jueves, 29 de noviembre de 2007

Arrechera con confort















Oyendo a la diputada Iris Varela llamar al “pueblo arrecho” a ir a Globovisión para manifestar en las puertas de ese medio “golpista”, uno aspiraría que el “pueblo arrecho” contra una de las últimas rendijas disidentes al Gobierno que quedan en Venezuela, guardara un mínimo de disimulo en las formas a la hora de ir a demostrar su enojo revolucionario.
No sé, que por lo menos fuera un tantito más parecido a los entusiastas que siguen la bandera retratada por el pintor Delacroix en su famoso cuadro “La Libertad guiando al pueblo”; o que, por lo menos, tuviera un ligero parecido con el furibundo pueblo de Transilvania agolpado con antorchas a las puertas del castillo del conde Drácula. Uno aspiraría que “el pueblo arrecho” que sigue la orden de la diputada Varela, aunque sólo fuera para tener un poco de credibilidad, reflejara ser un espontáneo grupo de personas que hartas de lo que consideran una sarta de mentiras, se unen apoyados por su rabia y su sentimiento de indefensión.
Pero en la Venezuela Revolucionaria no sucede así, “el pueblo arrecho” al que convoca la asambleísta tachirense contra los medios “golpistas” adversos al Gobierno, no se moviliza a pie empujado por la indignación de sentirse víctimas de la falacia mediática; no, las hordas revolucionarias se movilizan en autobuses de lujo, en camionetas último modelo sin placas, en motos de primera. De descamisados, nada, la mayoría va uniformada con camisas rojas que no han tenido ni una lavada, recién salidas de las cajas, estampadas con el último lema del Gobierno, planchaditas, ni una arruga, sólo el mejor algodón. Y por supuesto, con la gorra roja que hace juego.
Ni siquiera tráfico agarra este “pueblo arrecho”: motorizados con pinta de policías se adelantan a la caravana roja para trancar el tránsito de un miércoles al mediodía en La Florida asegurándose de que lleguen los autobuses a su destino, todos a la vez, que “el pueblo arrecho” se baje con su arrechera oficialista armados con latas de spray, para que con el beneplácito de la policía que vigila que el orden no se altere, que la violencia no llegue a mayores, el uniformado “pueblo arrecho” raya las paredes del canal de televisión con sus consignas rojas a favor del Gobierno, gritando unos cuantos: “Uh, ah, Chávez no se va”; antes de regresar al confort de los autobuses de lujo, de las motos de primera, de las camionetas último modelo sin placas, del no tener que calarse el tráfico por estar haciendo patria.
Mientras tanto una ciudadana común, presa en su carro viendo los autobuses con el “pueblo arrecho” pasar, se pregunta si entre tanta comodidad este “pueblo arrecho”, auspiciado por el bolsillo sin fondo del gobierno, no sentirá cómo pierde la dignidad de saberse un pueblo verdaderamente arrecho.

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