martes, 25 de febrero de 2014

Breve manual de etiqueta para quienes están lejos pero no ausentes


Leo en las redes sociales comentarios de venezolanos que hoy viven en el exterior a quienes a menudo los mandan a callar con la frase: "quién eres tú para opinar sobre lo que está pasando en Venezuela si ya no vives aquí". Difiero, siento que la distancia da otra perspectiva de país que vale la pena conocer. Pero confieso que he usado una versión de esta antipática frase más de una vez aunque solo con apologistas de la gesta revolucionaria que desde hace tiempo viven en la comodidad de los Estados Unidos, o en alguna ciudad progre de Europa: "Si tanto te gusta la revolución bolivariana, regresa a tu país a chuparte esta mandarina, qué rico alabarla desde lejos". 
No recuerdo haberle hecho reproche similar a quienes han sido críticos a estos años revolucionarios, por algo se fueron.
Sin embargo muchos de mis afectos no emigraron de Venezuela por la desazón política, hay quienes lo hicieron por las mismas razones que alegan los panas chavistas: por motivos personales o por alguna oferta de trabajo o de estudios antes de que arrancara el éxodo revolucionario. Pero no exagero al decir que la mayoría de los amigos que emigraron de Venezuela a diversas partes del mundo lo hicieron tras poner en acción el llamado Plan B al ver que esto de la revolución iba para largo. Y no los culpo, si se me ocurriera una forma para que mis hijos no tuvieran que estar expuestos a tanta violencia, a tanto odio, como hoy lo están en su país, de tener un plan B razonable, sin duda ya lo habría puesto en marcha. 
Pero como soy de quienes sigo con mi familia en esta Venezuela convulsionada, me permito la osadía de redactar un manual de etiqueta a los amigos que están afuera, a quienes quiero mucho y me consta que siguen amando y doliéndoles Venezuela con toda el alma. Sería incapaz de cuestionar este amor, pero les confieso que he leído comentarios por las redes sociales escritos desde miles de kilómetros de distancia, que realmente caen mal a quienes nos sentimos asfixiados entre las llamas de la cruenta represión política vivida en nuestra amada Venezuela desde la semana pasada. 
Por ejemplo, quienes desde el exterior repiten hasta el cansancio el lema: "El que se cansa pierde". Vamos a estar claros, la mayoría de la emigración venezolana (especialmente quienes se fueron al Estado Florida) se fue precisamente porque se cansó de este atajaperros. 
Insisto, no los culpo.
Pero quienes seguimos en Venezuela, quienes en estos días turbulentos hemos vivido sin saber cuándo nos van a regresar al niño del colegio porque el ambiente de la ciudad no anda bien; o nos quedamos con el alma en un hilo cuando nuestros muchachos salen a manifestar porque sabemos que fuerzas de la seguridad del Estado y los paramilitares los tienen en la mira y no comen cuento; días en los que la ínfima capacidad productiva se ve aún más reducida entre manifestaciones saboteadas por el oficialismo, o cuando unos cuantos vecinos deciden trancar las calles prendiendo hogueras y no sabes si podrás salir de tu casa o regresar a ella; días cuando vas al mercado y ahora sí que los anaqueles están vacíos sin embargo haces horas de cola para comprar lo poco que hay; cuando prendes la televisión en medio de este bloqueo informativo para buscar alguna noticia que se cuele en la actual Globovisión, y te encuentras con quien hoy ejerce como presidente de Venezuela rindiéndole honor a las fuerzas de Estado que han golpeado salvajemente, y hasta matado a perdigonazos, a más de un venezolano por el delito de manifestar contra el Gobierno. 
Por eso amigos en el exterior es lógico que nos sintamos no digo yo cansados, mamados (y me perdonan la expresión, pero así estamos), exhaustos emocionalmente. A lo mejor entre quienes seguimos aquí podemos tratar de darnos fuerza y decirnos un ocasional: "el que se cansa pierde" y hasta ponernos la franela para alguna marcha de la oposición luciendo el lema que hizo famoso Leopoldo López, pero júrenlo que no agradecemos leerlo de quienes hace rato se cansaron y bien tuvieron la capacidad de activar su Plan B. 
