lunes, 29 de enero de 2018

De Elegible a la Caja de Botones de Gwendy






Perdonen a los que les fastidia cuando las intensidades se dedican a los libros, pero este año como terapia ocupacional seguiré el ejemplo del escritor inglés Nick Hornby, quien desde 2003 -no sé si todavía- hace un recuento mensual de los libros comprados y los leídos, que rara vez son los mismos. No son análisis literarios sesudos, solo un viaje emocional sin mayores pretensiones que las de un lector ecléctico llevar un orden de su dispersa bitácora literaria

Hornby hace un balance de los libros comprados y de los libros leídos, yo arranco solo con los leídos:

*Eligible (The Austen project #4) - Curtis Sittenfield (digital)
*Robert Altman (la historia oral)- Mitchel Zuckoff (digital)
*Nothing to envy: ordinary lives in North Korea- Barbara Demick (Digital)
*Dinner at the Homesick Restaurant- Anne Tyler (Digital)
*My not so perfect life- Sophie Kinsella (Digital)
*La flor púrpura- Chimamanda Adichie Ngozi  (Digital)
*El amor en los tiempos del cólera- Gabriel García Márquez (Digital)
*My ideal bookshelf - Thessaly LaForce (Impreso)
*The Vanity Fair Diaries- Tina Brown (impreso)
*The namesake - Jhumpa Lahiri (Digital)
*Gwendy´s bottom box - Stephen King y Richard Chizmar (Impreso)
*45 Master Characters: Mythic Models for creating original characters de Victoria Lynn Schmitd (Impreso).

 Es la cosecha lectora de enero 2018, once libros en total, un mes bueno en cuanto a lectura se trató, la mayoría de los libros leídos en formato digital, algunos empezados hace meses, una sola relectura: El amor en los tiempos del cólera, que me gustó más que la primera vez que lo leí a los 21 años, mas allá de ciertos detalles comentados en Los Botoncitos.
La primera lectura del año fue pensada para el chinchorro en Margarita: Eligible, versión contemporánea de Pride and Prejudice de Jane Austen; no tenía mayores expectativas más que pasarla bien sin usar muchas neuronas, tampoco es que hacen falta, pero se pasa el rato sin remordimientos intelectuales al leer esta historia de las hermanas Bennet, ya rondando los cuarenta, viviendo en Nueva York, nativas de Cincinatti, a donde tienen que regresar para solucionar los entuertos de los papás y de las insufribles hermanitas.  Mister Darcy un neurocirujano tan insoportable y guapo como el original.
No corrí la misma suerte con My not so perfect life de Sophie Kinsella, la compré porque estaba en descuento, porque fue uno de los favoritos de los lectores de GoodReads del 2017, y porque me divirtió Confesiones de una Shopaholic de la misma autora. Pero esta historia que se origina de una simpática premisa: alguien que se fabrica una vida ideal por Instagram, se cae en las primeras páginas y se termina de leer por inercia.
Dinner at the homesick Restaurant es una de las novelas más famosas de una de mis escritoras favoritas, Anne Tyler, pero esta historia de una familia disfuncional a lo largo de varias décadas no me pareció una de sus mejores novelas, a lo mejor en su momento fue la que le estableció por donde iría su estilo de retratar la vida cotidiana de gente común en su nativa Baltimore.
Dos excelentes novelas leídas este mes de dos escritoras jóvenes que hoy están entre mis favoritas: The namesake y La Flor púrpura. The Namesake es la radiografía de una familia hindú en los Estados Unidos, de cómo los padres nunca terminan de asimilarse mientras los hijos se hacen parte de la cultura norteamericana. Mi novela favorita leída este mes, y seguro que una de las de este año, es La Flor Púrpura, la primera novela de la nigeriana Chimamanda Aduchie Gnozi, sobrevivir dos tiranías, la que te impone un país revolucionado, y la que te impone un padre que aún luchando por los sueños libertarios, resulta ser el peor de los tiranos con su familia.
Gwendy´s bottom box es un divertimento de King, una novelita que se lee en dos horas, más de fantasía que de horror.
Cuatro libros de no ficción leídos este enero: la biografía oral de Robert Altman que al principio iba a ser una biografía autorizada de Altman, o un libro de entrevistas con el famoso director de Mash, pero Altman murió y el autor decidió terminar lo empezado con una pequeña ayuda de los amigos de Bob, contando la historia que va desde que filmaba películas caseras con sus hermanas hasta Gosford Park. Lectura grata para los amantes del cine de Altman.
My Ideal bookshelf es uno de esos libros de mesa que uno compra porque son bonitos, que de vez en cuando se ojean, una noche me senté y lo leí de un tirón comparando gustos entre los estantes ideales de escritores, músicos, artistas y diseñadores. Autores y libros que se repiten en estos estantes ideales: Joyce, Murakami, Borges, García Márquez, Joan Didion, Foster Wallace, Carver, Updike, El Principito, Fitzgerald, Tobias Woolf, Rushdie, Graham Greene, Hemingway, Virginia Woolf, Middlemarch...
Los Diarios de Vanity Fair a ratos me divertían a veces me parecían de una frivolidad insoportable, lo que no los encontré fueron naifs como deben ser los diarios, se le nota demasiado las costuras de la edición a Tina Brown rememorando cuando siendo una joven editora inglesa, sacó a flote la que sería, y sigue siendo, una de las mejores revistas de las últimas décadas.
Termino este recuento con otro de mis libros favoritos leídos este mes, Nada que envidiar, vidas comunes en Corea del Norte; comprado por carambola en una de esas ofertas en Amazon, este libro para quien vive en la actual Venezuela, hay que leerlo con Alpram, la historia oral de varios emigrantes coreanos que lograron escapar de una de las más terribles dictaduras comunistas, dictadura que ha logrado sobrevivir, en medio de la más grande hambruna y retroceso,  a tres dictadores de la misma dinastía.

