sábado, 31 de mayo de 2008

La casa ideal


Cuando la artista Mariana Bunimov presentó en el año 2006 una de sus obras en la vidriera de una galería en la calle principal de Sierre, un pueblito en Suiza, debió tomar un martillo y romperla para que los suizos, tan suizos ellos, se atrevieran a probar el edificio hecho con 40 kilos de chocolate que asemejaba las unidades habitacionales diseñadas en París por Le Corbusier. Aún así, el público helvético se sentía reticente a ensañarse con una obra de arte, y Mariana cual bruja de Hansel y Gretel, tuvo que ir a un parque adyacente a reclutar niños que la ayudaran a comerse su apetitosa construcción.
El edificio de chocolate duró expuesto en la vidriera suiza una semana, era necesario insistirle a indecisos transeúntes que lo probaran. Su esposo Francisco, mi hermano, siguió con su cámara de fotos el lento desarrollo de está metáfora de la imposibilidad del ser humano de vivir en un mundo perfecto. El una vez provocativo edificio de cacao, concluida la exposición, era una ruina.
Dos años después, Mariana repitió la experiencia en Caracas en la Galería Periférico Arte Contemporáneo. Contó con el patrocinio de chocolates El Rey quién le donó 85 kilos de chocolate para realizar la casa ideal, casa que la artista – con la asesoría técnica de La Praline- trabajó aún más que el edificio suizo porque no se conformó con sólo elaborar la fachada, también se esmeró con los interiores creando paredes y escaleras. La logística de la construcción y del transporte de esta casa de dos pisos tuvo a Mariana durante semanas al borde de un colapso, hasta que por fin, el domingo 18 de mayo, vestida de azul rey, se dispuso nerviosa pero emocionada a recibir al público caraqueño que engulliría su dulce distopía.
Llegué tarde, no sólo la avenida Boyacá estaba trancada ese domingo, también la avenida san Juan Bosco por un concurso de carruchas.Cuando por fin entré a la galería en la urbanización Los Chorros como a las 12.45 pm, ante el destrozo de la casita de chocolate -se habían llevado las escaleras y deformado puertas y ventanas- creí que tenía tiempo de inaugurada la exposición. Mariana me contó que comenzó hacía apenas unos minutos, pero después de darle el primer pellizco a su obra (que ya un niño había mordido), el público se avalanzó a arrancar trozos tan grandes que hasta al más adicto chocahólico empalagarían. Un señor consiguió una bolsa y ante la mirada estupefacta de la artista, arrancó paredes enteras para llevárselas con él. Se le tuvo que explicar que el propósito de la obra era mostrar la decadencia gradual de la casa ideal, no la violenta destrucción de una vivienda como si hubiera pasado un ciclón o hubiese sido víctima de un saqueo vandálico.
Más nadie se atrevió a llevarse pedazos de chocolate en bolsas, pero viendo a grandes y a chicos caerle a la casa como ratones golosos, era fácil darse cuenta de que estábamos ante el “síndrome piñata” que nos marca a los venezolanos desde nuestra infancia, porque una de las primeras cosas que nos enseñan a los niños criollos es a caerle a palos a un simpático muñeco hasta destruirlo para luego acumular un botín de nimiedades. ¿Reflejo de nuestra sociedad? La utopía de chocolate que en Suiza duró una semana, en Caracas se desvaneció en cuestión de horas.
La próxima parada chocolatera de Mariana es Corea, será interesante saber cómo tratará la cultura oriental el sueño de la casa ideal.

martes, 27 de mayo de 2008

A un año de la salida al aire de RCTV


El gobierno ha pagado caro darse cuenta de que con mis telenovelas no te metas.

El gallo negro

La abuela de Daniela le está dando otra vez dolores de cabeza: “Se quiere divorciar del abuelo después de más de 60 años de casados”, me cuenta mi amiga desconsolada. “Acompáñame a visitarla para ver si a ti te hace caso”.
Al llegar a casa de los abuelos nos abre la puerta Isabel, la muchacha de servicio, con los ojos hinchados de tanto llorar. Desde la entrada se pueden oír los gritos de los hasta entonces dulces ancianitos:
“¡Mentiroso!”.
“¡Bruja!”.
Quizás el momento no sea el más adecuado para que una persona ajena a la familia haga una visita de cortesía. Daniela insiste: “Quédate, que ahora es que empieza lo bueno”.
La abuela me recibe exaltada: “Yo no puedo seguir casada con ese viejo mentiroso. Lo que hizo no tiene nombre. ¡Pintó al gallo!”.
Los gritos del abuelo se oyen desde el otro lado de la puerta: “¡Vieja mentirosa tú! ¡Y qué sancocho de gallo negro!”.
Isabel corrió a seguir llorando en la cocina y cuando desaparece, la abuela continua su relato: “La pobre Isabel es el origen de todos los problemas. Desde hace días no hace sino llorar escondida detrás de las puertas, al principio no me quería contar que era lo que le estaba pasando, hasta que por fin no aguantó más: ‘Señora, una presencia me está perturbando’.
He vivido lo suficiente para saber que de que vuelan, vuelan; por eso llamé de inmediato a una comadre que es experta en brujas, paleros, santeras y todas esas guarandingas. Cuando le conté que había una presencia fastidiando a la pobre Isabel, la comadre me dijo: ‘sin perder tiempo, agarra a la muchacha y llévala a esta dirección, porque las presencias acaban con los vivos’.
‘A la mañana siguiente, bien tempranito, llamé a un taxi y me llevé a Isabel a ver a un palero, tu sabes, un brujo que se comunica con los muertos. ¡Eso era un horror! Ahí había viejos, jóvenes, mujeres, hombres, ricos, pobres ¡de todo! Algunos llevaban frutas, otros llevaban animales, botellas de alcohol. Pasaron más de seis horas para que nos atendieran, y aunque Isabel tuvo que entrar sola, el palero, que era un cubano gordo vestido con shores y camiseta, nos dio el diagnóstico a las dos: ‘A esta presencia sólo la espanta unos baños con caldo de gallo negro’.
En esta parte del cuento, salió el abuelo de su encierro para continuarlo: “¿Y quién crees tú que fue el zoquete encargado de buscar el gallo negro? ¡Y bajo engaño! Porque estas arpías saben muy bien que yo no quiero saber nada de brujerías, así que la vieja manipuladora, con la mejor de sus sonrisas, me dijo: ‘viejito, tengo un antojo de sancocho de gallo negro’.
' ¿Será una de esas recetas de Sumito Estévez? - me pregunté, pero como en esta casa las que siempre han mandado son las mujeres, sin rechistar, fui al mercado a buscar el gallo negro. Primero fui para Chacao, después para Guaicaipuro, en ningún lado encontraba al bendito gallo hasta que por fin en Quinta Crespo un pollero comprensivo me dijo: ‘No se preocupe mi don, que yo le consigo su gallo negro. Le pintamos uno bien bonito y la doña ni cuenta se da’. Cuando llegué a casa muy orondo con mi gallo negro, las brujas se prepararon inmediatamente para realizar el sacrificio, con la mala suerte de que ese gallo empezó a botar tinta por todos lados, y quién paga los platos rotos”.
Terminado el relato, en casa de los abuelos se volvió a armar la sanpablera. Me despido discreta y dejó a los dos viejitos pelear en paz.
Daniela e Isabel me acompañan hasta la puerta, no puedo evitar preguntarle curiosa a Isabel: “¿Y la presencia?”.
Isabel por primera vez sonríe entre lágrimas: “Ay Adrianita, con este zaperoco la presencia se largó hace rato”.


