jueves, 25 de junio de 2015

¿Debemos los venezolanos autocensurarnos en Facebook?


La pianista Gabriela Montero compartió en Facebook su indignación porque en Venezuela las redes sociales se llenaron de fotos celebrando entre amigos los partidos de la Vino Tinto. Para Gabriela mientras en Venezuela las cosas estén como están no hay espacio para exhibir públicamente ni un momento de felicidad, hacerlo es una imperdonable muestra de frivolidad y falta de solidaridad con los presos políticos. 
Con todo el respeto y la admiración que le tengo a Gabriela Montero, a quien tuve el privilegio de ver en el Aula Magna tocando un concierto de Rachmaninoff dirigido por Gustavo Dudamel -dupla que por razones políticas hoy sería difícil imaginar- me parece que la pianista tan entregada a la causa democrática venezolana desde el exterior, fue ruda e injusta con quienes vivimos el agobiante día a día de esta Venezuela revolucionaria. Después de todo el sentido original de Facebook es de red social, no panfleto político, eso vino después en Venezuela.
Apenas llega a lo diez años la idea de Mark Zuckerberg de hacerse de una red virtual de amigos. Al principio Facebookzuela era pura felicidad, a pesar de que ya entonces comenzaba la diáspora de compatriotas no dispuestos a calarse lo que entonces algunos llamaban: "La revolución bonita".
En esos primeros años, por los menos para los adultos contemporáneos, Facebook sirvió para el reencuentro de tantos amigos a quienes teníamos años sin ver, qué alegría compartir recuerdos y ponernos al día, y qué conveniente para no perder contacto con quienes decidieron emigrar porque las cosas en Venezuela se estaban poniendo castaño oscuras. 
Cuánta gente querida se ha ido y por medio de Facebook hemos seguido de cerca sus alegrías y tristezas, y ellos las nuestras. Gracias a Facebook he ido conociendo a los hijos y nietos de mis primos y amigos que nacen en todos lados del mundo. Por Facebook me he enterado cuando alguien toma la difícil decisión de emigrar por las fotos de los zapatos en el piso de Cruz Diez del aeropuerto, que por muy trilladas que sean, no dejan de conmover por su significado.
En Facebook he acompañado a los panas en sus viajes (con envidia, para qué negarlo), y también he compartido los míos.  Por facebook me he enterado de infaustas noticias como las muertes de amigos o de sus familiares, algunos a manos del hampa, pero también he podido contribuir en campañas de recolección de fondos para amigos enfermos o personas necesitadas, donaciones de sangre, o la búsqueda de una de las tantas medicinas que no se encuentran hoy en Venezuela. 
En Facebook me he enganchado en inocuas discusiones políticas y existenciales. Sigo de cerca los problemas de salud de facebookamigos. He compartido angustias y emociones de mis series favoritas. Me entero cuando llega papel toilet a El Patio y leche a La Muralla. Pruebo recetas recomendadas por amigos gourmets con los pocos ingredientes que se consiguen en Caracas; comparto música, libros y películas favoritas y disfruto cuando los amigos lo hacen. He festejado bodas en Margarita, Bogotá, Barcelona, sin moverme de casa. Gozo con las irreverencias de los irreverentes y agradezco que no cesen de evitar intensidades. Comparto el orgullo de mis panas aquí o afuera, por cada logro profesional, libro publicado, o cuando sus hijos se gradúan.
Y por qué no hacerlo, si no hay de que avergonzarse, también de vez en cuando comparto la dicha de las pocas oportunidades que me reúno, cual sobrevivientes, con los panas que siguen en Caracas. 
Porque Facebook cuando dejó de ser exclusivamente una red social de universitarios que buscaban cuadrar, para los adultos se convirtió en otro tipo de red social, un mundo feliz. Ahora que ya nos pusimos al día con quienes teníamos tiempo sin ver, lo que más disfruto del actual Facebook es la libertad con la que cada quien monta en su perfil lo que le da la gana - aunque los de Facebook se ponen pacatos ante cualquier desnudo o foto violenta- . Es como tener un pizarrón virtual en blanco para llenarlo con la información que queramos: los hay bonchones, viajeros, hiperpolíticos, sensibleros, deportistas, intelectualosos, piadosos, amantes de los animales, nostálgicos, faranduleros, místicos, ludópatas, libidinosos, necrofílicos, y quienes montan mensajes conmovedores que jamás abro...  lo más divertido de Facebook está precisamente en esa diversidad. Uno lee lo que le interesa, obvia lo que no le interesa, y si alguien se te pone pesado, lo borras y ya está.
