lunes, 13 de enero de 2014

Papita, maní, tostón


Hasta hace poco los vacacionistas en Margarita, en los días lluviosos, íbamos en cambote al centro comercial Sambil y era un sálvese quien pueda. Pero en diciembre 2013 se dieron dos factores que disminuyeron un poco el maremágnum: el primero es que hay nuevos centros comerciales en la isla, hace poco más de un año inauguraron Parque Costa Azul, con franquicias de lujosas tiendas internacionales y suficientes salas de cines para hacerle la competencia a Sambil.
Paseando por el centro comercial Parque Costa Azul es fácil darse cuenta la fe que hasta hace nada se tuvo en Margarita para invertir capital; lo que lleva al segundo factor de porqué esta crónica comienza en pasado: tras el decreto de Nicolás Maduro obligando a los comerciantes a rebajar los precios de su mercancía, al visitar en diciembre 2013 Sambil,  Parque Costa Azul, y otros centros comerciales de la isla,  fue obvio que había pasado el voraz huracán rojo con fuerza, dejando las estanterías de las tiendas más cotizadas prácticamente vacías.   
Comprar en Zara, Bershka, Mango, La Senza, Pull & Bear… este fin de año 2013 se sintió como estar raspando la olla: lo que hay es lo que queda, poco probable que vuelva a haber más por mucho tiempo. Dicen que tras el decreto de Maduro, barcos contenedores de mercancía que venían a Venezuela se desviaron a puertos más seguros. En las tiendas de celulares solo quedaban estuches y cables, casi tan desprovistas de mercancía como las de electrodomésticos. Colas para comprar juguetes, para entrar al Tijerazo (solo pago en efectivo) y hasta para comprar ropa interior. En la tienda Nike de Sambil apenas quedaba el afiche del futbolista Andrés Iniesta, y porque no estaba a la venta.
Ante este panorama de desolación comercial difícil no preguntarse cuántos venezolanos comenzarán el año 2014 sin trabajo.  
Quienes deploran la globalización podrían estar celebrando semejante victoria revolucionaria, de no ser porque las farmacias y mercados no están mucho mejor, al igual que en el resto de Venezuela, encontrar leche y papel higiénico en Margarita era un milagro de navidad. Muchos trajimos nuestras reservas de casa como si estuviéramos yendo de vacaciones selva adentro.
Lo que si no cambia es el gentío que aprovecha un día lluvioso para ir al cine. Con mis hijas fui a ver el último estreno del 2013 del cine nacional: “Papita, Maní, Tostón” de Luis Carlos Hueck, que relata las peripecias del romance de un fanático de los Leones del Caracas y una linda magallanera. La película de Hueck funciona muy bien en el plano de la comedia, el público reía a carcajadas. No funciona tan bien en el metamensaje ante la dolorosa división –no precisamente deportiva- entre venezolanos: cuando fui al baño me percaté de cómo tres muchachitos, apenas entrando en la adolescencia, entre risas traviesas, se colearon en la sala comenzada la función,  sentándose en primera fila. Al rato, en una de las partes más divertidas del film, en medio de las carcajadas del público, uno de los muchachos gritó: “¡Viva Chávez!”. Las risas se congelaron unos segundos y volvieron a comenzar ante los apuros de Andrés, el protagonista, disfrazado de la mascota magallanera.
El muchachito insistió: “¡Viva Chávez!”.
Tras el nuevo silencio suscitado en la sala, se oyó otro grito más duro aun: “¡Cáaallateuón!”. Por lo menos esa tarde en algo acordamos ambos bandos de la fanaticada política, en terminar de ver la película en paz.

Artículo publicado en El Nacional el 4 de enero de 2014

martes, 7 de enero de 2014

Y nos quedamos cortos


Tras publicar la crónica "¿El destino más chévere?", me quedó un ácido sabor en el alma porque describía lo malo pero no describía lo bueno de pasar vacaciones en Margarita. Por algo tengo más de veinte años yendo casi todas las navidades y la mayoría de las Semana Santa. Margarita, o "la isla", como la conocemos los venezolanos, es un privilegio de la naturaleza que reúne playa y vegetación. Una isla verde como hay pocas islas en el Caribe. Tampoco denigro de la modernidad que ha llegado a ella, me gusta que tenga cines, buenos restaurantes, sin perder su gastronomía autóctona: las cocadas en la carretera, las empanadas de cazón en la playa, el ají margariteño que sazona platos típicos como el pastel de chucho. 
Por eso me sentí mal cuando una amiga que emigró a Europa me escribió que por testimonios como el mío, retrocedía en su nostalgia de querer regresar a Venezuela. Esa no fue mi intención, aunque tampoco podía negar que la sensación de inseguridad y el desabastecimiento en la isla no terminaron de permitir que este fin de año 2013 Margarita fuera "el destino más chévere".