Publicado en El Nacional - Sábado 25 de Octubre de 2003


sábado, 24 de mayo de 2008

Everest

Cuando esta mañana leí en El País de España que los esfuerzos por rescatar del Annapurna, Nepal, al excursionista español Iñaki Ochoa , de 40 años, fueron infructuosos, recordé que en julio se cumplen dos años de la muerte del excursionista venezolano José Antonio Delgado, de 41 años, escalando el Nanga Parbat en Pakistán. En homenaje a quienes "dieron su vida por contemplar un paisaje", reciclo este artículo para Evitando Intensidades.


Para celebrar el titánico logro de los nuevos pasaportes de la familia, por primera vez en tres lustros cambiamos nuestras tradicionales vacaciones en Margarita por una temporada en Miami.
“¿A quién se le ocurre?”, nos cuestionó más de una amistad con vocación meteorológica, ¿acaso ignorábamos que agosto es época de tormentas y huracanes en el sur del estado Florida? ¿Que este año prometía ser terrible? Pero qué peor tormenta y huracán que la tempestad electoral que azotaría a Venezuela los próximos seis meses, así que encomendándonos a Eolo, el dios del viento, quisimos estrenar nuestros pasaportes bolivarianos buscando un poco de solaz con el mar Caribe de por medio.

En Miami, a pesar de la promesa de desconectarnos del acontecer político venezolano por unas semanas, llegaron los primeros vientos de la tormenta electoral: el conde del Guácharo se convertía en la opción más clara de la oposición. Mientras tanto, en los Estados Unidos, la noticia con mayor centimetraje era la ebriedad antisemita del actor Mel Gibson. Por eso cuando un lunes por la noche viendo Medium, la programación fue interrumpida por un breaking news, pensé que quizás Mad Max volvía a pedir perdón. Pero no, era una noticia que miles de cubanos radicados en Miami tenían cuarenta y siete años esperando: Fidel Castro cedía (temporalmente) el poder.
Como ucevista, cosecha años 80, la noticia la recibí con sentimientos encontrados: me parecía una ironía de la vida estar en Miami cuando se anunciaba el principio del fin del octogenario líder de la Revolución Cubana. La televisión mostraba imágenes a las puertas del restaurante Versalles - el epicentro de la disidencia anticastrista más recalcitrante- repleta de gente celebrando la hemorragia intestinal del primer mandatario cubano. Casualmente esa misma mañana, el personal del Versalles había recibido al presidente norteamericano George W. Bush, en sorpresiva visita a Miami, como a un héroe.
Y yo que no simpatizo ni con Castro ni con Bush y que venía huyendo de la política venezolana, al ver por televisión las celebraciones en la calle 8, no pude dejar de recordar la noticia que más me ha conmovido recientemente: la última hazaña del montañista José Antonio Delgado.
Durante cinco días los venezolanos tuvimos el corazón en vilo pendientes de la suerte de este integrante del Proyecto Cumbre, de 41 años, quien tras convertirse en el primer latinoamericano en llegar a la cima del Nanga Parbat en Pakistán, se encontró con una inesperada tormenta a más de siete mil pies de altura, perdió el rastro y necesitaba ayuda para bajar.
Después de los desafortunados desenlaces de los secuestros de los hermanos Faddoul, de Filippo Sandoni y de Carolina Manrique, los venezolanos estábamos urgidos de un final feliz, durante cinco días seguimos de cerca y sin perder las esperanzas las labores de rescate del soñador venezolano que había logrado conquistar cinco de las nueve cimas más altas del mundo.

Lamentablemente, José Antonio no regresó de esta aventura, y el sábado 22 de julio se reunieron en una rueda de prensa sus amigos montañistas para conmemorar la última proeza de “El Indio” y para explicarnos a aquellos que de Saba Nieves no pasamos, lo que significa estar en el tope del mundo, o citando a Cela: “ser capaz de dar la vida por contemplar un paisaje”.
A pesar de la tristeza por el compañero que no volvió, el mensaje de sus amigos montañistas estuvo lleno de alegría de vivir hablando de metas, de riesgos y del azar a los que estamos sujetos los seres humanos: “Cuando me preguntan cuándo he sentido más miedo, contesto que llegando a las tres de la mañana a mi casa”, afirmó Marcos Cayuso; pero sobre todo insistieron en lo maravilloso de una vida bien vivida en pos de sus sueños.
“Todos tenemos nuestro Everest”, le gustaba repetir a José Antonio, recordaron sus amigos, quienes en medio del dolor de su partida, les queda el consuelo que “El Indio” murió después de alcanzar cinco veces su Everest.