Otra falta de sensibilidad es quienes pretenden hacernos sentir que su angustia particular pueda equipararse a la de quienes hoy estamos aquí,  e insisten en demostrarlo repitiendo en las redes sociales: "¡Ni se imaginan cómo sufrimos quienes vivimos estos duros momentos lejos de Venezuela!".  Imagino que no debe ser fácil, pero jamás se podrá igualar a la preocupación de quienes vemos a nuestros hijos salir a la calle y no sabemos qué pueda pasar, cuando vemos en televisión nacional al irresponsable de Nicolás Maduro reunirse con los colectivos armados para encomendarles la seguridad de la Revolución, o cuando se riega la voz de que comienzan los saqueos en Maracay, que murió otra muchacha en Valencia, que las cosas en Táchira están prendidas, que en Palo Verde están casi en pie de guerra. Cuando oímos un disparo a lo lejos desde nuestra ventana... 
Se les agradece a los panitas en el exterior su incuestionable solidaridad para con quienes aquí seguimos, sus palabras de fuerza y de consuelo, sus críticas bien fundamentadas, pero no podemos evitar sentir cierto escepticismo cuando se atreven a comparar su sufrimiento de país con el de quienes aquí seguimos. No puede ser lo mismo vivir un incendio cuando se está dentro que cuando se está afuera. Quizás por eso aborrecemos los insistentes mensajes: "El que se cansa pierde", como quien entrena al otro lado del ring. Les aseguro que quienes seguimos en Venezuela estamos cansados, pero distamos de rendirnos en la lucha para que Venezuela vuelva otra vez por el camino de la Democracia y dejemos de ser un país partido en dos. 
Por último, los comentarios que realmente indignan leer cuando quienes los escriben no viven aquí son los tipo: "Hace falta estar dispuestos a arriesgar el pellejo". O en menor grado de quienes claman a kilómetros de distancia que salgamos a la calle hasta que encontremos #lasalida, así sea guarimbeando: "no joda, ¡que no quede calle sin trancar!". Los generales en jefe, vencer o morir es su lema, solo así se acaban las Dictaduras: "Es que en Venezuela han sido unos pendejos, en otros países si saben derrocar dictadores, fíjense qué arrechos son en Ucrania". 
Este tipo de comentarios, aunque no los comparto, los puedo respetar si eres de quienes estás en Venezuela dispuesto a que te desbaraten la masa encefálica de un perdigonazo, o no te importa calarte una guarimba porque lo consideras un sacrificio por un bien mayor, o sales a quemar escombros dispuesto a que te menten la madre los vecinos que no están de acuerdo contigo y necesitan llegar a sus trabajos. Pero créanme que llamar al caos desde el exterior -llámese guarimba o un extremista y poco frecuente "derramamiento de sangre" o del otro lado de la barrera política llamar a la "defensa a ultranza de la revolución"- , jamás es bien recibido por quienes seguimos en Venezuela y sabemos que de la sangre de la que se habla, puede ser la propia. Como dijo el padre de uno de los muchachos asesinados de una certera bala en la cabeza en la manifestación del Día de la Juventud: "Mi hijo no pretendía ser ni héroe ni mártir, solo quería protestar".  
Quizás sean intensidades mías, amigos que viven en el exterior, vivimos tiempos más que intensos en la Venezuela post-Chávez. Me complace que la gran mayoría de ustedes haya estado a la altura de las circunstancias, sé que casi todos están muy preocupados y sufriendo como Bambi por esta Venezuela que llevan en su corazón, que sigue siendo su país y nunca dejará de serlo, aunque los hayan adoptado en otro países para el resto de sus vidas. Siempre leo y celebro sus comentarios, y los respeto aún cuando no estemos necesariamente en todo de acuerdo. Solo les pido a quienes se puedan sentir aludidos por estas líneas que me perdonen si desde la sufrida Caracas en algún momento me canso, me permita dudar que andan en el mismo nivel de angustia como quienes seguimos aquí, y rechace categóricamente aquellos poquísimos que claman que en este país lo que hace falta es que corra más sangre. 

