sábado, 17 de mayo de 2008

La generacion copy-paste


Desde hace meses se oye la promesa que en un futuro cercano todos los muchachos venezolanos tendrán computadora. Armando una máquina elemental con un disco duro no muy portentoso pero eficaz para que los niños naveguen por Internet y hagan sus tareas, disminuirían los costos de producción, y con una pequeña ayuda de la empresa privada y del gobierno, tanto los chamos de los barrios como los del campo y la urbanización podrán tener su PC.
Al oír esta utopía cibernética nos sentimos alcanzando la cima de países avanzados tecnológicamente donde hasta el pizarrón es digital, y donde los alumnos ya no llevan cuadernos en sus morrales sino laptops. En Venezuela ni siquiera las escuelas pagas más costosas han llegado a tanto: aunque casi todos nuestros colegios y muchos liceos tienen salón de informática, en esta esquina del mundo los niños aún toman apuntes con lápiz Mongol en cuadernos Tamanaco.
Sin embargo (por lo menos en los colegios privados) Internet se ha vuelto una herramienta indispensable para hacer las tareas en casa, sobre todo en bachillerato: no sólo porque los profesores montan cuestionarios en la WEB y los estudiantes a la hora de trabajar en equipo, en vez de reunirse en una casa, lo hacen en el chat room, sino porque ya los muchachos no saben lo que es una enciclopedia impresa, ni una biblioteca pública, ni saben de bibliografía, ni investigar mucho más allá de Wikipedia. Hoy casi toda la información entra y sale por la red.
A veces siento que estamos criando la generación del copy-paste (copiar-pegar), si a un alumno lo mandan a hacer un trabajo, digamos, sobre Dinamarca, ya no consultará en el Almanaque Mundial, ni le agradecerá a sus padres tener una buena enciclopedia, ni irá al consulado a que le regalen folletos. Ni siquiera se tendrá que esforzar pasando a máquina la información recopilada, buscará en Internet la palabra Dinamarca, una vez seleccionada la fuente, usará botón izquierdo para copiarla y pegarla en un documento en blanco, y tras imprimir, tendrá listo un trabajo en cuestión de horas que a generaciones anteriores le habría tomado semanas investigarlo. ¡Ni siquiera errores ortográficos tendrán los muy afortunados!
Tampoco hay que achacarle este mal a la viveza criolla, el problema es mundial, en los Estados Unidos hay filtros que intentan detectar hasta el más rebuscado copy-paste. Quizás a algunos profesores no les importe tanto, o cierta información como “el crecimiento demográfico en Dinamarca” justifica que la calquen porque no hay mucho que inventar, pero hay maestros que se toman el plagio cibernético a pecho y no les tiembla el pulso para raspar a medio salón que a la hora de hacer un resumen sobre Doña Bárbara, en vez de leer la novela de Rómulo Gallegos, la investigó en rincondelvago.com.
Otros maestros prefieren adaptarse a los tiempos y ser creativos a la hora de mandar tareas, y cuando la subjetividad está involucrada, es el mejor filtro contra el plagio. También hay maestros que optan por volver a los viejos tiempos y exigen que los trabajos sean escritos a mano. Un martirio para los tecnológicos muchachos.
En Venezuela hay un problema adicional para los copy-pasters que he celebrado más de una vez cuando mis hijas, malhumoradas, se ven obligadas a consultar la Enciclopedia Espasa para hacer sus tareas: en este país que aspira a estar en el avant-garde de la tecnología, se la pasa caído Internet.

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