lunes, 17 de octubre de 2022

"Estimado Cliente"


 

Hace como diez días vi por HBO "Sentimos las Molestias" serie española parecida a la recordada "Pareja Dispareja" original de Neil Simon, sobre dos amigos de vieja data, ambos llamados Rafael, que por un tiempo se mudan juntos. En una escena de la serie llegan unos supuestos fumigadores de parte del municipio a acabar con no recuerdo qué plaga, les enseñan un papel, les piden que se queden en el jardín que el trabajo se hará con premura, y con premura les roban dentro de la casa relojes, dinero y los "ordenadores". Cuando van a poner la denuncia le dicen en la comisaría que no hay nada que hacer, que esa es típica estafa en la que las víctimas son viejos. 

"¡Viejos nosotros!" responden los dos Rafaeles ofendidos, además de robados, los llaman viejos, qué indignación.

En el momento que la vi, me reí, qué conejos, típico viejos, cómo imaginar que menos de cuarenta y ocho horas después, caería, o casi caería, como una tonta en una estafa para robarme mi cuenta de whatsapp. Todo empezó un lunes temprano en la mañana cuando sonó mi celular: "estimado cliente la llamamos de Digitel ofreciendo el servicio de 5G, le vamos a mandar un código para que se conecte", esa es la versión resumida, la versión larga es un hombre de parte de Digitel hablando a cien kilómetros por hora para marearte, y como yo quiero servicio 5G, aunque todavía esa velocidad ni siquiera ha llegado a Venezuela, di la clave que acababa de llegar a mi celular sin percartame que estaba dando la clave para cambiar mi whatsapp.

Si, ya sé, qué coneja.

Apenas di los números se me prendió la alarma, sobre todo cuando el "estimado cliente", frase que repetía sin cesar, me pidió que para completar el proceso debía apagar el celular durante más de una hora. Mi mediana inteligencia entonces se despertó, de inmediato le colgué, logré entrar en whatsapp y cambiar otra vez la clave. El "estimado cliente" me volvió a llamar pidiéndome la clave nueva, ahí ya me había convencido que al igual que los viejos de la serie española, esta pobre viudita estaba en proceso de ser víctima de una estafa.

O casi.

No logré recuperar mi whatsapp de inmediato, fui a Digitel, me confirmaron -con una sonrisa condescendiente- que mi cuenta de whatsapp estaba hackeada, que ninguna potestad tenía Digitel con WhatsApp para arreglarlo, son dos compañías distintas, tenía que comunicarme directamente con ellos. El muchacho que me atendió en Digitel no se pudo ahorrar decirme: "¿Acaso no le pareció extraño que la llamada fuera desde un número de Movistar?".

Ni que los viejos nos fijáramos en eso.

Logré contactar con Whatsapp por email, muy amables me dijeron que si mi cuenta había sido hackeada -o estaba bloqueada- tenía que esperar una semana para recuperarla, lamentablemente nada se podía hacer antes, esos eran los plazos. Por el whatsapp de mi mamá y a través del servicio de mensajería de Instagram, logré comunicarme con familiares y amigos para que me sacaran de todos los chats. Escribí un mensaje por Facebook y otro por Instagram alertando a mis contactos. La verdad no sé si llegué a ser hackeada, por lo menos nadie de mis contactos me dijo que les escribieron desde mi cuenta para pedirles dinero o cambiar dólares. Mi dignidad quiere pensar que logré detener la estafa a tiempo, logrando bloquear mi WhatsApp antes de que llegaran a pedir dinero en mi nombre.
En la tarde conversando con los vecinos en la junta de condominio, varios habían recibido llamadas similares, incluido mi hijo, pero ninguno cayó. Lo que más dolió fue el orgullo, la más coneja del edificio. Aunque una vecina me confesó que ella también habría caído si no la hubieran alertado de este modus operandis de hackeo. 
Hoy me entero de muchas personas en días recientes que han sido víctimas de la misma estafa y muchos de sus contactos han sido víctimas de creer que están pidiendo dinero, depositando cifras más o menos altas en las cuentas suministradas.

Una vez recuperada mi cuenta de whatsapp, escribo esta intensidad, porque a pesar de que a quién le puede gustar confesar que cayó por inocente, o por vieja, no está de más avisarles que no se dejen
marear por ningún "Estimado Cliente" y no se pongan de conejos a estar dando claves a desconocidos.


domingo, 16 de octubre de 2022

La visita



Esta semana salió publicada en Babelia la lista de las mejores novelas españolas del siglo XXI según el consenso de varios críticos, encabezando la lista la trilogía "Tu Rostro Mañana" de Javier Marías. 

Tras la muerte de Marías el pasado 11 de septiembre muchos amigos me pidieron que les recomendara la mejor novela para empezar a leer al escritor madrileño. No recomendaría empezar con "Tu Rostro mañana",  sería como empezar a escalar montañas subiendo al Everest, mejor empezar con lecturas más  sencillas como "Corazón tan Blanco" (1992)  o con "Todas las almas"(1989), basada en la etapa en la que Marías era un joven profesor en Oxford, novela que aunque debe tener rasgos autobiográficos (¿qué novela no los tiene?) Marías aseguraba ser pura ficción y que personajes que muchos lectores afirmaban haber conocido, eran productos exclusivos de su imaginación.