Ya veremos si seguimos en febrero con este recuento literario

 PD: Tras escribir esta intensidad  agregué un doceavo libro a la cuenta de libros de enero: 45 Master Characters.... leído en dos sentadas, sobre la clasificación de distintos arquetipos para construir personajes basados en los dioses griegos.  De amena lectura pero ante clasificaciones tan encajonadas cuesta entender la diferencia entre arquetipo y estereotipo que maneja la autora.


miércoles, 24 de enero de 2018

Los botoncitos


Releyendo "El Amor en los Tiempos del Cólera" de Gabriel García Márquez, casi al final de la novela despertó un recuerdo de la más temprana pubertad: de niña me sentía a mis anchas en el club, andaba sin supervisión por sus instalaciones. A los señores que jugaban golf con mi papá los sentía mis tíos, a las señoras que se bronceaban en las sillas de extensión con mi mamá eran como mis tías, y los niños que comparábamos saltos en los trampolines de la piscina -siendo yo la más cobarde a la hora de saltar- eran como mis primos. Como nunca fui del tipo campamentos de verano, ni mi familia de viajar en agosto, mis vacaciones escolares las pasaba feliz en el club al que sentía una divertida extensión del hogar. 
Ustedes dirán que esta intensidad les recuerdo mas bien a Un mundo para Julius de Alfredo Bryce Echenique, y así era, hasta que una mañana, no tendría yo más de doce años, mi mamá se encerró en el cuarto para hablar conmigo, no quería que mis hermanos escucharan la conversación. Sin mayor dramatismo me pidió que no volviera andar sola de la piscina a las canchas y de las canchas a la piscina, podía hacerlo acompañada, pero sola, no.  Y que ya era hora de que empezara a usar sostén, aunque tetas, tetas, nunca me crecieron más allá de como le crecieron a Lisbeth Salander antes de operarse en "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". 
 Como todavía era una niña, de las que aun jugaba con Barbies, me extrañó por qué el club, en el que me sentía segura como en mi casa, ya no lo podría sentir así. Mi mamá me preguntó si el día anterior no recordaba haberme encontrado con un amigo de mi papá. 
Claro, con G. y lo saludé, como ellos me habían enseñado a saludar a los adultos conocidos. Estaba con otro señor, no me fijé bien en él,  no se fija una niña de doce años en un hombre que se aproxima a los cuarenta. Pues bien, muy apenado G. le comentó a mi papá que nos cruzamos en el club y cuando seguí mi camino el muy baboso de su amigo comentó: 
"Qué teticas tan ricas, dan ganas de mordizquear esos botoncitos".
Según G, ahí mismo le dio un parado: "Respeta que es hija de unos amigos, además, ¿tu eres enfermo? Es apenas una niña". 
 El comentario de mis apetecibles "botoncitos" para mis padres fue como si les vertieran ácido en los oídos al oír referirse así de su muchachita. Para evitar más disgustos, G. prefirió no decir el nombre de quien comentó semejante babosidad, la idea no era llevar chismes, sino que yo estuviera pendiente. Le correspondió a mi mamá prevenirme de los hombres babosos, que mucho cuidado porque viejos verdes había en todos lados. Como en esta familia desde siempre evitamos intensidades, no tardé en volverme a sentir en el club a mis anchas, aunque ya no volví a ser la misma inocente pichoncita, cuando estaba en la piscina e iba a la fuente de soda a pedir un refresco o una ración de tequeños, procuraba ir con la franela puesta o tapada con un paño para no provocar pensamientos lascivos en ningún viejo cochino.


