viernes, 28 de septiembre de 2012

El musiú pendejo


Francisco Toro acaba de publicar un artículo en The Guardian titulado: "The cult is over", donde afirma que tras catorce años de gobierno, la mística relación entre Chávez y el electorado venezolano parece haber mermado. Según el primo Quico, a pesar de los millonarios esfuerzos para captar votos y del innegable ventajismo electoral del presidente-candidato, por primera vez en esta V República hay una posibilidad real de que el candidato de la oposición triunfe en la próximas elecciones presidenciales.
Como suele suceder en estas publicaciones extranjeras, en los comentarios por la web saltan los aguerridos defensores de las revoluciones ajenas, quienes defienden como punto de honor a gobiernos autoritarios que se jacten ser de izquierda revolucionaria, claro, desde la comodidad de países cuyas instituciones y habitantes jamás tolerarían semejantes abusos de poder.
A la fuerza hemos aprendido en Venezuela que la democracia no solo es ganar procesos electorales, vivir en democracia es vivir en un país cuyos poderes públicos sean independientes del Gobierno y se garanticen los derechos ciudadanos sin distinción ideológica; y en esta República Bolivariana todos los poderes están bajo la batuta del Comandante en Jefe y serán favorecidos quienes juren alianza al credo chavista.
Entre los defensores del proceso revolucionario venezolano desde la comodidad de algún Imperio, un bolsa comenta en The Guardian: "Si los venezolanos no votan por Chávez, habrán sido dramáticamente manejados por una campaña masiva de propaganda dirigida por una combinación de neo-liberales, zionistas, miembros del tea-party, evasores de impuestos, imperialistas, hombres y Margaret Thatcher".
¿Margaret Thatcher?
¿Dónde está esa campaña papito? ¿En Globovisión? ¿Cuántos venezolanos tienen acceso a este canal privado de noticias comparado con las decenas de canales en manos del Estado? Si hasta la más inocua publicidad contra el Candidato-Presidente es censurada mientras en el Canal del Estado no se ahorran insultos, injurias y burlas contra el candidato de la oposición.

No solo la revolución es televisada en vivo y en directo, y horas y horas y horas del Comandante encadenado en todos los medios de comunicación nacional; no hay kilómetro en Venezuela en el que no esté multiplicado el omnipresente rostro del líder de la revolución bolivariana inaugurando lo inaugurado, ofreciendo obras que quién sabe si se realizarán, o que fue necesario que se acercaran unas elecciones para emprenderlas.
Cualquiera que haya visitado este territorio revolucionado sabrá que apenas entrando en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía ya vemos al sonriente rostro del presidente de la República dando la bienvenida. Rostro que no dejará de estar presente en cuanto edificio público, valla y mural sea posible. Hasta en las ambulancias está la cara de Chávez.
Ni el más cinico revolucionario se atrevería a negar que en el renglón propaganda la del actual Gobierno no ha tenido mengua en los últimos catorce años siendo el rostro del Comandante el equivalente al Mickey Mouse de este parque de atracciones de la izquierda trasnochada.

Enfrentando de nuevo unas elecciones que pueden garantizar que el maní del culto a un hombre de boina roja y chaqueta militar dure seis años más, imposible no preguntarse: Y qué fue de la vida del Contralor y del Fiscal y del CNE que admiten propaganda electoral en instituciones públicas como el Seniat, ente responsable de la recaudación de impuestos, donde en operativos especiales para sacar el RIF ostentan una poca disimulada campaña electoral.

Sabrá el musiú que insiste que hasta Margaret Thatcher metió mano en estas elecciones que decenas de canales de televisión del Estado en Venezuela, al igual que cientos de radios comunales, están al servicio de la campaña electoral del Comandante en Jefe, sin olvidar la obligación de transmitir en la televisión comercial propagandas electorales disfrazadas como "campañas institucionales", como por ejemplo, la del hombre que dice: "Primero Dios y después mi Comandante".
 ¿Dónde está lo institucional de esa frase?
Sabrá el hincha inglés que en Venezuela se cierran calles indiscriminadamente con camiones que regalan comida y afiches del candidato-presidente. ¿Obra social o propaganda electoral?
 La desproporción de propaganda entre los candidatos se hace obvia hasta en la Cota Mil a la altura de Chacao, zona vinculada con la oposición, el tramo entre La Castellana y Altamira tiene un radio aproximado de por cada pendón publicitario del candidato Henrique Capriles Radonski, hay cuatro pendones del presidente-candidato Hugo Chávez.  Lo que hace evidente el desequilibrio de fondos entre ambas campañas.
 Por lo menos en esta parte de la ciudad se admite la propaganda del candidato de la oposición, en muchas zonas decretadas "territorio rojo" cualquier amago de campaña de la oposición es arrancada de inmediato.
Y después viene un musiú pendejo a hablar de Margaret Thatcher y la propaganda.