La ilustración es de mi sobrinita Eli, que cada vez que viene a visitarnos a Venezuela, se regresa llorando

jueves, 20 de febrero de 2014

Así estamos


En estos momentos hay algunos más fajados que otros, mi cuñado es un fajado, desde que comenzaron las manifestaciones estudiantiles Eduardo se ha unido a los estudiantes a apoyarlos, a pesar de que sus dos hijos adolescentes hace tiempo se fueron a vivir con su mamá en España. Eduardo no está cuidando a sus hijos en las protesta como tantos otros padres preocupados, él está apoyando a quienes hoy se atreven a soñar por un país mejor, y anda de aquí para allá con su motico. Su única arma subversiva es su celular.
Anoche, tras haber estado en la mañana en El Palacio de Justicia esperando la audiencia de Leopoldo López, Eduardo se fue a concentrar en la Plaza Altamira y ahí estaba cuando de repente el ambiente se comenzó a caldear ante la emboscada de la Guardia Nacional y la llegada de las Avispas Negras, fuerzas de ataque cubanas que ayer hicieron su debut en Caracas con el objetivo de amedrentar las protestas pacíficas de la oposición.
Dicen quienes estaban  en la Plaza Altamira que se vivieron momentos de mucha tensión, la Policía de Chacao se vio imposibilitada de actuar porque no se pueden enfrentar a la Guardia Nacional. Los manifestantes ante los perdigonazos, las bombas lacrimógenas y los golpes a mansalva de las fuerzas represivas del Estado y del ataque comando de los esbirros castristas, debieron buscar refugio en edificios aledaños. 
Mi cuñado será un fajado pero no es un mártir,  le dio tiempo de salir de la Plaza Altamira antes de que se armara la sanpablera, simplemente agarró su moto y se marchó. Se unió a otro grupo de motorizados, todos hombres que hace tiempo dejaron de ser muchachos, no se conocían pero se unieron como sobrevivientes de una emboscada decidiendo la mejor vía a tomar en una ciudad en estado de sitio. 
El grupo de motorizados acordó entrar a la autopista por la urbanización La Carlota ya que en la avenida Rómulo Gallegos se decía que también estaba cercada por fuerzas represivas. Iban confiados de que en pocos minutos estarían en la seguridad de sus hogares, cuando en la salida a la autopista en La Carlota, a pocos metros de La Casona, se toparon con una barricada de Policías Nacionales quienes sin mayores trámites, sin siquiera pedirles documentos de identificación, arremetieron contra ellos, a pesar de que ninguno de los adultos contemporáneos estaba armado "ni con una pasta de dientes" según cuenta Eduardo. Los tumbaron de las motos y les cayeron a patadas llamándolos "¡escuálidos de mierda! ¡Golpistas!" y otros insultos similares. 
Algunos del grupo de motorizados (eran como ocho) se bajaron de las motos y echaron a correr para evitar los golpes. Eduardo no fue uno de ellos, estuvo entre quienes fueron pateados por los policías al mismo tiempo que los insultaban por estar tomando fotos para enchavar al Gobierno. 
Al final la Policía Nacional les quitó los celulares, pero los dejaron irse en su moto. Quienes echaron a correr, habrán perdido la moto pero salvado el celular.
Hoy Eduardo está como tantos otros venezolanos, descorazonado ante la injusticia represiva, herido de tanto odio, adolorido por los golpes recibidos, pero decidido a no dejarse amedrentar.

