miércoles, 21 de mayo de 2014

Venezuela: el destino más complicado



La dificultad que se está presentando en el 2014 para enviar a los muchachos a campamentos de verano en el exterior puede parecer un problema de gente rica, pero también es un detalle del deplorable estado de la economía venezolana, y de la actual y claustrofóbica dificultad para entrar y salir de estas fronteras revolucionadas.
Durante décadas algunas familias venezolanas, con mayor o menor esfuerzo económico, han tenido como costumbre mandar a sus hijos a pasar las vacaciones escolares en campamentos de verano en los Estados Unidos, en algunos casos en Inglaterra, con la intención de darle la oportunidad a los niños de aprender inglés en un ambiente deportivo y de camaradería. 
Como la mayoría de estos campamentos quedan alejados de populosas ciudades y hay que tomar conexiones aéreas, planificar los viajes representa una cuidadosa logística. Si los campistas aspiran llegar en julio al campamento, los organizadores requieren a más tardar a principios de mayo que los padres suministren los planes de viaje para estar preparados para recibir a los niños. 
Da hasta pena hacerles entender a estos felices y organizados tutores acostumbrados al libre mercado, que debido a la enorme deuda del Estado venezolano con las líneas aéreas internacionales (4 mil millones de dólares), salir hoy de Venezuela es más complicado que desde cualquier otro lugar medianamente civilizado del mundo. Por lo tanto el viaje de los chamos, si acaso logramos montarlos en un avión, solo podrá ser planificado días antes del vuelo ya que de unos meses para acá, las líneas aéreas en esta patria roja no abren las ventas de pasajes sino, con suerte, semanas antes de que despegue el avión.
Cómo explicarles a los desconcertados counselors que en Venezuela hay que estar pendientes como un halcón de la página web de las líneas aéreas para ver cuándo se abren las reservaciones, porque la posibilidad de adquirir pasajes se cierra tan rápido como se abrió. Y en sus oficinas locales, el cupo se abre y se cierra a la par de la página web.
Imagínense cómo puede entender el metódico director de un campamento, digamos en Vermont, que en Venezuela en el año 2014 es imposible en mayo planificar un viaje para julio, que hasta días antes del inicio del campamento no sabremos si conseguiremos pasajes, cómo será la conexión, si quizás será necesario intentar llegar a Aruba o a Trinidad, y de ahí comprar los pasajes en moneda internacional; o si habrá que cancelar el viaje, quizás hasta perder el dinero del campamento pagado hace meses, porque la página web de American Airlines, o de cualquier otra línea aérea que viaje a los Estados Unidos, no se abrió, o si lo hizo, el presupuesto del pasaje alcanza niveles prohibitivos, y solo da la opción de viajar por dos semanas; cuando en años anteriores tan complicada logística podía ser llevada como la de cualquier país con una economía más menos estable, donde se planifican los viajes con meses de antelación para conseguir mejores ofertas, y así calcular los presupuestos y los cupos disponibles sin tantos sobresaltos. 
Buscando pasajes la noche del 20 de mayo para la tercera semana de julio, la página de American Airlines Venezuela no dio resultados, horas antes se conseguía pasajes hasta para mediados de junio, horas después para ninguna fecha. 
En cambio en la página Web norteamericana de American Airlines, la oferta para volar de y para Venezuela está abierta sin restricciones, pero si un viaje ida y vuelta París-Nueva York en clase económica apenas sobrepasa los 2 mil dólares, un pasaje Nueva York-Caracas en turista se oferta en casi cuatro mil. 
Venezuela "El destino más chévere", promete el Ministerio de Turismo, cuando la realidad es que nuestro hermoso y sufrido país se ha convertido en el "destino más complicado". 
Sigo investigando cómo comparamos con el mercado internacional, y me doy cuenta que si un pasaje  a un destino similar en distancia: Miami-Bogotá-Miami, apenas pasa los 300 dólares, un pasaje Miami-Caracas-Miami supera los dos mil, pagaderos en verdes de verdad, casi siete veces por encima del valor del dólar preferencial. Si se compran los pasajes en bolívares desde aquí se terminan equiparando el valor de ambos vuelos gracias al tipo de cambio que establece el gobierno venezolano para la venta de pasajes aéreos. El problema es que después los financistas del gobierno se harán los locos para asumir la reconversión en dólares que se le adeuda a las líneas aéreas por los pasajes vendidos en nuestra empobrecida moneda oficial.
Como consecuencia de tanto enredo, los pasajes con destino a Venezuela comprados en el exterior no se pueden pagar en moneda venezolana. 
Entre los graves problemas que hoy afrontamos los venezolanos (violencia, escasez, represión, censura, crisis económica) esta dificultad para viajar, esta morosidad del gobierno con las líneas aéreas internacionales, que ha causado que muchas aerolíneas cierren este año sus puertas en Venezuela, y que otras solo abran sus cupos de manera irregular haciendo la planificación de cualquier viaje misión imposible, que esta misma morosidad infle de manera irresponsable los pasajes a quienes deseen venir a Venezuela; podría parecer un problema nimio, frívolo, de no ser porque de hace un tiempo para acá, por esas mismas razones de vivir en un país donde reina la violencia, la desorganización y la crisis económica; tristemente nos hemos convertido en un pueblo de inmigrantes. 
¿Cuántas familias venezolanas hoy no tienen hijos o hermanos desperdigados por el mundo? 
Buscando entrar infructuosamente en la página web de American Airlines Venezuela para ver si me puedo permitir dar el lujo de que mi hijo adolescente aprenda inglés pasando sus vacaciones escolares en Estados Unidos, me pregunto cómo harán aquellas familias venezolanas radicadas en el exterior que ansían ver a los suyos, aquellos que aspiran que sus niños no pierdan del todo el contacto con la tierra de sus padres, traerlos de visita de vez en cuando para que conozcan a los primos, para poder abrazar a los abuelos... Cómo no preguntarse, más allá del miedo de país en el que nos ha convertido la violencia sin pudor, si el pasaje destino a Maiquetía no baja de los varios miles de dólares, no computables por Cadivi, muy por encima de destinos similares, ¿cómo hace una familia venezolana para regresar de visita a su tierra?