miércoles, 14 de febrero de 2024

Anatomía de una caída


 
A pesar de haber sido merecedora de varios premios de la crítica, entre ellos mejor guión y mejor película extranjera en los Golden Globes, le tenía miedo a la película francesa “Anatomía de una Caída”, nominada a cinco estatuillas Oscar entre ellas mejor película -no película extranjera porque no fue escogida por Francia como su película oficial para los premios de la Academia- además de mejor actriz, guión, edición y dirección.
Temía a la película dirigida por Justine Triet porque me habían dicho que si bien era buena, era pesada, un “coutroom drama” francés que siguiendo la actual tendencia de películas largas dura dos horas y media, pero a pesar de que la vi alquilada en Amazon una lluviosa tarde en la comodidad de mi casa, no me dormí, porque tengo la mala costumbre de quedarme dormida hasta en la más entretenida de las películas, hasta me dormí viendo Barbie, y eso que la vi en pantalla grande, siestas cortas, como de diez minutos, lo que en inglés llaman “power naps”, que me harán perder si acaso una o dos escenas de la película.
 Así que predispuesta a que en “Anatomie d’un chute”, más que una pescaíta, esa tarde lluviosa dormiría casi toda la película, a pesar de que el género “courtroom drama” me encanta, pero ha sido trillado en las películas y en las series de Hollywood, además verlo en francés que es un idioma que apenas manejo, sería una prueba de fuerza contra mi narcolepsia, aun así me quedé despierta esperando los “Objections!” y los “Overuled”, o un final catártico como en "A Few Good Men" de Rob Reiner, cuando el coronel interpretado por Jack Nicholson pierde la compostura y grita: “You can´t handle the truth!”.
Quizás por eso no me quedé dormida en “Anatomía de una caída”, porque si bien se cuece a fuego lento, ninguna escena sobra, además de ser una película que nos adentra en un mundo nuevo, tan humano pero a la vez tan ajeno a las películas de dramas de cortes, o dramas familiares a los que estamos acostumbrados vía Hollywood, porque más allá de algún flash back que evoque una pelea doméstica, en la corte de Anatomía de una Caída, apenas se levanta la voz, y cuando un testigo es llamado a declarar, más que un diálogo entre dos se vuelve una conversación entre varias partes donde suele intervenir el acusado, común debate.
La película protagonizada por la actriz alemana Sandra Hüller, trata de un escritor tan guapo como fracasado, Samuel, que muere tras caer desde la terraza más alta de su chalet en los Alpes franceses. Pudo haber sido suicidio pero ciertos indicios forenses indican que fue una caída provocada, siendo la única sospechosa la viuda del difunto, Voyter, una exitosa escritora alemana que apenas habla francés (en la película se habla más inglés que francés). Voyter y Samuel no se habían estado llevando bien. El único posible testigo es el pequeño Daniel de doce años, el hijo invidente de la pareja.
“Anatomie d’un chute” más que la anatomía de una fatal caída, es la anatomía de un matrimonio desgastado por el triunfo de ella y la inercia de él, y el niño que se debate, más que la corte misma, en entender qué pasó con su padre.

lunes, 17 de octubre de 2022

"Estimado Cliente"


 

Hace como diez días vi por HBO "Sentimos las Molestias" serie española parecida a la recordada "Pareja Dispareja" original de Neil Simon, sobre dos amigos de vieja data, ambos llamados Rafael, que por un tiempo se mudan juntos. En una escena de la serie llegan unos supuestos fumigadores de parte del municipio a acabar con no recuerdo qué plaga, les enseñan un papel, les piden que se queden en el jardín que el trabajo se hará con premura, y con premura les roban dentro de la casa relojes, dinero y los "ordenadores". Cuando van a poner la denuncia le dicen en la comisaría que no hay nada que hacer, que esa es típica estafa en la que las víctimas son viejos. 

"¡Viejos nosotros!" responden los dos Rafaeles ofendidos, además de robados, los llaman viejos, qué indignación.