La foto que ilustra esta intensidad fue tomada anoche, 19 de febrero, por el fotógrafo Rolf Römer, desde la Urbanización Miranda

miércoles, 19 de febrero de 2014

La visita del tío Simón

En el post "Más sabe el diablo" me quedó la incomodidad si a la hora de escribir sobre los músicos venezolanos más importantes a nivel internacional, me faltó agregar a un tercero cuya importancia va mucho más allá de cualquier polarización política: Simón Díaz. No agregué al tío Simón no porque dudara de que estuviera en el ranking de importancia mundial de Oscar D'León y de Gustavo Dudamel, quizás los supera, sino porque para mi el tío Simón es el más venezolano de todos los músicos venezolanos, tanto, que gracias precisamente a su venezolanidad roza lo universal con su música.
Un amigo argentino que tiene varios años viviendo en Venezuela se burlaba  de mi veneración por el tío Simón, pero qué venezolano que haya visto un amanecer llanero oyendo los primeros acordes de Mi Querencia, esos que dice:  "Lucero de la mañana, préstame tu claridad..." por más ateo que pueda ser, ante tanta belleza no ha sentido en ese momento que Dios tiene que existir.
 Quizás mi amigo argentino no entienda ni comparta la belleza de las tonadas llaneras, pero Caetano Veloso, Rosario Flores, Natalia Lafurcade, Celia Cruz, Joan Manuel Serrat; entre tantos otros músicos internacionales, han sabido reconocer en distintos momentos de sus carreras la importancia de Simón Díaz, haciendo hermosas versiones de sus temas.
En el año 1999 el tío Simón visitó el colegio de mis hijas para conversar con los niños, estas fueron las preguntas que le hicieron los chamos, antes de que le cayeran en avalancha para que les dedicara sus cuatros. Hago una pausa en esta Venezuela en llamas, para honrar al tío Simón:

¿Qué significa para el tío Simón Venezuela y la música venezolana?
Para mí lo es todo. Tengo 50 años dedicados a mi país y a su música, no la puedo dejar ni la voy a dejar. Por los medios de comunicación nos llegan muchas cosas de fuera, hay que hacer una especie de trinchera de amor nacional, defender nuestra música y mantenerla siempre viva para el mundo entero.
¿Cuál es el trabajo del que se siente más orgulloso?
Mi mejor trabajo es la tonada venezolana. Fui arriero de muchacho y la tonada venezolana es la tonada del trabajo, la tonada que el llanero le canta a la vaca cuando la está ordeñando. Es de esta tonada que yo me enorgullezco por haberla dado a conocer más allá de nuestras fronteras, y que hoy en día la canten figuras como Caetano Veloso y Mercedes Sosa.
¿Cuéntenos un poco más sobre esa tonada que ha ayudado a divulgar por el mundo entero?
La tonada que se conocía en el resto de Venezuela en los años 50 era la tonada-joropo, de compositores como José Reyna y Eduardo Serrano: tonadas como "A mi negra la quiero y la quiero..." (cantando), que se componían para que se lucieran los cantantes, pero que no eran auténticas tonadas de ordeño. La tonada llanera debe ser la tonada del trabajo del arreo y del ordeño.
En ese momento el tío Simón canta a los niños una tonada de ordeño, bajito, bien bajito,  no se oía una mosca, todos los niños hipnotizados. Cuando el tío Simón calló, las preguntas siguieron:
¿Cuándo y por qué compuso Caballo Viejo"
En los años 80 conducía un programa de televisión sobre Venezuela y quise filmar la tradición de "galapaguear" que es la pesca de galápagos en los caños, muy común en los llanos venezolanos en Semana Santa. La carne de galápago es muy sabrosa y con ella se prepara un exquisito asopado. Para la ocasión se contrató a un grupo de música llanera cuya cantante era una muchacha hermosísima que me inspiró la canción. Mi mujer celosa me pregunta: "Simón, ¿te enamoraste de esa muchacha?", y yo le contesto: "No te preocupes mi amor que no me quedó la muchacha pero me quedó la canción".
¿En qué se inspira a la hora de componer? 
El compositor siempre está en disposición de componer, solo está a la espera de que se le atraviese el motivo.
¿Cuando niño tenía algún otro sueño?
De niño dormía en chinchorro y tenía el sueño de Hermano Mayor. Papá muere cuando yo tenía 12 años y me tocó responsabilizarme de mi familia. En ausencia del padre siempre era el hermano mayor el responsable de que no faltara nada, poco antes de morir, papá me mandó a llamar para encargarme a mamá y a mis hermanos. 15 minutos después expiró. Mi sueño era cumplir con la entrega que me había hecho mi padre, y puedo decir que lo logré.
¿Le podría componer una tonada a los niños de tercer grado?
"Una niña catirita me hizo a mi
     una preguntita
Que si yo tenía cariño, que si
     estaba enamorao
Que si yo le hacía una canción a
      niños de tercer grado
Cómo no mi vaquita, mi vaquita
      buena moza
Esa niñita preciosa le pregunta al
      tío Simón
que ponga su corazón como
      perfume de rosa
Pa' que sepa esa niñita que hay
     un viejo enamorado
que le ha compuesto una tonada
      a niños de tercer grado"