Recuerdo a Bryce Echenique cuando decía de sus novelas que sus amigos juraban que lo inventado era cierto, y lo cierto inventado. 

 Por fin decidí a entrarle a "Fiebre y lanza" (2002) primera entrega de la trilogía "Tu rostro mañana" conmovida por la inesperada muerte de Marías, siendo esta su más ambicioso proyecto literario por su densidad de tres novelas de casi mil páginas cada una. Después de leída reitero que "Fiebre y Lanza" no es una novela que recomendaría a quien nunca ha leído a Javier Marías, es un largo y tortuoso camino. Confieso que me costó un poco leerla y no sé cuando encontraré la disposición para leer los dos tomos que me faltan de la trilogía, por ahora preferiría regresar con nuevos ojos a "Mañana en la Batalla piensa en mi" (1994) merecedora del premio Rómulo Gallegos que fue la primera novela de Marías que leí, o buscar "El Hombre Sentimental", novela corta de Marías que me falta por leer. 

  A pesar de que su lectura no fue todo lo fluida que habría deseado, en "Fiebre y Lanza" encuentro párrafos y páginas llenas de maravillosas disgresiones, sello típico del genio narrativo de Marías, entre esos párrafos rescato uno no por ser el mejor sino porque me remite a un tema que le leí alguna vez al Javier Marías articulista sobre cómo se salta cualquier descripción sobre sueños en las obras de ficción porque les parecen un frenazo en la acción. Bien escribió Calderón de la Barca: "Y los sueños, sueños son". En "Fiebre y Lanza" el narrador reflexiona sobre los sueños como "la memoria imaginando", y hace hincapié que cuando soñamos con nuestros muertos: "Los trae nuestra conciencia dormida...".

Y una con el anhelo que nuestro muertos, de vez en cuando, vienen en sueños a visitarnos. 

Por ejemplo la otra noche soñé con Isaac Chocrón, en el sueño estaba un poco más serio de lo que acostumbraba ser mi simpático profesor, diría que como melancólico, y el Isaac que conocí era todo menos melancólico, pero ahí estaba mi querido Isaac ante mí, y como en los sueños nuestros muertos siguen vivos, lo abracé y le dije: "Qué alegría verte de nuevo mi querido Isaac".

Como suele suceder en sueños cuando caemos en cuenta que la persona con la que hablamos está muerta,  me desperté con sobresalto, no tardé en recordar el párrafo de Marías y asociar que Isaac, que en noviembre cumple once años de haber muerto, era Libra, por estos días habría estado cumpliendo años,  y quizás mi consiente no haya estado al tanto de celebrar a mi estimado profesor, pero mi subconsciente no ha dejado de añorarlo. 




viernes, 14 de octubre de 2022

Los Años

 
El pasado jueves seis de octubre la Academia Sueca anunció a Annie Ernaux (1940) como Premio Nobel de Literatura 2022, narradora francesa considerada una maestra de la “autoficción” por usar descarnadamente su vida privada para hacer literatura.
A Annie Ernaux no la había leído, pero si a otro maestro francés del género: Emmanuel Carrere(1957), quien también figuraba en las quinielas de los posibles candidatos al Nobel este año. Carrere ha llevado a tales extremos este género de autoficción que su segunda esposa ganó una demanda para impedir que hiciera novelas de su vida privada, o por lo menos se abstuviera de mencionarla en futuras obras, ni a ellos ni a su hija en común. Aunque Carrere se arregla para hacerlo.
Esto de los premios no es una ciencia exacta pero sospecho que tras ser reconocida Ernaux con el más ambicionado galardón de la Literatura mundial, Carrere tiene las mismas posibilidades de llevarse un Nobel que las que tuvo Philip Roth después de que a Saul Bellow se lo dieran, y de las que hoy narradores británicos como Martin Amis y Julian Barnes, tienen tras el Nobel a su compatriota Kazuo Ishiguro.
Si bien he leído varias novelas de Carrere, casualmente ahora estoy leyendo "El Reino", a Ernaux solo la conocía de referencia, en mi enorme ignorancia pensé que era una escritora de relatos canadiense (lo que según mi teoría de no repetir los Nobel de Literatura a autores del mismo país, generación y estilo, Ernaux no lo habría recibido tras el Nobel a la cuentista canadiense Alice Munro).
Ayer bajé en Kindle "Los años" de Ernaux, es muy temprano para saber si me va a morder su literatura, aunque sus novelas son tan cortas que imagino que pronto lo sabré. Por los momentos el párrafo final del primer capítulo de "Los años" describe un pensamiento que me ronda tras la muerte de mi padre y de mi marido, con menos de año y medio entre si, reflexionando sobre los ciclos de la vida, sobre cómo las dinámicas familiares se transforman inevitablemente con el tiempo y así quienes fueron importantes en la primera parte de nuestras vidas: padres- abuelos; coincidirán muy poco - si acaso lo hacen- con quienes con suerte nos acompañan la segunda parte: Hijos- nietos.
Sobre esas transiciones Annie Ernaux finaliza el primer capítulo de "Los años":
"En las conversaciones en torno a una mesa familiar seremos tan solo un nombre, cada vez más sin rostro, hasta desaparecer en la mesa anónima de una generación remota".
Queda hablar a quienes llegan de quienes se fueron, pero a la larga eso seremos, una generación remota