Ese triste julio la rueda de prensa que logró el milagro de unir a los venezolanos en la gran pena ante la muerte de un deportista fuera de serie, fue cortada por otra noticia: Chávez y Fidel visitando la casa natal del Che Guevara en Argentina. Sí, todos tenemos nuestro Everest, algunos son políticos, otros profesionales, otros deportivos, otros artísticos, pero pocos Everest tan sublimes como el de José Antonio Delgado.

viernes, 23 de mayo de 2008

Cambalache



Hay momentos que nos reconcilian con Caracas, como el anochecer del pasado martes siete de agosto cuando se realizó en la Fundación Cultural Chacao el primer cambalache de libros organizado por el equipo de la página web Relectura.
Hacer cambalaches es una costumbre que viene de la prehistoria cuando los hombres primitivos cambiaban comida y enseres que les sobraban o no necesitaban por aquello que les hacía falta o deseaban para sí. En el siglo XXI, los cambalaches forman parte de la esencia de la Venezuela actual: recordemos que el presidente Chávez propuso cultivar verduras en nuestras jardineras para cambiarlas con algún vecino que criara gallinas en su patio. Dando y dando.
Pero regresando al cambalache literario lo mejor del evento fue precisamente que más allá de algunos textos de ideología marxista y alguno que otro autor desdeñoso de revoluciones; la política no invadió esa noche el espacio ciudadano y durante unas horas el único objetivo de decenas de amantes de la literatura fue hacerse de un jugoso botín de libros.
La genial idea del cambalache fue de la publicista y poeta Adriana Bertorelli, a quien se le prendió el bombillo al ver su biblioteca repleta de novelas que sabía que no iba a volver a leer, por eso propuso en el foro de Relectura que los caraqueños nos reuniéramos para intercambiar libros buenos pero que teníamos repetidos, o que ya dábamos por leídos. A la gente de Relectura le gustó la idea y en menos de dos meses el evento estaba organizado, aunque no en un parque o en una plaza pública como soñaba Adriana, sino en la sede de la Fundación Cultural Chacao.
Días antes del intercambio literario aparecieron en el foro de Relectura listas de libros a ser cambalachados. Sin embargo, estas tímidas listas no previeron el éxito de la noche, pasadas las ocho todavía había largas colas de personas con cajas, carritos y guacales repletos de libros que esperaban canjear por fichas que les permitirían llevarse otros libros.
La idea no era salir de lo malo sino circular lo bueno, por eso en la entrada había un comité de recepción que no sólo revisaba que los libros estuvieran en buen estado sino también que no fueran obsoletos, muy repetidos o de poco interés(ni viejos libros de texto ni de autoayuda ni Bárbara Cartland); pero el criterio tampoco era rígido y en los tablones se encontraban sin prejuicios Stephen King, novelas rusas, francesas y victorianas, Shakespeare, escritores del boom latinoamericano, Lobo Antunes, Saramago, Virginia Woolf, Tolkien, Enid Blyton, Coetzee, Cervantes, Ramos Sucre, Conan Doyle, Agatha Christie, Raymond Carver, Poe, Laura Restrepo, J.K Rowlings, Gallegos, Kundera, Cabrera Infante, Javier Marías, Muñoz Molina, mucha poesía, libros de ensayo y algunos best sellers.
Al ritmo de jazz, bibliófilos de varias generaciones hicieron literalmente su agosto consiguiendo autores que han desaparecido de nuestras librerías, o encontrando esa obra que no sabían que existía o que tenían tiempo buscando.
Más de 500 libros circularon esa noche, muchos quedaron ahí, hay quienes apuestan por el reciclaje, otros por donarlos a bibliotecas. Yo aspiro a que estos libros encuentren su lector en el próximo cambalache.

Publicado en El Nacional en agosto de 2007, este domingo 25 de mayo, no se pierdan el tercer Cambalache.

martes, 20 de mayo de 2008

Lentejas revolucionarias.


Esaú le vendió su progenitura a su hermano menor por un plato de lentejas después de una ardua jornada de trabajo. Soy capaz de entenderlo, nada me gusta tanto como un buen plato de lentejas. En mi casa las preparábamos con huesito ahumado o chorizo. Hay quienes las prefieren con paticas de cochino y hasta con salchichas. También me encanta la sopa y la ensalada.
Las lentejas no sólo eran un plato ecónomico sino también nutritivo, y hablo en pasado porque desde hace unos meses para acá en esta V República hasta para comer granos hay que hacerlo con compromiso revolucionario: ¿desde cuándo no se consiguen lentejas en los supermercados? Para comprarlas hay que ir a Mercal donde por 2.50 bolívares fuertes se adquirirá un paquete de Lentejas Casa, que el mismo envoltorio se enorgullece en anunciar como parte del "plan excepcional de desarrollo económico y social para el abastecimiento de alimentos de la cesta básica".
Esto quiere decir que la única manera de comerse en Venezuela un plato de lentejas es bajando la cabeza ante las arbitrariedades del gobierno revolucionario, que hoy parece ostentar el monopolio del preciado grano.
No hay que ser semiólogo para fijarse en la ilustración del paquete que quien está un paso adelante entre quienes esgrimen la bandera de Soberanía, como conduciendo la patria al único futuro posible, no podía ser otro que un militar.
¡Buen provecho!