Mucha gente después de esa primera etapa de reencuentro se agotó de Facebook, se dieron de baja porque les quita mucho tiempo o porque simplemente se fastidiaron, los chamos hace tiempo que emigraron de Facebook a otras formas menos intensas de redes sociales. Yo sigo aquí pegada aunque no con la intensidad de antaño, porque entre otras cosas es el mejor portal para promover mis crónicas, y también disfruto con los artículos y comentarios que comparten los amigos.
Facebookzuela quedó sobre todo para quienes quieren descargar la angustia política en la que vivimos, aunque hay quienes afirman que es una superficial, frívola y hasta dañina manera de hacer política, porque no pasa de mero descargue, la verdadera política no se hace escribiendo para unos cuantos amigos en las redes sociales y pensar que así de fácil se cumplió, la verdadera lucha política se hace en la calle. 
Ante el momento duro que vivimos en Venezuela la primera mitad del año 2014 entre represión, manifestaciones y guarimbas, Facebook se  encadenó en política, nadie se atrevía sino a montar fotos y escribir sobre el sacudón que estábamos viviendo. Acudíamos a Facebook con la esperanza de encontrar información fresca porque en Venezuela ya ni siquiera contamos con un canal independiente de televisión. 
Los que emigraron estaban igual o peor de pegados a Facebookzuela, tratando de alentar a quienes aquí seguimos que "el que se cansa pierde" pero quienes vivíamos en Caracas tras meses de un país paralizado y en pie de guerra, comenzamos a cansarnos de los generales en jefe a kilómetros de distancia que nos instaban a salir hasta las últimas consecuencias porque "hace falta que corra sangre". 
No soy de quienes piensen que vivir afuera resta el derecho de opinar sobre lo que hoy pasa en Venezuela, por el contrario, la distancia da otra visión que es necesaria, lo que dije antes, y repito, lo que cae muy mal a quienes seguimos aquí es que quienes se fueron nos exijan el deber de inmolarnos, y que lleguen a censurarnos si se nos ocurre compartir por las redes sociales cualquier momento que no tenga que ver con la lucha política. Por ejemplo recuerdo en los momentos más álgidos de esos meses de 2014, cuando una abuela orgullosa se le ocurrió  exhibir la foto de su nieta recién nacida, le cayeron encima porque no eran momentos para frivolidades. 
Qué distorsión este Facebookzuela de la idea original del mundo feliz de Zuckerberg. 
En 2015 vivimos momentos quizás aun más difíciles que en 2014, porque vivimos en medio de una gran desesperanza, tanta, que ochenta jóvenes, y dos líderes políticos presos, se declararon en huelga de hambre (que por fin levantaron). Tanta, que del salón de mi hijo, la mitad de sus compañeros comenzarán el tercer año de bachillerato en otros países porque sus padres perdieron la esperanza de que saldríamos de este oscuro túnel a mediano plazo.
Tanta que hasta su profesora de matemática se va porque en Ecuador como maestra ganará mil veces más que en Venezuela, y no es una exageración
Escribo esta apología a quienes compartieron por Facebook la felicidad de ver entre amigos jugar a la Vino Tinto en la Copa Ámerica (porque solo ganó un juego) y ni siquiera soy seguidora de la Vino Tinto (me aburre el fútbol), si gana por supuesto que me alegro, aquí en la casa vieron los partidos y sufrieron las derrotas mientras yo me ponía al día con Orange is the new Black. Pero no me gusta la censura de ningún tipo, ni la que hoy nos impone el gobierno de Nicolás Maduro, ni la que imponga cualquier tipo de moralina en Facebook, porque si además de haber perdido mi columna en El Nacional por falta de papel (otra forma de censura gubernamental) tengo que autocensurarme en Facebook hasta de compartir una tarde con los panas para no herir susceptibilidades, me declaro en el incilio total.

