lunes, 16 de diciembre de 2013

Tigre enjaulado


Mañanas como la mañana de hoy (que ya la tarde se nubló)  son capaces de que nos entre la ilusión que Caracas casi casi puede ser la ciudad perfecta, y digo casi casi porque este diciembre de 2013 los motorizados se siguen creyendo los puedelotodo de las calles, todavía vamos al mercado y encontramos la mitad de lo que fuimos a buscar, y no se nos quita el miedo de sabernos al acecho de los malandros; pero en mañanas azules como la de hoy es imposible no volverse a enamorar de Caracas.
Explico a quienes salieron de vacaciones de navidad o decidieron emigrar, el cielo azul con esa intensidad que solo se ve en diciembre, la luz que encandila, la brisa fresca que hace bailar las hojas de los árboles y nos obliga a andar abrigados, pero no abrigados como en los climas que congelan hasta los dientes, sino abrigados con un sweatercito de algodón. 
Caracas en diciembre deja de ser una ciudad gris, la luz del cielo azul intenso logra que el verde de los árboles se vea más verde, y el tráfico dejó de ser un tormento a menos que se decida salir de compras navideñas, que estas navidades no son un problema porque por decreto presidencial las compras se hicieron previas a las elecciones municipales y ya no se consigue nada, así que esta semana pre-navideña se transita por las calles caraqueñas tan desiertas como en una Semana Santa, o como en la primera semana de enero. 
Esta mañana fui al mercado de mi vecindario, y por primera vez en meses no tuve que hacer cola para pagar, tampoco había papel toilet, ni aceite de maíz, ni harina Pan, ni queso blanco; pero había arroz, así que el viaje no estuvo perdido. 
Un trayecto por la Cota Mil que a las nueve de la mañana en días normales me toma horas de cola, hoy apenas me tomó minutos, además de la delicia de oír música en la radio, solo música, porque los locutores están de vacaciones.  
De regreso en casa pienso que además de la complicada situación política que nos ha tocado vivir a los caraqueños estos últimos años, el principal problema de la ciudad, a pesar de la evidente ola migratoria que ha vivido Caracas esta década, es que ha crecido de manera desbordada sin que parezca haberse ejercido algún tipo de conciencia de urbanismo. No hay cama para tanta gente. En los terrenos de las urbanizaciones donde antes había casas hoy hay edificios, y las vías de acceso siguen siendo las mismas. Una amiga que vive en un apartamento en un edificio en Los Chorros me contaba que en horas pico cualquier atardecer llegar a casa de sus padres que viven en la misma urbanización, por el actual embotellamiento en la zona, le puede tomar más de cuarenta minutos en carro. Y ante la inseguridad en la que vivimos, ni pensarlo irse caminando por unas calles oscuras donde casi no hay aceras y los malandros hacen su agosto atracando. 
En mañanas azules como esta mañana de diciembre fue inevitable calibrar la ciudad que pudimos ser -y que hasta hace no tanto fuimos- y la ciudad hostil que hoy somos por lo menos once meses al año. Esta misma inquietud estuvo en el tapete hace meses entre pensadores de Caracas afectos al chavismo en una interesante controversia del arquitecto Fruto Vivas, quien criticó la falta actual de urbanismo con multitudinarias y mal planificadas misiones como el Plan Vivienda donde "los niños no tienen ni donde jugar", seguida por la rápida respuesta de su colega Farruco Sesto, a quien semejantes declaraciones le parecieron reaccionarias, llenas de lugares comunes y carente de humanismo del camarada Fruto, porque si el pueblo tiene necesidad de vivienda, es responsabilidad del gobierno revolucionario construir esa vivienda donde sea.  
De interés social o de acabados de lujo, la necesidad de vivienda está en todos los estratos sociales, la población crece, y necesita encontrar donde vivir. No me explico cómo han hecho en otras ciudades del mundo pero doy fe que Caracas es una ciudad que ha crecido a la machimberra, con escasa visión del caos por venir de la mayor parte sus constructores y planificadores.
"Tigre enjaulado" llamaba mi abuelo a los edificios grandes construidos a como diera lugar en terrenos muy pequeños. Tigres enjaulados somos los caraqueños por lo menos once meses al año. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Notas post elecciones municipales


