lunes, 25 de junio de 2012

La quema de sostenes y otros mitos del periodismo norteamericano

En muy usual usar la metáfora de la quema de sostenes en los años 60 como el gran ejemplo de los inicios del feminismo, la mecha de pólvora expandida en diversas ciudades de los Estados Unidos donde aguerridas amazonas hicieron fogatas con tan opresora prenda del vestuario femenino.
Leyendo "Getting it wrong: ten of the greatest misreported stories in American journalism" de Joseph Campbell, descubro que este cliché de la historia contemporánea, como todo cliché, suele ser exagerado: no hubo tal aquelarre de sostenes, el origen de la noticia provino de una protesta de ultra-feministas a las puertas del concurso de belleza Miss America en Atlantic City en el año 1968, se pretendía hacer una hoguera con objetos del estereotipo de la belleza donde se quemarían medias panties, maquillajes, zapatos de tacón alto, bikinis, rollos de pelo, fajas y sostenes. Pero la alcaldía prohibió la hoguera porque habían sucedido varios incendios en la ciudad, y apenas se hizo una pira simbólica en un barril.  
¿Cómo una quema de sostenes que ni siquiera fue, se convirtió en uno de los grandes lugares comunes del feminismo? Resulta que un periodista conservador, mofándose del momento, escribió sobre "las quema-sostenes" y la frase quedó en el imaginario colectivo. Importantes activistas de los derechos de la mujer como Betty Friedman trataron de desligarse de la supuesta hoguera de sostenes insistiendo que la lucha feminista lo que exigía era la igualdad de oportunidades y no se podía resumir en un momento sensacionalista, por eso Friedman y otras importantes feministas de la época aconsejaron alejarse del ejemplo de las "quema-sostenes", frase que solo servía para ridiculizar al movimiento.  
Sin embargo el recuerdo de este conato de quema de sostenes, por insignificante que haya sido, sobrevivió hasta nuestros días. La historia lejos de tratar a las pirómanas feministas despectivamente, hoy las trata como precursoras de un "no me la calo más", junto con los miles de jóvenes que quemaron su carnet de reclutamiento como protesta ante la Guerra de Vietnam.
La quema de sostenes es uno de los diez grandes mitos del periodismo norteamericano que según Joseph Campbell arrancan con una frase que tampoco fue: "You furnish the pictures. I furnish the war" algo así como tu provee las ilustraciones que yo proveeré la guerra. Esta frase se le adjudica a fines del siglo XIX al magnate de la prensa William Randolph Hearst. El origen de la leyenda comenzó cuando Hearst, entonces joven editor del New York Journal, contrató al artista Frederic Remington, famoso por sus cuadros de escenas del oeste norteamericano, para que sirviera como ilustrador de la guerra en Cuba en los acontecimientos previos en diciembre de 1896.
 Supuestamente el artista, al poco tiempo de llegar a La Habana, le mandó al editor un telegrama diciendo que todo estaba tranquilo, que ahí no iba haber ninguna guerra y quería regresar a casa. Hearst respondió con otro telegrama  con la famosa frase que hasta hoy se usa para describir, según Campbell: "muchos pecados y fallas del periodismo como la falta de parcialidad, promover agendas políticas, caer en sensacionalismos, pero sobre todo para demostrar la capacidad de los medios en influir en asuntos internacionales".
Excelente argumento para los eternos detractores de la prensa de no ser por un pequeño detalle: no se tiene más prueba del intercambio de telegramas que el testimonio de un periodista reconocido en la época, precisamente, por ser sensacionalista. 
Orson Welles, años después, cuando ficcionó la vida de Hearst en El Ciudadano Kane, usó una variación de la frase para acusar el poder de un magnate sin escrúpulos. Casualmente, Welles está señalado como causa de otro de los grandes mitos de la prensa en los Estados Unidos, según Campbell, la histeria colectiva que levantó el programa radial "La guerra de los mundos" donde el joven locutor de 23 años anunciaba una invasión extraterrestre, no fueron más que unos cuantos ingenuos que salieron a la calle asustados en diversos pueblos y ciudades de los Estados Unidos. Cantidad que dificilmente llegaba a las hordas que inflaron en la prensa hasta hablar de una "histeria colectiva" ante la llegada de los marcianos.
Otros mitos tratados por Campbell en su libro son Edward Murrow como causal de la caída en desgracia del senador McCarthy; la autocensura del New York Times a la invasión Bahía de los Cochinos; la frase del presidente Lyndon B. Johnson de que si había perdido la simpatía de Walter Cronkite, perdió el apoyo del norteamericano promedio; el mito que Bersntein y Woodward fueron los únicos responsables de develar el escándalo de Watergate; el pánico ante los bebés Crack; de cómo a Jessica Lynch la convirtieron en héroe de Irak sin serlo; hasta llegar al ejemplo más cercano: el pésimo reportaje de los sucesos tras el huracán Katrina en Nueva Orleans, porque si bien fue una de las cúspides del periodismo moderno a la hora de reportar uno de los desastres naturales más grandes de la historia de los Estados Unidos, los reportajes que siguieron fueron ejemplo de cómo se tomaron como ciertos mitos urbanos, historias que según Campbell: "desafiaban el sentido común", publicadas sin verificar tales como bebés violadas en los refugios, saqueos y asesinatos por doquier; que con el tiempo se demostró que no fueron sino exageraciones basados en estereotipos raciales y clasistas. 
En el Superdome, donde se refugiaron miles de personas que quedaron sin hogar tras el huracán, se habló de más de doscientos muertos cuando en realidad solo fueron seis, ninguno por asesinato: cuatro por causas naturales, una sobredosis de drogas y un suicidio. Campbell también pone en duda la cifra de diez mil víctimas a raíz del huracán. Como el deslave en Vargas, con Katrina no hay una cifra oficial de víctimas, solo se habla de un estimado. 
Buena lectura estos diez mitos del periodismo norteamericano para quienes están interesados en el tema del periodismo y tengan acceso a la lectura digital. 