La anécdota de los botoncitos la recordé hace un par de años cuando durante la campaña presidencial en los Estados Unidos fueron desempolvados comentarios babosos del hoy presidente Donald Trump con respecto a diversas mujeres -por lo menos no respecto a ninguna niña- , que sus apologistas entonces excusaron como típica conversación en la intimidad de cualquier locker de caballeros, conversación que, supuestamente, no debería salir de ahí. 

También recordé los botoncitos cuando le pregunté a un conocido intelectual cómo le había ido en una charla que dictó para alumnos de cuarto y quinto año del colegio donde estudiaban mis hijas, y me respondió que perturbado ante los picones de las minifaldas de las colegialas que dejaban asomar sus apetecibles muslos adolescentes 

Guarro.

Pero pocos años después de ese primer encuentro con un viejo verde, en el año 1979, no me horroricé cuando vi Manhattan de Woody Allen en el cine, más bien me encantó con la música de Gershwin,  Nueva York filmado en blanco y negro como si se tratara de postales, con los siempre ingeniosos diálogos del creador de Annie Hall. Aunque el mismo Allen opina que Manhattan dista de ser la mejor de sus películas, no recuerdo que ningún crítico en ese entonces pareciera cuestionar moralmente que el principio de la historia tratara sobre un intelectual de cuarenta y dos años con una amante de diecisiete, un año más de los que tenía yo cuando la vi.  
 Lo único que no me cuadraba era cómo un mujerón como la dulce chica interpretada por Mariel Hemingway, podía ser creíble sufriendo de amor por un viejo tan feo y neurótico como el Isaac Davis de Woody Allen. 
 Si mal no recuerdo a finales de los años 70 no era escandaloso el amor entre una adolescente y un hombre de mediana de edad, tampoco era tan común como en la época de nuestras abuelas que se casaban a media adolescencia con hombres hasta más de veinte años mayores que ellas con el beneplácito de sus familias. En mi adolescencia caraqueña salíamos con chicos no más de tres años mayores que nosotras, raras veces un poco más. Aunque siempre hay la excepción: tenía una amiga que a los 14 años se consiguió un novio que le doblaba la edad. No era la envidia de nadie, a mi me parecía como loco andar con un viejo de casi treinta años, a los papás de ella también, pero como les  dio la impresión de ser un buen tipo,  aceptaron el noviazgo, que si mal no recuerdo, duró como dos o tres años, antes de llegar a su fin.

En este año 2018 si una chica de 14 años se presenta en casa con un novio de 28, en el acto sería acusado de corrupción de menores. En los Estados Unidos iría preso. 

Treinta años después Manhattan es señalado por los detractores de Woody Allen como posible prueba de su gusto por las niñas, cuando en su momento nadie dijo ni "ñ". A mi me sigue gustando mucho la película y a Allen le sigo otorgando, lo que la escritora Margaret Atwood llama: "la presunción de la inocencia". 