A pesar de que los más románticos en la oposición apostaban su vida en ello, las elecciones municipales no terminaron siendo un plesbicito de la gestión de Nicolás Maduro, tras oír los resultados de boca de Tibisay Lucena, muchos sentimos que estábamos de regreso a la casilla uno: murió Chávez y Venezuela sigue igual de partida en dos como cuando vivía. 
Tras apagar el televisor sentí que esta película ya la había visto antes, se repiten las tendencias que en los grandes centros urbanos la oposición es mayoría, mientras que la población rural hoy es chavista, como hace décadas decían que era adeca. Aunque muchos serían capaces de refutar semejante afirmación, asegurando que simplemente los centros electorales de las áreas más despobladas están menos cuidados y se prestan más para la trampa. 
También se repite el tema de la abstención: históricamente en Venezuela la abstención a las elecciones municipales siempre ha sido alta, ayer no fue la excepción, más de un 40 % de venezolanos no votó, y más allá de que cada voto cuenta, semejante abstención en un momento histórico tan importante, no es por aquellos cuantos que se fueron de viaje y no regresaron para votar, sino por aquellos millones de venezolanos que por alguna razón no se terminan de involucrar emocionalmente ni intelectualmente ni con la fe revolucionaria ni con la lucha de la oposición. Esos millones de venezolanos que solo se dignan a mancharse el dedo de tinta, si acaso, en una elección presidencial.
Se comprueba una vez más que Venezuela dista de ser las redes sociales, que si por mi timeline fuera, con esa avalancha de fotos con el meñique morado en facebook, en twitter y en Instagram, no habría casi abstención y la oposición arrasaría hasta en Barinas.
¿Qué? ¿La oposición ganó en Barinas? Esa si fue la sorpresa de la noche. La dinastía Chávez se tambalea. Los rodilla en suelo lloraban en masa semejante perdida en la Plaza Bolívar.
Lo que sí se terminó de certificar ayer fue lo que temíamos desde hace unos meses, que hoy la televisión venezolana está plegada incondicionalmente al Gobierno. Esta es la verdadera dictadura mediática, Henrique Capriles está vetado y dirigentes como Ramón Guillermo Aveledo, hoy solo salen en la televisión nacional en pequeñas dosis. Millones de venezolanos estábamos acostumbrados a sintonizar Globovisión para ver los resultados electorales como antídoto a la parcialidad gobiernera de los demás medios, ayer cuando lo hicimos nos encontramos con una larga y complaciente rueda de prensa del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, soltando sapos y culebras contra los dirigentes de la oposición y los burguesitos de la clase media. 
El odio al pensamiento opositor como consigna, un ejemplo que los dirigentes del chavismo no están dispuestos a seguir de la lección de paz y conciliación legado del recién fallecido Nelson Mandela. Los insultos y las amenazas a quienes se atrevan a cuestionar a la revolución, de Chávez para acá, son el arma y el escudo del oficialismo. Y no me vengan con que Roque Valero y la cayapa en los centros comerciales, que en un país cuyos dirigentes desde el poder tienen sembrando odio hacia el pensamiento opositor sistemáticamente desde hace 14 años, quienes se abrazan a la bandera roja no pueden aspirar después a recoger flores entre quienes han sido llamados escorias, burguesitos, apátridas. 
Otra lección que no parecen querer aprender los ardientes revolucionarios es que el hecho que Ronald Reagan haya llegado a ser presidente de los Estados Unidos y Arnold Schwarzenegger gobernador de California, no quiere decir que por ser estrellas de la farándula el voto popular favorezca a personajes como Winston Vallenilla y El Potro Alvarez. Su elección a dedo como candidatos municipales debió ser una patada en la espinilla para quienes desde la revolución tienen años ejerciendo liderazgos municipales. 
 Las grandes victorias que se pudo anotar ayer la oposición, más allá de Barinas, razones para despertarse con cierto nivel de optimismo esta mañana de diciembre, es que a pesar de quedarnos sin voz en los medios de comunicación social nacionales, la determinación por quienes aspiramos un cambio lejos de retroceder ha avanzado; que a pesar de las trabas que el gobierno ha puesto a gestiones como la de Antonio Ledezma, los caraqueños insistimos con su liderazgo y el de Ocariz; y que el festival de remate de precios pre-electorales con el cual quiso comprar el voto Maduro obligando a quebrar a más de un comerciante, no dio los resultados esperados: que la aplanadora populista terminara de arrasar con la mitad de un país que no deja de luchar por un cambio. 

La modelo de la foto es mi abuela Elisa, que a sus 94 años, nunca ha dejado de votar, y al hacerlo ayer se encontró con Henrique Capriles Radonski quien vota en su mismo centro electoral.