martes, 19 de enero de 2021

El porvenir


 La otra tarde hablaba con mi hija Isabel cómo el año 2020 me dejó la lección de no hacer planes ni a mediano ni a largo plazo, más que una lección un trauma, el Covid-19 derribó casi todos los planes que podía tener para el año 2020, y la inesperada muerte de mi marido derribó cómo asumía sería mi vida en los próximos diez o veinte años. Después pensé que esa no era una conversación para llevar con una muchacha de 26 años, a esa edad la hoja de vida está casi en blanco, es necesario hacer planes, tener metas, e irlas cumpliendo. A los cincuenta y siete años los planes son a corto plazo, hay que pensarlos y ejecutarlos con rapidez antes de que la vida se ría de ellos. Y esperar a ver qué sorpresas nos depara el destino. 

Casualmente termino de leer In Five Years (En cinco años), de Rebecca Serle, novela de fácil lectura publicada en el año 2020: Danni a los 28 años ya tiene su proyecto de vida encaminado: a punto de conseguir trabajo en una prestigiosa firma de abogados corporativos, esa noche espera una propuesta de matrimonio de su novio, un joven experto en finanzas tan ambicioso como ella. En la entrevista de trabajo a Danni le hacen la pregunta que no suele faltar: ¿Cómo te ves en cinco años? Danni contesta que se ve trabajando en la firma ascendida a Junior Partner, en el plano personal se ve casada con su novio viviendo en un apartamento en Grammercy Park, todavía sin hijos. Como esperaba, esa noche su novio le propone matrimonio en el Rainbow Room en el Rockefeller Center, con una de las mejores vistas en Manhattan, mezclan vino con champaña, toman de más. Al día siguiente Danni se despierta cinco años después en un moderno loft en Brooklyn en la cama con un desconocido que la trata con la familiaridad. ¿Quién es ese señor? Guapo es, pero ¿Qué pasó con su vida? ¿Dónde está su prometido? ¿Qué pasó en esos cinco años que literalmente pasaron de la noche a la mañana? 

En el capítulo siguiente Danni vuelve a despertar en brazos de su prometido, descartado el sueño como lo que es: un sueño. La vida sigue su curso según lo planeado, hasta que Danni se topa inesperadamente con "el hombre de sus sueños", y es el novio de su mejor amiga. El resto se los dejo para cuando hagan la película, porque es típico libro que no tardaremos en ver en pantalla protagonizado por Elle Fanning o Emma Stone. 

La directora francesa Mía Hansen-Love de 39 años, no sería mucho mayor que la Danni de la novela norteamericana cuando en el año 2016 se le ocurrió tratar con mayor profundidad  el tema del paso del tiempo, o del porvenir, en la película "L'avenir", que vi ayer por casualidad en la plataforma de streaming Criterion. Basada en la vida de su madre, Nathalie es una profesora de filosofía, hermosa e inteligente mujer -interpretada por Isabelle Huppert- quien pasados los sesenta años pierde en corto tiempo y de distintas maneras las principales anclas de su vida: su madre, su marido, su trabajo, sus hijos. Su fe en dogmas existenciales como el marxismo, la había perdido hacía tiempo. 

La película comienza con Nathalie rompiendo un piquete de una huelga para dar clases en la universidad, los jóvenes que protestan le reclaman si no se da cuenta que en están luchando por ella, por su derecho a una jubilación más temprana: 

-¿Acaso quiere seguir trabajando hasta los 67 años?

-¿Quién dijo que yo me quiero retirar?

Nathalie no cae en intensidades, no se hunde en depresiones, tampoco se va a bailar y aturdirse en discotecas de adultos como la Gloria chilena o la Gloria de Julianne Moore, quizás porque la profesora de Filosofía no tiene que filosofar mucho para darse cuenta que nunca se ha sentido más libre en su vida. 

La escena final en su pequeño apartamento parisino nos encontramos con una Nathalie sola, si no feliz,  tranquila, saboreando una taza de té -o quizás una copa de vino- esperando lo que está Por Venir. Los créditos finales los acompaña una versión de La Melodía Desencadenada de Los Righteous Brothers:

 "As time goes by 

so slowly 

and time can do so much".

