con neurosis más parecido al arquetipo de la mujer sola en la gran ciudad que las glamorosas chicas de la extinta serie de HBO: Sex and the city, que en cuestiones de amor, cuando no la ganaban, la empataban.
Cassavetts jr. y su historia no sólo tienen a su favor a Parker Posey y a la ciudad de Nueva York, ese downtown que retrata envidiablemente donde cualquier joven bohemio anhelaría vivir, sino también una pequeña ayuda de los amigos de papá y mamá en breves actuaciones que hacen brillar la película.

No queda uno extasiado después de ver Broken english, pero sí satisfecho de que una nueva cronista de su ciudad y de sus tiempos, llamada Zoe Cassevetts, se asoma con timidez en el cine independiente norteamericano.

domingo, 13 de abril de 2008

La tentación

La tentación está en todos lados. El peligro a caer en ella nos acecha. Una mañana hace algunos meses, mientras llenaba el tanque de mi carro en una gasolinera, distraída me retocaba la pintura de labios en el retrovisor cuando una voz masculina me sacó de mi éxtasis cosmético:
-Tengo de todo, mamita, ¿qué te gusta?
Debí haberle dicho que no ahí mismo, que se equivocó conmigo, que no soy una de esas. Pero la curiosidad mató a la gata y cometí el error de preguntarle a mi interlocutor, viendo la tentadora caja que llevaba debajo del brazo:
-¿Qué cargas ahí?
El dealer sacó de la caja una pila de cidís metiéndolos dentro de la ventana de mi carro:
-Toma chama, ve tú misma, sin compromiso, puro estreno.
¡Qué tonta fui! Eso de puro estreno me daba pie para darle un rotundo no. Una tiene su dignidad, caramba, los estrenos los veo en el cine. Películas piratas sólo compro clásicos que no se consiguen legales en Caracas desde que cerró Video Color Yamín de Altamira.
Dudé por milésimas de segundos si agarrar los cidís. Pero no fui lo suficientemente fuerte. Eso lo percibió el cidicero como un cunaguaro siente la vulnerabilidad de su presa.
- Garantía certificada, mi reina- me aseguró con la persuasión de Mefistófeles mientras soltaba una decena de cidís en mis temblorosas piernas.
Qué les puedo decir, soy débil, cedí a la tentación y tomé ávidamente la mercancía repitiendo para mis adentros ese lugar común que al enfrentarnos a un vendedor hábil, nunca funciona: “ver no es comprar”.
Por lo visto el cidicero también era un hombre de principios: entre su oferta no estaba ninguna película de factura nacional. Sólo producciones de Hollywood y alguna que otra película europea. La pequeña caja de madera tenía más novedades que cualquier Blockbuster. Algunos de estos filmes habían sido estrenados en Venezuela, otros, no sabremos si algún día lo serán.
Entre tan extensa selección fílmica, al tener ante mí “La Reina”, me sentí tentada de llevarme el retrato de Isabel II de Inglaterra en medio de una crisis familiar que le dio a Helen Mirren el Oscar a la mejor actriz. Entonces no se había estrenado en Venezuela, muchos amigos la habían visto y la recomendaban. Estaba segura que esa película me iba a encantar. Esa certeza me dio fuerzas para no comprarla. Preferí esperar para verla en pantalla grande.
El cidicero, sintiéndome dudar, fungió de crítico y de psicólogo amateur. No entiendo por qué me vio cara de sentimental.
- Tengo “En busca de la felicidad” con Will Smith. Es de las mejores, si no lloras, no tienes corazón.
Le agradecí la sugerencia pero le dije que no me gustaban las películas tristes, prefería las comedias. Entonces me mostró “Amor a la italiana”:
- La acaban de estrenar, es muy buena, de la misma gente de “La Vida es Bella”.
¡Bingo! El experto vendedor colocó una de sus películas, aunque por las razones equivocadas: en mi escala de valores “La vida es bella” de Roberto Begnini es de las más sentimentaleras. Su prima, “Amor a la italiana” de Giovanni Veronesi, debía ser la perfecta película para ver sin remordimientos desde la comodidad de mi viejo Sony Trinitón.
Pero el crimen no paga: apenas puse “Amor a la italiana” en mi televisión, me di cuenta con horror que estaba traducida a un español más castizo que el de Joselito. Ni los melodramas de Almodóvar suenan así. Es una herejía no ver una película en su idioma original, sobre todo si es italiana, y antes de la tercera escena, dí esos 5 mil bolívares por perdidos.
De todas maneras, por lo poco que ví pude apostar que para ver “Amor a la Italiana” era mejor esperar a que la pasen por Cine Canal.

