martes, 30 de abril de 2013

Hora y media




Mejor no saber cómo las llaves del carro con el control de la alarma cayeron en un cuerpo de agua, el punto es que un lunes a las 9.30 de la mañana me encontré frente al carro preguntándome: “¿Y ahora qué hago”. 
Gracias a un alma generosa que desactivó la alarma en cuestión de segundos, un lluvioso lunes de finales de abril estaba a las diez de la mañana en la misma tienda de autoperiquitos en La Florida donde siempre le han montado las alarmas al carro.
“¿A este control qué le pasó?”,  preguntó el dueño sosteniendo el aparatico todavía chorreando agua. Preferí contestarle con otra pregunta: “¿Tendrá arreglo?”.
Ni arreglo ni repuesto, era una alarma muy vieja, había que ponerle al carro una alarma nueva. Tras chequear si tenía saldo en la cuenta del banco porque no aceptan tarjetas de crédito, me prometieron que la alarma estaría lista en hora y media. No hay problema, frente está el Centro Comercial La Florida, aprovecharía para desayunar, ver cuál de los productos en escasez llegó al supermercado, y el tiempo que me sobrara lo pasaría leyendo el libro de crónicas de Chuck Palahniuk que llevo en el carro.
Hace 15 años habría tenido bastante qué hacer en el Centro Comercial La Florida, seguro habría pasado por el Bazar La Chinita para comprar un regalo de piñata, dado una vuelta por la librería Puntos y Comas para encontrar un buen libro a precio viejo, quizás habría salido a la calle para renovarle la pila a mi reloj en la joyería Benito, o me consentiría con un antojo francés en La Confitería. Hoy ninguno de estos negocios queda en pie, en el Centro Comercial La Florida y sus alrededores la mitad de las santa marías están cerradas.
Tenía como dos meses que no visitaba la zona, me percaté que había una santa maría cerrada menos: en el local donde antes quedaba la librería del señor Fiori, Puntos y Comas, el mismo donde compraba los suplementos de mi infancia y las cartulinas para hacer los trabajos escolares de mis hijos, hoy está una tienda de zapatos “made in China”. Calambre del alma como canta Charlie.
Antes de entrar en el supermercado -primero Cada después Éxito hoy Luvebras- pasé por el Banco Venezuela de La Florida, el mismo donde la semana pasada murió un atracador en acción. No tenía casi efectivo y si algo todavía encontramos en esta Caracas desabastecida son frutas hermosas. Como cosa rara, el cajero automático del Banco Venezuela no tenía dinero disponible. Habría que dejar las primeras ciruelas de huesito de la temporada para otra ocasión si quería darle una propina al muchacho que le estaba montando la alarma al carro.
Cargaba suficiente efectivo para desayunar una empana de carne molida y un café en el Deli del Luvebras,  nada que ver con lo que solía ser la fuente de soda del Cada de la Florida, pero por lo menos este pequeño Deli resolvía. Mi vecino en la barra era un señor con marcado acento gallego quien empezó a  contar sus penas como si en lugar de un vasito plástico de café tuviera ante sí una copa de orujo.
“¡Hora y media de cola en el banco, hora y media! Señores, ¿ustedes pueden creer que yo a mi edad tenga que pasar una hora y media de cola en el banco? ¿y para qué? ¡para nada!”.
 La mayoría de los presentes lo ignoraron, demasiado temprano en la mañana, demasiado temprano en la semana, para oír cuitas ajenas. Solo yo le hice un amago de sonrisa, siempre a la caza de una crónica, para qué negarlo. Él siguió:
“Es que aquí en Venezuela los mayores de 65 no contamos, no somos nada, ¡cero!”.
No hizo falta azuzar al viejo gallego para que se extendiera, sin importarle el interlocutor, contaba en voz alta que tenía depositados 70 mil bolívares en el Banco Venezuela, y aún así le habían negado una tarjeta de crédito por ser mayor de 65 años.
“Y a los malandros que roban y van a depositar lo robado a que sí se las dan, pero nosotros somos cero, los mayores de 65 años en este país somos un cero a la izquierda”.
Como no encontré manera de consolarlo lo dejé llorando sus penas mientras me acercaba al enorme cartel con la lista de productos cuya venta está limitada, lista de racionamiento que a mi más bien me pareció optimista porque de los productos en ella: “Arroz, Papel Toilet, Papel Absorbente, Café, Azúcar, Leche en Polvo, Harina de Maíz, Harina de Trigo, Aceite Vegetal, Mazeite, Margarina, mantequilla…”, lo único que se conseguía esa mañana en el Luvebras era Harina Pan y leche en polvo La Campiña, y ya estaban de salida.
 Agarré dos kilos de Harina Pan, un kilo de leche en polvo y unas mangas rosadas muy bonitas. Como en el Luvebras no hay cajas de menos de diez productos busqué la cola más corta para pagar. Todas las colas en las cinco cajas abiertas parecían igual de largas, llegaban casi que hasta el final de los pasillos, y con compras similares a la mía, pocas pasaban de más de diez productos, ahí no había doñita llevándose dos carritos con la compra de la semana. Más de una madre sí aprovechó para llevarse sus cuatro kilos de leche en polvo a los que tenían derecho porque “vaya a saber usted cuándo vuelve aparecer la leche”.
No pude evitar suspirar en voz alta lo que he escrito tantas veces, pareciera que ya los venezolanos nos acostumbramos a vivir haciendo cola y a la escasez, como si vivir así fuera normal.
Una enfermera muy dicharechera tomó el hilo de la conversación dándole gracias a Dios que no tenía edad ni de niños de pañales ni de toallas sanitarias porque a ella le daba un asco horrible eso de las toallas socialistas que estaban proponiendo. Pero la conversa para pasar el rato no terminó de arrancar, la cola transcurrió en silencio, como imagino debieron ser las colas en la Europa desabastecida de la posguerra.
A las 11.30 en punto llegué al autoperiquitos cargando mis tres bolsas del Luvebras sin sorprenderme que en esta Caracas del año 2013 del “Mientras Tanto”,  hoy se tarde lo mismo en ponerle una alarma a un carro, que comprar dos kilos de Harina Pan, una bolsa de mangas y un paquete de leche.
 Como diría el amigo gallego: “¡Hora y media señores, hora y media! ¿Ustedes pueden creer?”.

