miércoles, 28 de septiembre de 2016

A la vera de Union Square

                                        I

Para quienes los escritores son nuestros Rock Stars, Nueva York es una ciudad donde es posible divertirse barato, cada vez que tengo la oportunidad de visitarla busco con qué escritores coincidiré presentando libros. He tenido la oportunidad de ver a Martin Amis, Kazuo Ishiguro, Paul Auster, Javier Cercas, E.L. Dowtorow hablando de su narrativa; con menos público que cualquier velada literaria en Kalathos o en El Buscón.
Sin embargo al primer evento literario al que fui este verano 2016 no fui por amor a la Literatura sino por farandulera: Anderson Cooper presentaría "American Heist: The Wild Saga of the Kidnapping, Crimes and Trial of Patty Hearst" de Jeffrey Toobin. 
Para ser sincera la historia de la heredera que se volvió revolucionaria la daba por conocida porque el secuestro de Patty Hearst fue uno de los escándalos mediáticos más trillados en mi preadolescencia. Las niñas en los años 70 no crecimos con un bombardeo de selfies a lo Kardashians, sino con dos imágenes antagónicas: la de una  rubia sexy de traje baño rojo que adornaba las paredes de los cuartos de nuestros hermanos mayores, y la foto borrosa de una hermosa muchacha de 22 años, que tras meses secuestrada, sorpresivamente apareció empuñando un fusil en las cámaras de seguridad de un banco.  
Patty Hearst sería la pin up girl de futuros revolucionarios. 
Farrah Fawcett murió sin superar el éxito de sus años como la más sexy de los Angeles de Charlie. Patty Hearst, hoy de 63 años, tras ser absuelta por la justicia por su participación en diversos crímenes de la banda que la secuestró: El Ejército de Liberación Simbionista; se casó con uno de sus guardaespaldas, tuvo dos hijos, escribió sus memorias, cría perros, participa en obras benéficas... la perfecta vida burguesa. 
Oyendo a Jeffrey Toobin y a Anderson Cooper conversar sobre el tema me viene a la memoria el escándalo de la niña consentida, hija del heredero de un imperio de prensa, aplicada estudiante de una buena universidad que se pasa al bando de quienes aspiran dinamitar el sistema.
"Síndrome de Estocolmo" fue la defensa entonces, cuando el rehén termina simpatizando con su captor.
Pero Toobin, quien publicó un libro sobre el caso de O.J Simpson y es colaborador en la revista The New Yorker, el caso de Patty Hearst no lo abarca con la simpatía de "pobre niña rica", sino como otro caso más donde los privilegios de las grandes fortunas logran pasar por encima de la justicia: comprobado que Patty Hearst participó activamente en asaltos armados, en uno de ellos hubo víctimas fatales, a diferencia del resto de sus camaradas del SLA - según Toobin de las bandas terroristas más incompetentes de la historia- la heredera de la prensa salió absuelta. 
Anderson Cooper fue el anzuelo para atrapar faranduleras como yo, pero Toobin brilla con luz propia, cuando Cooper tuvo que marcharse porque tenía pendiente su programa de entrevistas en CNN, la conversa entre el periodista y quienes fuimos a oírlo hablar sobre el caso de Patty Hearst en el Barnes & Noble de Union Square, no bajó el interés porque Toobin es un tipo simpático, de chispa rápida, apasionado con el tema de su investigación. 
Sin embargo no logré desprenderme del bagaje de país y sentí cierta frivolización sobre el tema de los secuestros entre el público intelectualoide neoyorkino, quienes llegaron a manifestar más de una vez esa noche que había algo de justicia social en que una rica heredera fuera secuestrada.  
Lástima que después saliera libre tras haberse unido al bando de sus captores. 
¿Acaso es difícil ver la contradicción? 