De los momentos que más disfruto en Margarita es la fortuna de poder leer en un chinchorro con vista al mar. Entre muchos libros estas vacaciones me decidí por la versión digital de "Dark Star Safari: Overland from Cairo to Capetown" (2004) de Paul Theroux, en el cual el famoso escritor norteamericano describe su travesía por una Africa que nada tiene que ver con los lujosos safaris de los turistas occidentales. Theroux, que trabajó en Malawi en los años 60 como maestro de escuela llevado por los Cuerpos de Paz, quería regresar al continente donde comenzó su carrera de escritor de la mano de V.S. Naipaul. 
Elegir vagones de segunda clase y autobuses en caminos de tierra no hacen a Theroux un viajero complaciente. Este Safari oscuro no es la excepción, el escritor famoso sobre todo por sus libros de viajes asume una postura que podría ser considerada políticamente incorrecta cuando responsabiliza a los benefactores de los países africanos (sin nombrar activistas como Bono) y a la comodidad y corrupción de muchos gobiernos populistas y revolucionarios, de conformarse con sobrevivir con la ayuda internacional sin hacer un mínimo esfuerzo para salir por sus propios medios de la miseria en la que están sumidos. 
Theroux increpa con dureza a aquellos africanos jóvenes que se acercan a él a mendigar. Quién diría que hacía cuarenta años era un muchacho idealista que dejó la comodidad de su hogar en Massachussets esperando hacer una diferencia en uno de los países más pobres del mundo. 
Leyendo a Theroux es fácil darse cuenta que hay por lo menos dos tipos de países africanos: aquellos donde pareciera haberse perdido toda esperanza de progreso y el principal objetivo de cualquiera con un mínimo de ambición es huir; y aquellos países que lejos de vivir en riqueza, cuentan con profesionales que se han preparado con becas en el exterior, que regresaron, muchos hoy educan a sus hijos en universidades occidentales, pero aspiran a que sus hijos vuelvan para contribuir en el desarrollo de su país. 
Para Theroux ese es el grado de fe que se puede tener en una nación: querer regresar a ella para hacerla mejor, sobre todo, aspirar a que nuestros hijos regresen. 
Un país se puede dar por perdido cuando aquellos que tienen la posibilidad de hacerlo mejor, su principal aspiración es irse: "porque si los ciudadanos que tienen en sus manos el poder de hacerlo prosperar, se van, ¿cómo avanza un país?", increpa el malhumorado Theroux a quienes le expresan ansias de emigrar.
En ninguno de estos dos grupos se encuentran aquellos países africanos que hoy viven en pie de guerra. Ante la devastación de la violencia no hay juicio de valores posible.


Hoy me despierto con la puñalada en el alma -como expresó el actor Jonathan Montenegro en su cuenta de twitter- tras la noticia del asesinato de la actriz Mónica Spear, Miss Venezuela 2004, acribillada junto con el padre de su hija,  Henry Thomas Berry,  en la carretera Puerto Cabello-Valencia. La pequeña Maya, de 4 años, resultó herida de un balazo en la pierna. Las primeras versiones cuentan que la familia se accidentó en la noche en medio de la carretera de regreso de sus vacaciones turisteando por Venezuela, y cuando estaba siendo auxiliada por una grúa, la pareja fue asesinada dentro del carro para robarla. 
Mónica fue protagonista de varias telenovelas en Venezuela, y al igual que muchos de sus colegas, vivía en el exterior por la sencilla razón que el trabajo actoral en la antigua meca de los culebrones hoy está muy limitado. Mónica hizo lo que tantos jóvenes venezolanos meritorios han hecho igual que ella, emigrar como la única oportunidad de crecer profesionalmente.
Viendo la participación de Mónica, de 29 años, en las redes sociales, es fácil darse cuenta que la suya era una emigración circunstancial, tanto, que regresó este diciembre con su familia para hacer turismo en Venezuela. En sus comentarios sobre su viaje por el país no había ni un ápice del malasangrismo de Theroux en sus libros. Lo que destiló Mónica por  twitter fue puro amor a un destino tan afortunado... 
 Leyendo sobre el cruel final de la joven mamá y el padre de su hija a manos de unos criminales una noche oscura en medio de una carretera, como tantas miles de víctimas venezolanas anónimas a lo largo de esta última década, me doy cuenta que lo peor que estamos viviendo en Venezuela es que cuando creemos que quizás exageramos ante el miedo del dramático momento lleno de violencia que estamos atravesando, nos damos cuenta que más bien como que nos quedamos cortos. 
Descansa en paz niña hermosa.


lunes, 6 de enero de 2014

¿El destino más chévere?