lunes, 22 de junio de 2015

A pocos metros de Adam Levine


Recientemente Adam Levine, líder vocalista de Maroon 5, al salir de una presentación en el programa de televisión de Jimmy Kimmel era esperado fuera del estudio por una horda de caza autógrafos buscando ver de cerca al que la revista People nombró: "El hombre más sexy del año 2014". Escoltado por guardaespaldas, barrera mediante que lo separaba de sus fans, Adam se dispuso a firmar uno por uno los afiches que le extendían sus admiradores mientras gritaban "Adam! Adam!".  
En el video de un camarógrafo amateur el guapo Levine parece apurado, un poco harto de su business as usual, hastiado con decenas de celulares apuntándolo para luego demostrar por las redes sociales cuán de cerca se estuvo de una de las estrellas pop más cotizadas del momento... de repente sucedió algo inesperado, ante otro "Adam!" a todo pulmón, al levantar la cabeza, el vocalista se vio impactado en la cara y en el pecho por una bomba de polvo blanco que no resultó ni ántrax ni talco Mennen ni cocaína, sino azúcar granulada, lo que en Venezuela llamamos Nevazúcar. 
Esta ha de ser una de las críticas musicales más explícitas de los últimos tiempos porque Sugar de Maroon 5 es de esas canciones que en la primera mitad de 2015 en los Estados Unidos se oye en todos lados como música de fondo, uno de esos temas pegajosos que no nos los podemos quitar de la cabeza en todo el día. Sugar ni siquiera es la mejor canción del último disco de Maroon 5, V, pero es uno de sus mayores éxitos gracias a un simpático video muy difundido por las redes sociales en el que la banda se colea en diversas bodas en Los Ángeles para serenatear a los novios.  
No soy inmune al encanto de Adam Levine, tendrá la edad de mis primos menores (36 añitos, nació en 1979),  pero coincido con People que es uno de los hombres más sexys del momento, por eso en mi reciente viaje a Nueva York al darme cuenta que coincidiría con Maroon 5, dos días antes del concierto en Madison Square Garden entré en Internet para conseguir una entrada. 
Hay quienes no entienden que una vaya sola a un concierto, les parece deprimente, ignoran que ir sola es de lo más conveniente a la hora de conseguir entradas a buenos precios, porque siempre quedan puestos mingos que rematan por Internet. Por vacilármela igual sola que acompañada, no solo fui a ver a la banda Pop del momento, sino que además la vi en patio a precio de gradas. 
Mis hijas en lugar de alegrarse por la suerte de su madre se indignaron, ¿cómo se me ocurría ir a ver un concierto de una de sus bandas favoritas sin ellas? Además sola como una pepa de maraca. Y a mi avanzada edad,  hellou, era como si a ellas se les ocurriera ir a ver a los Rolling Stones sin mí.
¿Acaso yo me sabía alguna canción de Maroon 5 que no fuera Sugar? 
Por supuesto, les contesté,  Moves like Jagger es una de mis canciones favoritas. 
No tenían porqué preocuparse de que su madre desentonara entre la fanaticada que la noche de ese jueves de finales de febrero colmaba el Madison Square Garden, porque entre el público asistente, en su mayoría mujeres eso sí, las jevas oscilamos entre 11 y 60 años. Quienes superábamos los tiernos 36 años del cantante, no éramos necesariamente madres llevando a nuestras hijas púberes a ver a su ídolo, más de un grupo de contemporáneas se tomaron un Girls night out para gritar desaforadas ante cualquier inflexión de voz de Levine como alguna vez gritaron nuestras madres ante un súbito movimiento de cadera de Elvis Presley. 
En la actual civilización del espectáculo, como la bautizó Vargas Llosa, el éxito multigeneracional de Adam Levine tiene bastante que ver con su participación como coach en el programa de televisión The Voice, aunque mi amor platónico por Levine se originó tras la película Begin Again con Keira Knightley y Mark Ruffalo, donde hizo un papel que no debió representar mayor esfuerzo Stanislavskiano: un atractivo y tímido músico que tras años de carrera por fin se encuentra saboreando las mieles del éxito. 
Lost Stars, cantada por Levine, fue nominada al Oscar de mejor canción ese año.  
Maroon 5 -originalmente Kara's Flowers- fue fundado en el año 1994 por cuatro panas de la escuela secundaria de los que actualmente solo quedan dos en la banda: Adam Levine y el guitarrista Mickey Madden. La inspiración de las primeras canciones era el desamor adolescente, porque hasta hace poco el hombre más sexy del año 2014 era un flacucho que no inspiraba ni un mal pensamiento.  Con el éxito musical comenzó un trabajo de imagen que convirtió al tímido flacucho, en el Adam Levine actual por el que suspiramos millones de mujeres de todas las edades. 
Esa noche en el Madison Square Garden conseguí entrada en las últimas filas de patio, no de las mejores entradas VIP pero si bastante buena. Mis vecinos de asiento a la izquierda era una pareja de mediana edad con su hijo adolescente que mientras tocaba el grupo telonero (Magic) tenía cara de burro amarrado. Del otro lado dos preadolescentes acompañadas del papá de una de ellas, quienes se debieron haber tomado por lo menos tres mil selfies. Frente a mi un grupo de amigotas con varios cosmopolitan encima, también se dieron duro con los selfies. 
Cuando se escucharon los primeros acordes de Animal, la canción con la que arrancó el concierto, tanto las preadolescentes, como las amigotas de los cosmopolitan, como el adolescente con cara de burro embarcado y su mamá; además de esta que esta aquí, nos propusimos registrar el momento con el celular. OH MY GOD, ¡Maroon 5 en vivo! Just like animals, animals... Mundo, véanme donde estoy.  Chat grupo de familia: "hijas comenzó el concierto, tengo la piel erizada". 
El chamo con cara de burro amarrado le cambio la expresión a éxtasis del bueno mientras compartía el concierto con una amiga vía skipe por su Iphone. La mamá se sabía todas las canciones. Me sorprendí que yo también, en coro las cantamos como si estuviéramos cantando a los Bee Gees. Maroon 5 tiene años sonando en la radio y sus canciones ya no son del dominio de adolescentes sino del dominio público. Tanto chamitas como las amigotas parecían competir con sus tabletas y celulares por  inmortalizar de esa noche el momento perfecto. Una de ellas cargaba un Ipad que entorpecía la visibilidad, quienes estábamos atrás de ella a ratos nos vimos obligados a ver el concierto a través de su pantalla. 
Tratando de esquivar la tableta de enfrente me acordé lo que escribió Susan Sontang hace años en On Photography -mucho antes de esta tecnología digital que hoy ha empeorado con creces la situación- Sontang denunciaba que los hombres y las mujeres modernos nos estábamos acostumbrando a ver el mundo no como es sino como nos los muestra el visor de una cámara, hoy, una pequeña pantalla digital. 