Publicado en Contrabando

¿Vientos de cambio?

Cuba se asoma al vértigo del consumo

MAURICIO VICENT - La Habana - 13/04/2008
El País de España.

"La política sin economía no sirve, y eso Raúl lo sabe", dice Jorge, un jubilado de 75 años. Ha visto "los 49 capítulos de la revolución", y se declara "moderadamente optimista" ante las primeras medidas adoptadas por el nuevo presidente cubano, aunque a él -admite- éstas no le "benefician". En el extremo opuesto, Javier, 30 años de edad y uno de los 150.000 cuentapropistas que existen en el país, se reconoce "escéptico absolutamente", pese a ser un privilegiado. "Hasta ahora sólo se han tomado medidas para gastar, ninguna para ganar. Mientras eso no ocurra, y no creo que vaya a ocurrir con este sistema, soy pesimista".

A grandes rasgos, entre Jorge y Javier se mueve el sentir de Cuba: unos creen que ahora sí empieza a moverse la rueda del cambio, y que lo que vemos son sólo los primeros pasos; para otros, y no son pocos, este movimiento les pilla descreídos y cansados, lejos de todo.

En los 50 días que Raúl Castro lleva al mando, la isla ha asistido al fin de algunas prohibiciones que laceraban a los cubanos y que han sorprendido al mundo. La venta de computadoras, DVD y teléfonos móviles se ha liberado, y también ha caído el veto -vigente por 15 años- que impedía a los cubanos alojarse en hoteles y alquilar coches de turismo. Pero todos estos bienes y servicios han de abonarse en pesos convertibles (CUC), la divisa local, cuyo valor es 24 veces superior al del peso cubano.

"El impacto de estas medidas ha sido más psicológico que práctico, pero no debe restársele importancia", asegura un economista. Según sus cuentas, si un 60% de los 11 millones de cubanos tienen acceso regular al CUC, como dicen las autoridades, "es muchísimo menor" la cantidad de gente que puede gastar 130 CUC (unos 100 euros) en comprar un DVD o pasar una noche en un hotel. "En Cuba el salario medio mensual es de 408 pesos [o 17 CUC, o 12 euros]. Aun así, son derechos que se recuperan y ese intangible es importante", indica el citado economista.

La sed de consumo no ha sorprendido, pero sí el dinero guardado bajo los colchones. "¡Cómo está el circulante en manos de mis compatriotas!", dice el dependiente del departamento de electrónica de Carlos III, uno de los grandes almacenes más importantes de la capital, con 39 tiendas. En 10 días, se han vendido 634 DVD de diferentes precios, 320 ollas arroceras y más de 30 motocicletas eléctricas, cuyo precio puede llegar a 1.000 CUC.

"Desde el 1 de abril este departamento ha recaudado 267.000 CUC, el triple de lo habitual", dice uno de los gerentes. Pero el fenómeno no es sólo en La Habana. En Bejucal, pueblo de campo a media hora de La Habana, con 15.000 habitantes, la única tienda de divisas que comercializa los nuevos DVD se llama La Polaca y ha colocado 110 unidades. "En cinco días han acabado con las existencias", dice un empleado.