jueves, 25 de abril de 2013

En el jardín de las bestias


Uno de los insultos favoritos del Oficialismo a Henrique Capriles Radonski es llamarlo "Nazi-Fascista", lo que podría ser visto como una doble contradicción no solo porque el Fascismo se ejerce desde el poder, como fue el caso de los Nazis, sino porque si alguna familia sufrió en carne propia los embates del movimiento Nacionalsocialista no fueron las familias Chávez, Maduro o Cabello; entre los pocos sobrevivientes del exterminio al pueblo judío perpetrado en la Europa de los años 30 y 40, estuvo la abuela de Capriles Radonski, como bien le gusta recordar a quien hoy es llamado Nazi-Fascista por pretender impugnar unas elecciones presidenciales a todas luces viciadas desde el Poder.  
Casualidades de la vida que precisamente en estos días, cuando el término "nazi-fascista" se usa en Venezuela tan a la ligera, cae en mis manos "En el jardín de las bestias: una historia de amor y terror en el Berlín Nazi" (2011), del periodista estadounidense Erik Larson, libro de No-Ficción que se lee como una novela. 
Larson (Brooklyn, 1954) indaga sobre la estadía como Embajador de los Estados Unidos del académico William E. Dobb y su familia en la Alemania de los inicios del nazismo, de cómo los Dodd pasaron de sutil apoyo a la Alemania Nazi, a absoluto repudio, repudio que tardaría en ser comprendido por muchos de sus compatriotas. 
William E. Dobb, nacido en Carolina del Norte en el año 1869, fue hombre de confianza de  Woodrow Willson, presidente de los Estados Unidos desde 1913 hasta 1921, le escribía sus discursos, después el historiador metido a político quedó relegado a la vida académica durante más de una década, hasta que un día, para sorpresa de muchos, el presidente Franklin D. Roosevelt mandó a llamar al sexagenario profesor de la Universidad de Chicago para ofrecerle la posición de Embajador de los Estados Unidos en Alemania. 
Había quienes echaban broma diciendo que fue un error de la secretaria de Roosevelt, llamó al William  que no era; otros especularon que nadie quería ocupar el puesto de Embajador en una Alemania turbulenta, por eso bromeaban que el presidente sacó el nombre de quien ocuparía tan delicado cargo casi que del sombrero, o lo escogió tan solo porque Dodd, que hizo su postgrado en la Universidad de Leipzig, dominaba el idioma alemán. 
Aunque se sentía bien saberse de nuevo políticamente requerido, Dodd dudó si aceptar el cargo diplomático que le ofrecía el presidente Roosevelt, los embajadores norteamericanos solían ser hombres de grandes fortunas porque los presupuestos de las Embajadas eran apretados, y para representar bien a los Estados Unidos de Norteamérica, los diplomáticos no podían escatimar en gastos ofreciendo fiestas y recepciones que la mayoría de las veces salían de sus propios bolsillos. En el caso de Dodd, su bolsillo era el de un sencillo profesor universitario, no había mucho donde raspar. 
Si Dodd finalmente aceptó el reto fue por dos razones personales: esperaba que como Embajador tendría más tiempo que como Académico para finalizar su proyecto de vida de redactar La Historia del Sur de los Estados Unidos; y porque Dodd quería llevarse a vivir con él y su mujer a sus dos hijos veinteañeros, a quienes con esta estadía en Berlín, pensó sería la última oportunidad de tenerlos viviendo bajo su techo: Bill, un profesor desempleado, y Martha, una alegre divorcée.
