lunes, 25 de junio de 2012

La quema de sostenes y otros mitos del periodismo norteamericano

En muy usual usar la metáfora de la quema de sostenes en los años 60 como el gran ejemplo de los inicios del feminismo, la mecha de pólvora expandida en diversas ciudades de los Estados Unidos donde aguerridas amazonas hicieron fogatas con tan opresora prenda del vestuario femenino.
Leyendo "Getting it wrong: ten of the greatest misreported stories in American journalism" de Joseph Campbell, descubro que este cliché de la historia contemporánea, como todo cliché, suele ser exagerado: no hubo tal aquelarre de sostenes, el origen de la noticia provino de una protesta de ultra-feministas a las puertas del concurso de belleza Miss America en Atlantic City en el año 1968, se pretendía hacer una hoguera con objetos del estereotipo de la belleza donde se quemarían medias panties, maquillajes, zapatos de tacón alto, bikinis, rollos de pelo, fajas y sostenes. Pero la alcaldía prohibió la hoguera porque habían sucedido varios incendios en la ciudad, y apenas se hizo una pira simbólica en un barril.  
¿Cómo una quema de sostenes que ni siquiera fue, se convirtió en uno de los grandes lugares comunes del feminismo? Resulta que un periodista conservador, mofándose del momento, escribió sobre "las quema-sostenes" y la frase quedó en el imaginario colectivo. Importantes activistas de los derechos de la mujer como Betty Friedman trataron de desligarse de la supuesta hoguera de sostenes insistiendo que la lucha feminista lo que exigía era la igualdad de oportunidades y no se podía resumir en un momento sensacionalista, por eso Friedman y otras importantes feministas de la época aconsejaron alejarse del ejemplo de las "quema-sostenes", frase que solo servía para ridiculizar al movimiento.  
Sin embargo el recuerdo de este conato de quema de sostenes, por insignificante que haya sido, sobrevivió hasta nuestros días. La historia lejos de tratar a las pirómanas feministas despectivamente, hoy las trata como precursoras de un "no me la calo más", junto con los miles de jóvenes que quemaron su carnet de reclutamiento como protesta ante la Guerra de Vietnam.
La quema de sostenes es uno de los diez grandes mitos del periodismo norteamericano que según Joseph Campbell arrancan con una frase que tampoco fue: "You furnish the pictures. I furnish the war" algo así como tu provee las ilustraciones que yo proveeré la guerra. Esta frase se le adjudica a fines del siglo XIX al magnate de la prensa William Randolph Hearst. El origen de la leyenda comenzó cuando Hearst, entonces joven editor del New York Journal, contrató al artista Frederic Remington, famoso por sus cuadros de escenas del oeste norteamericano, para que sirviera como ilustrador de la guerra en Cuba en los acontecimientos previos en diciembre de 1896.
 Supuestamente el artista, al poco tiempo de llegar a La Habana, le mandó al editor un telegrama diciendo que todo estaba tranquilo, que ahí no iba haber ninguna guerra y quería regresar a casa. Hearst respondió con otro telegrama  con la famosa frase que hasta hoy se usa para describir, según Campbell: "muchos pecados y fallas del periodismo como la falta de parcialidad, promover agendas políticas, caer en sensacionalismos, pero sobre todo para demostrar la capacidad de los medios en influir en asuntos internacionales".
Excelente argumento para los eternos detractores de la prensa de no ser por un pequeño detalle: no se tiene más prueba del intercambio de telegramas que el testimonio de un periodista reconocido en la época, precisamente, por ser sensacionalista. 
Orson Welles, años después, cuando ficcionó la vida de Hearst en El Ciudadano Kane, usó una variación de la frase para acusar el poder de un magnate sin escrúpulos. Casualmente, Welles está señalado como causa de otro de los grandes mitos de la prensa en los Estados Unidos, según Campbell, la histeria colectiva que levantó el programa radial "La guerra de los mundos" donde el joven locutor de 23 años anunciaba una invasión extraterrestre, no fueron más que unos cuantos ingenuos que salieron a la calle asustados en diversos pueblos y ciudades de los Estados Unidos. Cantidad que dificilmente llegaba a las hordas que inflaron en la prensa hasta hablar de una "histeria colectiva" ante la llegada de los marcianos.
Otros mitos tratados por Campbell en su libro son Edward Murrow como causal de la caída en desgracia del senador McCarthy; la autocensura del New York Times a la invasión Bahía de los Cochinos; la frase del presidente Lyndon B. Johnson de que si había perdido la simpatía de Walter Cronkite, perdió el apoyo del norteamericano promedio; el mito que Bersntein y Woodward fueron los únicos responsables de develar el escándalo de Watergate; el pánico ante los bebés Crack; de cómo a Jessica Lynch la convirtieron en héroe de Irak sin serlo; hasta llegar al ejemplo más cercano: el pésimo reportaje de los sucesos tras el huracán Katrina en Nueva Orleans, porque si bien fue una de las cúspides del periodismo moderno a la hora de reportar uno de los desastres naturales más grandes de la historia de los Estados Unidos, los reportajes que siguieron fueron ejemplo de cómo se tomaron como ciertos mitos urbanos, historias que según Campbell: "desafiaban el sentido común", publicadas sin verificar tales como bebés violadas en los refugios, saqueos y asesinatos por doquier; que con el tiempo se demostró que no fueron sino exageraciones basados en estereotipos raciales y clasistas. 
En el Superdome, donde se refugiaron miles de personas que quedaron sin hogar tras el huracán, se habló de más de doscientos muertos cuando en realidad solo fueron seis, ninguno por asesinato: cuatro por causas naturales, una sobredosis de drogas y un suicidio. Campbell también pone en duda la cifra de diez mil víctimas a raíz del huracán. Como el deslave en Vargas, con Katrina no hay una cifra oficial de víctimas, solo se habla de un estimado. 
Buena lectura estos diez mitos del periodismo norteamericano para quienes están interesados en el tema del periodismo y tengan acceso a la lectura digital. 

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