sábado, 17 de mayo de 2008

La generacion copy-paste


Desde hace meses se oye la promesa que en un futuro cercano todos los muchachos venezolanos tendrán computadora. Armando una máquina elemental con un disco duro no muy portentoso pero eficaz para que los niños naveguen por Internet y hagan sus tareas, disminuirían los costos de producción, y con una pequeña ayuda de la empresa privada y del gobierno, tanto los chamos de los barrios como los del campo y la urbanización podrán tener su PC.
Al oír esta utopía cibernética nos sentimos alcanzando la cima de países avanzados tecnológicamente donde hasta el pizarrón es digital, y donde los alumnos ya no llevan cuadernos en sus morrales sino laptops. En Venezuela ni siquiera las escuelas pagas más costosas han llegado a tanto: aunque casi todos nuestros colegios y muchos liceos tienen salón de informática, en esta esquina del mundo los niños aún toman apuntes con lápiz Mongol en cuadernos Tamanaco.
Sin embargo (por lo menos en los colegios privados) Internet se ha vuelto una herramienta indispensable para hacer las tareas en casa, sobre todo en bachillerato: no sólo porque los profesores montan cuestionarios en la WEB y los estudiantes a la hora de trabajar en equipo, en vez de reunirse en una casa, lo hacen en el chat room, sino porque ya los muchachos no saben lo que es una enciclopedia impresa, ni una biblioteca pública, ni saben de bibliografía, ni investigar mucho más allá de Wikipedia. Hoy casi toda la información entra y sale por la red.
A veces siento que estamos criando la generación del copy-paste (copiar-pegar), si a un alumno lo mandan a hacer un trabajo, digamos, sobre Dinamarca, ya no consultará en el Almanaque Mundial, ni le agradecerá a sus padres tener una buena enciclopedia, ni irá al consulado a que le regalen folletos. Ni siquiera se tendrá que esforzar pasando a máquina la información recopilada, buscará en Internet la palabra Dinamarca, una vez seleccionada la fuente, usará botón izquierdo para copiarla y pegarla en un documento en blanco, y tras imprimir, tendrá listo un trabajo en cuestión de horas que a generaciones anteriores le habría tomado semanas investigarlo. ¡Ni siquiera errores ortográficos tendrán los muy afortunados!
Tampoco hay que achacarle este mal a la viveza criolla, el problema es mundial, en los Estados Unidos hay filtros que intentan detectar hasta el más rebuscado copy-paste. Quizás a algunos profesores no les importe tanto, o cierta información como “el crecimiento demográfico en Dinamarca” justifica que la calquen porque no hay mucho que inventar, pero hay maestros que se toman el plagio cibernético a pecho y no les tiembla el pulso para raspar a medio salón que a la hora de hacer un resumen sobre Doña Bárbara, en vez de leer la novela de Rómulo Gallegos, la investigó en rincondelvago.com.
Otros maestros prefieren adaptarse a los tiempos y ser creativos a la hora de mandar tareas, y cuando la subjetividad está involucrada, es el mejor filtro contra el plagio. También hay maestros que optan por volver a los viejos tiempos y exigen que los trabajos sean escritos a mano. Un martirio para los tecnológicos muchachos.
En Venezuela hay un problema adicional para los copy-pasters que he celebrado más de una vez cuando mis hijas, malhumoradas, se ven obligadas a consultar la Enciclopedia Espasa para hacer sus tareas: en este país que aspira a estar en el avant-garde de la tecnología, se la pasa caído Internet.

jueves, 15 de mayo de 2008

La otra Adriana




A cada rato llega un mensaje de algún amigo avisando que cambió su dirección de correo electrónico de Cantv a Gmail. Al principio parecía una epidemia de escualidismus: los más radicales de la oposición anularon sus direcciones de Cantv al hacerse el gobierno revolucionario el accionista mayoritario de la principal compañía de teléfonos de Venezuela.
La paranoia vino después, cuando se predijo que quienes recibimos correo a través del ahora portal de la revolución, seremos vigilados por la inteligencia cubana. Eso no me quita el sueño: como si los cyberespías de La Habana no estuvieran lo suficientemente ocupados con el bloqueo, los cubanos en Miami, la salud de Fidel, los poetas disidentes y la Unión Europea, para encima tener que estar revisando cientos de mensajes políticos, documentos power point, chistes malos, rumores falsos, cadenas sentimentaleras y otras plagas que inundan mi buzón.
Como no soy mujer de cambios drásticos, a pesar de su nueva voluntad revolucionaria, de que ahora abrimos el portal de la CANTV y las noticias parecen redactadas por Ignacio Ramonet, seguí fiel a la telefónica nacional manteniendo mi vieja dirección de Internet. Pero cuando unos correos se me empezaron a devolver y otros me dejaron de llegar, decidí dejar tanta fidelidad y abrir una cuenta en Gmail.
Entrar en el correo de Google es una experiencia comparable a cuando Dorothy, después de que se la lleva el tornado, por fin aterriza y al abrir la puerta de su casa pasa de blanco y negro al technicolor mundo de Oz.
"Toto, I think we are not in Caracas anymore".
Llevo días descubriendo las ventajas de Gmail: su enorme capacidad no sólo para guardar mensajes, sino también para almacenar fotos y documentos sin copar la memoria de la computadora, además de la posibilidad de compartirlos y de trabajar en ellos desde cualquier parte del mundo que tenga libre acceso a Internet.
Mi cambio de dirección cibernética se enfrentó con dos obstáculos: el primero, que mi nombre ya estaba tomado, así que agregué una g, la inicial del apellido de mi madre, y creé adrianavillanuevag@ gmail.com . El segundo inconveniente: que la página de documentos de Gmail no es compatible con Safari de Macintosh. Fue necesario desempolvar mi vieja computadora, la que ni dejándola en la Plaza Bolívar se la habrían llevado por obsoleta, y desde entonces estoy pasando fotos y documentos de un email a otro.
A menudo se me olvida agregar la g materna a mi nueva dirección, consciente de que a alguna tocaya la debo tener loca mandándole fotos de concentraciones caraqueñas, de vacaciones en Margarita, del bautizo de mi sobrina; investigué en Google a qué otra Adriana Villanueva podía estarle imponiendo las imágenes de mi vida. Encontré varias homónimas: una jueza en Lima, una ejecutiva en Managua, una repostera en Coyoacán, una artesana en Chiloé, una obrera en Guanajuato, una colegiala en Stanford y una uruguaya radicada en Israel.
En esas estaba, filosofando: "Mira que tener el mismo nombre y vidas tan distintas", cuando me entró un mensaje a la cuenta de Cantv de una tal Adriana Villanueva: "No sé quién sos, pero dejá de estarme mandando fotos que no me interesan".
Y me quedé con la angustia de qué será más peligroso en esta aldea global: si arriesgarme a la contrainteligencia cubana o a la ira de una cuaima del cono sur

Publicado en El Nacional el 30 de junio de 2007.