          ¿Quién dijo que después de cierta edad no se puede esperar con ilusión l'avenir?

 


lunes, 4 de enero de 2021

¿Cuál es el atore?


Sacando cuentas el cambio comenzó recién cumplidos los cincuenta años, quizás un poco después,  entrando la sexta década Oscar era un gordito feliz, si yo le decía que estaba subiendo de peso, que debía hacer ejercicio y mejorar su alimentación, me contestaba que cuál era el problema. Como yo tampoco hacía ejercicio y  podía perder unos kilos para verme mejor, no tenía moral para insistir. Fue nuestro amigo Fernando quien logró el cambio, desconozco que argumentos usó, quizás enseñando con el ejemplo, durante varios meses se reunían temprano todas las mañanas en el gimnasio del club donde Fernando, en forma toda su vida, diseñó un entrenamiento para Oscar en la caminadora que intercalaba trote con caminata, además de pesas y abdominales.
El cambio se comenzó a ver a las pocas semanas, mi esposo adelgazó no solo por el ejercicio, también entró en una dieta estricta de no cenar, con una fuerza de voluntad admirable para un glotón que cocinaba casi todas las noches para la familia. Desde que comenzó el entrenamiento nuestro chef particular en la noche se negaba a comer nada más allá de un plato de sopa, ni una empanada, ni una arepita, si acaso un vodka porque tampoco era un mártir. 
Yo estaba contenta por él porque su sobrepeso comenzaba a rayar con la obesidad, pero ni loca me unía a  semejante dieta, mucho menos a su ritmo de ejercicios, soy de la filosofía de Oscar Wilde de "haría cualquier cosa por mantenerme joven menos hacer ejercicio", no soy flaca, tampoco soy gorda, pero para qué negarlo tres kilos menos no me sentarían mal. Sobre todo si mi marido, en cuestión de meses, había perdido más diez kilos o dos tallas de pantalón. La ropa le quedaba colgando, a los pocos meses después de comenzada su rutina de ejercicios, se compró un par de blue jeans, un par de pantalones para vestir, y regaló los pantalones que le quedaban grandes. Traté de convencerlo que dejara por lo menos un blue jean de los viejos guardado, quién quita. Se puso furioso: después de tanto sacrificio ni loco volvía a engordar, jamás en su vida se había sentido mejor. 
Y aunque la dieta estricta no duró mucho, el afán de hacer ejercicio lo acompañó hasta su último suspiro, literal. Murió subiendo el Ávila recién cumplidos los 58 años, pero ese punto es el final de la historia. 
Oscar siempre fue un fusuco, acelerado, yo soy de temperamento tranquilo, pausado, de cierta manera nos complementábamos, o por lo menos lo hacíamos antes que le diera por hacer tanto ejercicio, hasta entonces cuando caminábamos juntos nos las arreglábamos para acoplarnos yendo al mismo ritmo, pero cuando comenzó a trotar a diario, siempre iba varios pasos delante de mi, por más que yo apurara el paso, no lograba alcanzarlo, por eso vivía diciéndole: ¿"Cuál es el atore?".
Hace pocos años, viajamos a Buenos Aires y a Bogotá, ciudades a las cuales primera vez que íbamos, Oscar me esperaba en las esquinas viendo el celular o fumando un cigarrillo porque decía que no podía ir a mi paso, que yo caminaba demasiado lento, y es verdad, me doy cuenta en Nueva York donde caminar rápido es una característica de la ciudad,  que hasta las viejitas en andaderas me pasan. En Buenos Aires y Bogotá tenía la justificación de estar conociéndolas, absorbiendo cada detalle, poco a poco, "¿Cuál es el atore?". El siempre me contestaba: "Es que tú caminas demasiado lento", y yo le contestaba "eres tú el que camina demasiado rápido".  En nuestros viajes anteriores eso no pasaba. 
Hasta para ir al edificio de mi mamá que queda al lado de nuestro edificio, Oscar iba varios pasos adelante de mí. Durante el principio del confinamiento, cuando seguimos una cuarentena estricta aterrados por el contagio al Covid-19, ni mi mamá, ni mi hijo ni yo salimos durante más de dos meses. Oscar era quien se encargaba de buscar los alimentos y preparar el almuerzo para la familia. Al principio iba en carro, cuando comenzó la escasez de gasolina en Venezuela, decidió que qué mejor ejercicio que ir al Mercado de Chacao trotando. Se iba cargando con dos bolsas vacías, y se regresaba trotando con los ingredientes del almuerzo del día. El único inconveniente fue un perro realengo que lo atacó. Oscar le tenía terror a los perros, este incidente no lo paró de regresar al Mercado de Chacao trotando, solo cambió de ruta para no volver a enfrentarse con la fiera.