Por supuesto que también tomé fotos pero no muchas porque sabía que a esa distancia el esfuerzo no valía la pena, las fotos saldrían malazas. Hasta que de repente en el encore, Adam Levine y Mickey Madden se acercaron a cantar en una parte de la tarima que entraba al público a pocos metros de donde yo estaba sentada. Tan cerca que si le jalaba un tobillo, me traía a Adam para mi casa. Era el momento íntimo del concierto, cuando el resto de la banda descansaba mientras los dos fundadores regresaban a sus orígenes con uno de sus primeros hits: She will be loved.
  Levine rogó al público que guardáramos los celulares y las tablets, que viviéramos el momento en lugar de estar buscando compartirlo en Snapchat o en Instagram. Y así durante unos segundos no hubo luz de celulares, pero apenas empezó la primera línea: "Beauty queen of only eighteen...", a pesar de su sentida petición, uno a uno volvieron a alzarse los celulares, incluyendo el mío porque cuándo volveré a tener yo a Adam Levine tan cerca de mí.
Esa es la civilización del espectáculo, ya sabes qué hacer con tu momento íntimo admirado Adam. Pero como mi celular es medio obsoleto, y la mano me temblaba de la emoción, hoy lamento que me perdí la intensidad de ese momento para tomar unas fotos de regulares pa' malas. 
Si tan solo Adam Levine viniera a Caracas, no prometo que guardaremos los celulares, lo que si prometo es que seguro seguro no habrá azúcar para echarle.


jueves, 18 de junio de 2015

El camino de la vergüenza


La supuesta muerte de Jon Snow nos hizo pasar por alto una de las escenas más fuertes de la historia de Game of Thrones: el paseo de la vergüenza de Cersei. La madre del rey tras admitir el pecado de adulterio, aunque no el de incesto -ni gafa que fuera- es condenada a regresar a su castillo caminando desnuda por Kings Landing. Con el pelo trasquilado, conteniendo las lágrimas y el asco, altiva Cersei se abre paso entre insultos, mierda y escupitajos sin bajar la mirada. Asi como millones de telespectadores levantamos la voz ante la posible muerte de otro de nuestros personajes favoritos, hubo quienes insistieron en acusar a la serie de HBO de misógina por tan aberrante maltrato. 
No entiendo mucho esta forma de feminismo, si bien Game of Thrones sin duda ha demostrado una considerable dosis de crueldad con los personajes femeninos, no les ha tocado más fácil a los masculinos, como el caso de Theon Greyjoy: castrado, vejado hasta el punto de asumir la identidad de “Hediondo”, una frágil criatura sin más voluntad que servir a su torturador. 
Quienes insisten en acusar a George RR Martin de misógino por escenas como el paseo de la vergüenza no podrían negar que de su imaginería han salido inolvidables personajes femeninos como Daenerys Targaryen, Arya Stark, Brianne of Thart, Margaery Tyrrel, y la misma Cersei Lannister, personajes que no tienen que envidiarle ni en astucia ni en inteligencia ni en valor a sus contrapartidas masculinas. 
¿Con esto quiero decir que la lucha feminista está obsoleta? En el año 2015, cuando las mujeres hemos alcanzado tanto en estos últimos 60 años en lo que se refiere a igualdad de derechos, puede que haya quienes piensen que todo feminismo está pasado de moda, que ya no hace falta, que las feministas son por definición pesadas, aburridas e intensas, que qué igualdad de derechos ni qué igualdad si fíjense que una mujer está pretendiendo ocupar la Casa Blanca.
Pero yo diría que tampoco hay que bajar la guardia, porque a veces una oye y lee comentarios que parecen anacronismos de los años 50, por ejemplo hace unas semanas un contacto de Facebook regañaba a sus amigas virtuales por no poner más fotos: “del pendejo que las mantiene“.
Cada vez que voy a escribir en Facebook algo adverso a alguna opinión ajena, se me prende una alarma roja: “Peligro, peligro“, estas discusiones en las redes sociales suelen ser una pérdida de tiempo y energía.  Pero por el espíritu de Susan Sonntag no podía evitar comentarle a este conocido de colegio a quien tengo décadas sin ver, si acaso eso del “pendejo que las mantiene« no era una frase así como machista. Tan solo eso, no me explayé.
Lo que más me molestaba era la cantidad de likes it que semejante frase obtuvo, por eso antes de apretar la tecla de enviar me entró la duda si no estaría pecando de intensa dejándome vencer por la corrección política. La verdad es que no sé qué esperaba como respuesta. Lo que no esperaba era un: “Haya tú si no tienes un pendejo que te mantenga“,  y después me bloqueó.
No debió sorprenderme tanta sensibilidad ante la acusación de machismo, el machismo sigue arraigado en Venezuela, basta recordar cuando el recién electo líder máximo hace unos años anunciaba a su mujer en cadena nacional que lo esperara que ya le “iba a dar lo suyo“. Vulgar comentario que no disminuyó un ápice su popularidad. Ni una voz feminista se alzó dentro del chavismo. Si acaso alguna explicación: “Es que él es así, jaja“.
Qué se puede esperar de una sociedad donde todavía la mejor manera de desprestigiar a una mujer es acusarla de adulterio,  y si no de menopausia, lesbiana, doñismo o frigidez. Si el actual presidente de la Asamblea Nacional (Diosdado Cabello), el mismo que defiende su cuestionado honor con demandas por doquier, no encuentra mejor manera de desprestigiar la lucha de los presos políticos que insinuando públicamente que sus esposas les son infieles.
Y una diría que semejante machismo es producto de la sociedad que vivimos, pero el monstruo del desprecio por las mujeres vive hasta en el alma de un premio Nobel de Medicina, el bioquímico británico Tim Hunt, de 72 años, que hace unos días en una conferencia en Corea del Sur, queriendo pasar por simpático, soltó la perla que las mujeres no deberían trabajar en los laboratorios porque distraen a los hombres, uno se enamora de ellas, ellas se enamoran de uno, y cuando algo les sale mal, rompen a llorar.
Comentario tan bolciclón le costó al muy premio Nobel su cátedra en la University College of London, tal fue la presión que se vio obligado a renunciar, quedando demostrado que en otras sociedades se toman tan en serio este tipo de deslices verbales que ni toda una vida de brillante investigación científica pueden borrar la mancha causada por un destello de idiotez machista.
Mientras tanto en Venezuela, por el camino de la vergüenza, seguiremos con los putas y maricos como métodos de lucha política por excelencia. 