Jorge cree que más que las medidas introducidas, lo importante es que se ha "levantado el veto al consumo". "Hasta ayer ganar dinero y gastarlo era caca. Hoy se acepta que el que más trabaje y más gane, vivirá mejor, y eso es realista". Sin embargo, dice, "las prohibiciones eliminadas sólo tienen sentido si después se introducen cambios que permitan a la gente prosperar, sin necesidad de cambiar el modelo socialista". Javier no lo ve: "sólo son parches, medidas para rebajar la presión, no hay nada nuevo".

De camino a Quivicán, siguiendo la carretera de Bejucal, una pintada en un muro recuerda una vieja frase de Raúl Castro: "¡Sí se puede, coño!". En ambos pueblos, como en el resto del país, las autoridades han anunciado que repartirán tierras ociosas en manos del Estado a campesinos y cooperativistas, con el fin de aumentar la producción. En dos fincas privadas visitadas por este diario, sus dueños dijeron que todavía no "se ha explicado bien cómo quedará la cosa". Al parecer, además del usufructo de por vida de las parcelas que se entreguen, la reforma del agro contempla la descentralización del sector, que ofrecería al agricultor mayor autonomía para decidir cómo utiliza sus tierras, así como garantía de suministros y mejores precios de compra, entre otras medidas.

"Éste sí sería un cambio, pero hay que comprobar cómo se implementa", afirma un analista. En los últimos días, dice, ha habido otras pequeñas señales: el Gobierno ha comenzado a descentralizar y simplificar trámites, como el derecho a adquirir la propiedad por parte de los trabajadores arrendatarios de viviendas pertenecientes a entidades del Estado; también, se ha admitido oficialmente que no habrá límites sobre los ingresos de los empleados estatales, y hasta en el diario Granma se ha escrito que las transformaciones en la agricultura pueden ser un "trampolín" para que se produzcan "otros cambios". "Son pequeñas cositas, pero cuando uno las ve en conjunto, son alentadoras", dice Jorge. Para Javier, demuestran que "el Gobierno no va a hacer nada". El debate continúa y cada vez más caliente, y entre el "¡Sí se puede, coño!", de Raúl, y el "¡No se puede, coño!", de los escépticos, a 1.000 CUC las primeras motos eléctricas ya circulan por las carreteras.

Mientras la vida determina a quién da la razón, los primeros huéspedes cubanos disfrutan de los hoteles y otros ven películas. Hoy son minoría, pero en Quivicán y Bejucal ya florece un nuevo negocio: filmes piratas en formato DVD, a cinco pesos el alquiler al día, por si la cosa tarda.