"Venezuela el destino más chévere" reza el slogan del Ministerio del Poder Popular para el Turismo, según los más optimistas pareciera que funciona la propaganda revolucionaria porque este fin de año 2013, uno de los destinos turísticos más chévere de Venezuela, Margarita, estaba abarrotado de vacacionistas. Quienes dudan del slogan revolucionario, sin negar la belleza de la isla, asumen que tal saturación se puede deber a la realidad del alza del dólar paralelo a 70 Bs para aquellos alegres viajeros que agotaron su cuota de dólares de Cadivi. Por eso Venezuela no es necesariamente el destino más chévere sino el único destino posible para la gran mayoría de los venezolanos ante el devaluado bolívar fuerte.
Buscando desayunar en Sambil Margarita la mañana del 2 de enero de 2014, hasta el más venezolanista pondría en duda que Venezuela sea el destino más chévere: las panaderías completamente desabastecidas, no había ni cachitos; en McCafé solo café; en Subway los sandwich había que calentarlos en microondas porque el horno estaba malo; en la arepera La Suegra ofrecían un un relleno muy limitado, armándose largas colas de clientes, aunque no tan largas como en Hermanos Moya en el Salao, vía Playa El Agua, donde Oscar Moya nos contó que una mañana de este diciembre batió su récord despachando más de mil arepas. La popular Conchitas de Guacuco no abrió en toda la temporada navideña.
Dicen que en el estado Nueva Esparta está lloviendo constantemente desde noviembre, el mar estaba crecido y si no se había reservado un toldo con tiempo, ya a las doce del mediodía no había casi espacio de playa donde conseguir un huequito para acampar con la familia. Los decibeles de música changa insoportables. Y mejor llevar una paca de efectivo, porque la mayoría de los puntos de venta de la isla o estaban caídos, o no estaban operantes.
Lo que no prometen en el destino más chévere es la seguridad: las empanaderas aconsejan a los navegaos que no usen sus celulares porque los están arrebatando en la playa. En el estacionamiento de tierra de Playa Guacuco unos malandros atracaron a varias personas mientras bajaban sus cavas de los carros; una pareja que fue a visitar la basílica de la virgen del Valle, los atracaron unos muchachitos no mucho mayores que sus nietos; en Playa Parguito a un pediatra le arrebataron su cadena y cuando quienes a su alrededor vieron lo que estaba pasando, le gritaron a los choros y les comenzaron a lanzar latas, cholas, pelotas...  los malandros se pusieron nerviosos, uno de ellos sacó una pistola y comenzó a disparar, dándole un tiro a una muchacha valenciana, que hasta lo último que supe, se debatía entre la vida y la muerte. 
En el destino más chévere comprar comida en los mercados implicaba hacer un buen rato de cola, con la misma escasez de Caracas: ni harina, ni leche, ni papel toilet, ni aceite. Difícil hasta tomarse un gin tonic, no había agua tónica. El último día de mi estadía conseguí en una licorería frente al supermercado Central Guacuco. La dueña me aconsejó: "aproveche y llévese más que teníamos seis meses que no despachaban agua tónica en Margarita". 
Agua de Coco si hay, entre 60 y 100 bolívares la botella. Casabe, el mejor de Venezuela. 
Uno de los destinos más chéveres de Margarita es Alfredo's, antigua Trattoría El Porto, en el pueblo El Tirano, nuestra familia está yendo desde que la primera bebé era chiquita y Camila ya tiene 22 años. Hoy está en manos de quien hace más 20 años era su mesonero, Alfredo, que trabaja con su familia. Alfredo nos recibe con la misma amabilidad de siempre y nos cuenta que ahora solo abren a partir de las cinco de la tarde porque el desabastecimiento de la isla no da para más.
En la mayoría de los mejores restaurantes en Margarita el promedio de espera para quienes no llegan temprano es como de tres horas tanto en La casa de Rubén o El Rancho de Pablo en Porlamar, como Casa Caranta, o cualquier otro buen restaurante en Pampatar (aun con reservación), y ni se diga en la hamburguesería de moda en la avenida Bolívar, que al igual que Alfredo, solo abre al atardecer. 
Otra cosa que no se consigue en el destino más chévere, y eso desde mucho antes de estos tiempos revolucionados, es pescado en la isla. Después de navidad los pescadores descansan, el pescado que se come en Margarita es congelado, se pone chicludo y pierde el sabor a mar. Los afortunados que llegaron antes del 25 de diciembre, logramos comer pescado fresquísimo y comprar langosta en las pescaderías de puertos como Pampatar y El Tirano, a 350 Bs el kilo. 
No me quejo, más de 20 años visitando  Margarita en diciembre y me sigue pareciendo el destino más chévere a pesar del tumulto, la escasez, la changa a decibeles inhumanos, el tráfico para llegar a la playa, la actual inseguridad... sobre todo cuando mercurio no se pone retrógrado y los vuelos salen puntuales. Lástima que en los aeropuertos del destino más chévere hay que procurar agarrar toallín antes de entrar a los baños porque papel toilet #no hay.
Y una que piensa que porque el avión salió puntual se estará de regreso temprano a casa, pero en el terminal nacional del aeropuerto de la capital del destino más chévere, el tres de enero las mangas de equipaje están colapsadas y la espera para que salieran las maletas, con suerte, tardaría más de una hora. Pensaba llamar a mi mamá para avisarle que ya habíamos aterrizado, pero no me atreví a sacar el celular porque un señor sacó el suyo para tomarle una foto al despelote, y un choro se la quitó de un solo jalón. 
Afortunadamente en el terminal nacional hay Dómino, donde no se comen las pizzas más chéveres del mundo, pero resuelve, solo que  "pizza tenemos, pero para tomar no hay nada".
Viva el turismo nacional.