lunes, 15 de junio de 2015

En negación (Spoilers alert)


Quizás esté en negación pero a pesar de que la quinta temporada de Game of Thrones cerró con el recién electo Lord Commander con los ojos perdidos en el infinito, tirado en el piso en un charco de sangre tras ser apuñalado por el ala rebelde de los Vigilantes de la Noche, la muerte más obvia de la noche en un capítulo de destinos inciertos, yo todavía me resisto a creer que el capítulo "Mother's Mercy" representó el fin de mi amado Jon Snow.  
A pesar de que George R.R. Martin insista que "Todos han de morir", y que puñalada más puñalada menos ese fue el final del quinto libro de la serie A song of fire and Ice; a pesar de que el director del capítulo de anoche afirme que nada de segundas lecturas: Jon Snow se murió; y que el mismo Kit Harrington, actor que da vida al popular personaje, confirme que al contrario de lo que se especuló en la prensa, no hubo renovación de contrato y no habrá sexta temporada para él, yo insisto que no, que no, que no... el de anoche no puede ser el punto final del supuesto hijo bastardo de Ned Stark.
Y no lo digo porque George R.R. Martin, David Benioff y D. B. Weiss no hayan demostrado innumerables veces a lo largo de cinco libros e igual número de temporadas cuán crueles pueden ser con el destino de sus personajes, que los muy sádicos escritores sean capaces de matar a los habitantes de Westeros con la misma facilidad con la que Shondra Rhymes dispone de los médicos del Hospital Seattle Grace, sino porque al contrario de la creadora de la serie Grey's Anatomy, en Game of Thrones tanto su escritor, como los productores de la serie han construido una estructura dramática cual una catedral donde no hay piedra puesta al azar. 
Es verdad, ya está cansado de advertírnoslos Martin, Valar Morgulis, todos han de morir, y que el muy cínico finalizado el capítulo de ayer como única explicación ante tan dramático final, solo tuiteara la palabra: "Sorry". Pero hasta la más cruel de las muertes en Game of Thrones tiene coherencia dramática y de cierta forma cuando un personaje en la saga de Martin muere, no quedan temas pendientes por resolver. En cambio la muerte de Jon Snow sería como dejar abandonada un ala de la catedral a media construcción. 
Por ejemplo Ned Stark, parecía ser el héroe de esta saga  y fue decapitado al final del primer libro, pero la muerte del patriarca de Winterfell representó que sus hijos habrían de sobrevivir sin su protección para convertirse en héroes de sus propias historias. ¿Habría sido Robb Stark el general que fue, sería Arya la ninja adolescente, habría sufrido Sansa tantas penurias, estarían dados por muertos los más pequeños de la prole, habría llegado tan joven Jon Snow a ser Lord Commander, si Ned Stark no hubiese sucumbido tan pronto a la espada de los Lannister? 
En el caso de Robb Stark, tan bello él, selló su suerte al romper el compromiso con una de las hijas de Walder Frey, casándose el muy tonto por amor. Por eso en el famoso capítulo Red Wedding son masacrados Robb Stark, su mamá, su esposa embarazada, y el séquito completo. A Catelyn Stark en la saga de Martin la reviven como zombie, en la serie no. Parte de la economía de tramas que quizás sabiamente no llegaron a la televisión.
Es cierto que la muerte de Robb Stark nos dejó frágiles emocionalmente, como cuando España resultó eliminada en primera ronda en el Mundial 2014, pero también con la certeza de que tras la muerte de quien se crió como su hermano mayor, Jon Snow sería un serio contendor de esta guerra, si no Alemania, por lo menos Argentina. 
Pero, ¿qué habría de resultar masacrado antes de llegar a la final como le sucedió Brasil? 
Jamás.  
Tanta confianza, por lo menos de mi parte, de la inmunidad de este apuesto personaje era porque si mataban a Jon Snow a media serie quedarían al aire tantas preguntas pendientes sobre el misterio que rodea su nacimiento como sueltos quedaron cabos sobre los náufragos en la serie Lost. Mi teoría favorita y la más lógica era la que sugería que Jon Snow no era hijo de Ned Stark sino producto del amor prohibido de su hermana Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen. Si esto fuera así sería sobrino de Daenerys, descendiente de dragones, si no inmortales, con más vidas que un gato. 
Esa es una de las especulaciones que se manejan por las redes sociales, ¿acaso Jon Snow sobrevivirá a las puñaladas como Kalizi sobrevivió al nacimiento en fuego de sus tres pequeños dragones?
Mi teoría es otra, yo apuesto porque la bruja Melisandre habrá de revivir a Jon Snow. Sería su manera de compensar la torta que puso cuando convenció a Stannis Baratheon que la única manera de ganar la guerra era sacrificando a los dioses a su hija Shireen. No sabemos si los dioses habrán visto con buenos ojos semejante sacrificio, pero definitivamente sus soldados no, desertando esa misma noche más de la mitad del ejercito del rey que entre sus triunfos contaba con haber derrotado a los salvajes. El sacrificio de Shireen finalmente habría de costarle a su padre no solo la guerra sino también el fin de la dinastía de los Baratheon. 
Por eso más rayada que un cuaderno cuadriculado, Melisandre regresa derrotada a Castle Black para anunciar que es la única sobreviviente de la singular familia de Stannis. 
"Wishfull Thinking" lo llamarían en inglés, no consigo la traducción exacta en español, pero para mi es wishfull thinking que esta llegada al muro de la bruja venida a menos no sea coincidencia con el atentado a Jon Snow, porque si de las muertes de otros personajes importantes retoñan nuevas historias, la muerte de Jon Snow dejaría tanta incertidumbre: ¿Quién como Jon Snow se ha estado preparando para la llegada del invierno? ¿Quién tiene la capacidad de liderazgo para enfrentarse a los Night Walker cuando recién comienza la amenaza real? ¿Quién se ocupará del tsunami de zombies que se desata de ese lado del muro mientras el resto de los reyes están ocupándose de problemas más triviales como la lucha por el trono de hierro?
¿Los dragones?
Por algo la saga de Martin se titula Una canción de fuego y hielo: El hielo Jon Snow, el fuego Daenerys Targaryen. O por lo menos trato de convencerme yo que estoy en negación ante la posible muerte de Jon Snow. Ni modo, para despejar tantas dudas no nos queda sino esperar más de un año a que regrese la serie de HBO, o a que George R.R.Martin se digne a publicar The wings of Winter. 
Mientras tanto: You know nothing Jon Snow.