viernes, 22 de junio de 2012

Cierre de Esperanto, fin de una era


Me entero gracias a El Universal que Esperanto en San Ignacio cerró la santamaría. En entrevista otorgada a la periodista Lorena Tasca, Carlos Souki, director de la tienda de discos famosa por su   cuidada selección de CDs y por el énfasis en promocionar talento nacional, contó que varias razones lo impulsaron a tomar tan dolorosa decisión, entre ellas la dificultad de obtener dólares para importar discos nuevos, la incapacidad de contar con el inventario de antaño, y el declive de un formato que se ha vuelto virtual. 
Duele pero no extraña, por ejemplo yo, que estoy en la retaguardia de los avances tecnológicos, desde que el año pasado compré por Apple Store el disco de Adele, le dije adiós al formato CD. Y esta es la vía legal, la mayoría de los muchachos cuentan con una discoteca infinita en Internet donde bajar música gratis. Para ellos el concepto de piratería no existe, las canciones están como los mangos en Caracas, a su alcance, ¿por qué no tomar los que se les antoje?

Bueno o malo eso es lo que hay, algunos artistas han abrazado esta nueva modalidad y ofrecen sus temas por la web de forma promocional, y aunque todavía muchos adultos que ya van dejando de ser contemporáneos no se adaptan a bajar música por Internet (legal o pirata) e insisten en comprar sus discos en físico, son una especie en vías de extinción, tanto, que la escasa clientela no da para que el negocio de las discotiendas se mantenga en pie. 

Ayer pasé frente a Esperanto en el centro comercial San Ignacio y me dio calambre del alma verla oscura, vacía, desprovista de mobiliario, cables sueltos, con la santamaría cerrada. Apenas quedaba la silueta del nombre. Y aunque no sea la última tienda de discos en Caracas (sobreviven algunas) si era la tienda a la que yo iba con cierta regularidad para ver qué había de nuevo en el mundo de la música, además de para comprar entradas de conciertos. Para ser sincera, no eran visitas muy frecuentes.

Y eso que pertenezco a una generación para quienes visitar discotiendas era un rito casi que semanal. La mesada que me daba mi papá la reservaba para comprar discos. De adolescente, junto con mi amiga Elvia, cuando nos quedábamos a almorzar en el colegio porque teníamos clases en la tarde, cruzábamos al Centro Plaza y antes de comernos un perro caliente o un tequeñón, nos instalábamos en una mini-tienda de Discos cuya propietaria era hermana de la cantante Nancy Ramos, lástima que no recuerde el nombre, lo que sí recuerdo era que nos recibía afable y ponía la música que  Elvia y yo le pidiéramos. 