Por eso evoco la anécdota de los botoncitos releyendo el último capítulo de "El amor en los tiempos del cólera", porque recuerdo que cuando la novela salió publicada en el año 1985, no levantó más reacción que convertirse en un best seller instantáneo, una rareza editorial alabada por el público y por la crítica. Yo tendría 21 años la primera vez que la leí, no una niña, ni siquiera una adolescente, pero tampoco una mujer. 
De eso me doy cuenta hoy porque la primera vez que leí "El amor en los tiempos del cólera" no entendía mucho a qué se refería García Marquez, a quien admiraba - y sigo admirado- tanto, cuando escribía sobre la diferencia entre "el amor de la cintura para abajo" y "el amor de la cintura para arriba".  
A mis 21 años, ingenua de mí, pensaba que el amor solo podía ser de cuerpo entero, nada de mitad y mitad. Aunque la insensible de Fermina Daza hubiese cambiado el amor de Florentino Ariza por una conveniente unión con el doctor Juvenal Urbino, pero si él juró amor eterno hasta que la señora de Urbino estuviera disponible otra vez, así pasaran décadas para que el buen doctor lo buscara la parca, cómo era posible que mientras tanto, el otrora telegrafista fuera un consumado seductor. 
Más de treinta años después de esa primera lectura, cuando me pensaba exenta de inconvenientes puritanismos, disfrutando de la novela de García Márquez como no la disfruté la primera vez que la leí, no pude evitar escandalizarme poco antes del romántico final de la novela, cuando se narra el último amor de cintura para abajo de Florentino, pasados los setenta años, al decidir darse un gusto tras la llegada al pueblo de América Vicuña, inocente colegiala de trenza y medias tobilleras, a quien el vejete prometió cuidar, y vaya forma de cuidarla.
No recuerdo que esta parte de explícita pedofilia, detallada de manera perturbadora por García Márquez, hubiese causado mayores rubores cuando salió la novela, pienso que entonces quien  señalara al fogoso Florentino como a un vil seductor de niñas hubiese sido acusado al instante de mojigatería.
Este año 2018 de movimientos y contramovimientos feministas para enfrentar el acoso sexual, quizás no sea el mejor momento para leer la seducción de la púber América Vicuña, no recordaba esa parte de la novela de García Márquez, leerla fue como agarrarme el dedo con una puerta, una mezcla de dolor y grima que me ha costado terminar la novela que tanto estaba disfrutando. 
Trato de convencerme de que en la literatura, como en el arte, nada peor que moralismos retroactivos. Pero me pregunto si en estos años de despertar contra el abuso sexual hubiese sido posible que   García Márquez publicara como parte de un simpático recorrido erótico, eso de un septuagenario galán besándole "la cuquita" a una niña. 

Como bien me enseñó mi madre, viejos verdes hay en todos lados, hasta en las novelas de García Márquez. 

miércoles, 10 de enero de 2018

Bitácora de Lecturas 2017



En  2017 en el reto de Goodreads me propuse leer cien libros, cifra ambiciosa que quizás logré cumplir gracias a los insomnios y los cuatro meses de intensa angustia política que vivimos los venezolanos de marzo a julio entre marchas y plantones, ¿qué mejor escape a tanta realidad nacional que perderse en un buen libro? Y aunque tengo un pana que opina que esto de hacer listas es de doñas, doña seré porque aquí va la mía de las veinte lecturas favoritas de un año en el que fue tan difícil concentrarse: 

Ficción:

 1- A book of American Martyrs de Joyce Carol Oates (2017): la prolífica escritora norteamericana comienza el año 2017 con un tema controversial: el aborto, novela narrada desde el punto de vista de dos familias: una con un padre médico que hace su apostolado practicar abortos seguros a pesar de las amenazas de los fanáticos religiosos contra los "baby killers", y otra con un padre ultraconservador dispuesto a todo por defender aquellos angelitos a quienes se les niega la oportunidad de nacer.  

2-Medio Sol Amarillo (2006) de Chimamanda Ngozi Adiche: descubrí a esta escritora nigeriana el año pasado gracias a Americanah, Medio sol amarillo es su segunda novela, la que la dio a conocer, la historia de dos hermanas que de manera diferente viven el proceso del surgimiento y caída de la efímera República de Biafra. 

3-Noticias de la noche (1995) de Petros Markaris: este escritor griego fue mi primer descubrimiento de novela policial de 2017, ya no recuerdo mucho de qué iba la historia, pero si recuerdo que me encantó, sobre todo el ambiente de decadencia en la Grecia moderna. Vaya que si uno lee 100 libros en un año, no todos quedan tan frescos en la memoria. 

4- HHhH (2011) de Laurent Binet:el típico caso del ebook que compré sin saber de qué se trataba solo porque estaba en oferta en Amazon Flash, me llamó la atención el tema, y me encantó la novela. Esta ópera prima del francés Binet trata sobre la operación Antropoide: misión suicida de un rebelde checo y otro eslovaco, entrenados en Inglaterra, quienes descienden en paracaídas a la Checoslovaquia bajo el yugo nazi para atentar contra el hombre del corazón de hierro: Reynhard Heydrich. En medio de la narración histórica surge los dilemas del escritor moderno para narrar una historia tan abominable, sin caer en intensidades. 