lunes, 8 de junio de 2015

El sacrificio


Anoche las redes sociales casi explotan maldiciendo a David Benioff y D.B. Weiss, responsables de la serie Game Of Thrones que transmiten por HBO: ¿Cómo se puede ser tan canallas, tan sádicos, tan mala sangres; como para llevar a la hoguera a la pobre Shireen, una niña que era un dulcito de coco, y que además aún vivía en los libros de George R.R.Martin?
Muchos se preguntan cuándo será el día en el que el escritor de la saga A song of fire and ice, en la cual está basada Game of Thrones, pondrá orden en tanta insubordinación creativa, y le jale las orejas a los guionistas de HBO para que dejen de violentar y matar en la serie personajes que no están muertos ni han sufrido tanto en sus libros. 
Hay que darles un parado porque ¿Y si nos matan a Jon Snow?
¿Será que el buen George es inocente de tan inesperadas calamidades televisivas? 
Después de todo, el autor de los libros tiene más de una temporada que no escribe un capítulo en la serie de televisión, pero eso no quiere decir que esté desvinculado: los cambios de trama entre lo que pasa en HBO y lo que pasa en los libros hasta ahora han sido respaldados por el escritor, quien advierte a los fieles seguidores de sus libros que la serie televisiva no tiene que ser reflejo exacto de la saga literaria, son medios distintos, por ejemplo, la nefasta noche de bodas de Sansa con el canalla Ramsay ocurre en los libros de Martin con otra muchacha, pero por economía dramática los guionistas se la adjudicaron a quien hasta el capítulo pasado se pensaba la única sobreviviente de la casa de los Starks. 
Lo explicó pacientemente George R.R. Martin hace unos días, no es que la serie sea irresponsable ante un tema tan sensible como el maltrato a la mujer, es que la corrección política tampoco puede obviar que la trama de esta guerra de tronos sucede en la era medieval, cuando las mujeres eran vistas como simples trofeos, a la libre disposición del poder masculino. 
Para ser justas en pocas series hemos visto personajes femeninos tan memorables en su lucha contra el destino de sumisas damiselas como los de la imaginería de George R.R. Martin: Cersei Lannister, Arya Stark, Daenerys Targaryen, Margaery Tyrrel y su abuela, hasta la misma Sansa, un poco tontica en los libros de George R.R. Martin,  que a fuerza de golpes del destino en la serie ha evolucionado para ser una mujer de carácter parco y fuerte contra la adversidad. 
Sin embargo es imposible para sus seguidores evitar pensar cuál será el destino de la próxima temporada de Juego de Tronos, una cosa es tomarse ciertas licencias creativas con respecto a la obra literaria, y otra escribir una historia alterna a la que su autor todavía no tiene fecha de publicar. Como si Dumas cediera a medio camino el destino de sus mosqueteros antes de que siquiera recuperaran el collar de la reina.  
 El primer tomo de A song of fire and ice: Juego de tronos, fue publicado en el año 1996,  seguido por Choque de reyes (1998), Tormenta de espadas (2000), Festín de cuervos (2005) y Danza de Dragones (2011); con un éxito arrollador aun antes de empezar la serie de HBO. Según George R.R. Martín le faltan por lo menos dos tomos más para dar esta guerra por concluida. Si los primeros tres tomos estuvieron distanciados por dos años, el cuarto y el quinto se tomaron cinco y seis años respectivamente en ser publicados. Por eso era de esperarse que la sexta entrega ya por lo menos debería tener una fecha estimada de publicación, pero no. 