domingo, 11 de mayo de 2008

La guerra contra los Davids



Lo dije anteriormente, no soy mujer de novedades: después de 6 años de furor mediático ahora es cuando me engancho a American Idol.
No es el primer programa que veo de este estilo: en el 2003 me volví adicta a la segunda temporada de Operación Triunfo (el año después que ganó Rosa y quedaron finalistas David Bisbal y David Bustamante). Hoy Bisbal es una superestrella, y de Chenoa, Rosa y Bustamante sabemos por ¡Hola! Pero en la segunda temporada del programa español, después de triunfar la rebelde Ainoa y quedar finalistas la hippie Beth y el guapo Manuel Carrasco, tras la euforia inicial, fue como que se los tragara la tierra. Y no sólo los jóvenes cantantes en Operación Triunfo dejaron de ser noticia en ¡Hola!, a partir de la cuarta temporada lo dejaron de transmitir por TVE y no lo vimos más en Latinoamérica.
A pesar de mi devaneo con Operación Triunfo, nunca me interesaron American Idol o su émulo Latin American Idol, carecían del drama rosa del programa español. Me parecían un karaoke glorificado. Un invento más del Imperio. Hasta que una noche, por casualidad, pasé frente al televisor justo cuando un chico sin gracia y despeinado entonaba una canción que me sonó levemente familiar.
“Háganse a un lado”, le dije a mis hijas adolescentes sentándome en el sofá del estar para descifrar dónde carrizo había escuchado antes esa canción, cuando me sorprendí entonando: “The kiiiiid is not my son!”.
No podía creer lo que este tipo de voz cavernosa estaba haciendo con la pegajosa "Billie Jean": la interpretaba como una intensa balada rock. ¡¿Un rockero cantando a Michael Jackson?!¿Existe el infierno? Sí, y es de los atrevidos.
A partir de ese quinto concierto de la sexta temporada de American Idol cuyo tema era “interpreta una canción del año en el que naciste”, me volví adicta al programa, pero sobre todo, hincha de David Cook, residente de Kansas de 24 años quien pudiendo haber escogido “Rock the Casbah” de Clash, o “I’ve got a Rock & Roll heart” de Eric Clapton, eligió “Billie Jean” de Michael Jackson, compuesta en 1983, año en el que él nació, año en el que yo la bailaba a lo moon dance en la New York.
También me sorprendió que el principal rival de David Cook para llevarse la corona de American Idol es otro cantante llamado David, pero Archuleta, residente del estado Utah de apenas 17 añitos, quien casualmente recuerda a Michael Jackson, pero no el Michael Jackson actual desteñido, decadente, como salido de una película de los años 80 de John Waters, sino al joven Michael Jackson cuando todavía era negro, llevaba afro, y representaba la máxima energía del buen pop.
Si David Cook le da la profundidad del rock a lo que canta, David Archuleta le inyecta a sus interpretaciones la alegría Pop, a tal punto, que la noche del rock se comió al rockero Cook cantando un espectacular "Stand by me" de Ben E. King.
Pero entre los dos Davids se podría interponer una Goliat puro Soul: Syesha Mercado, de 21 años, quien casi todas las semanas está entre los concursantes menos votados, pero por alguna razón, logra sobrevivir. Las malas lenguas dicen que se debe a que es oriunda del estado Florida, y ya sabemos que en ese estado se deciden elecciones que cambian la historia. Syesha es el fenómeno Obama-Hillary en uno: mujer y afroamericana luchando por el voto. Sus inspiraciones están claras: Alicia Keys, Whitney Houston, Aretha Franklin, Lauryn Hill; pero la noche en la que se la comió fue cantando "Proud Mary" de la gran Tina Turner.
Syesha parece la más débil de las concursantes no sólo porque su estilo de princesa del soul no tiene un sello original, sino porque no tuvo la popularidad de Archuleta y de Cook, quienes nunca fueron cuestionados por el público, y el jurado desde el principio los trató como ganadores.
Pero quién sabe si la chica de Miami puede emular en la recta final el fenómeno de Rosa en Operación Triunfo, y logra vengar a Goliat acabando de una sola pedrada con el par de Davids.

Día de la Madre


La Ciudadana Isabel.



Para Isa, otra vez, por prestarme su voz.


Hola, soy Isabel, mi mamá les manda a decir que no crean que esto de pedirme que les escriba los artículos se volvió una guachafita, pero como mañana es su día, va a tomarse un descanso y así podré contarles lo que ella llamó "mi primera experiencia kafkiana", o como dice papá "mi primer enfrentamiento con la burocracia" (no le entendí a ninguno de los dos).
Todo empezó hace unos meses cuando la maestra envió una circular avisándole a nuestros padres que para pasar a quinto grado necesitábamos cédula de identidad. Algunos de mis compañeros ya la tenían, pero la mayoría no.
Mamá me dijo que no me preocupara, sacarse la cédula es fastidioso pero no difícil, hace tres años se la sacó a mi hermana en la DIEX de la avenida Andrés Bello. Pero cuando fue conmigo, nos dijeron que ya no dan cédulas sino en Fuerte Tiuna y en operativos especiales. Hay que llamar a 0800CEDULAS para informarse.
Llamamos, llamamos, llamamos; y nadie contestó. Debe ser más fácil llamar a "Aló, Presidente" y que atienda el mismísimo, que contesten en el 0800CEDULAS. Tampoco fui a Fuerte Tiuna, a mamá no le parece mezclar cuarteles con trámites civiles, pero cuando una señora le contó que fue e hizo la cola con su niña bajo un solazo desde las seis de la mañana hasta las dos de la tarde mientras un soldado repetía: "Aquí los militares tienen prioridad, si les pasa uno por delante con un familiar, cuidado se amotinan", mamá dijo que ella ahora sí iba, porque si se le coleaba un militar, formaría tal escándalo que iría presa por "insurrección" (o sea, por alzada). Como papá sabe que eso es verdad, prefirió ocuparse él de mi cédula de identidad.
Así que un viernes a las seis de la mañana en lugar de llevarme el colegio, papá me llevó a un operativo en el barrio Chapellín. En la cola nos dijeron que sólo cedularían a 10 niños porque era un operativo para adultos. Cuando papá preguntó la razón, le recordaron que la próxima semana había elecciones internas del MVR, hasta le dieron un papel con el nombre del candidato favorito. Pero como yo era la niña número 15, no me atendieron. Papá casi va preso por insurrección, menos mal que un señor de camisa roja logró tranquilizarlo: "Llévela este fin de semana al Poliedro, compañero, hay un mega operativo". El domingo fuimos al Poliedro pero no nos dejaron entrar: el operativo era sólo para extranjeros. De nada sirvió la furia de papá: "Cálatela", fue la única respuesta que recibió cuando le preguntó a la funcionaria cómo era posible que no aceptaran cedular venezolanos.
Durante días mis papás no hicieron sino hablar del pasado: papá contaba como a su abuelo en la plaza Bolívar, en los años 40, un policía lo paró porque lo vio muy catirito: "Oiga, señor: ¿usted es venezolano?", como mi bisabuelo le dijo que sí, el policía lo llevó a sacarse la cédula porque parecía musiú. Su cédula fue la número 167. Por su parte, mamá recordaba que a ella la llevaron a extranjería en los años 70 a sacarse la cédula con sus compañeros de escuela y no tardaron ni dos horas. Ambos se preguntan cómo es posible que en pleno 2005 los niños venezolanos para cedularnos tenemos que ir del timbo al tambo, perder clases y hacer horas de cola bajo el sol.
Yo estaba asustada, sin cédula no pasaría a quinto grado, menos mal que tía Moka, que siempre está en todo, el jueves le avisó a mamá que corriéramos, que había un operativo en un edificio de oficinas en La Castellana. Papá me fue a buscar al colegio a media mañana y casi, casi me la dan, pero cuando estábamos entregando mis documentos a las dos de la tarde, el funcionario no los aceptó porque mi partida de nacimiento no estaba fechada. Papá lloró, suplicó, pataleó, pero sólo logró una prorroga hasta las cinco para conseguir una partida nueva. Corrimos a la Prefectura de Chacao, cuando llegamos, se había mudado a cuatro cuadras. Fuimos a la nueva prefectura pero ya no expiden partidas de nacimiento, teníamos que ir a la alcaldía. Papá me tomó de la mano y atravesamos las avenidas Francisco de Miranda y Libertador corriendo, como nunca he corrido en mi vida. Gracias a las súplicas de papá, en la alcaldía de Chacao nos dieron el papel poco antes de las cinco, tomamos un taxi y llegamos justo a tiempo.
Ya tengo cédula, soy ciudadana, y aunque salí desgreñada, papá la va a envolver, ponerle un lazo rojo, y ése será nuestro regalo para mamá en su día.

