A
raíz de la multitudinaria marcha acompañando a Henrique Capriles Radonski a
inscribir su candidatura en el Consejo Nacional Electoral, por las redes
sociales corrió una foto para demostrar la contundencia de la concentración. Los ojos más sagaces se dieron cuenta de inmediato que se trataba de la marcha del
once de abril del año 2002.
Aproveché el anacronismo para inculcarle a mis
hijas que hay que estar pendientes de lo que publicamos en Internet, no solo
nuestra credibilidad está en juego sino también la del punto que tratamos de
demostrar.
La
conversación transcurrió por otras fábulas que corren por las redes sociales: en twitterzuela han matado a Simón Díaz, a
Lila Morillo, a Gabriel García Márquez, a Jean Carlo Simancas… Por eso le
insisto a mis chamas, futuras Comunicadoras Sociales, que siempre verifiquen la
fuente antes de divulgar una información.
Isabel
me precisa: “¿Acaso tú nunca has caído en una trampa de Internet?”.
Le
contesté que no, yo no divulgo rumores, mi formación es profesional, cuando
digo que el gato es negro es porque tengo los pelos en la mano. Al rato,
haciendo memoria, me di cuenta que después de todo soy humana, alguna vez caí, para ser más precisos el día que por las redes sociales mataron a Guillermo Zuloaga.
Al accionista mayoritario de Globovisión no lo conozco personalmente, pero hace como un año, cuando leí una
tarde en el muro de mi Facebook-amiga Carmen Luisa Zuloaga que su conocido
pariente acababa de morir en el exilio en Miami víctima de un Accidente Cerebrovascular, de inmediato agarré el teléfono para llamar a
mi suegra: ese tubazo era mío, nadie me lo iba a quitar.
No peco de necrofilia, no compartí la noticia
ni por twitter ni por Facebook, ya correría como pólvora por las redes sociales
la muerte de uno de los grandes adversarios del Gobierno Revolucionario, pero
no podía perder la oportunidad de pavonearme ante la suegra el enterarme de una
noticia de semejante magnitud antes que ella.
Es
que ni la CIA ni la KGB cuentan con una red de información como la de la buena
señora, me consta: durante quince años fui vecina del doctor Ramón Escovar Salom,
antiguo Fiscal de la Nación, la ventana de mi estudio da al jardín de su apartamento en planta baja. Una
mañana, hace casi cuatro años, la suegra me llamó para avisar que se había
muerto mi vecino. Le dije que imposible, si lo oí hacía menos de una
hora llamando a su mujer. Pero en efecto, el doctor Escovar acababa de expirar,
cuando bajé a su apartamento a dar el pésame, apenas comenzaban a llegar los familiares y los más
íntimos amigos.
Es
una bárbara mi suegra en eso de estar en todo, por eso aunque fuera una vez en
la vida quería tener una información de primera mano antes que ella.
"Aló suegra, ¿supiste que se murió Guillermo Zuloaga?".
Tras oír tan fúnebre nueva de boca de su nuera, en lugar de contestarme con un: "¿Cómo va a ser?", la suegra se mostró escéptica:
“¿Tú
estás segura? Ya me habrían llamado Yuto o Irene para contarme”.
Me
sentí ofendida por la duda:
“Noventa y nueve por ciento segura,
lo leí en el muro de Facebook de su prima Carmen Luisa, ella es una persona
seria, no lo publicaría si no le constara que es verdad. La noticia ya está
corriendo por twitter, pero todavía no ha salido en el portal de Globovisión, deben
estar preparando un comunicado oficial”.
“¡Cómo
es posible que ni Yuto ni Irene me hayan contado nada!”.
“Quizás
todavía no lo saben. Es una noticia, como dice el Ciudadano: ‘que rompe el
celofán’, acaba de ocurrir”.
En ese momento me sentí más importante que Bob
Woodward y Carl Bersntein develando el
escándalo de Watergate. Pero mi suegra insistía en dudar de la fuente de la nuera y me colgó para llamar a su consuegro Yuto, gran amigo de Guillermo
Zuloaga, o a mi cuñada Irene, amiga de los hijos del difunto. Había que
confirmar.
Le aconsejé:
Le aconsejé:
“Cuidado
como se lo dices a Yuto, mira que quizás no sabe nada y es la muerte de un buen
amigo”.
Mientras
esperaba a que la suegra confirmara la noticia, llamé a mi esposo, a quien no
le gusta que lo molesten en el trabajo a menos que sea por una verdadera
emergencia, mínimo una inundación, pero esto era importante:
“Viste
que se murió Guillermo Zuloaga”.
“¿Qué
se va estar muriendo Guillermo Zuloaga? Ya nos habríamos enterado en la oficina”.
“Te
lo juro, Carmen Luisa, su prima, lo escribió en Facebook y en Twitter”.
“¿Y
tú te crees todo lo que sale en Facebook y Twitter? No parecen cosas tuyas”.
Me
trancó sin dejar que le contara que Carmen Luisa puso como foto de perfil de
Facebook un lacito negro que enlutaba a Globovisión.
Esperando a que mi suegra me llamara con los
pormenores del caso, constaté como el inesperado fallecimiento de Guillermo
Zuloaga ya se había vuelto el monotema en la red de twitter-Venezuela: muchos lamentaban, y algunos celebraban,
la muerte de la cabeza de Globovisión, y en esas estaba cuando de
repente leí un tweet que me heló la sangre, no podía ser: Guillermo Zuloaga estaba vivo, una twittera aseguraba que hackearon la cuenta de su prima Carmen
Luisa para difundir el falso rumor, y que el supuesto difunto gozaba de buena salud en su exilio en Miami.
En cuestión de segundos la corriente twitera se
dividió en dos: quienes informaban de la muerte de Guillermo Zuloaga y quienes
la desmentían.
No me malinterpreten, me alegré de la contra-noticia, pero entiéndanme: ¿y ahora cómo llamaba a mi suegra a decirle que el difunto resulta que está vivo? Qué mal iba a quedar. En cuestión de segundos el Woodward-Weisntein que
llevaba por dentro se desinfló como un caucho que pisa una tabla llena de clavos.
Antes de que mi suegra activara su red de información, respiré hondo y la llamé
para desmentir el tubazo, esperaba que no fuera tarde y no hubiese llamado a
media Caracas. Me dijo que no me preocupara, que como ni Yuto ni Irene estaban en
sus casas, no llamó a más nadie, ella no corre rumores, tiene una reputación que mantener.
Balbuceé
una disculpa, cómo imaginar que las cuentas de Facebook y Twitter de Carmen
Luisa estaban hackeadas. Tan bien redactada que estaba la nota, con lacito negro
incluido, ya en FB tenía varios mensajes de condolencia y decenas de share.
“Eso les pasa por estar confiando en quicker o
facebu o como se llamen esas modernidades, nada como un teléfono para estar
bien informados”.
Pero
no se preocupen que ya escarmenté, por eso le insisto a mis hijas: nunca difundan un tubazo sin antes confirmarlo con la abuela.
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