miércoles, 21 de septiembre de 2022

El sandwich perfecto



Siempre que paso frente a la panadería La Selva en el Bosque tengo un momento magdalenas de Proust, me transporto a mi infancia cuando cada vez que la familia agarraba carretera, mi papá iba a La Selva para comprarnos un sandwich a cada uno. Los sandwichs de La Selva conocidos como "Subm
arinos" consistían en una canilla con todo tipo de embutidos, no recuerdo que tuvieran ni lechuga ni tomate ni cebolla, solo embutidos.
Mi papá compraba todos los sandwich iguales, nada de al mío no le pongan mortadela, al mío solo salchichón... mi mamá los repartía en la camioneta Ford Ferlaine antes de agarrar carretera usualmente a Barinas.
A nadie se le ocurría abrir los sandwiches para escarbar lo que no nos gustara, ni siquiera yo que escarbar es uno de los verbos que mi mamá sigue usando a la hora de describir mis hábitos alimenticios, porque si bien de niña era muy ñonga a la hora de comer, para mi estricto paladar infantil los sandwiches de La Selva eran una alquimia perfecta de ingredientes que jamás me atreví a modificar.
Hoy no podría recordar ni de qué hablamos en esos viajes por carretera, ni dónde nos parábamos para ir al baño, ni si tomábamos agua, jugo o Coca Cola; pero si existe memoria del gusto, la tengo intacta de los deliciosos sandwiches de La Selva.
Dejamos de ir a Barinas, mis hermanos y yo crecimos, y no volví a comer un sandwich submarino de La Selva, hasta que años después en un viaje a La Sabana, en el litoral central, que hice con mi esposo y mis hijos quise repetir la experiencia, porque La Selva sigue en la misma esquina en El Bosque, igualita, como detenida en los años 70, pero no fue lo mismo: mis niños de inmediato abrieron sus submarinos para hacer su propia versión del sandwich perfecto. Temo que yo hice lo mismo.
En las curvas rumbo a La Sabana me di cuenta que los sandwiches de entonces, décadas después, ya no me parecían los mismos no porque hubieran cambiado en la excesiva combinación de embutidos ni por la conciencia del exceso de calorías ni la bomba de colesterol que representaban, sino porque a pesar de que con mi esposo e hijos no nos faltaron rituales inolvidables, el sandwich perfecto se había quedado en el pasado, en esos viajes a Barinas en una camioneta azul Ford Fairlane con mis padres y mis hermanos.

viernes, 16 de septiembre de 2022

El último pellizco del joven Marías



La madrugada del pasado lunes desperté como a las cuatro de la mañana y me costó agarrar de nuevo el sueño, me fui al universo de los “Y si tan solo”, universo que se debería evitar como la peste, pero al cual es difícil de vez en cuando no visitar.  La noticia de la inesperada muerte de Javier Marías de una infección pulmonar a semanas de cumplir 71 años me dejó movida, no porque hubiese conocido al escritor español más allá de sus novelas, y artículos primero como El Fantasma y después los publicados en El País, me afectó también su edad y su manera de afrontar el oficio de escritor.  

Para los menores de cuarenta, setenta y un años les parecerá casi un anciano, pero qué susto pensar que apenas era doce años mayor que yo. Tengo muchos amigos de esa edad. Yo todavía me siento una joven promesa.

Regresando a mis desvelos ¿por qué me tomé la muerte del a menudo cascarrabias articulista de El País -acostumbrado a pellizcarle el culo al lector, como decía Cabrujas debía ser todo buen articulista- de manera más intensa que las de otros admirados escritores como Gabriel García Márquez, Philip Roth y Patricia Highsmith?

Quizás porque me llevó sin querer a ese universo de los “Y si tan solo”. Hijo del conocido filósofo español Julián Marías, el joven Marías como se le conoció hasta su muerte, comenzó su carrera como traductor y profesor universitario antes de dedicarse exclusivamente a la escritura. Trato de sacar cuentas desde cuándo soy su lectora, no lo leí cuando ganó el premio Rómulo Gallegos por su novela “Mañana en la batalla piensa en mi”, publicada en el año 1994, pero si fue su primera novela que leí, mi edición es de 1997. Sus novelas anteriores: “Todas las almas” y “Corazón tan blanco” las leí poco después. "Negra espalda del tiempo", para muchos su mejor obra, la leí recientemente. Me salté su obra más ambiciosa la trilogía “Tu rostro mañana” (Ayer comencé con el primer tomo), y estoy al día con sus novelas publicadas los últimos diez años, la última: “Tomás Nevinson”, la terminé hace un par de meses.