 El estreno de la serie de HBO en el año 2011 coincidió con el lanzamiento de la última entrega de George R.R. Martin, quizás calculando sus productores que Vientos de Invierno (el esperado sexto tomo de la saga de Martin) estaría lista en cinco años. Pasó el temido plazo, el invierno finalmente llegó, y George R.R. Martin sigue sin dar una posible fecha de publicación de la continuación literaria:
 "No me apuren", le exige a sus fans, "o mato a sus personajes preferidos".
Los seguidores de Martin temen que en manos de los guionistas de HBO la saga se salga fuera de control. En otras palabras, que los productores puedan sabotear creativamente a su autor original. Viendo el desarrollo de esta última temporada siento que por el contrario,  los guionistas de HBO no han dado puntada sin dedal. Sospecho que de alguna forma George R.R. Martin está detrás de ellos, manipulando los hilos de sus personajes de alguna manera, aprobando o desaprobando decisiones que puedan ser un giro importante, contando que los guionistas de HBO con la libertad de enmendar detalles solo le darán fuerza a una historia que en su versión televisada no cuenta con las casi mil páginas de cada tomo para explayarse.
Por ejemplo el capítulo de ayer donde los escritores, tan malucos, decidieron sacrificar a un personaje que aun vive en el imaginario literario de Martin: ¿cómo tomar así de fácil la decisión de inmolar al único descendiente real de la casa Baratheon? La más dulce pequeña de esta historia, una niña con un libro siempre en la mano.  
 Llámenme desalmada pero para mi el final de Shireen fue dramáticamente genial, más allá del horror de la escena de ver a unos padres sacrificar a su niña ante un altar de fuego, los escritores hacen énfasis en la incontestable pregunta de hasta donde puede llegar el ansia de poder y si acaso esta decisión de Stannis de sacrificar a su único vástago por una superstición, no terminará representando el final de su dinastía.  
Stannis Baratheon es un padre que capítulos antes tiene una de las escenas más tiernas que recordemos de la serie cuando le rebela a su pequeña sobreviviente de la peste gris de cómo cuando todos los infectados morían de esta enfermedad, el no cejó hasta lograr encontrar una cura que salvara a su bebé, aunque con la cara marcada. La dulce Shireen se siente segura y querida si bien no por su madre,  por su padre, pero el invierno finalmente llega y para la bruja Melisandre -amante de Stannis- solo queda una esperanza para alcanzar el triunfo ante la adversidad: hacer a los dioses una ofrenda de sangre de reyes, la princesa Shireen. 
Abraham no duda en sacrificar a su único hijo para demostrar su amor y sumisión a Dios, pero el Dios judeocristiano lo impide segundos antes del sacrificio. Los dioses de Game of Thrones no son tan benévolos. El sacrificio de Shireem se hace efecto ante la mirada incrédula de millones de espectadores que gritamos al unísono: "¡Pero si tanta maldad filial no está en el libro!". 
 Con la cabeza fría hay que reconocer que el sacrificio de Shireen es una movida perfecta de los escritores con toda la lógica dramática de una serie que sucede en medio del horror y la superstición de la era medieval. 
¿Tendría un mejor destino planeado para Shireen George R.R. Martin? Lo dudo, como tampoco creo que los escritores de HBO se decidieron a tomar la decisión de matar a un personaje sin antes  consultarle a Martin si tenía un mejor destino preparado para el personaje a sacrificar.
Si da cierta angustia que el próximo domingo finalice la quinta temporada de Juego de Tronos por HBO sin que George R.R.Martin se haya dignado a anunciar la publicación de su sexto libro, pero por como se ha manejado hasta ahora la serie  en manos de Benioff y Weiss (and of course Martin), tengo la plena confianza de que estamos en buenas manos. 