miércoles, 9 de abril de 2008

Brokeback Mountain en Caracas



En 1987 Moisés Kaufman hizo sus maletas y abandonó Venezuela para irse a vivir en Nueva York. Este joven administrador egresado de la Universidad Metropolitana con una insaciable pasión por el teatro, sintió que en su condición de homosexual judío con inquietudes artísticas, Caracas se le iba a hacer chiquita, y como cientos de miles de jóvenes soñadores del mundo entero, a los 23 años buscó probar fortuna en la gran ciudad entre las grandes ciudades. Y lo logró. Vaya si lo logró.
Quince años después de su partida, Kaufman es director del Tectonic Theater Project y autor de tres obras que se han presentado con gran éxito tanto en Off como en Off-Off-Broadway, como de costa a costa de los Estados Unidos: Gross Indecency: the three trials of Oscar Wilde (sobre el juicio por actos obscenos contra el dramaturgo victoriano), The Laramie Project (sobre el asesinato de un joven homosexual en un pequeño pueblo del oeste contemporáneo norteamericano) y I Am my own wife (la historia de un transformista alemán). Nominado para cuanto premio teatral es posible ser nominado en los Estados Unidos, aquí en Venezuela el trabajo de Kaufman todavía está por conocer.
Y si a usted se le ocurre ir a un cine caraqueño a ver la última película de Ang Lee: Brokeback Mountain (El secreto de la montaña), entendería por qué.
Aplaudida por la crítica y favorita al Oscar, esta historia de amor que rompe parámetros al ser protagonizada por el gran arquetipo de la masculinidad de la cultura occidental: un par de vaqueros, le cuesta encontrar almas solidarias en los cines caraqueños. Tampoco es una idea muy afortunada verla un lunes popular en el Multiplex de un centro comercial a las siete de la noche entre parejas que se conquistan compartiendo cotufas, refresco y CriCri; de jóvenes fornidos con camisas tornasoladas y pantalones ajustados; y de maridos furiosos porque a quién se le ocurre llevarlos a ver a “dos mangazones dándose latas en un barranco”. Y una ahí sentadita, cansada de mandar a callar a los vecinos, fastidiada de tantos: “¡Ayyy vale!” “¡Se perdió esa cosecha!" "¡Qué agua tan fría!” y convencida de que no hay plan Robinson que valga contra los semianalfabetas que van al cine para practicar la lectura de los subtítulos a pleno gañote.
Al final de la película, ni siquiera el proyeccionista espera a que se terminen los créditos, en fila india de lo más civilizados para botar los refrescos a medio tomar y el pote de cotufas vacío, hay que oír los comentarios de los imbéciles que no hicieron sino hablar imbecilidades durante toda la película.
- ¿Qué te pareció?
- Más o meeenos.
- Muy lenta, ¿verdad?
Y la cola para abandonar la sala nada que avanza.
- No sé cual es la alharaca de está película.
- Ahí no pasa nada.
Esos son los momentos en los que uno se tiene que morder la lengua para no gritar: “¡No pasa nada! ¡Cómo qué no pasa nada! ¡Es una historia de amor imposible! ¡Cuántos obstáculos se deben enfrentar este par de enamorados para que el público venezolano considere que en la película está pasando algo!”.
Entonces uno entiende a los Moisés Kaufman de esta vida, y se alegra por ellos, porque han logrado romper barreras en un mundo mucho más grande que esta Caracas todavía provinciana.

Ficción Breve, 2005.

lunes, 7 de abril de 2008

Educando al pequeño Ozzie




Señores del Ministerio de Educación: Con respecto al famoso decreto 1.011, aquel sobre los interventores de educación: ¿también se aplica al hogar? Porque les aseguro que el mío necesita ser intervenido: tengo un marido que está adoctrinando a nuestro pequeño hijo con un bate y una pelotita en vez de llevarlo por el buen camino de la revolución.

Ustedes dirán que no se meten en problemas de pareja y que cada quién eduque a sus hijos como mejor le parezca, siempre y cuando los niños sepan quiénes son los verdaderos ejemplos de juventud, como el Che Guevara y no esos Galarraga, Vizquel, Alfonso. Sin embargo en mi familia los valores están invertidos.
No siempre fue así. Todo empezó dos años atrás cuando un ecosonograma anunció que nuestra tercera niña era varón. ¡Un hijo varón! El sueño de toda familia latina, hindú y china; marcó en la mía importantes cambios en la dinámica familiar. Mi marido, quien hasta entonces se había caracterizado por ser un padre tranquilo y consentidor, empezó a sufrir ataques de ansiedad: "¡Voy a cumplir 38 años! ¡Estoy muy viejo para tener un varón!¡Me está agarrando cansado! ¡Tengo 15 años sin jugar beisbol! ¡Ya ni me acuerdo cómo se lanza una recta, mucho menos una curva!''. 
Y el inocente bebé apenas empezaba a dar pataditas en mi vientre.
Con este tercer embarazo, primer varón, los libros de estimulación prenatal fueron desempolvados por el padre de la criatura y la primera medida tomada por el dictador-jefe de familia fue: "Se acabaron las novelas en esta casa. La doctora Beatriz Manrique asegura que el bebé puede oír desde los cinco meses de gestación y no queremos influenciarlo con cosas de mujeres''.