El caso es que si bien no conocí personalmente a Javier Marías, tenía más de veinte años leyéndolo y eso no es que me hace una experta en su obra, no soy crítico literario y soy de memoria corta, pero si sentirlo cercano, como un amigo del cual siempre tenía noticias. Y aunque para muchos su literatura fuera un ladrillo, y para otros arrogante como columnista, a Javier Marías no se le podía negar que tenía lo que se llama Oficio de Escritor, catorce novelas publicadas a lo largo de tres décadas, algunas mejores que otras, pero todas impecables. Con “Tomás Nevinson” (2022) Marías se despide -creo que no hay obra póstuma- con una excelente novela de ochocientas páginas que deja a sus lectores con ganas de más, porque Javier Marías no llegó a ver su ocaso como narrador, murió cuando todavía estaba en la cresta de una ola de la que nunca cayó.

No se puede decir lo mismo de mis otros escritores preferidos fallecidos aquí nombrados, autores como García Márquez, Philip Roth, Patricia Highsmith; que tuvieron suficiente vida para darse el lujo de retirarse del oficio de escritor. Porque si se piensa en la escritura como oficio, Javier Marías era el propio escritor a dedicación exclusiva, aunque en una de sus tremenduras asegurara que ser escritor era el mejor oficio para “señoritos vagos”, pero sabemos que no es así, para publicar catorce novelas como las escritas por Marías se requiere imaginación, inteligencia, constancia, talento, y sobre todo mucho trabajo.

Viendo por YouTube un encuentro que realizara Alfaguara para celebrar el aniversario de la editorial donde reunieron a Marías, con Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa, cuando la moderadora pregunta a tan distinguido panel cuándo decidieron ser escritores, Marías contestó que el nunca decidió ser escritor, él lo que quiso fue escribir, escribir aquellas historias que quería seguir leyendo, por ejemplo de niño leía muchas historias de mosqueteros, y como era un género no muy extenso, comenzó como a los doce o trece años a escribir sus propias historias de mosqueteros, aunque eventualmente quien se haría famoso como escritor de historias de mosqueteros fuera su amigo Pérez Reverte con sus novelas del Capitán Alatriste, y el Maestro de Esgrima.

No creo que Javier Marías visitara a menudo el universo de los “Y si tan solo”, y "si tan solo hubiera insistido con mis historias de mosqueteros", no creo, si lo lloro más de lo que lloré a otro escritor con una carrera literaria similar, digamos Philip Roth, quizás al ser Marías más contemporáneo conmigo, ver cómo el tiempo pasa tan rápido, y me ha faltado la constancia y el coraje de escribir con oficio. 

"Y sí tan solo...".

Y también lloro el saber que a Marías, casi alcanzando los setenta y uno, cuando sus lectores creíamos que todavía lo tendríamos para rato, que por lo menos en la próxima década cada dos años tendríamos una nueva novela de él, y todas las semanas un artículo sobre los más variados temas, porque esos “señoritos vagos” escritores suelen ser longevos, un mal domingo en lugar de su acostumbrada columna en El País recibimos la noticia de su muerte por una afección pulmonar.
Tremendo pellizco en el rabo, joven Marías, venir a morirse cuando todavía le quedaba tanto por escribir

martes, 30 de agosto de 2022

Un VIP, un VIP




Eugenia compartió la noticia en el chat como si de un sobrino se tratara: ¡Bad Bunny se llevó el premio MTV al mejor artista del año, no el MTV Latino, el MTV, MTV! Le ganó a artistas como Harry Styles, Drake, Lizzo y Ed Sheeran; primer artista de habla hispana en llevárselo y además dio su discurso de agradecimiento en español. 

¿Quién le habría dicho a la Eugenia de hace cinco años que la Eugenia del futuro iba a celebrar el triunfo en los premios MTV de un reguetonero? 

La invasión de la más reciente ola de reguetón ha sido difícil de resistir, a mi todavía solo me gusta bailarlo, y entre junio y agosto de 2022 bastante que he bailado “Tití me preguntó” de Bad Bunny, la canción con la que el artista puertorriqueño nacido en 1994, la edad de mi hija Isabel,  levantó controversia en las redes porque entre las “mucha novia, mucha novia” que se iba a llevar para “un selfie, say “cheese” en un VIP, un VIP” en medio de la bacanal de la coreografía, le estampó un beso en la boca a un bailarín, para aplausos de unos, y disgusto de otros. 

Tanto la bailé que tengo tres meses con el “un V.I.P, un V.I.P” pegado y eso que lo que más me cuesta del reguetón es las letras, por ejemplo: 