martes, 25 de septiembre de 2012

Salir en Caracas



Lo que en cualquier otra ciudad del mundo es motivo de alegría: que te inviten a comer unos amigos, en Caracas se ha vuelto motivo de angustia. Por eso que te diga tu pareja: "esta noche vamos a reunirnos en casa de..." suele ser seguido por sentimientos encontrados: por un lado que chévere estar con los panas, y por el otro tener que enfrentar el miedo de salir indefensos a una selva llena de depredadores. 
Salir de noche en Caracas (y de día también, pero un poco menos) es como comprar un boleto en una nefasta lotería que tiene muchos tickets premiados. Lo más seguro es que no te pase nada, pero cada vez son más altas las probabilidades de que sí porque el negocio del Secuestro Express se ha ido expandiendo: la última modalidad es ruletear diferentes secuestros en un mismo carro mientras negocian sus rescates. Parejas, mamás con niños, universitarios, toda presa es válida. 
A las ocho de la noche las calles de las urbanizaciones de Caracas están desiertas. Si pasa una moto por al lado de tu carro sientes que se te va a salir el corazón. Al llegar a casa de los anfitriones te bajas un trago fondo blanco por haber logrado la mitad de la hazaña que es pasar desapercibido al radar de los malandros. 
Van llegando el resto de los invitados con la misma cara de sobrevivientes con la que tú y tu pareja llegaron minutos antes. Al principio se trata de evitar temas desagradables, si salimos es para pasarla bien, pero siempre se cae en lo mismo: reportes de los más recientes atracos y secuestros.
Una pareja presente hizo una cena similar con otro grupo de amigos la semana pasada, a uno de sus invitados lo secuestraron saliendo de esa reunión. Otra pareja contó que estaba celebrando el cumpleaños de una amiga cuando la fiesta se paralizó ante el grito de una de las invitadas: se acababan de llevar a su hijo y a la novia en Caurimare y estaban exigiendo un rescate millonario: "o los matamos". 
La pobre mujer que es divorciada -el padre del muchacho hace años vive fuera de Venezuela- sollozaba: "Me van a matar a mi hijo porque soy una limpia".
A los novios los soltaron al darse cuenta de que eran peces famélicos. Corrieron con suerte. No sé cuánto habrán pagado de rescate por el amigo de mis amigos. 
"Da terror salir de noche"- dice una de las comensales.
"La cosa de día no está mucho mejor", contesta el pana sentado en la cabecera de la mesa. Cuenta que hace unos meses salió temprano a caminar en el parque vecinal. Cuando regresaba a las 7 y 5 am un motorizado lo interceptó: "me puso una pistola en la sien y me pidió que me quitara la cadena en la que llevaba mi medalla de bautizo que uso desde niño. Yo estaba tan nervioso que no lograba quitármela, así que le dije que me la arrancara, y el tipo, sin quitarme la pistola de la sien, me arrancó la cadena, que era tan delgadita que ni siquiera me dejó marca en el cuello".
Según nuestro amigo el ladrón parecía policía: "Llevaba puesta una de esa chaquetotas que usan los policías para ocultar las armas, y además, la manera como manejaba el revólver, no le temblaba el pulso, se notaba que era profesional". 
"Sé lo que se siente", dijo una invitada quien ha sentido el frío cañon de un revolver en la sien en dos oportunidades. 
La conversación pasó al video de moda: el secuestro express en Los Naranjos grabado por unas cámaras de seguridad. No todos lo habían visto, fue filmado a las 6.30 de la tarde, ya oscuro, en él vemos a una camioneta estacionando frente a un edificio, sus pasajeros tardan unos segundos en salir, los pasa otra camioneta, que a los pocos segundos se devuelve, se bajan varios hombres con armas largas, someten a los pasajeros de la camioneta y se los llevan. 
Miles de personas, gracias a You Tube, han sido testigos de este secuestro express.
"Es que no se puede ser tan boleta" dice uno de los presentes, "A quién se le ocurre hacer la visita en el carro".
Yo, que vi el video en Facebook, conté que no pasó más de un minuto entre que la camioneta se estacionara frente al edificio, y la segunda camioneta con los hombres armados sometieran a quienes cometieron la "imprudencia" de pasar unos segundos de más dentro del carro. 
Pero qué se hace, ayer fui a buscar a una sobrina que tardó unos segundos de más en salir, y esos segundos esperando en la calle pesaron como horas. 
Hoy las reuniones en Caracas se acaban temprano, cualquier excusa es buena, no es que la estemos pasando mal, es que ya queremos estar en la seguridad de nuestras casas, sabernos sobrevivientes, por lo menos por esa velada, de una ciudad hostil.
A las once de la noche las calles están todavía más desiertas que tres horas atrás. Como si en Caracas hubiera ocurrido un Apocalipsis. Los sentidos despiertos, el efecto relajante de los tres tragos que tomaste se pierden en el primer semáforo. 
"De noche en los semáforos uno no se puede parar", dice el Fittipaldi con el que te casaste. 
Como en las películas apocalípticas, la presencia de cualquier otro rastro de vida se percibe como una posible amenaza. Tu pareja acelera, choca contra la acera. Se calibra el riesgo de que los secuestren con el riesgo de que se estrellen por temor a que los secuestren. 
Lo estamos logrando, faltan tres cuadras.
Hay una camioneta blanca de pasajeros estacionada en medio de la calle. ¿Serán estas las camionetas por puesto de los actuales secuestro express masivos? 
La pasamos sin consecuencia.
Ya estamos llegando.
Ya estamos llegando.
El vigilante tarda demasiado en abrir la puerta eléctrica del edificio. ¿Qué le pasa? ¿Está dormido?
¡Entramos!
Estacionando el carro dice mi marido: "La pasamos muy bien, debemos reunirnos con los amigos más a menudo".