En el momento que la vi, me reí, qué conejos, típico viejos, cómo imaginar que menos de cuarenta y ocho horas después, caería, o casi caería, como una tonta en una estafa para robarme mi cuenta de whatsapp. Todo empezó un lunes temprano en la mañana cuando sonó mi celular: "estimado cliente la llamamos de Digitel ofreciendo el servicio de 5G, le vamos a mandar un código para que se conecte", esa es la versión resumida, la versión larga es un hombre de parte de Digitel hablando a cien kilómetros por hora para marearte, y como yo quiero servicio 5G, aunque todavía esa velocidad ni siquiera ha llegado a Venezuela, di la clave que acababa de llegar a mi celular sin percartame que estaba dando la clave para cambiar mi whatsapp.

Si, ya sé, qué coneja.

Apenas di los números se me prendió la alarma, sobre todo cuando el "estimado cliente", frase que repetía sin cesar, me pidió que para completar el proceso debía apagar el celular durante más de una hora. Mi mediana inteligencia entonces se despertó, de inmediato le colgué, logré entrar en whatsapp y cambiar otra vez la clave. El "estimado cliente" me volvió a llamar pidiéndome la clave nueva, ahí ya me había convencido que al igual que los viejos de la serie española, esta pobre viudita estaba en proceso de ser víctima de una estafa.

O casi.

No logré recuperar mi whatsapp de inmediato, fui a Digitel, me confirmaron -con una sonrisa condescendiente- que mi cuenta de whatsapp estaba hackeada, que ninguna potestad tenía Digitel con WhatsApp para arreglarlo, son dos compañías distintas, tenía que comunicarme directamente con ellos. El muchacho que me atendió en Digitel no se pudo ahorrar decirme: "¿Acaso no le pareció extraño que la llamada fuera desde un número de Movistar?".

Ni que los viejos nos fijáramos en eso.

Logré contactar con Whatsapp por email, muy amables me dijeron que si mi cuenta había sido hackeada -o estaba bloqueada- tenía que esperar una semana para recuperarla, lamentablemente nada se podía hacer antes, esos eran los plazos. Por el whatsapp de mi mamá y a través del servicio de mensajería de Instagram, logré comunicarme con familiares y amigos para que me sacaran de todos los chats. Escribí un mensaje por Facebook y otro por Instagram alertando a mis contactos. La verdad no sé si llegué a ser hackeada, por lo menos nadie de mis contactos me dijo que les escribieron desde mi cuenta para pedirles dinero o cambiar dólares. Mi dignidad quiere pensar que logré detener la estafa a tiempo, logrando bloquear mi WhatsApp antes de que llegaran a pedir dinero en mi nombre.
En la tarde conversando con los vecinos en la junta de condominio, varios habían recibido llamadas similares, incluido mi hijo, pero ninguno cayó. Lo que más dolió fue el orgullo, la más coneja del edificio. Aunque una vecina me confesó que ella también habría caído si no la hubieran alertado de este modus operandis de hackeo. 
Hoy me entero de muchas personas en días recientes que han sido víctimas de la misma estafa y muchos de sus contactos han sido víctimas de creer que están pidiendo dinero, depositando cifras más o menos altas en las cuentas suministradas.

Una vez recuperada mi cuenta de whatsapp, escribo esta intensidad, porque a pesar de que a quién le puede gustar confesar que cayó por inocente, o por vieja, no está de más avisarles que no se dejen
marear por ningún "Estimado Cliente" y no se pongan de conejos a estar dando claves a desconocidos.


domingo, 16 de octubre de 2022

La visita



Esta semana salió publicada en Babelia la lista de las mejores novelas españolas del siglo XXI según el consenso de varios críticos, encabezando la lista la trilogía "Tu Rostro Mañana" de Javier Marías. 

Tras la muerte de Marías el pasado 11 de septiembre muchos amigos me pidieron que les recomendara la mejor novela para empezar a leer al escritor madrileño. No recomendaría empezar con "Tu Rostro mañana",  sería como empezar a escalar montañas subiendo al Everest, mejor empezar con lecturas más  sencillas como "Corazón tan Blanco" (1992)  o con "Todas las almas"(1989), basada en la etapa en la que Marías era un joven profesor en Oxford, novela que aunque debe tener rasgos autobiográficos (¿qué novela no los tiene?) Marías aseguraba ser pura ficción y que personajes que muchos lectores afirmaban haber conocido, eran productos exclusivos de su imaginación.

Recuerdo a Bryce Echenique cuando decía de sus novelas que sus amigos juraban que lo inventado era cierto, y lo cierto inventado. 