“Vamo´a tirarno’un selfie, say “cheese”, ey 

Que sonrían las que ya les metí 

En Un VIP, un VIP

Saluden a Tití”…


Cada generación con lo suyo, el año pasado mi amiga Anita para celebrar su cumpleaños y su regreso a la vida después de pasar por un Covid muy fuerte, reunió a un grupo de panas a una merienda en el jardín de su edificio. Puras mujeres. Como DJ una amiga conectó su teléfono a unas cornetas. La único que pidió la cumpleañera fue que no le pusieran reguetón porque la atormenta. Cantamos y bailamos la música que oíamos entre los años 70 y 80: Rubén Bládes, Barry White, Donna Summers, Police… la fiesta estaba muy animada, cuando comenzó a anochecer llegaron algunos hombres: los hermanos mayores de la cumpleañera, el novio, el cuñado, los sobrinos adultos… los caballeros se sentaron en una mesa aparte aturdidos con el mujerero loco cantando y gritando, hasta que en el momento de euforia mayor, cuando las niñas cincuentonas cantábamos como las veinteañeras que alguna vez fuimos: “Sufre mamón, devuélveme a mi chica o te retorcerás entre polvo pica pica”, el hermano mayor de la cumpleañera, a quien como que nunca le quitó una novia un chico pijo con un jersey amarillo, se paró frente a las cornetas gritando eufórico: “¿Pero bueno niñitas qué música es esta? ¿Qué es eso de te retorcerás entre polvo pica pica? ¿A ustedes qué les pasa? ¡Pongan buena música, caramba!” no sé si fue que tomó control de las cornetas o si surtió efecto el regaño, pero el volumen de la música inmediatamente bajó, se acabó la salsa, el merengue, el disco y el pop, y se dejó oír un jazz incidental muy bueno para conversar pero con varios rones/Vodkas/proseccos encima lo que queríamos era bailar y cantar, y tras el grito de “¡Pero bueno niñitas qué música es esta!” despertamos del embrujo y poco a poco empezamos a buscar nuestras carteras, “miren la hora que es”, “mi marido me va a matar”, "No me gusta manejar de noche", “dejé sola a mi mamá”.

 El hermano mayor lo que consiguió fue que se acabara la fiesta de cumpleaños, hasta el año que viene, arrivederci, háganme un favor y no me inviten para la próxima... de no habernos interrumpido así, tan abrupto, tan cortanota, la fiesta se habría extendido horas, días, semanas, hasta meses, y quizás ahí todavía estaríamos cantando: “Sonrían las que ya les metí en un VIP, un VIP, saluden a Tití”.

viernes, 26 de agosto de 2022

¡Viva Yordano!

 

Exploto de orgullo tras la noticia que mi hermano de la vida @yordanodimarzo, recibirá en noviembre un Premio a la Excelencia Musical de los Latin Grammy en Las Vegas, reconocimiento que llega cuando Yordano celebra con la gira: “Vivir para cantarlo”, cuarenta años de vida profesional, aunque según aseguran sus amigos de juventud, Gio anda con la guitarra al hombro desde siempre.

Dicen las malas lenguas que había quienes se quejaban: “Otra vez Giordano con la guitarrita”, pero cuando Giordano profesionalmente pasó a ser Yordano, su amigo Carlos Morales andaba con varios Discos Negros en la maleta del carro repartiéndolos entre posibles conquistas: “Ese es mi pana, ya verán como pronto será famoso”.

No llegaba a imaginar Carlos cuánto, cuando su mutuo amigo Roberto Cassani fue a verlo por primera vez en Estudio Mata de Coco, se quedó impresionado porque el “otra vez Giordano con la guitarrita”, se había convertido en Yordano, un verdadero ídolo con su Otra Cara Bonita, su Manantial de Corazón, su Hoy vamos a salir … De ese primer disco de Yordano con “Y” conocido como el Disco Negro, todas las canciones fueron éxitos en la radio. Las LigiasElenas de la época nos las sabíamos de corazón. A diferencia de Carlos y de Roberto, fui fan de Yordano antes de ser su amiga, de esas fans que se abrían paso a codazos para estar en primera fila en el Estudio Mata de Coco coreando: “Mil susurros de arena que se desvanecen conmigo”.

No mucho después de esas primeras presentaciones, en el año 1987 cuando ya Yordano tenía un segundo disco y material suficiente para su primer concierto solo en el Teatro Teresa Carreño, una noche fue a la Sala Juana Sujo en la calle Los Manolos de Los Caobos donde se presentaba Suicidio en Si Bemol de Sam Shepard dirigida por Enrique Porte, más que para ver la obra quería conocer a Enrique por recomendación de José Ignacio Cabrujas quien los consideró buena liga para lo que sería La Noche, una inolvidable puesta en escena basada en la imaginería urbana de Yordano.

A pesar de que era un reguapo que estaba en la cumbre de su popularidad -presencié como un grupo de muchachas lo perseguía a gritos a las puertas de RCTV en Quinta Crespo como si de un Beatle se tratara- Yordano encajó de inmediato y sin ínfulas en el Taller del Actor, siendo uno más de esa familia elegida que formamos a mediados de los años ochenta además de Enrique, su esposa Rosa Helena, El Chino, Laurita, José Ramón, Flavio, y por supuesto Mariale, entre otros amigos que orbitaban por la Cervecería Tío Pepe en la Calle El Recreo en Sabana Grande.

Yo era como la mascota del grupo, soldado raso, si trato de ponerle fecha al inicio de mi amistad con Yordano, el cómo pasé de fan a amiga sin dejar de ser fan, el momento exacto en el que dejé de verlo como galán musical para entrar definitivamente en el “Friend Zone”, quizás fue cuando en una de nuestras primeras conversaciones nos dimos cuenta que compartíamos al peruano Alfredo Bryce Echenique como escritor de cabecera, considerándonos miembros del Club Martín Romaña, antihéroes por naturaleza que entre otras características: “odiábamos molestar”.

