GOTAS FRÍAS
El pasado 12 de octubre tuve la suerte de ser testigo del I desfile Latinoamericano en Madrid. Yo no fui, él me encontró. Deambulaba por la capital española cuando por casualidad desemboqué en el Paseo del Prado atestado de gente de todas las edades.
Al principio pensé que era una fiesta ecuatoriana ante la gran cantidad de banderas tricolores con escudo que ondeaban en el ambiente. Al preguntarle a un viejito qué se estaba celebrando, me contestó: “La presencia latinoamericana en España”.
Como mi presencia en Madrid no pasaría de cinco días, tomé fotos, ví desfilar unas carrozas, grité: “¡Viva Venezuela!” y seguí mi camino. Me fui con el gusto de sentir el orgullo hispanoamericano, mezclado con la felicidad de tantas familias que han encontrado en España una nueva patria que les brinda un presente mejor.
Al llegar al hotel, prendí la televisión: la fiesta seguía con el cantante colombiano Carlos Vives y sus vallenatos. Esa misma mañana había sido el desfile del ejército español, decenas de madres latinoamericanas vitoreaban a sus hijos soldados. Los locutores narraron ambos eventos con una emoción que no se molestaron en disimular.
Tras tanta concordia, de regreso a la díscola Caracas, resultó una verdadera gota fría ver en el noticiero las imágenes xenófobas de un zagaletón en el metro de Barcelona insultando y vejando a una adolescente ecuatoriana antes de patearla. Estas violentas imágenes coincidieron en la semana en la que ocurrieron en Caracas distintas agresiones hacia los estudiantes universitarios que quieren debatir sobre la Reforma Constitucional en Venezuela.
Sabía que la nariz rota del líder estudiantil Yon Goicochea quedaría impune, la violencia del oficialismo contra la oposición es considerada por la justicia actual como defensa popular ante la provocación golpista; pero me complacía pensar que el vándalo del metro catalán, después de haber sido filmado cometiendo semejante vileza contra una joven indefensa, mínimo unos meses de cárcel tendría que pagar. Por eso, doble gota fría me cayó al leer días después en la edición digital de El País, que el energúmeno está libre por tecnicismos leguleyos: a pesar del video que lo incrimina, como la muchacha no lo denunció el día del ataque, no hay prueba física de que resultó agredida.
Por leguyelismos uno está acostumbrado (aunque no conforme) a que más de un villano se salga con la suya, lo que es difícil entender es que en un foro como el del los lectores de El País, un diario “progre”, haya quienes justifiquen la libertad del agresor con argumentos tales como: “¿Dónde está la sangre? En el video no se ve”, “La ley es la ley”, “¿Y quién defiende al chico del perjuicio contra su imagen?”, “A ver si la chica fuera española se hubiera formado tanta bulla”. El único consuelo que resta a quienes nos es imposible justificar la violencia, es que si este tipo de agresiones quedan impunes, por lo menos hay testimonios irrefutables de que sucedieron.
Pero por cada grabación de un estudiante golpeado, de una adolescente pateada, cuántas agresiones no pasan por debajo de la mesa, y aunque estos testimonios queden filmados con la esperanza de que en un futuro escenas así no se vuelvan a repetir, qué impotencia sentir que en octubre de 2007 no hubo justicia que resarciera de la violencia ni a Yon Goicochea en la Venezuela en la que nació, ni a la chica ecuatoriana en la España que su familia eligió para vivir.
4 comentarios:
Pensé que iba a estrenar los comentarios, pero ya veo que hay un par de ellos por ahí.
Es de resaltar el nivel que ha alcanzado la traumatología venezolana. Nivel de milagro; nivel de guao. Al muchacho, Yon, supuestamente le habían roto el tabique nasal, y a los dos días -no exagero, ¡ah!; ¡a los dos días!- ya salía dando declaraciones por TV, sin siquiera una curita y con su naricita bien bonita. Ni rastros de la "golpiza".
Vaya farsa; pantomima.
Por eso es que no dan pie con bola. Porque en vez de remitirse a denunciar la agresión, montan ese sainete ridículo que nadie les cree, y desprestigian toda su versión de lo acontecido. El sainete de la oposición, que los lleva de ridículo en ridículo.
No vayas a comparar esta crítica con los comentarios fachos en El País (¿o debo decir progres?) sobre el caso de la chica ecuatoriana, que el argumento es muy otro.
Otra ridiculez de ese día fue la explicación que dio Yon sobre la ironía en su franela, con el Che Guevara llevando en la gorra el símbolo de Globovisión en lugar de la estrella, haciendo supuestamente un paralelismo con la "irónica" situación del país.
Fue una ridiculez de las dimensiones del día que fueron los estudiantes de oposición a la Asamblea a leer un panfleto, y se descubrió -porque los muy quedaos lo dejaron olvidado por ahí- que estaba escrito en papeles con el membrete de Ars publicidad.
Y después quieren que no se los vincule al golpismo. Eso sí que fue una ironía. Ironía de la vida real.
Lo que siempre te he criticado acerca de tus crónicas, y de pana te lo digo, tú sabes, es: ¿cómo quedas, como escritora, cayendo en esos deslices?
No que no haya que equivocarse, porque escribir es arriesgarse. Pero hay que escribir desde el corazón, y por lo tanto con honestidad, como insiste Rilke en Cartas a un joven poeta. O como se empeña en hacerlo siempre Camus, por poner un par de ejemplos. Sin hacerle caso al halago y la adulación fáciles.
Si no, no eres una escritora, al menos no una escritora comprometida; sino una corista que repite lo que algunos esperan y quieren oír.
pd. Si lo sabes, envíame los datos del genio, o mago, que atendió a Yon, a ver si le hago una visitica.
pd2. Ya sabes que de mí no puedes esperar que sea complaciente.
Hablando de otra cosa. A mí me daría vergüenza con mis compatriotas indígenas, y de hecho no lo haría jamás, a pesar de ser un criollo peninsular, estar celebrando un no sé qué día de la hispanidad. Uuuggg, casí me da salpullido de escribirlo.
Es una diferencia política evidente entre nosotros.
Leyendo los comentarios de Jorge me di cuenta que hay un gazapo en esta versión del artículo, y precisamente lo que le dio salpullido a mi viejo amigo: aquello que se celebraba en Madrid no era el día de la Hispanidad, sino a los latinoamericanos en España. Mi error. Como soy nueva en esto no sé si en los blogs se borra con el codo, pero mañana lo arreglo.
¿Así que eran dos eventos, como en algún momento sugieres? La verdad que no le preste mucha atención a esa dualidad, enfrascados como estamos con Yon y sus secuaces. O será también que, 12 de octubre, desfile del ejército español con madres y todo por el Paseo del Prado, cualquier otra cosa, con el nombre que le pongan, no parece más que un intento para que aceptemos, dóciles y agradecidos, esa interpretación edulcorada de los primeros pasos imperiales de nuestra madre patria por su Nuevo Mundo. Los españoles; aún viven del cuento.
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