5- La literatura Nazi en América (1996) de Roberto Bolaño- a menudo sin querer gravitamos sobre un tema, el año 2017 me pasó con las ramificaciones del nazismo, esta colección de cuentos del chileno Bolaño son geniales, me puso a dudar si este peculiar gremio de escritores realmente existió. 

6- Una llama misteriosa (2013) de Philip Kerr: el escocés Kerr fue mi segundo descubrimiento del año 2017 en materia de novela negra, al igual que la colección de cuentos de Bolaño, en esta su quinta novela del detective Bernie Gunther, la historia involucra a los nazis en Argentina. Gunther sigue el estereotipo de detective: solitario, cínico, con poca suerte con las mujeres; lo que lo hace original es el contexto histórico: un policía en la Alemania Nazi, cumple con su trabajo de resolver crímenes, pero abomina del nazismo, aunque a menudo se vea obligado a trabajar con la SS. Del mismo autor también leí este año Praga Mortal, que me reconecta con la historia narrada en HHhH: Heydrich invita a Gunther a Praga para que lo ayude a resolver un crimen, sin imaginar que la próxima víctima será él. 

7- Behold the Dreamers (2016) de Embolo Mbue: Otro tema en el que gravité en el 2017, tema que ya casi es un género de la literatura norteamericana, es el de aquellos inmigrantes en los Estados Unidos a los que tanto les cuesta alcanzar el sueño americano. En el caso de esta primera novela de Mbue, joven autora nativa de Camerún, trata sobre una familia de inmigrantes africanos de complicado estado migratorio, y su relación con una adinerada familia neoyorquina en vísperas de la crisis económica de 2007. 

8-The leavers (2017) de Lisa Ko: toca el mismo tema de los sacrificios que conlleva aferrarse a las migajas del American Dream, en el caso de esta familia china de inmigrantes, la suerte, o la mala suerte, conspira para separar al pequeño Deming Guon de su madre, quien termina de ser criado por una bien intencionada pareja de académicos, que por más que lo intenten, son incapaces de llenar el vacío de identidad que marca a quien en su nueva vida se llamará Daniel.

9-Unaccostumed Earth (2008) de Jhumpa Lahiri: mejor suerte en la adaptación al Sueño Americano, sin prescindir de su cultura, tienen los protagonistas de la colección de cuentos de la escritora inglesa de origen hindú que este año se convirtió en una de mis nuevas escritoras favoritas. 

10- Patria (2015) de Fernando Aramburu: Fue de los libros que más me apasionó en el 2017, de nuevo las historias de dos familias se cruzan cuando una sociedad, en nombre de una ideología, llega a justificar y hasta celebrar la muerte de inocentes, y satanizar a las víctimas y a sus familias. 

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Mención especial a las últimas dos novelas del Cuarteto Siciliano de Elena Ferrante, de las que ya comenté en el recuento 2016, 
y Handsmaid Tale, pero este año gracias a la mini serie de televisión medio mundo descubrió a Margaret Atwood y a Handsmaid Tale, así que no tiene gracia.  
También me gustaron Berta Isla de Javier Marías, El Informante de Javier Cercas y Judas de Amos Oz. 

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No Ficción: 

1- Libro de Crónicas (1998) de António Lobo Antunes: Durante años estuve suscrita al País Digital -cuando era pago- principalmente para leer las crónicas de Lobo Antunes. Qué delicia de prosa. Hace años el escritor portugués dejó de escribir para El País, con esta primera colección sobre temas variados me di un banquete, recordé porque lo amaba tanto, queda pendiente el segundo libro de sus crónicas. 

2- Voces de Chernóbil (1997) de Svetlana Alexievich: Cuando le dieron el Nobel a la periodista ucraniana se originó la controversia de si los miembros de la academia sueca habían flexibilizado demasiado los límites de la literatura otorgando el premio al periodismo. Al leer Voces de Chernobyl se olvida de inmediato ese prejuicio, Alexievich recopila una serie de testimonios de quienes vivieron y sufrieron el mayor desastre nuclear de la historia, el resultado es un libo importante, hermoso, estremecedor, me acordó en su impotencia a otro libro testimonial escrito por un periodista que narra los desmanes del régimen soviético: Vida y Destino de Vasili Grossman. 