Pero el amigo del alma de Yordano en el Taller del Actor era Enrique, eran contemporáneos, ambos vivieron en Londres por la misma época de los años 70, no se llegaron a conocer entonces, aunque Yordano era amigo de Cheo Porte, hermano de Enrique. Esa noche finalizada la función en la pequeña sala de teatro en Los Caobos, el músico y el hombre de teatro se hicieron mejores amigos, espíritus afines con las mismas referencias musicales, literarias y cinematográficas, además de similares maneras de ver la vida.

De cierta forma tan entrañable amistad la heredé cuando Enrique muriera inesperadamente de un ataque al corazón en agosto de 1990, amistad que ha fluido de manera intermitente con el transcurso de los años, si sigo poniendo fechas, tras su matrimonio con Yuri -aunque ella jure que me tenía unos celos horribles- nos ha vuelto una llave que sería inseparable, de no ser por razones geográficas que con suerte hemos logrado sortear.

Y aunque de vez en cuando nos enfrasquemos en interminables discusiones como si Sansa debió haberle advertido a Jon Snow que contaba con las tropas de Little Finger en la Guerra de los Bastardos en la serie Game of Thrones (Yordano sigue bravo con Sansa, a mi me parece que fue parte de su estrategia), mucho más es lo que tenemos en común: “Hablan el mismo lenguaje”, dice Yuri “A veces no los entiendo, como si estuvieran hablando otro idioma”.

Entre Yordano y yo fue surgiendo un cariño fraternal, amistad que no tendrá cuarenta años, como su carrera profesional, pero si los suficientes para haber compartido tanto alegrías como tristezas, como dice la canción: “Yo aguanto llanto y risas también”… llantos como las inesperadas muertes de Enrique, de su hermano Evio, del amigo Morales, y de mi marido Oscar. Y tantas pero tantas risas y alegrías, siendo la alegría más reciente el anuncio del reconocimiento de los Latin Grammy a la trayectoria de Yordano por su “excelencia musical y aporte a la música latina, una leyenda de la música”, que tendrá lugar en noviembre en Las Vegas.

Haré lo posible por acompañar a Yordano y a Yuri en ese momento tan importante, lo que no puedo prometer es no regresar a mis andadas de fan veinteañera y que en lugar de cantar “Viva Las Vegas!”, cantaré: ¡Viva Yordano!”.

lunes, 17 de enero de 2022

Los discípulos de Stanislavsky

 

Tras la muerte de Peter Bogdanovich el pasado 6 de enero a los 82 años, desempolvé de mi biblioteca: “Who the Hell is in it- Conversations with Hollywood´s Legendary Actors-“ (2004). Actor, director, productor, siendo su película más lograda: “The Last Picture Show”(1971), Bogdanovich también se destacó como crítico y cronista del viejo Hollywood. En “Quién diablos trabaja ahí…” rescata el recuerdo de un heterogéneo grupo de actores. Estas semblanzas van desde leyendas del cine mudo como Lillian Gish, hasta River Phoenix (1970-1993), joven promesa que habría de morir de una accidental sobredosis antes de demostrar hasta dónde pudo llegar su potencial como actor. 

Entre los perfiles de estrellas como Cary Grant, Humphrey Bogart y Jack Lemmon, en  “Who the Hell is in it” figura un nombre desconocido para el público no conocedor del oficio del actor: Stella Adler, actriz y directora de teatro cuya mayor importancia fue como profesora de varias generaciones de actores entre quienes se encuentran Robert De Niro, Warren Beatty, Shelley Winters, Marlon Brando, Martin Sheen. Bogdanovich entró al taller de Adler a los dieciséis años mintiendo que tenía dieciocho. Eventualmente se habría de descubrir la mentira que le costó el que pudo haber sido su primer papel en una obra de teatro en Broadway. El problema no era que la profesora dudara de la capacidad del alumno para interpretar el rol sino que por las leyes del trabajo de menores, contratar a Bogdanovich salía muy costoso. Adler no tenía casi presupuesto para pagarle a los actores, pero sus alumnos la querían tanto, tan gran era el privilegio y aprendizaje de ser dirigidos por Stella Adler, que actores de renombre aceptaban trabajar para ella por una décima parte de lo que cobrarían en cualquier otro proyecto. 

Según Bogdanovich -quien siguió siendo amigo de la legendaria profesora de actores hasta su muerte en Los Angeles 1992 a los 91 años-  no podía haber mejor aprendizaje que las observaciones de Adler tras los ejercicios de actuación de sus alumnos, basado en las enseñanzas del famoso método Stanilavsky, a diferencia del Actor´s Studio dirigido por Lee Strasberg que también seguía el método del maestro ruso de actuación, Adler trabajó con Stanislavsky en París, y de esa experiencia regresó con un cuaderno lleno de notas, que utilizaba en sus clases.  