lunes, 24 de septiembre de 2012

Emmys bajo par


Si de algo podemos estar seguros es que en los Emmy 2013 no estarán nominados los escritores de los Emmy 2012, la entrega de los premios a lo mejor de la televisión este año estuvo bajo par, tras el sketch inicial donde las actrices nominadas consuelan en el baño a Jimmy Kimmel por un supuesto exceso de botox, el presentador no logró agarrar las riendas del espectáculo a pesar del fallido intento de entrar en el trending topic de las redes sociales sugiriéndole al espectador, con la complicidad de Tracy Morgan, que twitearan que la estrella de 30 Rock había colapsado en escena. La parte donde Kimmel manda a sacar a sus padres del teatro por no haberlo preparado para la derrota, lo que dio fue pena ajena.
Y eso que estamos viviendo una era dorada de la televisión, sobre todo por cable, porque ninguna de las series dramáticas nominadas pertenece a una de las grandes cadenas, son series cortas, de no más de 12 o 13 capítulos por temporada, no hay espacio para tonterías ni rellenos como los desaciertos que vimos anoche, son historias redondas, casi que perfectas.
De las seis series nominadas como mejor drama, la única que no he visto es la que ganó: Homeland, dicen que una versión inferior a la serie original israelí que trata sobre el mundo del contraespionaje. Debe ser muy buena porque superó a puro peso pesado: cuesta decidir cuál es mejor entre Game of thrones, Boardwalk Empire, Downton Abbey, Mad Men; pero si tengo que escoger mi favorita entre tantas series buenas sería Breaking Bad, la historia de Walter White, un profesor de Química que tras serle diagnosticado un tumor letal, para dejar bien provista a su familia se convierte gradualmente en Eisenberg, su mr Hyde, despiadado fabricante de metanfetamina.
Las series de comedia, o sitcoms, no las sigo tanto, como no tiene mayor continuidad dramática, las veo cuando las agarro de manera casual por tv, por eso de las nominadas las que más he visto son Modern Family (que arrasó anoche con los premios) y The Big Bang Theory; que son las que más pasan por Direct Tv. En este renglón de comedia todavía dominan los grandes networks.
Jon Stewart, quien ganó por enésima vez el premio al mejor programa de variedad, dijo en su discurso de agradecimiento que si había un Apocalipsis y en un futuro otra civilización encontraba una caja llena de esos galardones con su nombre, servirían como testimonio de cuán predecibles eran los premios Emmys.
Ni tan predecibles, las apuestas no daban a Homeland como ganadora sino a Mad Men, serie que de haber ganado habría tenido casi tantos triunfos seguidos como Jon Stewart.
Pero la gran sorpresa de la noche, para mí fue el galardón menos merecido: Jon Cryer como mejor actor de comedia en Two and half men, sitcom que desde que botaron a Charlie Sheen, dejó de ser divertido  y se volvió patético: hoy Alan Harper, el eterno arrimado, no da risa lo que da es dentera.
La noche terminó con un blackout, Glen Weiss, el director de los Emmys -ganador de la noche por la entrega de los Premios Tony edición 65- mandó a subir la música, poner los créditos y apagar la luz mientras el productor de Modern Family, acompañado del elenco de la serie de comedia ganadora, manifestaba su emoción de volver a merecer semejante reconocimiento de la Academia.
Nada que no hayamos oído el año pasado, diría el fastidiado director quien sabría que por lo menos con este programa, no se llevaría un Emmy.