 Por fin decidí a entrarle a "Fiebre y lanza" (2002) primera entrega de la trilogía "Tu rostro mañana" conmovida por la inesperada muerte de Marías, siendo esta su más ambicioso proyecto literario por su densidad de tres novelas de casi mil páginas cada una. Después de leída reitero que "Fiebre y Lanza" no es una novela que recomendaría a quien nunca ha leído a Javier Marías, es un largo y tortuoso camino. Confieso que me costó un poco leerla y no sé cuando encontraré la disposición para leer los dos tomos que me faltan de la trilogía, por ahora preferiría regresar con nuevos ojos a "Mañana en la Batalla piensa en mi" (1994) merecedora del premio Rómulo Gallegos que fue la primera novela de Marías que leí, o buscar "El Hombre Sentimental", novela corta de Marías que me falta por leer. 

  A pesar de que su lectura no fue todo lo fluida que habría deseado, en "Fiebre y Lanza" encuentro párrafos y páginas llenas de maravillosas disgresiones, sello típico del genio narrativo de Marías, entre esos párrafos rescato uno no por ser el mejor sino porque me remite a un tema que le leí alguna vez al Javier Marías articulista sobre cómo se salta cualquier descripción sobre sueños en las obras de ficción porque les parecen un frenazo en la acción. Bien escribió Calderón de la Barca: "Y los sueños, sueños son". En "Fiebre y Lanza" el narrador reflexiona sobre los sueños como "la memoria imaginando", y hace hincapié que cuando soñamos con nuestros muertos: "Los trae nuestra conciencia dormida...".

Y una con el anhelo que nuestro muertos, de vez en cuando, vienen en sueños a visitarnos. 

Por ejemplo la otra noche soñé con Isaac Chocrón, en el sueño estaba un poco más serio de lo que acostumbraba ser mi simpático profesor, diría que como melancólico, y el Isaac que conocí era todo menos melancólico, pero ahí estaba mi querido Isaac ante mí, y como en los sueños nuestros muertos siguen vivos, lo abracé y le dije: "Qué alegría verte de nuevo mi querido Isaac".

Como suele suceder en sueños cuando caemos en cuenta que la persona con la que hablamos está muerta,  me desperté con sobresalto, no tardé en recordar el párrafo de Marías y asociar que Isaac, que en noviembre cumple once años de haber muerto, era Libra, por estos días habría estado cumpliendo años,  y quizás mi consiente no haya estado al tanto de celebrar a mi estimado profesor, pero mi subconsciente no ha dejado de añorarlo. 




viernes, 14 de octubre de 2022

Los Años

 
El pasado jueves seis de octubre la Academia Sueca anunció a Annie Ernaux (1940) como Premio Nobel de Literatura 2022, narradora francesa considerada una maestra de la “autoficción” por usar descarnadamente su vida privada para hacer literatura.
A Annie Ernaux no la había leído, pero si a otro maestro francés del género: Emmanuel Carrere(1957), quien también figuraba en las quinielas de los posibles candidatos al Nobel este año. Carrere ha llevado a tales extremos este género de autoficción que su segunda esposa ganó una demanda para impedir que hiciera novelas de su vida privada, o por lo menos se abstuviera de mencionarla en futuras obras, ni a ellos ni a su hija en común. Aunque Carrere se arregla para hacerlo.
Esto de los premios no es una ciencia exacta pero sospecho que tras ser reconocida Ernaux con el más ambicionado galardón de la Literatura mundial, Carrere tiene las mismas posibilidades de llevarse un Nobel que las que tuvo Philip Roth después de que a Saul Bellow se lo dieran, y de las que hoy narradores británicos como Martin Amis y Julian Barnes, tienen tras el Nobel a su compatriota Kazuo Ishiguro.
Si bien he leído varias novelas de Carrere, casualmente ahora estoy leyendo "El Reino", a Ernaux solo la conocía de referencia, en mi enorme ignorancia pensé que era una escritora de relatos canadiense (lo que según mi teoría de no repetir los Nobel de Literatura a autores del mismo país, generación y estilo, Ernaux no lo habría recibido tras el Nobel a la cuentista canadiense Alice Munro).
Ayer bajé en Kindle "Los años" de Ernaux, es muy temprano para saber si me va a morder su literatura, aunque sus novelas son tan cortas que imagino que pronto lo sabré. Por los momentos el párrafo final del primer capítulo de "Los años" describe un pensamiento que me ronda tras la muerte de mi padre y de mi marido, con menos de año y medio entre si, reflexionando sobre los ciclos de la vida, sobre cómo las dinámicas familiares se transforman inevitablemente con el tiempo y así quienes fueron importantes en la primera parte de nuestras vidas: padres- abuelos; coincidirán muy poco - si acaso lo hacen- con quienes con suerte nos acompañan la segunda parte: Hijos- nietos.
Sobre esas transiciones Annie Ernaux finaliza el primer capítulo de "Los años":
"En las conversaciones en torno a una mesa familiar seremos tan solo un nombre, cada vez más sin rostro, hasta desaparecer en la mesa anónima de una generación remota".
Queda hablar a quienes llegan de quienes se fueron, pero a la larga eso seremos, una generación remota