3- Sobre la tiranía: Veinte lecciones sobre el Siglo XX (2017) de Timothy Snyder: Este es un pequeño gran libro, de apenas 130 páginas, casualmente lo leí en vísperas de que empezara la ola de protestas contra la tiranía en Venezuela, y me gustó tanto que le dediqué su intensidad. 


4- Bettyville (2015) de George Hodgman: Dejo de lado las intensidades políticas e históricas para entrar en un drama/comedia de la vida real al mejor estilo clase media americano, el autor narra la experiencia de cuando regresa de Nueva York donde vive, a su pueblo natal: Paris, Missouri, para ocuparse de su madre enferma, madre que lo adora pero es incapaz de aceptar y comprender la sexualidad de su hijo. 


5- Two Prospectors: the letters of Sam Shepard and Johnny Dark (2013) pocos meses antes de la muerte de mi ídolo Sam Shepard, conseguí en una librería en Buenos Aires una versión en español de la correspondencia que sostuvieron durante casi cuatro décadas estos dos extraordinarios amigos. Me habría gustado tenerla en inglés, pero no sabía ni que existía, es una belleza de libro tanto por el contenido como por el diseño gráfico repleto de fotos. 

6- Sam Shepard, a life (2017) de John Winters: también meses antes de la muerte de Shepard, salió publicada esta interesante biografía que resume la vida y obra de quien fuera uno de los principales dramaturgos americanos de los últimos tiempos. tras la muerte de Shepard, me basé en este par de lecturas para dedicarle su intensidad póstuma

7- The Complete Persepolis (2003) de Marjana Satrapis: aunque había visto la película, me enamoré  de la novela gráfica que incluyo entre los mejores libros de no ficción leídos este año como la memoria ilustrada de una irreverente joven persa en medio de los cambios vertiginosos en la Irán contemporánea que pasa de imperialista, a revolucionaria, a fundamentalista. 

8- Revolution for dummies: Laughing through the arab sping (2017) de Bassem Yousseff- quizás por vivir en semejante anarquía, me atraen las historias de experiencias similares de locuras de país como la que narra Yousseff, locutor que se dio a conocer como el Jon Stewart egipcio, quien le resta todo romanticismo a lo que se conoció como "la primavera árabe", que para el autor hoy exiliado en los Estados Unidos, no fue más que cambiar una forma de totalitarismo por otra. 
9- Roth Unboud (2011) de Claire Roth Pierpoint- a pesar de compartir el apellido, la autora de esta biografía intelectual de otro de mis ídolos, no es familia del escritor de la Pastoral Americana, pero si contó con el visto bueno del escritor quien se prestó a compartir en detalle vivencias y documentos sobre su vida y obra. Tanta proximidad para escribir una biografía, podría desembocar en una halografía, pero en este caso no lo es quizás porque el enfoque principal es más en la obra que en la vida de Roth, aunque en su caso vida y obra tengan mucho que ver. 


10- Journalistas: 100 hundred years of the best writing and reporting by women journalistas (2005) de Eleanor Mills: Esta recopilación de crónicas la tengo desde hace más de diez años agarrando polvo en la biblioteca hasta que llegó su hora de leerla, está dividida temáticamente: feminismo, política, sexo e imagen, crimen y castigo, emancipación, hogar; desde los despachos de guerra Martha Gellhorn, hasta cómo una serie como Sex and the city puede ser un bastión del feminismo según Naomi Woolf. Una joya de libro a pesar que no todas las crónicas brillan igual, se encuentran tan variadas plumas como Susan Sontag, Camille Paglia, Erica Jong, Pauline Kael, Anne Tyler, Eleanor Roosevelt, Joan Didion y Dorothy Parker.

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Uno de mis placeres pulposos son las memorias y biografías de celebridades, me entretienen un quintal, en 2017 leí sobre Tony Bennet, Prince, Carly Simon, Meryl Streep... curiosamente este año la que más me gustó fue It's a long story, my life (2015) de Willie Nelson; no me pregunten cómo llegué a ella porque Nelson como artista jamás me ha interesado, no sigo la música country, pero sus páginas muestran una vida bien vivida de un hombre sencillo, amante de la música y de la marihuana, de su familia, de las mujeres, un tipo cándido, que a pesar de tener una vida intensa, parece haber vivido bajo el credo de evitar intensidades.