Pero de algo sí estaba claro: la única manera para el profesor William Dodd de ser Embajador era ajustándose al presupuesto que tenía la Embajada, no tenía con qué ceder a la presión del ritmo de gastos de los embajadores millonarios como el ostentoso Embajador en Francia,  así que encontró alternativas para vivir lo mejor posible con bajo presupuesto, una de ellas se le presentó cuando un multimillonario judío ofreció alquilarles su mansión a un precio simbólico con la condición de que les permitieran a él y a su madre vivir en la tercera planta de la casa. Muchos de sus detractores vieron esta situación como una tacañería de Dodd, pero Larson asegura que el arrendador encontró la mejor solución para que siendo judío, garantizar tanto su seguridad como la de su madre al vivir con el embajador de los Estados Unidos. 
En En el jardín de las bestias Larson se enfoca en el Embajador y su hija. Aunque de temperamentos opuestos, Martha y su padre coincidían en que ambos llegaron a la Alemania del año 1933 sintiendo  admiración hacía el Canciller Hitler y el proyecto Nacionalsocialista, y un dejo de antisemitismo que no se molestaban en disimular. Lo que no era raro en la sociedad norteamericana de la primera mitad del siglo XX.
 De cómo muta esta admiración a una abierta confrontación con el nazismo es la historia que se narra en este apasionante libro, comenzando por la apología compartida por los Dodds recién llegados que la segregación de los judíos en Alemania, o la penalización y hasta agresión física a quienes se negaran a rendir honores al nazismo, no era más que una campaña negativa gestada desde los laboratorios sucios de propaganda sionista financiados por los banqueros judíos de Wall Street. 
Martha vive en Berlín con intensidad su vida de alegre divorciada relacionándose con intelectuales, oficiales de la Gestapo y espías rusos. Hace falta que testimonie con sus propios ojos los excesos de los oficiales nazis para darse cuenta del horror histórico que está viviendo. El punto de no retorno tanto para el Embajador como para su hija es la llamada "Noche de los Cuchillos Largos" en el año 1934, cuando Hitler y los oficiales leales a su causa se encargan de ejecutar extrajudicialmente a la mayor cantidad de enemigos políticos posibles (cifras que varían, según quien las dé, entre 50 y 1000 víctimas en poco más de una noche) hombres y mujeres ajusticiados por sus verdugos, incluyendo a 12 asambleístas, sin derecho a defensa como "enemigos de la Patria Alemana", es decir, enemigos del Führer.
Explica Larson que tras la purga de sus adversarios ordenada por Hitler "ningún Gobierno le pidió a su Embajador que abandonara Alemania ni alzó su voz de protesta; tampoco el pueblo alemán se alzó con repulsión... Esta falta de reacción en parte se debía a que tanto en Alemania como en el resto del mundo, muchos eligieron creer a Hitler cuando decía que esa noche se había suprimido una rebelión evitando un mayor derramamiento de sangre". 
A partir de La Noche de los Cuchillos Largos, Dodd se volvió abierto adversario del régimen al cual su país le había pedido que fungiera como Embajador, granjeándose numerosos enemigos en los Estados Unidos quienes lo acusaban de exagerado y ganado a la causa semita. Dodd dejó de asistir a fiestas diplomáticas donde se toparía con altos oficiales alemanes, e hizo lo posible por denunciar el embate fascista que ya estaba en curso. Hasta que el mismo Roosevelt, cansado de oír críticas de su embajador en Alemania, desestimó sus advertencias y le pidió en 1937 la renuncia porque no se podía ser Embajador de un país, sin entender por el proceso histórico y político que se estaba viviendo. 
 De ese mismo hilo, los venezolanos tenemos más de una madeja. 