lunes, 1 de junio de 2015

Cinco estrellas



En Semana Santa del año 1989, meses antes de casarme, realicé el que habría de ser el último viaje de soltera con mis padres. Este viaje se decidió a última hora, como todo venezolano con memoria recordará, 1989 fue un año difícil en nuestra historia contemporánea: apenas comenzaba el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez cuando a finales de febrero se dio la revuelta popular conocida como el "Caracazo", el principio del fin de lo que hoy se conoce como la IV República. 
 Los caraqueños durante esos días vivimos en zona de guerra. Mi generación, aquella que nació tras la caída de la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez, supo por primera vez lo que era vivir en tiempos de angustia social y política. Tan orgullosos que nos sentíamos de que a pesar de ser imperfecta con tanta corrupción, Venezuela era supuestamente la democracia más estable de América Latina en un momento en el que el continente parecía comenzar a desentenderse de las Dictaduras.  
La zona donde hasta el año pasado vivieron mis padres, El Pedregal de Chapellín, estuvo rocanrol, tiros y gritos se oían no tan a lo lejos mientras veíamos por la televisión en cadena nacional cómo al ministro de Relaciones Interiores, Alejandro Izaguirre, le daba un colapso nervioso tratando de explicar que la situación estaba bajo control.
A pesar de que a los pocos días del Caracazo la ciudad regresó a una tensa calma, mis padres decidieron que al viaje a Europa que tenían planeado desde hacía tiempo, sería incluida la princesa devaluada que hoy les narra esta crónica. Aunque la inseguridad no era ni la sombra de lo que ahora vivimos, les daba miedo dejarme sola en casa en un momento así, puesto que mis tres hermanos ya no vivían en casa. 
No me hice de rogar, apenas mis padres me preguntaron si quería acompañarlos a Europa, a los dos minutos ya estaba pensando qué iba a meter en la maleta. Además del placer de viajar, y el doble placer de hacerlo con mis papás, hace 27 años, al igual que hoy, la atmósfera en Caracas enfermaba de angustia ante la incertidumbre de qué iría a pasar en Venezuela, aunque entonces las nubes se veían grises, y hoy nos sentimos bajo una tempestad.   
La primera parada de este viaje, la única que en esta crónica concierne, fue Zurich, ciudad de la Suiza alemana. Recuerdo que nos alojamos en un hotel en la calle principal, bueno pero sin mayores pretensiones, como a los que siempre llegaba cuando viajaba con mis papás. Para pasar el jet lag, tras acomodarnos en nuestros cuartos, fuimos a recorrer la avenida, no recuerdo el nombre, era como los Campos Elíseos de Zurich, de edificios bajos bordeada de árboles floreados y tiendas. La única compra que hice fue un mantel de encaje suizo, primera compra de mujer grande, que todavía conservo.
La calle finalizaba con un hermoso edificio blanco frente al lago: 
"Baur au Lac"- me dijo papá, "Es el hotel más lujoso de Zurich y uno de los más lujosos del mundo".
"¿Y por qué no nos alojamos ahí?"- como buena princesa, era mi deber preguntar.
Papá jamás contestaría algo tan vulgar como "porque la masa no está para bollos", pero respondió con una frase típica de los años 80: "Ni que yo fuera Kashogghi", recordando al hombre más rico de aquellos tiempos, Adnan Kashoggi, billonario saudita cuya fortuna en los años 80 era ejemplo de lo que no tienen el resto de los papás del mundo. 
Mi mamá, que sí llegó a alojarse en hoteles cinco estrellas, me cuenta que además de los precios la diferencia entre un buen hotel y uno de lujo se basa en los detalles: las almohadas de plumas, la calidad del colchón, la suavidad de los paños y de las sábanas. Detalles como los que recientemente vi en una película italiana llamada: "Viaggio sola" (María Sole Tognazzi-2013) donde Irene (Margherita Buy) llega de incógnita a los hoteles cinco estrellas para constatar que la lencería sea de primera calidad, que no se encuentre ni una partícula de polvo en los cuartos, cronometrar el tiempo exacto que tarda el roomservice en llegar. Irene viaja con un termómetro para asegurarse que tanto el vino blanco, como el consomé que pidió, lleguen a la temperatura ideal. 
Ni un grado más, ni un grado menos.
Más que esos detalles lo que Irene evalúa es el servicio, la atención del concierge, que el botón lleve el uniforme sin una arruga, si te ofrecen hacer o deshacer las maletas. La exigente Irene resta puntos a los hoteles donde un empleado pueda descuidar el servicio a cualquiera de sus huéspedes, bien sea para atender a alguien más poderoso, o por snobismo de sentir que un huésped puede no estar a la altura social de un hotel de semejante calibre.
27 años después de este mi primer y último viaje a Zurich, ni que me hipnoticen recordaría el nombre del buen hotel en el que me alojé con mis padres, pero recuerdo perfectamente el nombre del lujoso hotel frente al lago, el Baur au Lac, quizás con la humana aspiración que aunque esta princesa devaluada cada vez parece estar más lejos de la fortuna de Kashogghi (quien ya ni siquiera figura en las listas de los hombres más ricos del mundo), algún día pudiera la masa estar como para bollos y alojarme en un hotel de ensueño similar.
En 2015, con el dólar libre a casi 400 bolívares, en Venezuela no solo la masa no está para bollos, ni siquiera hay masa porque no se encuentra harina de ningún tipo. Y la crisis, por lo menos económica, parece ser mundial. Pero me alegró saber del Hotel Baur au Lac la mañana de la semana pasada cuando me topé con la noticia en la pagina web del New York Times que se acababa de llevar a cabo una redada en el fastuoso hotel suizo: siete dirigentes de la FIFA, entre ellos Rafael Esquivel presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, fueron detenidos por la policía suiza acusados de admitir sobornos durante años. Los dirigentes del Fútbol Mundial acusados de corrupción estaban alojados en el lujoso hotel frente al lago esperando que se realizaran las elecciones de la FIFA que, eventualmente, ratificaron al suizo Joseph Blatter en la presidencia, a pesar del reciente escándalo.
Hoy los detenidos esperan para ver si el gobierno Suizo aprueba la extradición a los Estados Unidos donde se originó la investigación, y aspira ser llevado a cabo el juicio.
El fresquito que entró al leer la noticia es apenas un consuelo, cuántas mafias poderosas seguirán haciendo de las suyas, mundialmente, sintiéndose impunes a la justicia. Pero saber que  por lo menos siete de quienes dormían plácidamente en el hotel Baur au Lac esperando despertar en las mullidas camas para ser servidos con te o café a temperatura perfecta en cuartos de más de 700 dólares la noche, el buen servicio que recibieron esa mañana en este lujo de hotel, fue haber logrado salir sin ser capturados por las cámaras gracias al servicio cinco estrellas que facilitó a sus no tan distinguidos huéspedes una sábana extendida para evitar ser fotografiados escoltados por la policía suiza.