Me encantaría decir que mi primer disco fue Exile on Main St. de los Rolling Stones, pero no me las voy a dar de cool, mi primer LP, todavía en la era del disco vinyl, fue el disco marrón de los sencillos de Los Carpenters, lo compré con mis ahorros cuando tenía como once años. Ese disco en su versión digital sobrevive en mi Ipod porque nunca dejó de conmoverme la dulce voz de Karen Carenter  cantando baladas como: "Yesterday once more".

Con el tiempo el gusto musical se me fue sofisticando y en la etapa universitaria, solía frecuentar el boulevard de Sabana Grande donde estaban las mejores tiendas de discos a la altura del Gran Café: Rincón Musical y la Discotienda de Oro. Visitas que complementaba con la librería Suma, y a veces viendo una película en el cine Radio City.

En esa época comencé a hacer una colección básica de discos de música clásica, además de discos de buen pop y rock, algo de salsa, rock argentino y español, nueva trova cubana, la música urbana caraqueña... un gusto  ecléctico, para qué negarlo. 

Lo importante no es qué oía ni qué compraba, sino la hoy irrepetible sensación de visitar una discotienda, la expectativa al pararse frente a decenas de discos de vinyl e irlos pasando uno a uno hasta encontrar, si bien por la  carátula, o porque estaba de moda, o porque recordabas haberlo oído en casa de un amigo, el disco que estabas buscando, y luego de admirar su diseño, darle la vuelta para ver qué canciones tenía, tras el rara vez equivocado feeling de que ese disco estaba en tu destino, ese era el que te llevabas con tus 19 bolívares. 

La sensación de comprar un disco de vinyl, por lo menos para mí, jamás pudo ser igualada con comprar un CD, algo parecido a cómo los cultores de los libros impresos dicen que nunca cambiarían la sensación de oler un libro, de pasar las páginas, por la fría lectura digital; así eran los amantes del vinyl ante el nuevo formato musical: recuerdo cómo a fines de los años 80 muchos amigos se resistían a reemplazar su viejo tocadiscos por un reproductor de CDs, se vieron obligados a hacerlo cuando dejaron de salir los discos de vinyl y conseguir las agujas de un tocadiscos se volvió misión imposible, por lo menos en Venezuela.

Entiendo el fetiche por el LP de vinyl, hay que haberla vivido para entender la sensación de llegar con un disco nuevo a casa, abrir el plástico de a poquito para que no sufriera la carátula, sacar con cautela el disco de la bolsita que lo protegía, agarrarlo entre las palmas de las manos para no ponerle los dedos encima, depositarlo en el plato con el cuidado con el que una madre acuesta a su bebé, tomar la aguja con la precisión de un cirujano para posarla sobre el delicado círculo, y esa expectativa antes de que comience a sonar lo que puede ser un gran disco. A veces éramos impacientes y oíamos un poquito de cada canción, antes de voltearlo con el mismo cuidado, para ver si el lado A era tan bueno como el lado B. 

Y dígame si se te rayaba un disco, como cantaba la Billo: "Ese disco se rayó, ese disco se rayó...", a quienes nuestras mayores riquezas eran nuestros discos de vinyl, que se te rayara uno de tus bebés era una verdadera tragedia. Por eso los más neuróticos no permitíamos que nadie tocara nuestros discos, no los fueran a marcar de dedos o a rayar, los cuidábamos con esmero para que durarán el mayor tiempo posible, porque había muchos discos que salían de circulación y se volvían verdaderas rarezas. Yo todavía guardo mi colección de discos de vinyl, aunque desde los años 90 me pasé a digital. No tuve corazón de botar a mis viejos amigos como hoy, aunque ya los descargué en la computadora, me cuesta deshacerme de mis CDs. 