Por mi parte comenzando la cuarentena decidí que procuraría hacer ejercicio todos los días, jamás con la intensidad de Oscar, caminaría todas las mañanas por el edificio una hora, a mi paso, oyendo un audiolibro, no era un plan de ejercicio para adelgazar, sino para moverme un poco, no quedarme encerrada leyendo, armando un rompecabezas o viendo Netflix. Oscar, que había pasado de la caminadora del gimnasio del Club a correr maratones, a participar en carreras nocturnas subiendo al Ávila con linterna en la frente, y hasta llegó a irse trotando con su grupo de amigos corredores a las playas de Todasana; veía mi disciplina de caminar por el edificio como un inútil divertimento: "Eso no es ejercicio, si no sudas, si no te late el corazón como un caballo desbocado, estás perdiendo el tiempo". Yo no me dejé desmoralizar,  "¿Cuál es el atore?" para quien el mayor ejercicio era ir del cuarto a la computadora, o arreglar la biblioteca, esa caminata diaria era un gran avance. Caminata que sigo hasta hoy. 
Cuando el confinamiento comenzó a hacer mella en almas claustrofóbicas como la de Oscar, como en mayo, no tardó en conseguir compañeros de ejercicios que lograban burlar la cuarentena primero subiendo un cerro por El Cafetal, después por entradas más clandestinas al Ávila que la subida de Sabas Nieves, que estuvo cerrada varios meses. No los conocía a todos, por las fotos que compartía en Instagram veía que era un grupo heterógeneo de corredores, hombres y mujeres, muchos no llegaban a los cuarenta años, otros ya pasaban los setenta.  A menudo le decía que no se excediera, él no tenía cuarenta años. No me hizo caso. El padre y el abuelo de Oscar habían muerto antes de los cincuenta años de un infarto, era lógico que se debió haber chequeado regularmente con un cardiólogo, pero para él su certificado de salud era saber que seguía con facilidad el ritmo de corredores veinte años menores. 
Oscar era "un duro", le decían sus amigos deportistas sabiendo que había empezado semejante nivel de ejercicio después de los cincuenta.
Cuando Oscar comenzó a trotar, antes y después de la cuarentena más estricta, yo me despertaba como a las siete de la mañana, ya él se había ido hacía rato. Rara vez me daba las coordenadas de sus planes de ejercicios, ese sábado cuatro de julio el día amaneció como cualquier otro de los últimos meses de la era del Covid-19, el cielo azul intenso, sin una nube, me desperté a la hora de siempre, ya Oscar no estaba en la casa, tendí la cama, me vestí con ropa de ejercicio, estaba en la cocina pensando qué me iba a preparar de desayuno antes de salir a caminar, apenas pasaban las ocho de la mañana cuando sonó el timbre. Me asomé a la puerta y vi con grata sorpresa que eran mis tíos, inocente de mí, pensé que pasaban por el vecindario y decidieron visitarme para que les brindara un café. Esa ingenua alegría duró breves segundos al ver sus rostros pálidos, balbuceando, intentando buscar las palabras para iniciar la conversación. María Elisa me dijo que entráramos que teníamos que hablar, Gonzalo continuo que tenían que darme una mala noticia. Yo no pude moverme de la puerta, necesitaba saberlo ya: "¿Qué pasó?". María Elisa dijo: "Oscar, un infarto". No hizo falta decir más, en ese momento supe que después de treinta años de matrimonio, me había quedado viuda.
De las primeras llamadas que hice fue a los amigos con los que estaba subiendo a un sector de la montaña  conocido como El Bombillo. Hablé con Fernando, me contó que Oscar se sintió mal a medio camino, fue rápido, apenas un mareo, dijo que quería regresar a casa, dando la vuelta se desmayó, un infarto fulminante, hicieron lo que pudieron,  una doctora que estaba pasando por casualidad intentó revivirlo dandole masajes cardíacos, pero fue inútil. 
Traté de ser fuerte, le dije que Oscar había muerto haciendo lo que le había llenado la vida los últimos años, rodeado de amigos.
El resto es parte de la intimidad del dolor que no viene al cuento, demasiada intensidad, solo que hoy se están cumpliendo seis meses de que a Oscar se le paró el corazón, todavía en las mañanas cuando me despierto, extiendo el brazo al lado derecho de la cama, y al sentirlo vacío, pregunto: "¿Pero cuál era el atore?".