lunes, 17 de febrero de 2014

Más sabe el Diablo


Dicen quienes lo conocen que Gustavo Dudamel es un tipo cheverísimo, un muchacho llano, simpático, reilón, y que a sus 33 años no ha perdido la sencillez güara a pesar de ser desde hace años reconocido como uno de los grandes directores de orquesta del mundo. Para completar esa imagen de chico sencillo con un gran talento, El Dude (como lo llaman en Los Ángeles) comentaba en una entrevista que en sus ratos libres no oía Tchaikovski ni Mahler ni ninguna intensidad por la cual es famoso como Director, prefería oír a Juan Luis Guerra, Rubén Blades, y por supuesto, al diablo de la salsa, Oscar D'León. 
Aunque los géneros musicales por los cuales son conocidos son tan distintos, y a pesar de las décadas que los separan, D´León y Dudamel tienen bastante en común, se puede decir que son los músicos venezolanos más aplaudidos a nivel mundial desde que Teresa Carreño sorprendió a Abraham Lincoln con su virtuosismo infantil, y que a pesar de que sin duda ambos son profetas en su tierra, tanto Dudamel como D'León han sido duramente castigados en las redes sociales por haber participado en actos promovidos por el Gobierno. 
En el caso de Oscar D'León tiene el mérito de haber sido atacado por ambos bandos de la confrontación política en Venezuela: bien sea porque ha sido crítico a la Revolución, bien sea porque su bajo y él reciben el año bailando con Jorge Rodríguez y demás líderes de la gesta roja. Ante las críticas de uno y otro bando la respuesta de D'León siempre es la misma: que su música está por encima de las diferencias políticas y él no quiere tocar solo para un bando u otro de Venezuela, sino para Venezuela. Que actos como recibir el año haciendo bailar en la Plaza Caracas no deberían ser vistos como proselitistas sino como ciudadanos. En un país normal, El Diablo tendría razón, pero no vivimos en un país normal, hoy vivimos en un país dividido, y esa precisamente es la misión a la que dice estar abogado D León, a la concertación y a la paz. 
Y se le cree. 
En el caso de Dudamel la descarga por las redes sociales ha sido mucho más grande, aunque a diferencia de Oscar D'León el joven maestro se niega rotundamente a hablar de política: cuando la prensa internacional cae en el tema, evade la respuesta más o menos por las mismas razones de Oscar D'León y de tantos otros músicos venezolanos: no quieren ser vistos como parte exclusiva de un sectarismo político. 
Pero los hechos hablan por sí mismos: cuando más de la mitad de Venezuela lloraba por la salida del aire de RCTV, la primera imagen que surgió sobre su blackout fue la de Dudamel dirigiendo el Himno Nacional con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar inaugurando el nuevo canal TVES. El Gobierno usaba sin rubor como propaganda oficialista al Sistema de Orquestas Juveniles ante el cese de la concesión de un canal de televisión por razones políticas. 