Publicado en el diario El Nacional, el sábado 7 de abril de 2005.
Ilustración para Nojile: Rogelio Chovet.

viernes, 9 de mayo de 2008

Dos películas tristes


DOS PELÍCULAS TRISTES

El mejor chiste del anfitrión Jon Stewart en una más aburrida de lo usual noche de Oscar fue cuando ante los temas de las películas nominadas (asesinos, codicia sin límite, embarazo de adolescentes, multinacionales malévolas, la terrible consecuencia de una mentira) aseguró que 2007 fue el año en el que los miembros de la Academia estaban en Prozac.
Y no sólo las nominadas a la mejor película del año son capaces de dejarnos con el ánimo por el piso, algunas que no lograron figurar sino en las categorías a las mejores actuaciones son imposibles de ver sin que después apelemos a un antidepresivo.
Tomemos por ejemplo el más reciente film del director canadiense Paul Haggis, famoso por "Crash" (ganadora del Oscar 2005)y como guionista de "Million Dolar Baby" de Clint Eastwood(ganadora del Oscar 2004), este año los miembros de la Academia ignoraron su "En el valle de Elah" nominando sólo a Tommy Lee Jones como mejor actor principal por el papel de Hank Deerfield, un militar retirado dispuesto a llegar a la más terrible de las verdades para saber porqué su hijo –que sobrevivió Irak- apareció quemado y desmembrado en dear old USA.
Tampoco el público estuvo dispuesto a comer cotufas con mantequilla y tomar coca cola light viendo en pantalla grande cómo la guerra es capaz de volver desalmados hasta a los más nobles muchachos, ni las marramucias de las que son capaces los militares para ocultarlo.
Para su segundo intento como director, Haggis no escogió un tema fácil, y por más que en Hollywood se jacten de liberales y antibelicistas, saben que el sentimiento de gran parte de los ciudadanos norteamericanos es patria o muerte con sus muchachos “abroad”; pero siempre se puede contar con Susan Sarandon para este tipo de películas y esta no es la excepción interpretando a la sufrida madre que perdió a sus dos hijos soldados. También se puede contar con la linda Charlize Theron haciendo lo imposible para verse como una chica cualquiera a ver si le sale otra nominación al Oscar, esta vez como la policía que para demostrar su valor ante sus misóginos compañeros de precinto, ayudará al testarudo padre a descubrir la verdad sobre la muerte de su hijo.
Pero el astro que brilla "En el valle de Elah" eclipsando cualquier cuerpo que se le acerque es Tommy Lee Jones, en una actuación interna, de detalles, sin muecas exageradas ni gritos ni los modismos que últimamente parecen ser necesarios para ganarse un Oscar; no, la cara de roca de Jones apenas cambia de gesto por fracciones de segundos que son suficientes para demostrar el dolor de un hombre al que no sólo se le muere un hijo, sino también una institución.
Otra actuación maravillosa en una película que deja el corazón arrugadito fue la de la nominada al Oscar 2007 como mejor actriz Julie Christie por Lejos de ella (Away from her), primer intento como directora de la joven actriz canadiense Sarah Polley, de tan solo 28 años, quien se estrena con un tema nada juvenil: Fiona (Christie) y Grant (Gordon Pinsent) han tenido baches en sus 44 años de matrimonio pero ya en su retiro dorado en una idílica cabaña en Canadá, se pueden jactar de seguir enamoradísimos y de no haber estado separados ni un día, hasta que Fiona se torna olvidadiza y después de que le diagnostican Alzheimer, decide internarse en un elegante asilo antes de volverse una carga para su marido. Grant, profesor universitario retirado, no está muy convencido de la idea, especialmente cuando la directora de la institución le dice que como período de adaptación, tendrá que pasar un mes sin ver a su mujer. El drama realmente comienza cuando, cumplido el plazo, Grant regresa con un ramo de flores y un libro a visitar a su amada Fiona para descubrir que fue borrado casi por completo de su memoria, siendo suplantado en sus afectos por el más anodino de los pacientes del asilo.
De nuevo nos encontramos con una película en la que no se explota el drama humano con efectos de telenovela, la actuación de Christie es impecable y a sus 67 años es una mujer preciosa que trasmite una clase inigualable, pero quien realmente lleva el peso de la película es Gordon Pinsent como el consecuente marido dispuesto a lo que sea con tal de ver feliz a su mujer.
Tanto En el valle de Elah como Lejos de ella fueron vistas por casualidad.

miércoles, 7 de mayo de 2008

martes, 6 de mayo de 2008

¿Vientos de cambio?