domingo, 23 de septiembre de 2012

La fábrica de franelas rojas



Buscando una foto que acompañara mi vieja crónica "Tengo una camisa roja" googleé la frase: "franela roja" y esta fue una de las primeras imágenes que salió. Ilustra el anuncio de una fábrica de franelas rojas en Valencia que ofrece el increíble precio de nueve bolívares por pieza (menos de un dólar al precio del mercado paralelo al oficial), data de junio 2012.
La oferta sigue, hay que apurarse porque sólo quedan un millón de franelas, además, es un precio de lanzamiento pre-electoral... bla,bla,bla...  nada que cualquier otro anuncio que busca vender mercancía, inclusive la del Socialismo del Siglo XXI, no sea capaz de ofrecer.
Lo que llama la atención es que estos afanados obreros planchando las camisas de la PDVSA roja son un par de jóvenes chinos ¿Será esa parte de la famosa alianza chino-venezolana?  ¿Se seguirán en esta fábrica las estrictas normas laborales del Ministerio Popular del Trabajo? ¿O serán menos estrictos porque se está haciendo revolución? ¿Se cambia petróleo por mano de obra para doblar franelas rojas?
Recuerdo la vieja treta de las tiendas económicas en los Estados Unidos, donde aprovechando el precio de la mano de obra casi de esclavos en países lejanos, tienen la posibilidad de vender mercancía barata, lo que presenta un conflicto ético en algunos compradores: ¿Cómo desentenderse que para vender a esos precios hay una verdadera explotación del hombre por el hombre? ¿O what the hell cómo se pagó el sudor tras esta ropa tan linda made in where ever, lo importante es que no duele en el bolsillo del norteamericano medio y se crean puestos de trabajos en las cadenas de las mega-tiendas que las venden?
Mientras tanto en un país que supuestamente no se rige por las inhumanas leyes del Capitalismo salvaje,  diligentes obreros chinos doblan las franelas coloradas que testimonian que desde hace más de diez años, Petróleos de Venezuela no es de Venezuela sino del Gobierno Revolucionario.
Quizás sean jóvenes venezolanos, hay una colonia de origen chino desde hace años radicada en Venezuela y uno de malpensado, pero tampoco es ningún secreto que desde que el actual Gobierno hizo alianza con la República Popular China esta colonia se ha multiplicado, aunque la mayoría de los actuales chino-venezolanos ni siquiera están radicados en este lado del planeta. Quien haya viajado en los últimos años a Europa desde el aeropuerto Simón Bolívar en Maiquetía, se habrá encontrado con un fenómeno particular: los vuelos, sobre todo a París, que salen con frecuencia diaria, van repletos de familias chinas que en español no saben dar ni los "buenos días", pero casi todos salen del país con sus pasaportes venezolanos.
Pareciera que así como rematan la mercancía "Made in China" en los países capitalistas, nuestros pasaportes hoy están en remate, apenas deben costar un voto al color de la camisa de la actual PDVSA.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Pasillo de por medio