                                                                                II

A un segundo evento digamos que literario en Barnes & Noble de Union Square no fui yo pero fue mi hija Isabel: la presentación de "The girl with the lower back tatoo" de la comediante Amy Schumer. 
Si bien la mayoría de los eventos literarios en Nueva York, por más prestigioso que sea el escritor, no suelen tener un público masivo, basta con que se presente una celebridad para que la librería parezca un Luvebras un sábado cualquiera en el que apareció Harina Pan. 
Aunque para mí una celebridad es Anderson Cooper y la noche de la presentación del libro de Toobin no habría más de cincuenta personas en el público, a Amy Schumer si acaso la conocía de referencia, una comediante treintañera ganadora de un premio Emmy que se inició en el stand-up, de un humor ácido, algo vulgar, de mujer moderna negada a encajonarse en el estereotipo de la eterna búsqueda del amor romántico. 
 Para tumultos los que nos tenemos que calar a diario en Venezuela. Isabel me cuenta que había tanta gente en la librería aspirando ver de cerca a la rubia comediante protagonista de la taquillera "Train Wreck", que el piso donde se presentaba fue acordonado. Solo quienes compraran esa tarde el libro de la chica con el tatú en la espalda, y no precisamente el de Larsson, con enseñar el libro podrían entrar. Quien quisiera otro libro de ese piso, tenía que pedirlo, y un empleado de la librería se lo conseguía.
Isabel compró el libro santo y seña y si bien pudo entrar, había tanta gente ansiosa de ver a la comediante que ni soñar sentarse porque todas las sillas estaban ocupadas. No me contó mucho de la presentación, después de todo era una celebridad sobre la que su madre no maneja tanta  información como del secuestro de Patricia Hearst. Lo que sí me contó es que el único momento memorable de la velada fue cuando un grupo de activistas de los derechos de los animales se levantó súbitamente entre las primeras filas exhibiendo carteles de protesta porque la comediante en una oportunidad lució un abrigo que le regaló una compañía canadiense, conocida por los activistas del PETA por su crueldad con los animales. 
El boicot duró unos minutos. Cuenta Isabel que Schumer, con simpatía y humildad supo salir del mal rato, antes de disponerse a firmarle las copias a decenas de mujeres modernas que no creen que la esencia del éxito se encasille en la búsqueda del amor romántico.


                                                                       III

 Días antes de regresar a Caracas se presento en Barnes & Noble de Union Square uno de mis escritores norteamericanos favoritos: Carl Hiaasen.
Nativo del estado Florida, Hiaasen (1953) comenzó su carrera como periodista del Miami Herald. Esa noche contó al público que eran tan locas e increíbles las noticias con las que se topaba a diario en su estado natal, que comenzó a narrarlas en forma de ficción. Hoy es uno de los autores más leídos en los Estados Unidos, aplaudido por el público y la crítica por igual por sus hilarantes novelas policiales de florido lenguaje, en las que aparecen excéntricos personajes recurrentes, y más de un cocodrilo en el pantano.
El público que fue a escuchar a Hiaasen fue similar en número a quienes acudieron a la cita de Toobin, pero a diferencia de la historia de Patty Hearst, casi todos, incluyéndome, teníamos nuestra copia del libro a presentar para que nos la dedicara el autor.
 Hiaasen no leyó un extracto de su más reciente novela como hacen buena parte de los escritores en promoción, prefirió conversar un poco sobre sobre sus métodos narrativos: "Si me estoy divirtiendo escribiendo una novela, sé que el lector lo hará también, y cuando comienzo a aburrirme, inevitablemente el lector también lo hará. Por eso si un personaje me comienza a aburrir, al igual que lo hacía mi maestro James Elroy, lo mato y se acabó el problema".
No podía faltar una alusión al momento político que se está viviendo en los Estados Unidos con un candidato como Donald Trump en la lucha por la presidencia: "Como ciudadano de este país detestaría que los Estados Unidos tuviera un presidente como Trump, pero como escritor me seduce la idea por la cantidad de material que semejante personaje sería capaz de dar".
La participación del público también fue interesante, fieles seguidores de la obra de Hiassen, le dieron la oportunidad no solo de regresar a muchas de sus novelas, también de reiterar su odio activo por el emporio Disney: "Recientemente un niño fue devorado por un cocodrilo en uno de sus resorts. Ellos sabían que es imposible sacar a los cocodrilos de los pantanos, te los puedes llevar a miles de kilómetros de distancia que los animales siempre encontrarán la forma de regresar. ¿Y qué precauciones tomaron para evitar un accidente? Carteles pequeñitos que apenas se veían: 'Cuidado con los cocodrilos'.  Tuvo un niño que morir para que hoy los resorts se dignen a poner grandes carteles advirtiendo el peligro del que siempre estuvieron conscientes".
De la ronda de preguntas pasaron a la firma de libros, un poco más larga que lo usual porque había quienes llevaba varias novelas de Hiaasen para que se las dedicara. El escritor conversaba amable y se tomaba fotos con quien se lo pidiera. Recordé cuando hace años tuve la oportunidad de acercarme a Paul Auster en una presentación similar, uno de mis grandes ídolos, y la única frase que se me ocurrió decirle fue "I'm from Venezuela".
Esta vez elegiría bien mis palabras, con tal de que no se me enredara la lengua en inglés.
Hasta que me vi frente al sonriente escritor... y lo volví a hacer: "I'm from Venezuela", pero esta vez no se quedó así, continúe en mi mal inglés: " y créame que no quiere un personaje como Trump como presidente, porque por más buen escritor que usted sea, un personaje como Trump, o como lo fue Chávez en el poder, termina siendo la ruina de la imaginación de cualquiera ya que es imposible superarlo en sus locuras".
Firmó mi copia del libro, nos tomamos la foto de rigor, y hoy solo deseo para Hiaasen y para los Estados Unidos, que tengan la sabiduría de no escoger a un excéntrico personaje como presidente.