lunes, 25 de mayo de 2015

¿Esta es la Izquierda con la que soñabas?


Muchos amigos intelectuales y académicos que ante la actual situación en Venezuela emigraron a distintas ciudades de Europa, o a la costa este de los Estados Unidos, cuentan que están hasta los tequeteques de tenerse que calar a más de un "experto" en revoluciones ajenas defendiendo de manera altiva el autoritarismo ramplón que hoy vivimos en nuestro país. Imagino que mis panas se deben sentir como tantos cubanos que huyeron de la Cuba castrista para verse menospreciados en el exilio por quienes romantizan el comunismo a distancia. 
Es que para muchos de quienes viven en la comodidad de una Democracia, para sopesar revoluciones -o Dictaduras-  ajenas basta con medirlas con la vara de si es de "Izquierda" o de "Derecha". Por eso más de un pana emigrante que alguna vez se asumió como "de Izquierda", en su país de adopción se ve catalogado por muchos de sus colegas "progres" como servil instrumento de la Derecha internacional, simplemente por renegar de una Revolución marcada por la represión, la inseguridad y la crisis económica.  
Uno esperaría más de los intelectuales "progres", de la narrativa de este proceso chavista la más simplista y quizás la más usada por sus defensores a ultranza, tanto de enchufados como de simples creyentes o de simpatizantes a distancia, es que el momento político que vivimos en Venezuela es una   simple y burda batalla de las ideas: de un lado, la soñadora y siempre bienintencionada Izquierda, liderada por el Gobierno Revolucionario hoy presidido por Nicolás Maduro, que se bate con astucia y corazón contra la vil Derecha venezolana e internacional, que como Wile. E. Coyote, lleva más de tres lustros intentando, con escaso éxito, hacerle una trastada a un pueblo rodilla en tierra en su autodeterminación.
Ese enfrentamiento Izquierda-Derecha visto como si de la Guerra de las Galaxias se tratara, podrá parecernos simplista a quienes tenemos más de quince años chupándonos la mandarina chavista, pero sigue siendo el argumento más usado para tomar partido por el lado oficialista ante el caos que hoy vivimos en Venezuela. Si no estás de acuerdo con las medidas del Gobierno Revolucionario, si a los políticos presos los llamas presos políticos, si te quejas ante la inflación y la escasez, si crees que son culpa del gobierno y no de un boicot, si pones en duda la reputación de los líderes chavistas ante una declarada guerra mediática, si desconfías de los poderes civiles independientes que siempre fallan a favor del oficialismo, si te incomoda que el membrete de la correspondencia de estado se inicie con "un saludo patriota y revolucionario", o por unas Fuerzas Armadas que saludan en los cuarteles : "Patria, Socialismo o muerte; venceremos"; no puedes ser sino un escuálido, es decir, un vendepatria de la Extrema Derecha. 
Pensar que cuando yo estaba chama eso de considerarse de Izquierda o de Derecha no era algo que determinara nuestras vidas ni nuestras simpatías, en bachillerato en el colegio Santiago de León de Caracas se me presentó por primera vez esta disyuntiva de lateralidad ideológica pero no porque  algunos de mis compañeros se asumieran como de Derecha, sino porque muchos de mis amigos comenzaron a hablar de Marx y Lennin como sus ídolos de juventud.
Para mí, que a los 17 años la política me interesaba un bledo, la mayor diferencia entre mis amigos de ambos bandos del espectro político era que los panas que se asumían de izquierda en lugar de ir a Discotecas a bailar al beat de Donna Summer, se reunían al son de la Nueva Trova Cubana conversando sobre aquel día cuando la revolución por fin llegara a Venezuela. Con ambos grupos me sentía a mis anchas, con el mismo fervor cantaba los temas de Donna Summer como los de Silvio Rodríguez, aunque sin duda con los de la pantera de Boston se bailaba mejor. 
Hoy que la Revolución por fin llegó a Venezuela, cuento con los dedos de una mano aquellos amigos  que alguna vez se asumieron de Izquierda -tanto del colegio como de la Universidad Central- , que   todavía respaldan a este autoproclamado Gobierno Revolucionario que ha llevado a Venezuela a la miseria. 
 No solo mis panas de juventud que se asumían de izquierda, la inmensa mayoría de los intelectuales venezolanos que alguna vez militaron en partidos de Izquierda, o que simplemente simpatizaban con   revoluciones como la cubana o la nicaragüense, camaradas que ni por todos sus muertos se habrían asumido como de Derecha, hoy coinciden en que apoyar a la revolución chavista no es un asunto de sentirse de Izquierda o de Derecha, es apoyar a un modelo militarista  que se atornilló sin contrapeso en el poder gracias al carisma de un líder, y a los errores de la oposición.
Si duele la incomprensión de los colegas extranjeros en el exilio, cómo dolerá  el apoyo incondicional al actual gobierno de Nicolás Maduro de aquellos amigos de siempre con quienes compartimos  largas y amenas conversas, tantas risas, los mismos libros, la misma música, aquellos con quienes  compartimos sueños similares por un futuro mejor.  
Uno intenta salvar el afecto evitando hablar de política, pero a veces el tema no se puede evitar, y siempre termina en lo mismo, una frase que lo abarca todo: "soy de Izquierda". 
Y yo que nunca me asumí ni de Izquierda ni de Derecha porque en ninguno de los extremos me veía del todo reflejada, coincido con la reflexión de mi amigo el escritor Ricardo Ramírez Requena en su libro "Constancia de la lluvia -Diario 2013-2014-", las palabras de Ricardo muestran el que para mí debería ser el verdadero despecho de la Izquierda en Venezuela: 

"Merecíamos un civil de Izquierda en el poder, no esta extraña mezcla de rancio militarismo, fundamentalismo evangélico y el espíritu menos progresista de la región". 