miércoles, 21 de septiembre de 2022

El sandwich perfecto



Siempre que paso frente a la panadería La Selva en el Bosque tengo un momento magdalenas de Proust, me transporto a mi infancia cuando cada vez que la familia agarraba carretera, mi papá iba a La Selva para comprarnos un sandwich a cada uno. Los sandwichs de La Selva conocidos como "Subm
arinos" consistían en una canilla con todo tipo de embutidos, no recuerdo que tuvieran ni lechuga ni tomate ni cebolla, solo embutidos.
Mi papá compraba todos los sandwich iguales, nada de al mío no le pongan mortadela, al mío solo salchichón... mi mamá los repartía en la camioneta Ford Ferlaine antes de agarrar carretera usualmente a Barinas.
A nadie se le ocurría abrir los sandwiches para escarbar lo que no nos gustara, ni siquiera yo que escarbar es uno de los verbos que mi mamá sigue usando a la hora de describir mis hábitos alimenticios, porque si bien de niña era muy ñonga a la hora de comer, para mi estricto paladar infantil los sandwiches de La Selva eran una alquimia perfecta de ingredientes que jamás me atreví a modificar.
Hoy no podría recordar ni de qué hablamos en esos viajes por carretera, ni dónde nos parábamos para ir al baño, ni si tomábamos agua, jugo o Coca Cola; pero si existe memoria del gusto, la tengo intacta de los deliciosos sandwiches de La Selva.
Dejamos de ir a Barinas, mis hermanos y yo crecimos, y no volví a comer un sandwich submarino de La Selva, hasta que años después en un viaje a La Sabana, en el litoral central, que hice con mi esposo y mis hijos quise repetir la experiencia, porque La Selva sigue en la misma esquina en El Bosque, igualita, como detenida en los años 70, pero no fue lo mismo: mis niños de inmediato abrieron sus submarinos para hacer su propia versión del sandwich perfecto. Temo que yo hice lo mismo.
En las curvas rumbo a La Sabana me di cuenta que los sandwiches de entonces, décadas después, ya no me parecían los mismos no porque hubieran cambiado en la excesiva combinación de embutidos ni por la conciencia del exceso de calorías ni la bomba de colesterol que representaban, sino porque a pesar de que con mi esposo e hijos no nos faltaron rituales inolvidables, el sandwich perfecto se había quedado en el pasado, en esos viajes a Barinas en una camioneta azul Ford Fairlane con mis padres y mis hermanos.

viernes, 16 de septiembre de 2022

El último pellizco del joven Marías



La madrugada del pasado lunes desperté como a las cuatro de la mañana y me costó agarrar de nuevo el sueño, me fui al universo de los “Y si tan solo”, universo que se debería evitar como la peste, pero al cual es difícil de vez en cuando no visitar.  La noticia de la inesperada muerte de Javier Marías de una infección pulmonar a semanas de cumplir 71 años me dejó movida, no porque hubiese conocido al escritor español más allá de sus novelas, y artículos primero como El Fantasma y después los publicados en El País, me afectó también su edad y su manera de afrontar el oficio de escritor.  

Para los menores de cuarenta, setenta y un años les parecerá casi un anciano, pero qué susto pensar que apenas era doce años mayor que yo. Tengo muchos amigos de esa edad. Yo todavía me siento una joven promesa.