viernes, 1 de enero de 2021

Cuando el tiempo se paró y otras lecturas de 2020



 

2020 fue un año terrible en muchos aspectos pero un buen año en lecturas, el confinamiento favorece en ese sentido, por lo menos a mi me favoreció, muchos amigos me cuentan que en este obligado encierro por la pandemia carecían de atención para leer. También fue un año en el que desarrollé el hábito de caminar por mi edificio acompañada de un audiolibro, eligiendo memorias narradas por sus autores, así caminé con Woody Allen, Elton John, Phil Collins, Roger Daltrey y Trevor Noah, entre otros; además de regresar a un par de clásicos de la literatura inglesa: "Grandes esperanzas" de Charles Dickens, y "Frankestein" de Mary Shelley, también en audiolibros. Traté Emma de Jane Austen, pero la narración no me gustó. 

Este loco año 2020 sirvió para desempolvar mi biblioteca, gracias a los talleres en zoom de Milagros Socorro, con la participación de Basilio Alvarez, regresé a clásicos de la literatura venezolana como Ifigenia de Teresa de la Parra, el cuento La Hora Menguada de Rómulo Gallegos, una selección de poesía y obra humorística de Aquiles Nazoa y Casas Muertas de Miguel Otero Silva. 

Fue un año en el que descuidé un poco uno de mis géneros favoritos: la novela policial leyendo apenas "Un Destello de Luz" de Louise Penny, "En el nombre del hijo" de Donna Leon, "Muerte en Estambul" de Prietos Markaris,  "Las alas de la esfinge "de Andrea Camilleri, "La transparencia del tiempo" de Leonardo Padura y "El alemán de Atacama" del chileno Roberto Ampuero. Todos por Kindle. 

 Tras la muerte de mi esposo Oscar a mediados de año, intenté un libro de autoayuda escrito por una tanatólogo mexicana sobre cómo afrontar tan inesperada pérdida, a las pocas páginas me di cuenta que para mi la mejor ayuda solo podía venir de maestros de la literatura que han pasado situaciones similares y volví a "The year of Magical Thinking" de Joan Didion,  en la versión de teatro interpretada por Vanessa Redgrave, "La Historia de una viuda" de Joyce Carol Oates, "La peor parte: Memorias de Amor" de Fernando Savater, y "Grief Observed" de C.S Lewis; todas obras dedicadas a la muerte de la pareja, además de "Lo que no tiene nombre" de Piedad Bonnet y "Patrimonio" de Philip Roth; dedicados a la muerte de su hijo en el caso de la autora colombiana, y la muerte del padre en caso del escritor norteamericano. 

2020  fue un año de leer ficción y no ficción por igual, con una extraña tendencia a obras dedicadas a la figura del padre, tema al que dedicaré una intensidad, mientras tanto dejo un recuento de veinte libros que me ayudaron a ser más llevadero este desafortunado año de pandemia y viudez: 

1) "Lost Children Archives" de Valeria Luiselli (2019)- la joven autora mexicana cambia el español por el inglés para narrar la historia de una pareja en medio de una crisis matrimonial se embarca en un road trip de Nueva York a Arizona con sus dos pequeños hijos, rumbo a la tierra de la diezmada tribu de los indios apaches. El esposo trabaja grabando sonidos, la esposa investiga la desaparición de niños mexicanos en la frontera. Una de las mejores novelas leídas este año. 