 Dime amigo 

si esta era la Izquierda en el poder con la que soñabas. 

miércoles, 20 de mayo de 2015

Valar Morghulis


Los pasados domingo y lunes fueron bastante intensos para los telespectadores venezolanos gracias a tres momentos cumbres en nuestras series preferidas: la muerte de Mc Dreamy en Grey's Anatomy, la noche de bodas de Sansa Stark en Game of Thrones, y el capítulo final de Mad Men.
Algunos dirán que es una blasfemia mezclar la mediocre serie de Shonda Rhimes con las consentidas de la crítica y de los literatis: Mad Men y Game of Thrones, pero hace años, cuando comenzó, millones de espectadores la seguíamos sin rubor enganchados en las vidas y amores de los internos del Hospital Seattle Grace. 
Con el paso de los años, a medida que fue creando otras series exitosas, Shonda Rhimes se reveló como una escritora más truculenta que Delia Fiallo, y más sanguinaria que el mismo George R. R. Martín, pero mientras el "valar morghulis" (todos los hombres deben morir) de Game of Thrones tiene coherencia dramática dentro de la lucha por el poder medieval, el Valar Morghulis en Seattle Grace depende de la relación de Shonda Rhimes con los actores y sus contratos, y así la protagonista Meredith Gray ha visto perecer a buena parte de su familia y amigos, siendo la última y más truculenta muerte la de su marido, Dereck Shepard, el célebre neurocirujano a quien tras un accidente automovilístico no le supieron diagnosticar a tiempo una lesión cerebral.
La muerte de Dereck fue transmitida hace unas semanas en la televisión norteamericana, en Caracas ese capítulo no se vio sino hasta esta semana, por eso el martes twitterzuela amaneció atiborrada de condolencias por la abrupta salida de Mc Dreamy, y mentadas de madres a Shonda Rhimes, muchos jurando que hasta aquí llegaron, no la verían más, demasiado sufrimiento en esta vida para además sufrir con tan mórbida imaginería. 
En lo que a mi respecta le perdí el interés a Grey's Anatomy tras el accidente aéreo en el que Shonda salió de un plumazo de McSteamy y de Lexie Gray.
El "hasta aquí llegamos con esta serie" fue un rugido que también estalló el domingo por la noche por las redes sociales en los Estados Unidos tras una de las escenas más crudas en una serie que se ha destacado por sus escenas crudas: la noche de bodas de Sansa Stark cuando el psicópata Ramsay Bolton la ultraja, obligando al hermano de crianza de la muchacha a presenciar la violación. 
Si algún personaje de ficción ha sufrido aún más que Meredith Gray esa ha sido Sansa Stark, la adolescente que al partir de su hogar juraba que lo hacía para ser una princesa como las de los
cuentos de hadas, y el sueño se le convirtió en pesadilla al asumirse como la única sobreviviente de su masacrada familia.
La ira de los televidentes norteamericanos (incluido un senador) se debe a que esta escena en la novela de Martin la víctima de la violación no es Sansa sino otra muchacha que no sale en la serie de televisión, pero por economía dramática, los realizadores decidieron que Sansa sería la novia del psicópata Ramsay, dándole aún más protagonismo a este sufrido miembro del clan de los Stark que el que tiene en los libros.
Millones de lectores de la saga de Martin estarán indignados, pero Sophie Turner, la actriz que interpreta a Sansa, no lo está, recordará que el inicio de Daenerys Targaryen fue similar, antes de convertirse en madre de dragones y una de las más fuertes contendoras de esta Guerra de Tronos. ¿Será Sansa una nueva rival a temer por el cotizado trono de hierro?
Si muchos claman haberse despedido de este par de series por la mala suerte de sus protagonistas, a los fieles seguidores de Mad Men no nos quedó otra que despedirnos del guapérrimo Don Draper porque este lunes (en Venezuela), tras siete temporadas, la serie llegó a su final.
Mucho se especuló al respecto pero nadie tenía idea de cómo el genial Mathew Weiner (guionista de Los Sopranos) terminaría su exitosa serie sobre el mundo de la publicidad en los Estados Unidos de Eisenhower a Nixon. Había quienes apostaban a que Don se lanzaría por un rascacielos como muestran los créditos. Otro temimos que terminaría asesinado por la misteriosa mesonera que se asomó capítulos atrás. Las apuestas eran grandes que su socio el bon vivant Roger tampoco llegaría vivo al final. Nos equivocamos, nadie murió, el último fue un buen capítulo sin mayores intensidades, las intensidades las vimos en el penúltimo capítulo cuando a Betty le diagnostican cáncer terminal, y Joan pierde su trabajo y la mitad de su inversión al afrontar el sexismo laboral.
El capítulo final de Mad Men fue un buen capítulo final, sin ser perfecto, por ejemplo el abrupto descubrimiento de amor entre Peggy y Stan parece salido de una película romántica poco acorde con el estilo Mad Men, de resto todas las historias de los principales personajes que seguimos durante siete temporadas se cierran adecuadamente, aunque confieso que segundos antes del final me asusté al pensar que Don Draper acabaría como un intenso gurú en la costa californiana. Al verlo en posición de loto frente al mar repitiendo: " om", casi lanzo el televisor por la ventana como me dieron ganas de lanzarlo con el capítulo final de Lost.
Pero esa sonrisa.
Ay esa sonrisa, y el pase al histórico comercial de coca cola.
Quizás el final de Mad Men no es perfecto, pero esa última escena sin duda lo fue.