Desde entonces nuestro hogar está encadenado con Meridiano TV. Siguiendo los consejos de la doctora Manrique, el fanático de los Tiburones de La Guaira hablaba con su hijo a través del vientre, pero en vez de susurrar "patea, patea'' como sugiere el manual de estimulación Hola Bebé..., vociferaba: "Batea, batea''.
Los problemas siguieron con la escogencia del nombre. Yo siempre había soñado con tener un hijo llamado Lucas: "¡Lucas! ¡Estás loca! Ese nombre es de director de orquesta, de poeta maldito, de intelectual de izquierda ¡Pero jamás de pelotero!''. 
Su hijo tenía que tener un nombre de esos que suenan bien cuando se anuncian en los altoparlantes de los estadios de grandes ligas: "Ozzie behind the plate''. Y Ozzie se quedó.
En enero de 2000 nació el pequeño Ozzie. Por primera vez el padre de mis hijas hizo de tripas corazón y entró a la sala de partos para ver nacer a su hijo.
"Casi cuatro kilos ¡tremendo catire!'' -dijo el doctor entregándoselo a su papá quien con lágrimas en los ojos lo cargó, exclamando emocionado: "¡Igualito a Mark McGwire!''.
No habían terminado de sacar al niño de la sala de partos cuando su padre sostuvo un feroz enfrentamiento con las abuelas, quienes orgullosas por el principito que acababa de nacer, se apresuraron a vestirlo con el hermoso faldellín de tira bordada amarilla que lucieron sus hermanas al nacer: "¡Sobre mi cadáver ustedes le van a poner un vestido a mi hijo recién nacido!''.

De nada sirvieron las fotos en ¡Hola! de Felipe Juan Froilán Marichalar Borbón engalanado con similar atuendo. "De haberle tomado a Galarraga una foto de niño vestido así, jamás habría llegado a las grandes ligas''.
El primer año de vida de nuestro pequeño Ozzie fue relativamente tranquilo. Su padre estaba muy ocupado: "Hay que trabajar mucho para poder mantener a tres niños en estos tiempos''. Sólo uno que otro suspiro aislado cuando la relación esfuerzo-recompensa del día a día era demasiado desequilibrado: "Y pensar que abandoné el beisbol para estudiar ingeniería''. No quería que su hijo cometiera el mismo error: "Con ese tamaño puede ser catcher. Iván Rodríguez aconseja que si quieres que tu hijo llegue a las grandes ligas, tienes que enseñarlo a cachear''.
Pero en Navidad, poco antes de que el pequeño Ozzie cumpliera su primer año, su padre le trajo de regalo un guante, un bate y una pelota de goma: "Toma hijo: aquí están tus herramientas de trabajo. Esto es todo lo que necesitas en la vida para triunfar''.

El campo corto Alex Rodríguez acababa de firmar un contrato de 250 millones de dólares con los Rancheros de Texas. El pequeño Ozzie instintivamente tomó la pelota entre sus manos y después la lanzó. Su padre emocionado exclamó: "¡Recta de dedos separados! ¡Es un prodigio!''. 
Y desde entonces, señores del Ministerio de Educación, nuestra vida se ha vuelto un martirio. Mi esposo decidió invertir a futuro renunciando al trabajo y dedicándose de lleno a la educación de su hijo. De más está decirles lo apretada que quedó mi familia sin el aporte económico del padre porque yo apenas soy una intelectual, que en la escala de valores de esta era bolivariana, es el absoluto fondo laboral.
Por eso señores del ministerio de Educación, por favor, manden a un interventor a mi casa. Miren que ya mi marido guardó los juguetes y ahora dedica todo su día a tratar de enseñar al niño a jugar beisbol: "Lección Uno: Para aprender a coger rollings sólo se necesita una pelota, un guante y una pared''.