Morella tiene una hija y varios nietos que viven en Nueva York, cada vez que puede se va a visitarlos. En uno de estos viajes, mientras esperaba el despegue del avión de American Airlines, se fijó que en el asiento de al lado, pasillo de por medio, iba sentada una muchacha con unas sandalias tipo flip-flop de plataforma. Como el despegue tardaba, Morella, madre al fin, dejó el ¡Hola! a un lado y le dijo a la muchacha:
"Qué lindas tus sandalias, pero perdóname que me meta, estamos en febrero, el mes más frío del año en Nueva York, la temperatura está bajo cero, dicen que está nevando, si sales así se te van a congelar los pies y te puedes enfermar".
La muchacha la tranquilizó:
"No se preocupe señora, tengo unas botas en el maletín de mano, mi papá me aconsejó que como hay que quitarse y ponerse los zapatos para pasar la cola de emigración, es mejor viajar con sandalias porque las botas son incómodas para estar quitándose y poniéndose".
Quedó satisfecha con la explicación, y menos de una hora después, cuando las aeromozas estaban sirviendo el desayuno a diez mil pies de altura, Morella ya le sabía la vida a la muchacha: era de Puerto la Cruz, se acababa de graduar en la la Universidad de Oriente, y su familia, como regalo de graduación, le había dado este viaje a Nueva York, su primera salida al exterior. Se iba a quedar en casa de los parientes de unos parientes en Queens. Estaba muy nerviosa pero emocionada de realizar su sueño de conocer la nieve.
Tan novata era la muchacha en eso de viajar, que le pidió a Morella que la ayudara a llenar los formularios de inmigración porque temía hacerlo mal. Por eso la madre de tres hijas, abuela de diez nietos, ante esta pollita recién salida del cascarón, apenas unos años mayor que su nieta mayor,   arrancó de su libretica viajera una página en blanco y le anotó su nombre, y el teléfono y la dirección de su hija en Nueva York, para que cualquier problema que tuviera, la llamara sin pena.
Una vez en Kennedy Airport, la muchacha casi se va con la maleta de Morella, lo que la buena señora atribuyó a la misma inexperiencia de la niña confundida porque casi todas las maletas son negras. Por eso Morella decidió que no podía dejar que esta muchacha saliera sola a un terminal lleno de tiburones. Esperó que por fin encontrara su maleta para montarla en un taxi de línea no fuera a caer en las garras de un taxista pirata de esos que despluman inocentes turistas.
Estaban las dos mujeres por entregar sus declaraciones de aduana para salir, cuando un agente de seguridad interceptó a la más joven: "Come with me".
Morella la tranquilizó: "no te preocupes, debe ser una tontería".
"Ay señora Morella, usted me podría esperar".
"Sí claro, mi amor, yo te espero".
La verdad es que Morella no le dio mayor importancia, la visita al famoso cuartito suele ser aleatoria, habrán visto a la muchacha tan jovencita que querrían volver a verificar que tenía sus papeles en regla y su pasaje de regreso. Cuando ya había pasado mucho tiempo y la muchacha sin dar señales de vida, Morella comenzó a ponerse nerviosa, y decidió irse, no fuera a meterse de gratis en un problema. Lo decidió demasiado tarde, estaba a punto de marcharse cuando se le acercó un agente de seguridad: "Ms. Morella? Please come with us".
La llevaron a un cuartico donde al fondo, la muchacha llorosa rendía declaración, a su lado su abrigo estaba desgarrado con un cuchillo y de él habían salido varias bolsas de un polvo blanco. Morella imaginó que las sandalias de plataforma también tendrían su cargamento. La muchacha, lejos de buscar su mirada solidaria, la esquivó.
A Morella la metieron en una oficina para interrogarla. Le dijeron en tono frío pero no intimidatorio, que como pudo darse cuenta, la chica era una mula, le habían encontrado un cargamento de drogas pero el único contacto escrito que llevaba era el papel con el nombre de Morella, su teléfono y dirección en Nueva York.
Morella se preguntó si le haría falta un abogado, no quería imaginar el regaño de su esposo y de sus hijas cuando se enteraran: "¿Quién te manda a estar de metida?".
Le explicó a los agentes de seguridad que a la muchacha la conoció en el avión, no la había visto en su vida. Se pusieron a conversar para pasar rápido el viaje, y la vio tan desprotegida que le dio su número de teléfono como ella habría esperado que alguna alma caritativa protegiera a sus hijas y a sus nietas en circunstancias similares. Que verificaran con la línea aérea para que vieran que sus puestos fueron casuales.
Cuando los agentes de aduana confirmaron lo que les decía la señora, que los pasajes había sido comprados por separado y fue la inteligencia de American Airlines, la que sentó a estas dos mujeres juntas, el agente dejó ir a Morella.
"¿Y la muchacha? ¿Qué va a pasar con ella?", preguntó Morella.
"Ella sí está en 'big trouble', esta aventura le saldrá en varios años de cárcel".
Una última recomendación le dieron los agentes a Morella antes de dejarla ir:
"Señora, es que acaso a usted no le enseñaron en su casa que no puede estar hablando con extraños, menos en los aviones".
Morella se fue prometiendo que no lo volvería hacer, por eso cuando me cuenta esta historia ya en la seguridad de Caracas, ante la mirada reprobatoria de su hija Patricia, "por las cosas que le pasan a mi mamá", tengo que preguntarle:
"Seamos sinceras, Morella, si en tu próximo viaje se te sienta una muchacha que te recuerda a tus hijas, con cara de necesitar ayuda, ¿no lo volverías a hacer?".
"Igualito".

jueves, 6 de septiembre de 2012

I´m from Venezuela



El encuentro con Bryce Echenique narrado por Juan Carlos Méndez en Chulapos Mambo del que escribo en el post anterior, removió la eterna inquietud: ¿Qué pasaría si alguna vez me topo con uno de mis ídolos de la narrativa? Con el mismo Alfredo Bryce Echenique, autor de dos de mis novelas favoritas, ¿estaría a la altura de la ocasión o le saldría con una pajuatada?
No recuerdo qué amigo me contaba que la mayor desilusión en su vida fue precisamente conocer a uno de sus grandes ídolos: Julio Cortázar. El escritor argentino fue frío y distante, él trató de expresarle su admiración y las palabras que le salían lo hacían sentir como un imbecil. Habría sido preferible no haberlo conocido y quedarse con la ilusión de las interesantes conversaciones que habría tenido con Cortazar de haberlo conocido.  
Con los autores nacionales no nos pasa porque por lo menos en Caracas, nuestros narradores y poetas son bastante accesibles, en cuanta presentación de un libro nuevo o lectura de poesía hay, seguro te  encuentras a varios, hasta al actual Zeus de las Letras Venezolanas, el poeta Rafael Cadenas, no es raro  topárselo en las librerías El Buscón o Alejandría en Paseo las Mercedes, o en Kalathos en los Galpones, o paseando por la Feria de la Lectura en la Plaza Altamira. Cadenas es un hombre tímido, pero siempre atento y amable a quienes se acercan a hablar con él.