Pero ese fetichismo del disco como objeto no fue igual con el CD que con el vinyl, algunos dicen que el sonido del vinyl tenía cierta rusticidad, un pssss que el digital, con toda su perfección de sonido, jamás pudo igualar. Yo sobre todo valoraba las carátulas, que al reducirse el tamaño del disco, dejaron de ser pequeñas obras de arte. Prefería el cartón de los discos de vinyl, más noble que el plástico de los digitales. 
Habiendo ya sufrido la perdida del formato de vinyl, el fin del CD hoy no duele tanto, pero ver cómo van cerrando esos templos de música que formaron parte de nuestra historia emocional, es llorar el fin de una era que  nuestros hijos ya no podrán apreciar.


miércoles, 13 de junio de 2012

De buena fuente



A raíz de la multitudinaria marcha acompañando a Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el Consejo Nacional Electoral, por las redes sociales corrió una foto para demostrar la contundencia de la concentración. Los ojos más sagaces se dieron cuenta de inmediato que se trataba de la marcha del once de abril del año 2002.
Aproveché el anacronismo para inculcarle a mis hijas que hay que estar pendientes de lo que publicamos en Internet, no solo nuestra credibilidad está en juego sino también la del punto que tratamos de demostrar.
La conversación transcurrió por otras fábulas que corren por las redes sociales: en twitterzuela han matado a Simón Díaz, a Lila Morillo, a Gabriel García Márquez, a Jean Carlo Simancas… Por eso le insisto a mis chamas, futuras Comunicadoras Sociales, que siempre verifiquen la fuente antes de divulgar una información.
Isabel me precisa: “¿Acaso tú nunca has caído en una trampa de Internet?”.
Le contesté que no, yo no divulgo rumores, mi formación es profesional, cuando digo que el gato es negro es porque tengo los pelos en la mano. Al rato, haciendo memoria, me di cuenta que después de todo soy humana, alguna vez caí, para ser más precisos el día que por las redes sociales mataron a Guillermo Zuloaga.
Al accionista mayoritario de Globovisión no lo conozco personalmente, pero hace como un año, cuando leí una tarde en el muro de mi Facebook-amiga Carmen Luisa Zuloaga que su conocido pariente acababa de morir en el exilio en Miami víctima de un Accidente Cerebrovascular, de inmediato agarré el teléfono para llamar a mi suegra: ese tubazo era mío, nadie me lo iba a quitar.
No peco de necrofilia, no compartí la noticia ni por twitter ni por Facebook, ya correría como pólvora por las redes sociales la muerte de uno de los grandes adversarios del Gobierno Revolucionario, pero no podía perder la oportunidad de pavonearme ante la suegra el enterarme de una noticia de semejante  magnitud antes que ella.
Es que ni la CIA ni la KGB cuentan con una red de información como la de la buena señora, me consta: durante quince años fui vecina del doctor Ramón Escovar Salom, antiguo Fiscal de la Nación, la ventana de mi estudio da al jardín de su apartamento en planta baja. Una mañana, hace casi cuatro años, la suegra me llamó para avisar que se había muerto mi vecino. Le dije que imposible, si lo oí hacía menos de una hora llamando a su mujer. Pero en efecto, el doctor Escovar acababa de expirar, cuando bajé a su apartamento a dar el pésame, apenas comenzaban a llegar los familiares y los más íntimos amigos.   
Es una bárbara mi suegra en eso de estar en todo, por eso aunque fuera una vez en la vida quería tener una información de primera mano antes que ella. 
"Aló suegra, ¿supiste que se murió Guillermo Zuloaga?".
Tras oír tan fúnebre nueva de boca de su nuera, en lugar de contestarme con un: "¿Cómo va a ser?", la suegra se mostró escéptica:
“¿Tú estás segura? Ya me habrían llamado Yuto o Irene para contarme”.
Me sentí ofendida por la duda:
“Noventa y nueve por ciento segura, lo leí en el muro de Facebook de su prima Carmen Luisa, ella es una persona seria, no lo publicaría si no le constara que es verdad. La noticia ya está corriendo por twitter, pero todavía no ha salido en el portal de Globovisión, deben estar preparando un comunicado oficial”.
“¡Cómo es posible que ni Yuto ni Irene me hayan contado nada!”.
“Quizás todavía no lo saben. Es una noticia, como dice el Ciudadano: ‘que rompe el celofán’, acaba de ocurrir”.
En ese momento me sentí más importante que Bob Woodward y Carl Bersntein develando el escándalo de Watergate. Pero mi suegra insistía en dudar de la fuente de la nuera y me colgó para llamar a su consuegro Yuto, gran amigo de Guillermo Zuloaga, o a mi cuñada Irene, amiga de los hijos del difunto. Había que confirmar.
Le aconsejé:
“Cuidado como se lo dices a Yuto, mira que quizás no sabe nada y es la muerte de un buen amigo”.
Mientras esperaba a que la suegra confirmara la noticia, llamé a mi esposo, a quien no le gusta que lo molesten en el trabajo a menos que sea por una verdadera emergencia, mínimo una inundación, pero esto era importante:
“Viste que se murió Guillermo Zuloaga”.
“¿Qué se va estar muriendo Guillermo Zuloaga? Ya nos habríamos enterado en la oficina”.
“Te lo juro, Carmen Luisa, su prima, lo escribió en Facebook y en Twitter”.
“¿Y tú te crees todo lo que sale en Facebook y Twitter? No parecen cosas tuyas”.
Me trancó sin dejar que le contara que Carmen Luisa puso como foto de perfil de Facebook un lacito negro que enlutaba a Globovisión.
 Esperando a que mi suegra me llamara con los pormenores del caso, constaté como el inesperado fallecimiento de Guillermo Zuloaga ya se había vuelto el monotema en la red de twitter-Venezuela: muchos lamentaban, y algunos celebraban, la muerte de la cabeza de Globovisión, y en esas estaba cuando de repente leí un tweet que me heló la sangre, no podía ser: Guillermo Zuloaga estaba vivo, una twittera aseguraba que hackearon la cuenta de su prima Carmen Luisa para difundir el falso rumor, y que el supuesto difunto gozaba de buena salud en su exilio en Miami.
 En cuestión de segundos la corriente twitera se dividió en dos: quienes informaban de la muerte de Guillermo Zuloaga y quienes la desmentían.
No me malinterpreten, me alegré de la contra-noticia, pero entiéndanme: ¿y ahora cómo llamaba a mi suegra a decirle que el difunto resulta que está vivo? Qué mal iba a quedar. En cuestión de segundos el Woodward-Weisntein que llevaba por dentro se desinfló como un caucho que pisa una tabla llena de clavos.
Antes de que mi suegra activara su red de información, respiré hondo y la llamé para desmentir el tubazo, esperaba que no fuera tarde y no hubiese llamado a media Caracas. Me dijo que no me preocupara, que como ni Yuto ni Irene estaban en sus casas, no llamó a más nadie, ella no corre rumores, tiene una reputación que mantener.
Balbuceé una disculpa, cómo imaginar que las cuentas de Facebook y Twitter de Carmen Luisa estaban hackeadas. Tan bien redactada que estaba la nota, con lacito negro incluido, ya en FB tenía varios mensajes de  condolencia y decenas de share.  
 “Eso les pasa por estar confiando en quicker o facebu o como se llamen esas modernidades, nada como un teléfono para estar bien informados”.
Pero no se preocupen que ya escarmenté, por eso le insisto a mis hijas: nunca difundan un tubazo sin antes confirmarlo con la abuela.