2)- "2666" de Roberto Bolaño (2004)-  le tenía miedo a este libro de más de mil páginas, como tres novelas en una, qué mejor momento de entrarle que en un encierro obligado, mi parte favorita fue la primera parte "de los cuatro académicos en busca de un enigmático escritor alemán" como se lee en la contraportada, la segunda parte dedicada a la investigación de las desapariciones de cientos de mujeres en México a lo largo de los años, sin mayor afán de la justicia de encontrar a los responsables, es desoladora.

3)- "Tus pasos en la escalera" de Antonio Muñoz Molina (2019); esta novela que comencé a leer recién empezada la pandemia es como mandada a hacer para el obligado encierro que caracterizó el 2020,  la historia del confinamiento de un hombre con su perro en un pequeño apartamento en Lisboa en espera de  su mujer que tarda más que Godot en llegar. 

4)- "The memory police" de Yoko Owaga (1994): Distopía japonesa recién traducida al inglés cuenta la  obligada desaparición de la memoria de una sociedad bajo un régimen totalitario.
Cualquier parecido a la realidad...


 

5)- "Ifigenia" de Teresa de la Parra: ¿Pueden creer que es la primera vez que leo Ifigenia? hay quienes les parece una lata de novela sin encontrar que el sacrificio de esta damisela caraqueña es una historia que sigue describiendo a esta Venezuela donde las cándidas niñas de la Sociedad no se enamoran de trompetistas sino de enchufados. 

6)- "Grandes Esperanzas" de Charles Dickens: no sé si leí de niña o si creí haberla leído de tantas versiones cinematográficas que he visto  desde la de David Lean hasta la de Alfonso Cuarón. La intercalé entre un bien narrado audiolibro y la vieja edición que tengo en casa. Una novela tan inmensa y rica en situaciones, atmósfera y personajes que no hay versión cinematográfica que pueda hacerle justicia, aunque la de Lean que vi en YouTube está muy bien, tendría que volver a ver la de Cuarón.

7)- "Alegría"- Manuel Vilas (2019), lo que se quedó por fuera en Ordessa, larga carta de amor al padre, a los recuerdos, a los hijos que van haciendo sus propios caminos, a lo que va quedando de la familia, a la memoria que se niega a rendirse. 

8)- "My Dark Vanessa" de Kate Elizabeth Russell (2020)- Vanessa Rye entrados los treinta años regresa al recuerdo de un romance de adolescencia con un profesor de bachillerato, tarda en decidir si ese idílico amor fue real o un caso más de abuso de menores. 

9)-"Stoner" de John Williams (1965)-  la vida  gris de un académico muy bien narrada en sus distintas etapas desde la decisión del joven Stoner de dejar la agricultura por las letras, hasta la negativa de dejarse chantajear por la mediocridad de un estudiante y de una facultad. 

10)- "Rodham" de Curtis Sittenfeld (2020):  Un "What if?", qué habría pasado si la brillante abogado Hillary Rodham habría dejado a su carismático y ambicioso novio, el joven político Bill Clinton por sus continuas infidelidades. ¿hasta dónde pudo haber llegado?


No Ficción:

1)- "De vidas ajenas" de Emmanuel Carrere (2009):  difícil ponerle un límite entre la ficción y la no-ficción en la obra de Carrere, tanto que su ex esposa lo demandó prohibiéndole que escribiera sobre ella y su hija, esta novela de no ficción escrita en tiempos más felices para la pareja se inicia cuando la familia pasa lo que comienza como unas plácidas vacaciones en Sri Lanka cuando un tsunami arrasa el pequeño pueblo costero donde vacacionaban,  ese es solo el principio, antes de adentrarse en la intimidad de su familia política que vive el dolor de una hija con cáncer incurable. 

2)"Born a Crime"- Trevor Noah es de las mejores narraciones en Audiobooks que oí este año, el comentador político sudafricano radicado en los Estados Unidos, narra su infancia en una Sur Africa todavía viviendo en el sistema de Apartheid, hijo de un suizo con una mujer negra, el color de su piel más claro que el del resto de su familia materna, le da cierto privilegios pero también la sensación de no terminar de pertenecer en ningún lado. Narrado con humor y ternura,  el libro solo abarca la vida de Noah en SurAfrica. 