La mejor experiencia que conozco de un encuentro fortuito con un afamado narrador fue la que tuvo mi tía Gloria con Mario Vargas Llosa. En octubre del año 2010 Gloria visitaba a sus hijos que viven en Nueva York, cuando una noche comiendo con su hijo Ignacio en un pequeño restaurante en el West Side, se dio cuenta de que sentado en la mesa de al lado estaba su ídolo Mario Vargas Llosa.
Es bien sabido que a los famosos les gusta Nueva York porque nadie se mete con ellos, pero mi tía no pudo evitar la tentación de acercarse a la mesa donde don Mario comía con su esposa, y se presentó como una lectora venezolana, no solo agradecida por sus obras sino también por sus artículos de prensa en los que demostraba tanta solidaridad con la democracia en Venezuela.
No fue que Vargas Llosa y su señora los invitaron a sentarse y a tomar un café, pero fueron muy  simpáticos, por eso mi tía se sintió con confianza para despedirse diciéndole que tenía la esperanza de que este sería el año en el que por fin oiría el nombre de Mario Vargas Llosa como ganador del premio Nobel de Literatura.
Dos días después, de regreso a Caracas al aterrizar mi tía vio que tenía varias llamadas perdidas de Ignacio. Lo llamó de inmediato, ¿había pasado algo? Si, una buena noticia, la Academia Sueca acababa de otorgar el premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa.
Pero el cuento no termina ahí, la tía Gloria tiene amigos peruanos, y Lima parece ser como Caracas, hasta al Zeus de sus letras no es tan difícil de contactar, así que cuatro meses después, cuando salió El sueño del Celta, Gloria consiguió la dirección de Vargas Llosa en Lima y le envió un libro con una carta y un recibo pre-pagado de envío en Federal Express. En la carta le decía que venciendo el pudor le enviaba la novela para que se la dedicara, identificándose como la agradecida venezolana con quien se encontró dos días antes de ser nombrado Premio Nobel de Literatura 2010. Hoy mi tía atesora el libro con la dedicatoria: "A Gloria, con la esperanza que nos sigamos encontrando en cafés en distintas ciudades del mundo, por la suerte que me trae".

En cambio yo, la única oportunidad de toparme con uno de mis ídolos de narrativa en Nueva York, pasó sin pena ni gloria. No fue casual, sucedió en una visita en el año 2005 cuando leí en The New York Times que Paul Auster estaría esa tarde en la librería Coliseum leyendo fragmentos de su recién publicado libro: Collected Prose.
Casualmente acabo de terminar de leer el libro más reciente de Auster: Winter Journal, publicado en agosto 2012, lo bajé en Kindle. Este ejercicio de memoria escrito en segunda persona termina con la frase: "Has entrado en el invierno de tu vida". Pero en 2005, a los 58 años, Auster estaba en un esplendido otoño: atractivo y con la apariencia de un hombre diez años más joven, sus últimas novelas: El libro de las ilusiones (2002) y La noche del oráculo (2003) fueron éxito tanto a nivel de crítica como de público, aunque para los puristas no se acercaban a la promesa del joven autor que antes de los 40 años había publicado La trilogía de Nueva York. 
Coliseum era una librería independiente fundada en 1974 al lado de Carnegie Hall, tuvo que cerrar sus puertas en el año 2002 tras la competencia con la cadena Barnes & Noble y el alza de precios de alquiler en la zona. Sus dueños hicieron el intento de rescatarla en un local más pequeño y menos costoso en la calle 42, pero se tuvieron que enfrentar a una nueva competencia: las ventas de libros por Internet, y Coliseum cerró definitivamente en enero 2007. Pero en el año 2005 sus dueños todavía luchaban por salvar la librería de la bancarrota con ayuda de escritores amigos como Paul Auster, quien esa tarde se ofreció a cruzar el puente de Brooklyn para leer extractos de su Collected Prose que incluía ensayos y memorias recopilados en libros anteriores. 
Había bastante gente en la lectura de Auster, y al decir bastante gente no hablo de una multitud sino de no más de 60 personas. Crucifíquenme pero no recuerdo qué leyó, solo que hombres y mujeres lo oímos enamorados de su prosa y de tanta galanura. Evitando algún exceso como si de un Beatle se tratara, al terminar la lectura se establecieron pautas para la firma de los libros: prohibido cualquier intento de contacto físico con el autor, nada de darle la mano o un besito, y mientras Auster nos firmaba el libro, podíamos decirle una frase breve, no más. 
Así que compré Collected Prose y haciendo la cola para que Auster lo dedicara me devané los sesos de que le diría a unos de los autores contemporáneos que más admiraba. Tenía que ser una frase contundente, telúrica, conmovedora, con un toque lírico, entrañable; una frase que lograra que el autor de Moon Palace soltará la pluma fuente y me mirara a los ojos para reconocer en ellos a una escritora como él. Que violando sus propias exigencias de la firma de sus libros, me diera la mano como quien saluda a las letras latinoamericanas y me pidiera que aguardara junto con su esposa Siri, para que cuando terminara este tedioso proceso de firma de libros, nos tomáramos unos martinis en un bar aledaño. 
¿Qué les puedo decir? No soy buena con frases hechas, cuando al fin me tocó el turno apenas me dio tiempo de cruzar mirada con sus enormes ojos verdes al entregarle el libro con pulso tembloroso, y mientras el gran Paul Auster lo firmaba, porque ni dedicatoria hay en esas firmas en Nueva York, la única frase que me dio tiempo de decirle fue:
"I'm from Venezuela".
Coño con el país. 