lunes, 11 de junio de 2012

Comienza el camino


El baile de la Chayota como que no pegó, o por lo menos no vi a nadie bailando los pasitos del video de mis tormentos en las casi tres horas que vi pasar ríos de gente en la Avenida Libertador frente al Centro Comercial Los Cedros. La intención de nuestra familia era acompañar al candidato Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el Consejo Nacional Electoral, pero dejamos estacionado el carro en la calle y no estamos como para que nos lo estén robando en estos momentos en los que casi todos los artefactos eléctricos de la casa están dañados por los bajones de luz que no hay regulador de voltaje que aguante.
Así que ahí nos quedamos mi esposo, mis dos hijas y yo, a un lado de la avenida Libertador que por esta mañana de domingo nos prestaron los trans, quienes seguro también estaban acompañando al Flaco a llegar a la Plaza Caracas a inscribir su candidatura porque allí había de todo: hombres, mujeres, niños, perros, urbanización, barrio, ciudad, interior, verdes, blancos, anaranjados, azules, vinotinto, hasta rojos había con el logo "Hay un Camino", en un intento de recuperar el color de las garras del oficialismo.
Ayer el principal mensaje de Henrique Capriles Radonski fue que al ser Presidente lo primero que acabará es el partir al país en dos: quienes están con el Gobierno y quienes se le oponen, catalogados por los oficialistas como "enemigos del Pueblo". Capriles promete gobernar para los venezolanos, punto. Vamos a ver cuántos insultos recibimos hoy del Comandante quienes nos atrevemos a dudar de más de trece años de su obra de Gobierno, siendo la más notable, la omnipresente propaganda oficial alabando su gesta revolucionaria.
Por eso me gusta que ayer al candidato se le llamara con cariño: "El Flaco", cientos de franelas que decían: "El Flaco Presidente", recordando a la señora que le dijo: "Flaquito tú tienes cara de presidente", que viene siendo la contrapartida promocional del "Primero Dios y después mi Comandante", publicidad institucional que antes de que comience oficialmente la campaña electoral obligan a transmitir en los medios de comunicación.
Estos son los dos proyectos de país que están en juego: uno autoritario, militarista, en eterno conflicto, demagogo, narcisista, cínico, todo poderoso, en el que vivimos desde hace trece años; y el otro civil, joven, por hacerse pero que ya tiene demostrado un camino con la obra del Gobierno del Estado Miranda, que se ha destacado de especial manera en las conquistas educativas.
Que no haya calado el flash-mob con el que algunos soñaron se presentara la candidatura de Henrique Capriles Radonski como próximo presidente de Venezuela, no quiere decir que la gente no lo acompañara contenta, que no llegara bailando, pero cada quien a su propio ritmo, cada quien con su tumbao, con un así deberá ser Venezuela, la que soñamos para nuestros hijos. La que merecemos.

viernes, 8 de junio de 2012

Hay un camino, ¿se le llega bailando?



Dicen que los muchachos que participaron en el video "Caracas ciudad de despedidas" quedaron muy satisfechos del resultado, tanto, que lo promocionaron hasta el cansancio por las redes sociales a pesar de que un profesor les aconsejó que mejor no montaran el video en You Tube. Los jóvenes documentalistas no entendieron qué había de malo en ello, si estaban orgullosos de su video, por eso fueron los primeros sorprendidos ante la avalancha de críticas y burlas por, Sabina dixit. "Decir lo que piensan sin pensar lo que dicen".
No escarmentamos, nada más peligroso para cualquier causa que un bien intencionado con una cámara y el portal de video You Tube. El famoso baile "Hay un Camino" va por un camino similar, el grupo de voluntarios Fuerza Cultural nos muestra en un video montado en You Tube a cuatro mujeres en un parquecito residencial, practicando unos precarios pasos de baile que asemejan gaitas intercolegiales, e invitan a aprenderse la coreografía para acompañar este domingo en modo flash mob a Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el CNE.
En menos de un día el video se ha vuelto viral por las redes sociales y en lugar de unir a quienes pensamos que debe haber un camino para salir del berenjenal en el que está metida Venezuela desde hace más de trece años, lo que hace es dividir, porque muchos consideran que lo que está en juego este siete de octubre es en extremo importante para tomárselo a la bailanta.
Pero también hay quienes opinan que toda iniciativa suma, por más naive que esta sea, y quienes dicen que acompañar a Capriles a inscribir su candidatura no es una marcha arrecha de protesta sino un momento de alegría, que qué hay de malo en llegar bailando. Mi amiga Cristina ya se aprendió los pasos para llegar al CNE bailando, a pesar de que a su mamá y a su hijo adolescente el bailecito les parece un horror.
Soy de quienes piensan que la campaña de Henrique Capriles Radonski no puede ser como una caimanera de volleyball en la playa, mas bien debe ser como una partida de ajedrez que toda movida esté muy bien calculada, porque lo que está en juego no es quién paga las cervezas, lo que está en juego es demasiado importante y nos consta que la maquinaria publicitaria del Gobierno (quienquiera que termine siendo el candidato) está en descomunal ventaja sobre el candidato de la fuerza de la oposición. 
No debemos tomarnos la política a la ligera, y el video de las cuatro señoras bailando en manos de los cínicos de VTV, o de los eternos escépticos de la oposición, o de tanta gente que no se decide si votar porque no les gusta pensar que estamos en manos de militares, o dejaron de creer en la Revolución, pero tampoco terminan identificándose con la oposición, para estos indecisos, cuatro señoras bailando torpemente en un parquecito de una zona residencial no es precisamente el gancho que les hace falta para dar el paso.
Un amigo defendía el video por twitter: "Es un buen incentivo para votar". Pero este video está hecho pensando en quienes ya están convencidos de que Hay un Camino, pero para quienes dudan de si realmente lo hay, la idea de que la oposición sea un gigantesco Flash Mob es desesperanzadora.
Así como no todo el que canta es cantante ni todo el que pinta es artista ni poner una curita es ser médico, no a todo el que se le ocurra una idea para promocionar es publicista, ni como muchos piensan, cualquier publicidad es buena. Quizás peque de aguafiestas por no unirme a la bailanta, pero creo que como oposición deberíamos enseriarnos, dejar que cada quien haga su trabajo, pensar que a veces no todas las iniciativas suman sino que más bien restan, y aspirar a que Henrique Capriles Radonski esté rodeado de un excelente equipo que lo ayude a llevar el nivel de campaña que los tiempos ameritan. 