¿Dónde están los interventores educativos cuando realmente se necesitan?



Publicado en el cuerpo de Deportes de El Nacional, el domingo 21 de enero de 2001. Ilustración para Nojile: Rogelio Chovet.

sábado, 5 de abril de 2008

La frase


"Y'ain't nobody 'til you've had a sex scandal" .- Mae West.

Pasajera Secundaria


“Secundary!”, gritó la enorme funcionaria del aeropuerto La Guardia en Nueva York cuando se dio cuenta de que entre los pasajeros del vuelo a Chicago había una con pasaporte extranjero. Quienes hacían la cola para que les revisaran el equipaje de mano, voltearon a verme con recelo como si estuvieran frente a un enemigo en potencia.
En cuestión de segundos apareció otra funcionaria más grande todavía, de guantes blancos y con cara de pocos amigos. Me pidió que la acompañara. Después de requisarme hasta los huecos de la nariz, se tomó su tiempo para revisar mi cartera abriendo pinturas de labios, oliendo remedios. Como cualquier ironía en voz alta me llevaría a un calabozo, pensé con una sonrisa que debió parecer sospechosa: “¡Qué suerte que no traje como lectura de vuelo la novela Terrorista de John Updike!”.
La lectura de vuelo la compré al lado de la puerta de embarque: la revista People y el New York Times. Como los despegues me ponen nerviosa, comencé por la publicación de farándula, y aparte de los secretos de los mejores cuerpos de Hollywood, leí la reseña de la película Stop Loss de Kimberly Peirce. Dicen que es buena, trata sobre la dificultad de un excombatiente en la guerra de Irak (Ryan Phillippe) para adaptarse a la vida cotidiana de su pueblo. Sin embargo, no promete ser un éxito en taquilla: al público norteamericano actual no le gusta ver películas sobre guerras en curso.
Una vez alcanzada la altura deseada, el piloto desactivó el aviso de los cinturones de seguridad y saludó a los pasajeros, en especial, a un grupo de militares de vacaciones: “Gracias por defendernos”. Todos los pasajeros aplaudieron. Me pregunto cómo sería esta escena en un vuelo venezolano.
Es hora de abrir el NYT. La guerra de Irak tampoco favorece a los periódicos, la censura oficial es más que susceptible con la información que da la prensa. Pero se cumplieron 5 años de comenzado el conflicto bélico y el diario neoyorquino da una lista de las bajas norteamericanas, que hasta el momento, llegan a cuatro mil (no encuentro por ningún lado cuántos iraquíes muertos van). Varias páginas con minúsculas fotos tipo carnet son el homenaje póstumo a estos soldados, que a diferencia del personaje de Ryan Phillippe, no tuvieron la oportunidad de regresar a su pasada cotidianidad. Casi todos eran jóvenes, en esa sabrosa edad en la que se debería estar en la universidad, tomando cervezas, enamorándose. Los había de todas las razas, de diferentes orígenes. Me llama especialmente la atención el rostro de una muchacha de 19 años, se llamaba algo así como Shajeeza, de flequillo castaño que le cubría media cara como a una Verónica Lake negra. Parecía la hija feliz de la amargada funcionaria que me requiso en el aeropuerto, tenía un brillo en la mirada y una sonrisa tan amplia que inspiraba alegría de vivir.
El NYT también reseñó algunas historias de vida de soldados recién muertos en combate, entre ellos un bloguero de 22 años, quién, días antes de morir, se preguntaba en My Space qué diablos estaba pasando con la sociedad norteamericana más preocupada en comida chatarra y en las desventuras de la cantante Britney Spears, que en las desgracias en el mundo. Pero la mayoría de las historias de vida hablaban de muchachos sin tantas complicaciones existenciales, jóvenes que luchando en una guerra que no terminaban de entender, sólo tenían un sueño: regresar a casa.