martes, 4 de septiembre de 2012

Con Bryce en las buenas y en las malas


En medio de la catajarra diaria de noticias malas, hoy leemos en el periódico una buena, que el peruano Alfredo Bryce Echenique (1939) ha sido merecedor del gran premio del jurado de la Feria del Libro en Guadalajara que le será entregado el 24 de noviembre de 2012. El premio FIL no se otorga por una obra en particular sino por la obra de vida.
El colega Salvador Fleján en el perfil de Relectura en Facebook nos clava una puyita a los incondicionales Brycenistas, asegurando que después de Tantas veces Pedro (1974), la obra de Bryce Echenique amerita ser encerrada en un closet y botar la llave. 
Salto ante la provocación: ¿Cómo me va a encerrar en un closet a Martín Romaña (1981)? El escritor Rodrigo Blanco Calderón continúa la que pudo haber sido mi lista: ¿Cómo encerrar a No me esperen en Abril (1995), Permiso para vivir (1993)  y La guía triste de París (1999)? 
También me duelen esas tres obras y muchos momentos de otras novelas y relatos de Bryce, pero en especial imagino al pobre Martín Romaña encerrado en un closet, además de todos sus infortunios, comida de polillas envuelto en telarañas. Porque esta novela que comienza con las reflexiones del antihéroe latinoamericano por excelencia, sentado en su sillón Voltaire, fue una especie de culto para los lectores de mi generación, la nacida en los años 60, como bien lo narra Juan Carlos Méndez Guédez en su estupenda novela Chulapos Mambo (Lugar Común 2012) cuando los protagonistas se cruzan con Bryce Echenique en un restaurante en Madrid y uno le dice -lo que sin duda habrá oído mil veces- : "... en la universidad todas las muchachas llevaban La vida exageraba de Martín Romaña en el bolso. Y los muchachos no lo llevábamos en el bolso pero lo leíamos en los jardines y queríamos ser Martín Romaña y las muchachas parecían felices de tener un Romaña de amigo, o de novio, o de ninguno pero casi...". 
En los años 80 yo era de las que llevaba un ejemplar de Martín Romaña en el bolso, y de quienes tenía a Martines Romaña de novios, o de amigos, o de ambos, o de casi; pero más que con Inés del alma mía, u Octavia de Cádiz, me sentía identificada con el mismo Martín Romaña y todavía me ando buscando bultitos bajo el brazo, me fijo con desdén en los revolucionarios con mocasines de lujo, y detesto molestar.  
Sin embargo, mi primer Bryce no fue Martín Romaña, fue Un mundo para Julius (1970), considerada por muchos como la gran novela del autor peruano, y eso que al principio la evité porque fue una imposición: un profesor de Taller de Redacción en la Escuela de Comunicación Social con el que no simpatizaba la mandó a leer como tarea, como no puso fecha, al verle el grosor a la novela le fui dando largas, y cuando una tarde el profesor dijo que la práctica de ese día sería escribir una reseña de Un mundo para Julius, entregué la hoja en blanco. 
Meses después, acomodando mis libros, me topé con la odiosa novela que me había bajado el promedio, la comencé a leer por no dejar, segura de que sería un bodrio al que cerraría antes de la tercera página para ser guardado en el rincón de los libros abandonados, pero apenas abrí esa primera página y entré en el mundo del principito limeño que vive en un palacio con cochera, carroza, piscina, jardines; con una hermosa y frívola madre, un padrastro y dos hermanos abominables, y un séquito de sirvientes y sus dramas; supe que de ese mundo no saldría hasta finalizada la última página. Y ya perdí la cuenta de las veces que he regresado a él. 
De ahí pasé directo al Julius adulto, es decir, a La vida exagerada de Martín Romaña. De las obras que siguieron estos dos primeros encuentros con Bryce, coincido mucho con la lista del pana Rodrigo, aunque No me esperen en Abril merece una relectura, cuando la leí me pareció irregular, mejor lograda las partes que narran la adolescencia del protagonista que las de su vida adulta. Permiso para vivir (Antimemorias) la tengo dedicada por su autor cuando vino a Caracas en 1994, muy superior al segundo tomo de las Antimemorias: Permiso para sentir (2005), el cual es también muy inferior a esa joyita que es Guía triste de París (1999), colección de relatos que parecen ser unas antimemorias sin el título. 
A pesar de haber ganado el premio Planeta con su novela El huerto de mi amada (2002), los últimos años no han sido los mejores para la carrera de Bryce, hasta para sus admiradores más incondicionales este premio Planeta fue inexplicable siendo una obra menor. Pero la raya más grande en su vida exagerada, fue el escándalo de plagio en el cual se vio envuelto Bryce Echenique al aparecer su firma en artículos en los que supuestamente se había usado de manera inconsulta y sin comillas, material ajeno. 
Este escándalo no logró sepultar el mérito de la obra de Bryce porque si alguien ha tenido una voz muy personal es él, y gracias al reconocimiento que le hace el jurado de la Feria del Libro en Guadalajara, me entero que Bryce presentó en Perú en julio de este año una nueva novela: Dándole pena a la tristeza, basada en la vida de su abuelo el banquero Francisco Echenique Bryce. 
Habrá que leerla porque con Bryce, en las buenas y en las malas, por eso aplaudimos el reconocimiento que se le hará en Guadalajara para que las nuevas generación de Martines Romaña descubran lo mejor de su obra. 