miércoles, 6 de junio de 2012

La encuesta


Hace como cinco años, nueva en esto del blog, descubrí que tenía la posibilidad de hacer encuestas en Evitando Intensidades, por eso ante el auge de series de doctores como House, Grey's Anatomy y ER, como primera encuesta pregunté: en caso de un patatú a qué médico le gustaría acudir: ¿Mc Dreamy? ¿House? ¿La emergencia de ER? ¿O que me lleven al Centro Médico y ya está?
Publiqué la encuesta apostando que arrasaría el doctor House a pesar del mal trato a sus pacientes. Pero pasaron los días y si obtuve nueve respuestas fue porque una fue mía, dos de mis hijas a quienes obligué a contestar, otras dos de un par de amigas a quienes les supliqué que participaran, y cuatro frasquiteros por propia voluntad.
Tras el gran fracaso de la primera encuesta en Evitando Intensidades, desistí de dármelas de Consultores 21, hasta ayer que se me ocurrió que quizás el blog sería un buen medio para tantear -por lo menos entre los panas- si la lectura digital para los hispano-lectores todavía es Ciencia Ficción o si ya se está haciendo realidad.
Esta pregunta no es un divertimento como fue la primera encuesta en el blog, tengo un interés real porque tras doce años escribiendo crónicas para El Nacional, Evitando Intensidades, Ficción Breve y otros medios, además de tener guardadas crónicas más ambiciosas que no he querido quemar por Internet, siento que llegó el momento de recopilar las mejores en un libro y me interesaría saber si los escritores venezolanos a la hora de publicar, estamos soñando demasiado alto si aspiramos también al formato digital.
Sobre este tema he hablado con varios amigos escritores, algunos con bastante éxito editorial, y cuando les pregunto si están interesados en que sus libros salgan en formato digital me miran extrañados como si les hubiese preguntado si tienen contemplada una traducción al arameo.
"¿Digital? ¿Tú crees? ¿Por qué?".
Les respondo: porqué si bien es verdad que la lectura digital todavía está cruda en hispanoamérica, ya se está vendiendo el Kindle en España, muchos latinoamericanos los han comprado para tener acceso a libros que no consiguen en sus tierras, además de los cientos de miles de hispano parlantes que ya tienen un IPad u otra tableta digital, aunque su principal propósito no sea leer en ellas. Un buen termómetro del interés de los hispano-lectores por la lectura digital es que la intensidad más leída y comentada, pero por mucho, fue el post que escribí tras un mes de comprado el Kindle Fire.
 Los escritores tampoco podemos obviar que el formato de lectura digital abre infinitas puertas a ser leídos más allá del reducido espacio editorial de nuestras fronteras sin contar que les prolonga la disponibilidad a  los libros cuando comienzan a desaparecer de las librerías. No es que pretendamos ser best-sellers, pero los ebooks tienen otra accesibilidad que va más allá de las posibilidades del libro impreso. Mi argumento principal para publicar en digital, por lo menos en el caso de los venezolanos, es el fenómeno de emigración de los últimos doce años, la mayoría de quienes se han ido, dejando atrás sus amadas bibliotecas, hoy leen digital y tendrían acceso inmediato a la lectura nacional que ni en un millón de años llegaría a una librería digamos que en Montreal.
Algunos escritores venezolanos ya han publicado en formato digital, pero quienes lo han hecho ha sido por cuenta propia, sin un respaldo editorial, que es muy importante. Por eso amigos, si no le tienen fobia a las encuestas y cuentan con un momento para responder en el cuadrito a su derecha les voy a pedir que me ayuden en esta tímida encuesta: ¿comienza la lectura digital a ser una realidad por estas latitudes o pasará como la televisión a color que tardó más de 20 años en llegar a Venezuela?