Bogdanovich rescata de las memorias de Marlon Brando el recuerdo de su profesora de actuación: “Stella siempre decía que nadie podía enseñar a ser actor, pero ella podía… Era capaz de decirte no solo cuando te estabas equivocando, sino porqué… Si tocabas una nota errada en escena, se daba cuenta de inmediato y paraba la escena: “Espera, espera, espera… ¡Eso está mal!”, excavaba en su larga reserva de intuitiva inteligencia para explicarte porqué el personaje habría de comportarse en determinada forma basada en la visión del autor. Sus instintos eran siempre acertados y extraordinarios… Gracias a Stella la actuación cambió completamente durante los años 50 y 60”.

Uno de los alumnos estrellas de Adler que según Bogdanovich sentía antipatía por su profesora: Robert De Niro. No había forma que la profesora se acordara de su cara, ella decía que De Niro era tan buen actor, que hacía tan suyos sus personajes, que se convertía en ellos, por eso a Adler le era imposible recordarse cómo era el hombre fuera del personaje. A Bogdanovich le parecía que no podía haber mejor elogio viniendo de semejante profesora, pero De Niro no le perdonaba a Adler que cada vez que se encontraba con ella tenía que presentarse como si lo estuviera viendo por primera vez. Por eso cuando muchos de sus alumnos estrellas le rindieron un homenaje a Stella Adler, De Niro se negó a participar. 

 Supe de Stella Adler gracias al Taller del Actor de Enrique Porte. Enrique decía que trabajaba con sus actores siguiendo el método de Stanislavsky haciendo énfasis que su escuela de actuación era la de Stella Adler, no la de Lee Strasberg. Enrique comenzó muy joven como actor trabajando en obras como: "Tu país está feliz” en los inicios del Grupo Rajatabla. A finales de los años setenta se fue a estudiar dirección a Londres, regresó a principios de los ochenta, y después de trabajar con otro gran maestro de actores: Juan Carlos Gené, Enrique fundó su Taller del Actor en Sabana Grande, además de dar clases en la Escuela de Artes en la UCV, donde lo conocí y pronto más que un Profesor, él, y quienes entonces orbitaban su Taller del Actor, se volvieron mi familia elegida. 

Desde un principio Enrique me participó que como actriz yo no servía, pero me dejó quedarme como oyente. Para mi fue una cátedra de estructura dramática, porque al igual que Stella Adler, a Enrique le gustaba trabajar meses con una obra para entrar en la piel de los personajes, en el por qué de sus acciones. 

“¿Cuál es la acción?”- solía ser la primera pregunta de Enrique cuando un actor terminaba su ejercicio en clase, cuál era el objetivo en escena y qué obstáculos tuvo que superar para lograrlo. Cuando se tocaba una de esas notas erradas de las que escribe Brando, Enrique también podía parar un ejercicio para decir que lo que estaba pasando era “más falso que un billete de siete bolívares”, o que un actor estaba siendo “indicado”, que con un exceso de gestos sobre actuados se indicaba la acción, más que actuarla.


 Enrique murió demasiado joven apenas pasando el umbral de los cuarenta años. En agosto de 2022 van a hacer 32 años, todavía lo tengo tan presente: lo recordé leyendo la crónica de Bogdanovich sobre Stella Adler, o el otro día cuando una compañera del Taller me comentó por Facebook que le pareció que la actuación de Olivia Coleman en “The Lost Daughter”, era lo que nuestro maestro Enrique habría llamado: “Indicada”, llena de modismos para indicar sus conflictos internos.  


Dos series recientes que tratan sobre profesores de actuación también me hicieron recordar mucho a Enrique: “Barry” comedia negra de HBO con Bill Hader como el frío asesino profesional que descubre que tiene madera de actor, y Henry Winkler como su profesor de actuación; y “The Kominsky Method”, comedia/drama de Netflix cuya tercera y última temporada vi la semana pasada, protagonizada por Michael Douglas como un viejo profesor de actuación que tiene un taller que si Enrique hubiese vivido treinta años más, lo imagino igualito. 


Ambas series se desarrollan en Los Angeles, y a diferencia de los talleres de Adler y de Enrique, estos profesores de actuación no trabajan con obras de teatro sino con escenas de cine o de televisión. También a diferencia de Enrique Porte y Stella Adler, quienes abandonaron la actuación para dedicarse a ser profesores de actores y directores de teatro, tanto el Kominsky de Michael Douglas como el Martineau de Henry Winkler, están en la misma batalla de sus alumnos de hacer casting tras casting para conseguir un papel que termine de darles la tan esperada oportunidad para demostrar hasta donde pueden llegar como actores. 

  

En una escena muy bonita de uno de los últimos capítulos de "The Kominsky Method”, un par de alumnos recrea la escena de "Titanic" donde Jack se despide de Rose antes de soltarse de la tabla en la oscuridad del helado océano Atlántico.  El profesor no tiene objeción con la actuación de sus alumnos, muy parecida en el tono melodramático a la de Leonardo Di Caprio y Kate Winslet en la taquillera película de James Cameron, hasta lograron sacarle una lagrimita a varios de sus compañeros. Al final la objeción del maestro Kominsky es la escena en sí, palabras más o palabras menos, porque no son textuales, el viejo profesor le pregunta a sus jóvenes alumnos: “¿Han estado alguna vez cerca de la muerte? Porque no es así, la vida, o la muerte, rara vez dan la oportunidad de un monólogo de despedida”. 