La 'bloguera' recibe mañana en Madrid el Ortega y Gasset

EL PAÍS - Madrid - 06/05/2008


En vísperas del acto de entrega, que se celebrará mañana en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la bloguera cubana no ha recibido permiso de las autoridades para viajar fuera de la isla.

En conversación telefónica desde La Habana, Sánchez se mostraba ayer "pesimista", pero se agarraba todavía a la esperanza de que técnicamente podría viajar a Madrid si hoy recibiera el permiso. "No tengo ninguna respuesta por parte de las autoridades; el caso está detenido", explica Sánchez, quien añade que "la burocracia cubana es muy críptica" y, por tanto, es imposible interpretar cuáles van a ser los pasos siguientes. "Tenía que volar el pasado sábado, pero perdí el vuelo al no lograr respuesta de las autoridades y trasladé el vuelo al martes. Sigo sin respuesta y soy pesimista pero tendré esperanza hasta el último momento", explica.

Sánchez considera que el caso es un "test perfecto" para comprobar si la apertura anunciada por Raúl Castro es real o se queda simplemente en los discursos. Pese a que su blog ha recibido mucha atención en el exterior, nunca ha salido de Cuba para promocionarlo o recibir un premio. "Ahora veremos si está cambiando algo realmente o no", recalca.

Sánchez, filóloga habanera de 32 años, creó la página web Generación Y en 2007, poco después del plante de intelectuales cubanos conocido popularmente como la guerra de los e-mails. En pocos meses se ha convertido en el blog más popular de la isla, con más de un millón de visitas al mes. Esta página, plagada de ingeniosas críticas al Gobierno, se publica mediante un servidor situado en Alemania. Sánchez pertenece al consejo de redacción de la revista digital Consenso, impulsada por su marido, el periodista Reynaldo Escobar.

Pese a todo, Sánchez no se considera una ciberdisidente. Más bien se define como un "electrón libre". Su éxito es tal que ha sido incluida este mes en la lista de las 100 personas más influyentes del planeta que publica la prestigiosa revista Time. Yoani Sánchez fue galardonada en la categoría de mejor trabajo publicado en Internet. El jurado valoró la perspicacia con la que Generación Y ha sorteado las limitaciones de Cuba a la libertad de expresión. También reconoció el estilo de la información vivaz y directa y "el ímpetu con que se ha incorporado al espacio del periodismo ciudadano".

La falta de libertad de prensa en Cuba ha sido denunciada por Reporteros sin Fronteras en su último informe. Esta organización afirma que la isla es "la segunda cárcel del mundo" para los periodistas, después de China.

http://www.desdecuba.com/generaciony/


lunes, 5 de mayo de 2008

Anécdota



Bananas fue la primera película de Sylvester Stallone. En el libro "Woody Allen on Woody Allen" el periodista y cineasta sueco Stig Björkman le pregunta a Allen -muy fusiñoso a la hora de escoger sus actores- si acaso entonces, en el año 1971, le encontró un potencial dramático al futuro Rocky.
Allen contestó que por el contrario, no le gustó la audición del joven Stallone, le pareció que le faltaba la rudeza necesaria para interpretar al malandro en una escena en el Metro. Pero Sly le rogó que le diera otra oportunidad, y volvió 5 minutos después, peinado y vestido de manera distinta dando una imagen más ruda. Ante la insistencia del que todavía ni soñaba ser Rambo, Woody Allen lo aceptó. Hoy se ríe al pensar que en muchos lados del mundo, cuando promocionan Bananas para la televisión, lo hacen como una película con "Woody Allen y Sylvester Stallone".

sábado, 3 de mayo de 2008

Fin de las video tiendas

Apple acaba de anunciar la decisión de lanzar las películas en el catálogo de ITunes al mismo tiempo que cuando salen comercialmente en DVD. Usted podrá alquilar o comprar películas sin salir de su casa. Esto, aunque no afecta la industria del cine, posiblemente sea el fin de miles de video tiendas en el mundo. Venezuela, siempre a la vanguardia, ya había acabado con el negocio hace años gracias a los cidiceros. Recuerdo para Evitando Intensidades la impresión que me causó cuando cerraron Video Color Yamín en Altamira.
Bananas
Una mañana amanecí con ganas de ver Bananas, la película de un Woody Allen jovencito en la que, tratando de reconquistar el corazón de una ingenua idealista, el eterno antihéroe se va a hacer la revolución a uno de esos países que los gringos llaman despectivamente "bananeros". Nunca había visto Bananas, por mi edad para mí Woody Allen era de Annie Hall para acá. Afortunadamente, sabía dónde encontrarla, así que el sábado de la semana pasada fui a Video Color Yamín en Altamira, quizás el más completo de los video clubes en Caracas. Sentí un vacío en el alma cuando, bajando la San Juan Bosco, me di cuenta de que si bien ahí seguía la enorme valla del epicentro cinéfilo del este de nuestra capital, lo único que quedaba del edificio de tres pisos era el esqueleto en remodelación, pero ni siquiera un cartelito que decía: "Ya volveremos...".
Experiencia similar viví en agosto en Miami cuando le di cuatro veces la vuelta a Sunset Place buscando Mega Virgin Store, la tienda de mis sueños porque ahí se concentraba un universo de música, cine y libros. Quebró. Por lo menos la de Miami. La que sí cerró definitivamente fue la cadena Tower Records, una institución musical desde San Francisco hasta Nueva York. Sus dueños dicen que el negocio dejó de ser negocio cuando los discos pasaron de vinyl a CD. Y ahora con la facilidad para bajar música por Internet, ni se diga.
El problema parece ser global, en 2005 los melómanos madrileños lloraron el fin de Madrid Rock. Los titulares de la prensa española responsabilizaron a la piratería y a Internet de la bancarrota del que había sido un templo roquero durante 24 años. Ya en 2005 se bajaban de Internet más de 200 millones de canciones ilegales al año.
El que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Especialmente en esta Caracas en la que los cidiceros se han convertido en un gremio más poderoso y popular que los cocaleros de Bolivia. Si los tocan, cae el gobierno. ¿Quién no ha comprado una película, un CD de música, un programa pirata en el centro de Caracas, los bulevares, las gasolineras, el tráfico, la salida de los conciertos, las entradas a los restaurantes o los pasillos de las universidades? ¿Cómo evitar caer en la tentación de que por apenas 4.000 bolívares, toda la familia pueda disfrutar una película de estreno en la seguridad de su hogar? ¿O conseguir por una centésima de su valor el Microsoft Windows Home Edition antes que pagarlo a 200 dólares que harían aún más rico al multimillonario Bill Gates? ¿Cómo rechazar la colección entera de los Beatles en un quemadito si después de todo parte de los derechos de autor le entrarían a Michael Jackson que compró el catálogo de las primeras canciones? ¿Cómo negarse a esos tesoros que hace tiempo desaparecieron de circulación como conciertos legendarios de la Fania?
Hay quienes nos negamos a reemplazar la magia de la sala oscura por la comodidad del televisor, o manejamos un código de ética nacionalista: no compramos artistas venezolanos "quemaos". Pero la realidad es que nos hemos inventado un sin fin de excusas para limpiarnos la conciencia del pecado de la piratería. Aunque cuesta entender cómo puede ser un negocio rentable con tantos cidiceros en la ciudad vendiendo su mercancía a precio de Susy y Cocosette.
Los beneficios para los ciudadanos son obvios: música, programas de computadora y películas a bajo costo, pero los perjuicios ya se están viendo: dentro de poco sólo oiremos changa y reggaetón. Las grandes víctimas de la piratería son los artistas a quienes cada vez les será más difícil vivir de sus musas. Lugares como Video Color Yamín desaparecen o se tienen que renovar ajustándose a un mercado frívolo y comercial. En una ocasión leí un elogio a Video Color Yamín comparándolo con una especie de biblioteca de Babel. Y era verdad, ahí había de todo: de Pasolini a Spielberg. Entre sus pasillos se veía a Román Chalbaud alquilando películas al lado de una pareja de novios discutiendo si llevarse la última de Vin Diesel o la de Mandy Moore.