Regresando a mis desvelos ¿por qué me tomé la muerte del a menudo cascarrabias articulista de El País -acostumbrado a pellizcarle el culo al lector, como decía Cabrujas debía ser todo buen articulista- de manera más intensa que las de otros admirados escritores como Gabriel García Márquez, Philip Roth y Patricia Highsmith?

Quizás porque me llevó sin querer a ese universo de los “Y si tan solo”. Hijo del conocido filósofo español Julián Marías, el joven Marías como se le conoció hasta su muerte, comenzó su carrera como traductor y profesor universitario antes de dedicarse exclusivamente a la escritura. Trato de sacar cuentas desde cuándo soy su lectora, no lo leí cuando ganó el premio Rómulo Gallegos por su novela “Mañana en la batalla piensa en mi”, publicada en el año 1994, pero si fue su primera novela que leí, mi edición es de 1997. Sus novelas anteriores: “Todas las almas” y “Corazón tan blanco” las leí poco después. "Negra espalda del tiempo", para muchos su mejor obra, la leí recientemente. Me salté su obra más ambiciosa la trilogía “Tu rostro mañana” (Ayer comencé con el primer tomo), y estoy al día con sus novelas publicadas los últimos diez años, la última: “Tomás Nevinson”, la terminé hace un par de meses.

El caso es que si bien no conocí personalmente a Javier Marías, tenía más de veinte años leyéndolo y eso no es que me hace una experta en su obra, no soy crítico literario y soy de memoria corta, pero si sentirlo cercano, como un amigo del cual siempre tenía noticias. Y aunque para muchos su literatura fuera un ladrillo, y para otros arrogante como columnista, a Javier Marías no se le podía negar que tenía lo que se llama Oficio de Escritor, catorce novelas publicadas a lo largo de tres décadas, algunas mejores que otras, pero todas impecables. Con “Tomás Nevinson” (2022) Marías se despide -creo que no hay obra póstuma- con una excelente novela de ochocientas páginas que deja a sus lectores con ganas de más, porque Javier Marías no llegó a ver su ocaso como narrador, murió cuando todavía estaba en la cresta de una ola de la que nunca cayó.

No se puede decir lo mismo de mis otros escritores preferidos fallecidos aquí nombrados, autores como García Márquez, Philip Roth, Patricia Highsmith; que tuvieron suficiente vida para darse el lujo de retirarse del oficio de escritor. Porque si se piensa en la escritura como oficio, Javier Marías era el propio escritor a dedicación exclusiva, aunque en una de sus tremenduras asegurara que ser escritor era el mejor oficio para “señoritos vagos”, pero sabemos que no es así, para publicar catorce novelas como las escritas por Marías se requiere imaginación, inteligencia, constancia, talento, y sobre todo mucho trabajo.

Viendo por YouTube un encuentro que realizara Alfaguara para celebrar el aniversario de la editorial donde reunieron a Marías, con Arturo Pérez Reverte y Mario Vargas Llosa, cuando la moderadora pregunta a tan distinguido panel cuándo decidieron ser escritores, Marías contestó que el nunca decidió ser escritor, él lo que quiso fue escribir, escribir aquellas historias que quería seguir leyendo, por ejemplo de niño leía muchas historias de mosqueteros, y como era un género no muy extenso, comenzó como a los doce o trece años a escribir sus propias historias de mosqueteros, aunque eventualmente quien se haría famoso como escritor de historias de mosqueteros fuera su amigo Pérez Reverte con sus novelas del Capitán Alatriste, y el Maestro de Esgrima.

No creo que Javier Marías visitara a menudo el universo de los “Y si tan solo”, y "si tan solo hubiera insistido con mis historias de mosqueteros", no creo, si lo lloro más de lo que lloré a otro escritor con una carrera literaria similar, digamos Philip Roth, quizás al ser Marías más contemporáneo conmigo, ver cómo el tiempo pasa tan rápido, y me ha faltado la constancia y el coraje de escribir con oficio. 

"Y sí tan solo...".

