miércoles, 13 de junio de 2012

De buena fuente



A raíz de la multitudinaria marcha acompañando a Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el Consejo Nacional Electoral, por las redes sociales corrió una foto para demostrar la contundencia de la concentración. Los ojos más sagaces se dieron cuenta de inmediato que se trataba de la marcha del once de abril del año 2002.
Aproveché el anacronismo para inculcarle a mis hijas que hay que estar pendientes de lo que publicamos en Internet, no solo nuestra credibilidad está en juego sino también la del punto que tratamos de demostrar.
La conversación transcurrió por otras fábulas que corren por las redes sociales: en twitterzuela han matado a Simón Díaz, a Lila Morillo, a Gabriel García Márquez, a Jean Carlo Simancas… Por eso le insisto a mis chamas, futuras Comunicadoras Sociales, que siempre verifiquen la fuente antes de divulgar una información.
Isabel me precisa: “¿Acaso tú nunca has caído en una trampa de Internet?”.
Le contesté que no, yo no divulgo rumores, mi formación es profesional, cuando digo que el gato es negro es porque tengo los pelos en la mano. Al rato, haciendo memoria, me di cuenta que después de todo soy humana, alguna vez caí, para ser más precisos el día que por las redes sociales mataron a Guillermo Zuloaga.
Al accionista mayoritario de Globovisión no lo conozco personalmente, pero hace como un año, cuando leí una tarde en el muro de mi Facebook-amiga Carmen Luisa Zuloaga que su conocido pariente acababa de morir en el exilio en Miami víctima de un Accidente Cerebrovascular, de inmediato agarré el teléfono para llamar a mi suegra: ese tubazo era mío, nadie me lo iba a quitar.
No peco de necrofilia, no compartí la noticia ni por twitter ni por Facebook, ya correría como pólvora por las redes sociales la muerte de uno de los grandes adversarios del Gobierno Revolucionario, pero no podía perder la oportunidad de pavonearme ante la suegra el enterarme de una noticia de semejante  magnitud antes que ella.
Es que ni la CIA ni la KGB cuentan con una red de información como la de la buena señora, me consta: durante quince años fui vecina del doctor Ramón Escovar Salom, antiguo Fiscal de la Nación, la ventana de mi estudio da al jardín de su apartamento en planta baja. Una mañana, hace casi cuatro años, la suegra me llamó para avisar que se había muerto mi vecino. Le dije que imposible, si lo oí hacía menos de una hora llamando a su mujer. Pero en efecto, el doctor Escovar acababa de expirar, cuando bajé a su apartamento a dar el pésame, apenas comenzaban a llegar los familiares y los más íntimos amigos.   
Es una bárbara mi suegra en eso de estar en todo, por eso aunque fuera una vez en la vida quería tener una información de primera mano antes que ella. 
"Aló suegra, ¿supiste que se murió Guillermo Zuloaga?".
Tras oír tan fúnebre nueva de boca de su nuera, en lugar de contestarme con un: "¿Cómo va a ser?", la suegra se mostró escéptica:
“¿Tú estás segura? Ya me habrían llamado Yuto o Irene para contarme”.
Me sentí ofendida por la duda:
“Noventa y nueve por ciento segura, lo leí en el muro de Facebook de su prima Carmen Luisa, ella es una persona seria, no lo publicaría si no le constara que es verdad. La noticia ya está corriendo por twitter, pero todavía no ha salido en el portal de Globovisión, deben estar preparando un comunicado oficial”.
“¡Cómo es posible que ni Yuto ni Irene me hayan contado nada!”.
“Quizás todavía no lo saben. Es una noticia, como dice el Ciudadano: ‘que rompe el celofán’, acaba de ocurrir”.
En ese momento me sentí más importante que Bob Woodward y Carl Bersntein develando el escándalo de Watergate. Pero mi suegra insistía en dudar de la fuente de la nuera y me colgó para llamar a su consuegro Yuto, gran amigo de Guillermo Zuloaga, o a mi cuñada Irene, amiga de los hijos del difunto. Había que confirmar.
Le aconsejé:
“Cuidado como se lo dices a Yuto, mira que quizás no sabe nada y es la muerte de un buen amigo”.
Mientras esperaba a que la suegra confirmara la noticia, llamé a mi esposo, a quien no le gusta que lo molesten en el trabajo a menos que sea por una verdadera emergencia, mínimo una inundación, pero esto era importante:
“Viste que se murió Guillermo Zuloaga”.
“¿Qué se va estar muriendo Guillermo Zuloaga? Ya nos habríamos enterado en la oficina”.
“Te lo juro, Carmen Luisa, su prima, lo escribió en Facebook y en Twitter”.
“¿Y tú te crees todo lo que sale en Facebook y Twitter? No parecen cosas tuyas”.
Me trancó sin dejar que le contara que Carmen Luisa puso como foto de perfil de Facebook un lacito negro que enlutaba a Globovisión.
 Esperando a que mi suegra me llamara con los pormenores del caso, constaté como el inesperado fallecimiento de Guillermo Zuloaga ya se había vuelto el monotema en la red de twitter-Venezuela: muchos lamentaban, y algunos celebraban, la muerte de la cabeza de Globovisión, y en esas estaba cuando de repente leí un tweet que me heló la sangre, no podía ser: Guillermo Zuloaga estaba vivo, una twittera aseguraba que hackearon la cuenta de su prima Carmen Luisa para difundir el falso rumor, y que el supuesto difunto gozaba de buena salud en su exilio en Miami.
 En cuestión de segundos la corriente twitera se dividió en dos: quienes informaban de la muerte de Guillermo Zuloaga y quienes la desmentían.
No me malinterpreten, me alegré de la contra-noticia, pero entiéndanme: ¿y ahora cómo llamaba a mi suegra a decirle que el difunto resulta que está vivo? Qué mal iba a quedar. En cuestión de segundos el Woodward-Weisntein que llevaba por dentro se desinfló como un caucho que pisa una tabla llena de clavos.
Antes de que mi suegra activara su red de información, respiré hondo y la llamé para desmentir el tubazo, esperaba que no fuera tarde y no hubiese llamado a media Caracas. Me dijo que no me preocupara, que como ni Yuto ni Irene estaban en sus casas, no llamó a más nadie, ella no corre rumores, tiene una reputación que mantener.
Balbuceé una disculpa, cómo imaginar que las cuentas de Facebook y Twitter de Carmen Luisa estaban hackeadas. Tan bien redactada que estaba la nota, con lacito negro incluido, ya en FB tenía varios mensajes de  condolencia y decenas de share.  
 “Eso les pasa por estar confiando en quicker o facebu o como se llamen esas modernidades, nada como un teléfono para estar bien informados”.
Pero no se preocupen que ya escarmenté, por eso le insisto a mis hijas: nunca difundan un tubazo sin antes confirmarlo con la abuela.

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