Los amantes de la música y admiradores del talento de Dudamel y del tesón de José Antonio Abreu, seguimos durante años justificando sus presencias en actos oficiales porque el Sistema de Orquestas debía estar por encima de la política, por ejemplo, era lógico y comprensible que Dudamel hubiese dirigido la principal orquesta del país en el velorio de Chávez, apreciáramos al difunto o no, era el presidente de Venezuela. 
Yo hasta escribí un artículo en El Nacional donde aseguraba que no iba a dejar de disfrutar el talento de Dudamel por razones políticas, el Dude tampoco era Roque Valero o Winston Vallenilla, rodillas en tierra insultando a medio país cada vez que podían. Confiaba que cuando Venezuela tuviera un Presidente que no se las diera de Revolucionario, Dudamel también tocaría para él. 
Pero hace tiempo dejamos de vivir tiempos de guabina, sobre todo porque los hechos hablan por si solos, no es lo mismo dirigir el Himno Nacional en los funerales del Jefe de Estado, que hacerlo en la juramentación de un Presidente en circunstancias de dudosa legitimidad.
Bien puede creer Dudamel que Maduro es el presidente legítimo de Venezuela y vamos por buen camino con esto de la Revolución. Está en su derecho. Lo que es imperdonable en el maestro Dudamel es que a estas alturas de la historia, la misma tarde en la que ocurrieron tres muertes en manifestaciones pacíficas, en momentos en los que hay un bloqueo informativo que ni el mayor apologista revolucionario podría negar, sorprenderse que él junto con el maestro Abreu estuvieran bailando Mambo con Maduro resultara una cachetada para esa mitad del país que tiene la certeza de vivir en tiempos de Dictadura. 
Y pongamos que ese era un compromiso hace tiempo adquirido, que el Día de la Juventud se estaba celebrando el aniversario del Sistema de Orquestas Juveniles (fundada el 12 de febrero 1978 de la era pre-revolución), según aclaró en un comunicado Dudamel insistiendo que su misión es "la paz". Cómo ignorar que dos días después, mientras cientos de estudiantes en todo el país iban presos por protestar ante la violencia, la crisis económica y la censura en la que se encuentra sumida Venezuela; estaba de nuevo El Dude dirigiendo la orquesta para Maduro y su combo revolucionario como si viviéramos en tiempos de santa calma. El Maestro Dudamel al servicio de la propaganda oficialista. 
Hay quienes alegan que es necesario que Dudamel y Abreu sean sumisos al gobierno porque de ello depende el bienestar del Sistema de Orquestas. Creo que a estas alturas esto hace tiempo dejó de ser cierto. Maduro no se va a pelear con el mayor órgano de propaganda del Gobierno. 
D'León y Dudamel coinciden en decir que con su música buscan una misión de paz y concertación nacional, pero mientras D'León suspende sus conciertos este fin de semana ante las muertes de tres venezolanos y ante los disturbios de país, Dudamel ofrenda su genio a un hombre que públicamente aseguró ya no temer a que lo llamen Dictador. 
¿Y después se sorprende de que media Venezuela le tenga tirria?
 ¡No me vengas!