Y también lloro el saber que a Marías, casi alcanzando los setenta y uno, cuando sus lectores creíamos que todavía lo tendríamos para rato, que por lo menos en la próxima década cada dos años tendríamos una nueva novela de él, y todas las semanas un artículo sobre los más variados temas, porque esos “señoritos vagos” escritores suelen ser longevos, un mal domingo en lugar de su acostumbrada columna en El País recibimos la noticia de su muerte por una afección pulmonar.
Tremendo pellizco en el rabo, joven Marías, venir a morirse cuando todavía le quedaba tanto por escribir

martes, 30 de agosto de 2022

Un VIP, un VIP




Eugenia compartió la noticia en el chat como si de un sobrino se tratara: ¡Bad Bunny se llevó el premio MTV al mejor artista del año, no el MTV Latino, el MTV, MTV! Le ganó a artistas como Harry Styles, Drake, Lizzo y Ed Sheeran; primer artista de habla hispana en llevárselo y además dio su discurso de agradecimiento en español. 

¿Quién le habría dicho a la Eugenia de hace cinco años que la Eugenia del futuro iba a celebrar el triunfo en los premios MTV de un reguetonero? 

La invasión de la más reciente ola de reguetón ha sido difícil de resistir, a mi todavía solo me gusta bailarlo, y entre junio y agosto de 2022 bastante que he bailado “Tití me preguntó” de Bad Bunny, la canción con la que el artista puertorriqueño nacido en 1994, la edad de mi hija Isabel,  levantó controversia en las redes porque entre las “mucha novia, mucha novia” que se iba a llevar para “un selfie, say “cheese” en un VIP, un VIP” en medio de la bacanal de la coreografía, le estampó un beso en la boca a un bailarín, para aplausos de unos, y disgusto de otros. 

Tanto la bailé que tengo tres meses con el “un V.I.P, un V.I.P” pegado y eso que lo que más me cuesta del reguetón es las letras, por ejemplo: 

“Vamo´a tirarno’un selfie, say “cheese”, ey 

Que sonrían las que ya les metí 

En Un VIP, un VIP

Saluden a Tití”…


Cada generación con lo suyo, el año pasado mi amiga Anita para celebrar su cumpleaños y su regreso a la vida después de pasar por un Covid muy fuerte, reunió a un grupo de panas a una merienda en el jardín de su edificio. Puras mujeres. Como DJ una amiga conectó su teléfono a unas cornetas. La único que pidió la cumpleañera fue que no le pusieran reguetón porque la atormenta. Cantamos y bailamos la música que oíamos entre los años 70 y 80: Rubén Bládes, Barry White, Donna Summers, Police… la fiesta estaba muy animada, cuando comenzó a anochecer llegaron algunos hombres: los hermanos mayores de la cumpleañera, el novio, el cuñado, los sobrinos adultos… los caballeros se sentaron en una mesa aparte aturdidos con el mujerero loco cantando y gritando, hasta que en el momento de euforia mayor, cuando las niñas cincuentonas cantábamos como las veinteañeras que alguna vez fuimos: “Sufre mamón, devuélveme a mi chica o te retorcerás entre polvo pica pica”, el hermano mayor de la cumpleañera, a quien como que nunca le quitó una novia un chico pijo con un jersey amarillo, se paró frente a las cornetas gritando eufórico: “¿Pero bueno niñitas qué música es esta? ¿Qué es eso de te retorcerás entre polvo pica pica? ¿A ustedes qué les pasa? ¡Pongan buena música, caramba!” no sé si fue que tomó control de las cornetas o si surtió efecto el regaño, pero el volumen de la música inmediatamente bajó, se acabó la salsa, el merengue, el disco y el pop, y se dejó oír un jazz incidental muy bueno para conversar pero con varios rones/Vodkas/proseccos encima lo que queríamos era bailar y cantar, y tras el grito de “¡Pero bueno niñitas qué música es esta!” despertamos del embrujo y poco a poco empezamos a buscar nuestras carteras, “miren la hora que es”, “mi marido me va a matar”, "No me gusta manejar de noche", “dejé sola a mi mamá”.

 El hermano mayor lo que consiguió fue que se acabara la fiesta de cumpleaños, hasta el año que viene, arrivederci, háganme un favor y no me inviten para la próxima... de no habernos interrumpido así, tan abrupto, tan cortanota, la fiesta se habría extendido horas, días, semanas, hasta meses, y quizás ahí todavía estaríamos cantando: “Sonrían las que ya les metí en un VIP, un VIP, saluden a Tití”.