martes, 5 de junio de 2012

Los Coleados (reloaded)



El domingo 27 de mayo en la función de las 9.30 de la noche en una sala del cine El Tolón, un grupo de jóvenes armados causó pánico entre los espectadores. Gracias a la intervención de seguridad, todo quedó en susto. Éxito tuvieron cinco maleantes en julio de 2011 cuando atracaron con armas largas a setenta personas minutos antes de que terminara la función de las siete de la noche de una película 3D en el Cine Concresa.
Ya ni en el cine los caraqueños podemos sentirnos seguros.
Recuerdo que a principios del año 2011 estaba una tarde con mi hija mayor en la sala VIP del Cine San Ignacio viendo "El discurso del Rey" cuando en la mitad de la función entraron furtivamente tres muchachos. Ni que fuera cine continuado, pensé, ¿quién va a querer ver una película que tiene más de una hora de comenzada?
Esa es la razón por la cual los empleados de los cines, cuando la película está tan avanzada que nadie se molestaría en colearse, se van a atender la entrada o salida de otras salas. Por eso cuando sentí abrirse la puerta y vi entrar a tres muchachones que la oscuridad no me permitió detallar, ante el sigilo de los chamos al sentarse en primera fila, la afinada alarma interna que tenemos los caraqueños se prendió en alerta roja:
"Nos fregamos" me dije aferrando instintivamente la cartera.
Imaginé que en pocos minutos tendría a un malandro con un puñal rozándome la yugular susurrando que le diera el reloj, el dinero y el celular. Pero los minutos pasaron y los coleados hundidos en las butacas VIP ni ruido hacían, parecían absortos en la película.
 Me entró la culpabilidad que esta paranoia clase media va a acabar con nosotros, los coleados eran muchachos que como tantos muchachos de cualquier estrato social de varias generaciones, solo parecían culpables de colearse como una travesura para disfrutar el cine gratis. De esto he sido testigo hasta en los multicines en los Estados Unidos, donde los adolescentes buscan entrar por la puerta de salida. Muchos lo consiguen con la ayuda de adultos que les permiten pasar mientras ellos salen. Otras veces hay un guardia vigilante de que esto no suceda.
Cuando ya había olvidado a los coleados en el cine criollo y vuelta a concentrar en las gagueras reales, entró una empleada con el uniforme de Cinex acompañada de un agente de seguridad quien tras enfocar a los chamos con una linterna, los invitó a que abandonaran la sala.
Así como no entendí la nota de colearse cuando la película iba por la mitad, tampoco entendí por qué sacar a los muchachos cuando la película estaba por terminar. ¿Qué habría pasado? ¿Será que la encargada de la sala sí se dio cuenta cuando los muchachos entraron, no se atrevió a sacarlos ella sola y tardó media hora en conseguir a seguridad? ¿O será que no fui la única a quien se le prendió la alarma antiatracos ante los chamos coleados y alguien los fue a denunciar? Los muchachos salieron como entraron, sin bulla, entre risas sigilosas de tremendura a medio lograr.
Entonces me dio lástima que los sacaran del cine, recordando la noticia de los setenta espectadores asaltados en el Cine Concresa y de los chamos armados a quienes le encontraron la cacerina de una pistola escondida en el tarro de cotufas en el cine del Tolón, y una de las chicas detenidas tenía nueve celulares en la cartera, pienso que qué impotencia que en esta ciudad la imaginación paranoica siempre termina triunfando
.


Esta crónica la publiqué en Evitando Intensidades a raíz del asalto al cine Concresa hace un año, tras la angustiosa situación en el Cine Tolón el fin de semana pasado, decidí rescatarla para El Nacional y salió publicada el sábado.