domingo, 2 de septiembre de 2012

No hay flow que valga



En días pasados leí en El Nacional cómo el presidente-candidato Hugo Chávez, tras catorce años gobernando, busca el voto joven, el de aquellos venezolanos que no tienen memoria de otro Gobierno sino el de este presidente de 58 años, de formación militar, que hasta hace poco se regodeaba en su programa semanal, o en cadena nacional, entonando canciones llaneras, himnos de cuartel, y temas de Alí Primera; pero que de unos meses para acá, hasta lo hemos visto bailando Rap.
 ¿Se pierde o se gana votos bailando? Cómo olvidar el polémico video-aficionado del bailecito que pretendía acompañar la llegada de Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el CNE, ese del que tanto se burlaron por las redes sociales y en el canal del Estado, donde un grupo de señoras ensayaba en un parque residencial una coreografía al estilo Flash Mob. Era tan desafortunado el video que más de uno pensó que se trataba de una nueva treta del oficialismo para desprestigiar a la oposición.
 Es duro pero los adultos tenemos que asumirlo: por más swing que creamos tener, eso que hoy llaman flow, los adolescentes preferirían vernos devorados por zombies o por una tribu de caníbales antes de vernos bailando en público. Como madre de tres jóvenes entre los 12 y los 21 años, lo certifico. Todavía en la intimidad del hogar salsa o merengue, o un pasito Disco, se pasa, pero cero tolerancia con el perreo: ver a los padres o a cualquier adulto contemporáneo “tirándose un paso”, lleva a los adolescentes a evocar esas películas de Ciencia Ficción de futuro perfecto donde después de los 30 años, habría que aplicarle la eutanasia a todo el mundo. Ni se les ocurra recrear la Lambada como antecedente al perreo. 
Así que si usted tiene un bebé o un niño pequeño aproveche para bailar y cantar  todo lo que pueda, porque su consentido, ese tierno cachorrito que hoy los mira con ojos de devoción mientras mamá y papá superan niveles en Rock Band en su consola de video-juegos, apenas esté rozando la adolescencia, júrelo que se convertirá en un ente represor.
Y uno que creía que eran los padres los que sometían a los hijos ¡falso! Son los hijos quienes someten a los padres y son unos verdaderos  tiranos: no admiten la libertad de expresión. Líbrenos señor de que nos oigan cantar Hip Hop o reggaetón, porque estaremos castigados indefinidamente con ese desprecio frío que suele ser el castigo de los adolescentes.
 Ni siquiera se salvan los padres rockeros: queda restringidas las guitarras o las baterías de aire, o entonar a todo pulmón cualquier canción de los Rolling Stones o aquella que tanto les gustaba cantar juntos cuando lo llevaba a la Guardería: “¡Mamma mía mamma mía, mamma mía let me go!”
Todavía cantar Rapsodia Bohemia o a los Stones es un pecado venial, porque es generacionalmente adecuado, pero un presidente-candidato bailando Rap puede ser para un joven una imagen tan risible y perturbadora como llegar a casa y encontrarse a una abuelita Emo con pelo pintado de negro y delineador que haga juego, o a papá con una gorra de patinetero ladeada y los blue jeanes en la mitad de la cadera cual Los Wachiturros; o peor aún, llegar con una amiga y que mamá las reciba con un: “¿Qué pasó marikas?”.
Los muchachos serán muchachos pero no son bobos. ¿Cómo buscar el voto joven? No hay otra: garantizando la seguridad tanto social como individual: que los chamos puedan estudiar, practicar deportes, reunirse con los amigos, sin temor a que los atraquen, los secuestren, los matraquéen, o que una bala acabe con sus vidas; garantizarles una buena educación que lleve a buenas oportunidades de trabajo. Que los chamos sientan que podrán disfrutar de su ciudad, su juventud, pensar en su futuro, sin miedo…  y arriesgándome a que mis hijos me regañen, lo demás es paja. 

Artículo publicado en El Nacional el 1 de septiembre de 2012.