 

sábado, 8 de enero de 2022

Gusto, la vida de Stanley Tucci a través de la comida

 


  
    Tomó ver por YouTube a Stanley Tucci prepararle un negroni a su esposa en plena cuarentena, para darnos cuenta que a sus sesenta años Tucci, quien rara vez hace el papel del galán de la película, es uno de los hombres más atractivos de Hollywood. Sin un pelo en la cabeza, portador de gruesos lentes, vestido con camisa azul de botones bien ceñida a su cuerpo delgado, como de quien no deja de hacer yoga un día de su vida, gracias a sus habilidades como bartender dejó al descubierto que nadie más sexy que el marido de Julia Child en Julie & Julia; que el Director de Arte en The Devil Wears Prada, que el anfitrión de The Hunger Games.
     En sus recién publicadas memorias: "Taste- My life throught food" (2021) como bien lo dice el título, prevalece la memoria gastronómica, hijo de inmigrantes italianos radicados al sur del estado Nueva York, Stanley(1960) es el hijo mayor de una familia que sin ser rica, o quizás por no serlo, nunca le faltó un plato de buena comida en la mesa porque su madre -descendiente de calabreses- hacía magia para que sus tres hijos comieran comida balanceada, sin desperdicio alguno. 
Si se comía albóndigas en la noche, los muchachos llevaban de almuerzo al colegio sandiwche de albóndigas con pan italiano. Cuando Stanley se quejaba de algún plato que no le gustaba, su madre le decía: “Anda a ver que están comiendo los vecinos", el niño se quedaba callado porque le constaba que en ninguna casa se comía tan bien como en la suya. 

   Por estar acostumbrado desde niño a la buena mesa, Tucci reafirma en sus memorias que la comida tiene papel protagónico en su vida, por ejemplo, cruza los dedos para que lo vuelvan a contratar para filmar una película en Alemania, la única vez que lo hizo recuerda el catering del desayuno en Berlín como uno de los mejores de su vida, mientras que ¡oh sorpresa! el catering de las películas filmadas en Italia suele ser deficiente, siendo para Tucci lo peor los desayunos: pasteles dulzones y secos. No tiene diente para el dulce, quizás ese sea uno de los secretos de su figura. 

    Leyendo Taste se comprende que en 1996 el descendiente de calabreses escribiera y co-dirigiera Big Night con su amigo Campell Scott, una de las mejores películas sobre comida que recuerde, la historia de dos hermanos -uno de ellos Tucci- dueños de un restaurante italiano en los años cincuenta que ante el fracaso del negocio, dan un gran  banquete la noche de su cierre definitivo, antes de seguir cada uno con su vida. Big Night no fue un éxito de taquilla cuando se estrenó como lo fue de crítica, hoy es considerado un clásico de las películas sobre gastronomía.

    En Taste cada capítulo viene acompañado por lo menos de una receta. No son recetas fáciles, por lo menos no para alguien que no tenga conocimientos básicos de cocina como para superar obstáculos como cocinar en fuego de leña, cuando se vive en un apartamento. Pero tampoco es un libro de recetas, Tucci ya ha publicado dos, no hace falta saber cocinar para disfrutar de los cuentos del actor como si se estuviera tomando un dry martini con él -con una o tres aceitunas, jamás dos- contando el muy snob cómo sería capaz de pararse de una mesa si a un comensal se le ocurre cortar con tenedor y cuchillo la pasta antes de comerla.

lunes, 3 de enero de 2022

El hombre más cool del planeta

 

Aunque llamar a Bourdain solo chef no le hace justicia, quizás fue su faceta menos conocida, su fama más que a sus habilidades en los fogones se debió a su segunda carrera, cuando guardó los cuchillos y comenzó su vocación de narrador escribiendo primero novelas de misterio con poco éxito como "Bone in the Throat", el éxito por fin le llegó con su primer libro de no ficción sobre los entretelones de los restaurantes de Nueva York: "Kitchen Confindential", luego habría de convertirse en un monstruo de la televisión narrando sus aventuras por el mundo en "A cooks tour" (2002-2003) por Food Network, "No reserevations" (2005-2012) en The Travel Channel, y "Parts Unknown" (2013-2018) por CNN. La comida de cada país era solo una excusa para hacer análisis sociopolíticos al desenfadado estilo Bourdain. 
Quienes realmente lo conocieron, -no solo nosotros, la plebe detrás de la pantalla- quedaron igualmente desconcertados, buscando un razón: una vida de adicciones, una mujer que se le atravesó en el camino atormentándolo más de lo que ya lo estaba por naturaleza, estaba agotado, tantos viajes pasaron factura... quién sabe, desconcierto, con su súbito adiós Tony dejó desconcierto, pero fue su decisión, lo más importante es que el chef trotamundos Anthony Bourdain dejara como legado cientos de horas filmadas de sus recorridos por el mundo para seguir sintiéndolo cerca, accesible, el pana de todos, al hombre más cool del planeta.