El Gobierno, por supuesto, se hace la vista gorda ante la piratería; y la clase media, por conveniencia, también. Y yo que quiero ver Bananas a como dé lugar, no me queda más remedio que encargársela a mi cidicero de confianza, quien por 50.000 bolívares me consigue la obra completa de Woody Allen. Me consuelo ¡al diablo sus derechos de autor! el muy canalla dejó a la pobre Mía Farrow por su hija Soon-Yi.
Ilustración para nojile de Rogelio Chovet.

El padre


Aprovechando que el hijo se prepara para salir, el padre baja sigiloso al estacionamiento del edificio, sabe que su muchacho no es tan esmerado como para pasarle un trapo al carro después de haber ido a la playa. El padre se asegura de que nadie lo está viendo antes de escribir en el polvo del vidrio trasero un enorme: “¡Viva Chávez!”.
No estamos ante una familia dividida, ni el padre ni el hijo creen en el proceso, tampoco ante un echador de broma, sólo ante un padre angustiado por la seguridad de su hijo en una ciudad en la que se impone la ley del más fuerte, y aunque es un buen muchacho que casi no le da dolores de cabeza, teme por él.
¿Cómo no temer si esta semana supo de dos secuestros de hombres jóvenes, rehenes durante horas, hasta días, bajo amenaza de muerte si se alzaban, si se ponían nerviosos, si los familiares le avisaban a las autoridades o no llegaban rápido a un acuerdo en la suma a pagar?
El hijo también sale asustado, pero no se va a quedar encerrado en su casa un sábado en la noche. Hace unos días secuestraron a “El Catire”, un compañero de la universidad burda’e’pana, estaban juntos en una fiesta pero se fue temprano para llevar a la novia. Menos mal que ya la había dejado cuando lo interceptaron en La Castellana, 3 o 4 hombres armados, o mas bien chamos como él, que sabiéndose guapos y apoyados ni siquiera tenían sus rostros cubiertos. Lo ruletearon y con su celular llamaron a sus viejos exigiendo una maleta de bolívares fuertes antes de que saliera el sol. Una exorbitante suma que la familia no tenía en el banco, mucho menos debajo del colchón. Amenazaron, negociaron, transaron, antes de llegar a un acuerdo, y con ayuda de varios amigos que fueron despertados de madrugada para ver cuánto efectivo tenían a mano para salvarle la vida al Catire, se consiguió la suma pautada.
Dinero fácil y rápido para los captores, pero que a la familia le tomará años recuperarse no tanto económicamente, como emocionalmente del susto ante la posibilidad de perder a un hijo en la impunidad de la noche.
Al recordar el suplicio del Catire el padre también recuerda, después de darle la bendición a su muchacho y verlo salir, Secuestro Express, esa película que causó la ira del oficialismo cuando la estrenaron en el 2005: “¡cuánta exageración! ¡un intento más de descertificar este paraíso que es la República Bolivariana de Venezuela!” Y piensa que casi 3 años después de estrenada, la película de Jonathan Jakubowicz se quedó corta, ya ni siquiera la oscuridad es necesaria para llevarse a alguien a la fuerza. Leyó en el periódico que en Maracaibo han secuestrado niños de las escuelas, pero las noticias parecen lejanas cuando no nos rozan. Y a él lo rozó cuando se llevaron al compadre, no en un secuestro express, lo tuvieron varios días encerrado en un cuarto sin luz, maltratándolo verbal y físicamente antes de liberarlo. Tampoco era un hombre de fortuna, tan sólo alguien que trabajó toda su vida y que debió haber perdido gran parte de lo que tenía para abrazar de nuevo a su familia.
Pero el gobierno insiste que tanto énfasis en la inseguridad son exageraciones de la oposición. Por eso el padre escribió en el carro del hijo “¡Viva Chávez!”, quizás estar con el gobierno sirva de amuleto para no tener que angustiarse al pensar que la vida de quien más se ama pueda depender de una maleta de dinero y los nervios de una noche.

jueves, 1 de mayo de 2008

Día del Trabajador

Lunchtime atop skyscraper- Charles C. Ebbets, 1932.
Foto tomada en un descando para almorzar durante la construcción del piso 69 de un edificio del Rockefeller Center en Nueva York.
La siestecita después de almuerzo tampoco podía faltar.