viernes, 14 de febrero de 2014

¿Y tú qué hiciste?


Me cuento en el ala escéptica de la oposición, de quienes pensamos que en un país dividido políticamente, y estando la fuerza de las armas y el control de los poderes ciudadanos exclusivamente en el lado del Gobierno; el terreno no está dado para aspirar que acciones de calle pongan en jaque a un gobierno por más cuestionado en su legitimidad que esté. 
Sin embargo decidí ir junto con mi esposo y nuestras hijas universitarias a acompañar a los estudiantes a la Plaza Venezuela, la oposición tampoco debe rendirse y abandonar la calle, simplemente, modificar sus expectativas tomando en cuenta la fuerza malandra contra la que nos estamos enfrentando.  
Pero primero a lo mundano, teníamos que pasar antes de ir a la marcha por el Centro Comercial La Florida, mi esposo necesitaba hacer un depósito en el banco. En el estacionamiento nos recibieron con un "no hay papel para los tickets de estacionamiento, el pago será colaboración". 
Las muchachas y yo aprovechamos para darle una vuelta al supermercado Luvebras para ver que encontrábamos: no había ni leche, ni aceite, ni harina, ni azúcar,  ni papel toilet... pero había margarina Mavesa. Las colas para pagar llenaban los pasillos del mercado. Ver a la clientela haciendo pasivos semejante cola para llegar con dos potes de margarina a casa, indignaba, cuando a pocos metros de distancia estaba convocada una concentración ciudadana precisamente porque hoy en Venezuela lo que estamos viviendo es indignante. 
A las 10 de la mañana la convocatoria en Plaza Venezuela era grande, sobre todo al no contar sino con las redes sociales para hacerla: algunos hablan de 40 mil manifestantes, los más optimistas hablaban de 80 mil. Lo que sí no se puede negar era que en el trayecto de La Florida a Plaza Venezuela, la ciudad estaba como un miércoles cualquiera, todos los negocios abiertos, la gente en la calle siguiendo sus faenas diarias. A pesar de lo pronosticado por las redes sociales, esta marcha no parecía afectar lo que debía ser un día normal en Caracas. Quien piense que el pulso de Venezuela es twitter y facebook, está raspado. 
En Plaza Venezuela la mayoría de los asistentes eran jóvenes, había quienes llevaban pancartas con referencia a la escasez, a la ilegitimidad del gobierno, a la violencia en la que vivimos. La tarima se montó improvisada en Plaza Venezuela, donde hablaron diversos líderes de la oposición, antes de partir la marcha a Fiscalía al mediodía. Confieso que nuestro compromiso llegó hasta Plaza Venezuela, a primera hora de la tarde ya estábamos de regreso en casa. La ciudad parecía normal. La marcha sirvió para drenar, y ya está. Como sirven las marchas que parten del este de la ciudad. 
Pero a las tres de la tarde, cuando bajaba en mi computadora las fotos tomadas en Plaza Venezuela, en el grupo de Whatsapp? de la familia recibimos un mensaje de mi cuñado Eduardo, él sí había querido acompañar a los estudiantes hasta el final, y ahora estaba escondido detrás de un quiosco porque había plomo parejo en la Avenida Universidad. 
Su hermana Irene no le creyó, ella también llegó a la Fiscalía y hasta que se fue, la marcha había transcurrido de manera pacífica. Yo no podía creer que Eduardo echara broma con eso, dudaba que fuera asustar de manera innecesaria a sus hijos adolescentes que viven en España y están muy nerviosos por el bienestar de la familia en Caracas. Mi suegra también creía que Eduardo echaba broma, ella estaba en casa viendo la competencia de patinaje sobre hielo en la televisión. Hasta hace unos meses seguro habría estado pegada a la pantalla de Globovisión. 
Como el actual bloqueo informativo impide a los venezolanos enterarnos de lo que está pasando por televisión, hoy solo podemos hacerlo por fuentes creíbles de las redes sociales. Más allá de un par de bolas rápidamente desmentidas, debo decir que me sorprendió la seriedad con la que en Venezuela se manejaron el 12 de febrero, fue a twitter donde acudí para confirmar que Eduardo no estaba echando broma, que en efecto se había armado un zaperoco en el ocaso de lo que hasta minutos antes había sido una marcha pacífica.
La televisión venezolana muda, en un día que en un futuro será estudiado por las Escuelas de Comunicación Social como vil ejemplo de censura, igual como hoy muchos recuerdan el bloqueo informativo del 11 de abril de 2002.  En el marco de los homenajes al Día de la Juventud en cadena nacional, el maestro José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel amenizando con un mambo el discurso de lobo feroz del presidente Nicolás Maduro, mientras en las calles había estudiantes muertos, detenidos y desaparecidos. 
El saldo fatal de la marcha del Día de la Juventud fue de tres muertos: un miembro del colectivo tupamaro que presuntamente lucía una franela de la UCV, y dos jóvenes ejecutados con certeras balas en la cabeza, el primero, Bassil Da Costa, cayó en la avenida Universidad, el segundo horas después, tras cargar al primer muchacho asesinado, fue víctima de unos motorizados que dispararon a mansalva a una concentración en Chacao.
Roberto Redman se llamaba el joven muerto de un disparo en la cabeza en Chacao, tenía más de seis mil seguidores en twitter bajo el nombre EscualidoReload. Menos de dos horas antes de morir escribió en su cuenta de twitter:

"hoy me pegaron una pedrada en la espalda, un cascazo por la nariz, trague bomba lacrimogena, cargue al chamo que fallecio, y tu que hiciste?"