3)"Me"- Elton John (2019)- ¿Quién no quiere ser amigo de Elton John y oírle sus cuentos? Mucho mejor que ver Rocket Man. 

4)-"Unquiet"- Linn Ullman (2015)- la hija de Ingmar Bergman y Liv Ullman narra su infancia entre Färo, la isla donde el director sueco pasó el final de su vida; y la volátil vida con su madre quien tenía la teoría que lo único que hacía falta para la crianza de un niño era que vivir cerca de un jardín con un árbol donde poder encaramarse. 

5)-"Educated" de Tara Westover (2018)- otra infancia irregular la de una familia mormona cuyos padres no creen ni en el sistema de educación ni en el de salud, infecciones y accidentes se curaban con los ungüentos de la madre,  y la educación de la numerosa prole fue autodidacta, pero lo suficientemente buena para que varios de los hijos lograran, en contra de los deseos del padre, graduarse en universidades.

6)- "Una Odisea: un padre, un hijo, una epopeya" de Daniel Mendelsohn (2017): ¿Qué mejor manera la de un jubilado padre de vincularse con un hijo a quien le cuesta tanto entender, que uniéndose como oyente a las clases universitarias que da sobre la Odisea de Homero?

7)- "When Time Stopped"- Ariana Neumann (2020)-  tras vivir una infancia idílica rodeada de verde en una casa sin nombre en el la urbanización Country Club de Caracas, Ariana siente que fueron muchos los misterios que se llevó su papá, el empresario Hans Neumann, a la tumba. Ariana, radicada en Londres, con la ayuda de familiares sobrevivientes del holocausto y de sus descendientes, desentraña esta historia de sobrevivencia en la Europa tomada por los nazis. 

8)-""Life isn´t everything: Mike Nichols as remembered by 150 of his closest friends" de Ash Carter (2019)- bien hilados testimonios que dan una idea de la vida y método de Mike Nichols, nacido Mikail Igor Peschkowsky, otro sobreviviente de la Europa Nazi que rehace su vida, en su caso en los Estados Unidos como uno de los directores de Cine y de Teatro más importantes del espectáculo norteamericano.

9)- "La lengua Salvada" y "La antorcha al oído"  de Elías Canetti- gracias a que Canetti escribió diarios buena parte de su vida, sus memorias están muy bien detalladas, comienzan de niño en Bulgaria en el seno de una familia judía que conserva el español como idioma, antes de su paso a lo largo de su infancia y adolescencia por varios países europeos como un niño  pedante intelectualmente con una enfermiza relación con su madre tras la súbita muerte de su padre. La familia logra salvarse de los Nazis emigrando a Suiza durante los años de la guerra.  

10)-"Chasing the light: Writing, directing and surviving Platoon, Midnight Express, Scarface, Salvador and the movie game"- de Oliver Stone (2020)

y ""Apropos of Nothing de Woody Allen (2020)- 

la corrección política me hace temer confesar que me encantaron ambos libros, a Oliver Stone porque ha sido un cretino en su apoyo incondicional con la dictadura en Venezuela, lo que no le quita que sus memorias de infancia y juventud y sus primeros pasos en el cine sean entretenidas y muy bien escritas. Y en el caso de Allen, señalado por su pareja Mia Farrow de  pedofilia, acusación que no se ha podido demostrar en corte a la que Allen dedica como veinte páginas tratando de convencer también al lector de su inocencia, el  encanto del libro no está en los detalles sórdidos de semejante escándalo sino en las anécdotas de su niñez que recuerda Radio Days, y en su tránsito por una carrera de más de sesenta años desde sus comienzos como guionista y en stand up, hasta su última película: "A Rainy Day in New York", que no logró ser estrenada, porque en los tiempos del #metoo Allen es un hierro caliente al que pocos se arriesgan a tocar. 

Bono: la portada de este post: Secondhand Time de Svetlana Alexievich, otra historia oral escrita por la premio Nobel sobre la vida en Rusia tras la caída de la Unión Soviética antes que Putin amenazara en asomar sus dientes.