miércoles, 24 de abril de 2013

Los herederos de Tascón


Saliendo del evento de los artistas con Henrique Capriles, lo que comenzó como un poco de gente agolpada a las puertas de la entrada del Teatro del Centro Cultural Chacao, terminó como un tumulto que ocupaba un par de vías de la avenida Venezuela en El Rosal. Muchos querían ver de cerca a la actual estrella de la política en Venezuela, Henrique Capriles Radonski, y otros querían encontrarse con sus ídolos de la televisión. 
Me quedé un rato entre el tumulto para sentir la atmósfera. Rezagados vi algunos funcionarios de camisa roja con carnet colgados al cuello. En el Rosal hay varios edificios de oficinas públicas. La mayoría de estos funcionarios hacían amagos de ser discretos, pocos se atrevían a cruzar la barrera ideológica, sin embargo me tocó testimoniar cómo una muchacha de camisa roja se le acercó a Daniel Somaroo, quería una foto con el cantante zuliano. Tras posar frente al celular de una amiga, le aseguró que ella iba a votar por Capriles, pero tenía que ser discreta porque en el trabajo los tenían amenazados. El cantante le contestó que hiciera lo que su conciencia le dictara, el voto es secreto, aunque es sabido que los empleados públicos en Venezuela son amenazados por sus superiores de perder sus trabajos si no votan por el candidato revolucionario, ¿cómo se iban a enterar?
Menos de un mes después, con las elecciones en proceso de auditoría ante el margen de 1% que da como ganador al candidato oficialista y las innumerables irregularidades detectadas en el proceso electoral, leo en El Nacional la denuncia de cómo en las Redes Sociales se han creado páginas que señalan a los empleados públicos que apoyaron al candidato del Cambio, o como lo llaman los Maduristas: "Caprichito", porque ya Majunche pocos se atreven a decirle.
El escritor Héctor Torres denunció semejante práctica fascista entre sus contactos de Facebook, así llegué a la página "Denuncia al traidor de la Patria", que quizás ya esté cerrada o no tardará en estarlo porque ha sido reportada como lo que es: una instigación al odio. 
"Denuncia al traidor a la Patria" no es un grupo de Facebook en el que cualquiera puede entrar y opinar, es un perfil personal, quien quiera participar tiene que invitar a "Denuncia" y ser aceptado, o ser invitado por el Sapo Principal. Este pequeño foco de cacería de brujas no tiene más de 50 seguidores, y está abierto para que si bien nadie que no sea invitado pueda participar en la discusión, todo el que entre a curiosear pueda compartir las fotos y cerciorarse de que con los traidores al proceso, no habrá clemencia. 
El fin de "Denuncia" es montar fotos y tweets en la web, con nombres y apellidos, de aquellos funcionarios a quienes se les ha visto participando en eventos de la oposición, es decir, que la muchacha que se tomó la foto con su cantante favorito en una manifestación a favor de Capriles, si orgullosa la montó en su facebook o la compartió por tweeter, puede venir cualquier sapo, señalarla en "Delata" para que pierda su trabajo por traidora.
El difunto Luis Tascón estaría orgulloso de estos sapos, y no solo Tascón, el mismo Senador Mc Carthy y su implacable red de cacería de brujas los aplaudirían. 
Más de una decena de fotos están montadas hasta ahora en el perfil del amigo "Denuncia", son robadas de las redes sociales, momentos espontáneos donde el ingenuo que creía que en Venezuela hay Libertad de Pensamiento y Expresión, participara en alguna manifestación apoyando al candidato Capriles. 
Lo más triste es que a quienes señalan "Denuncia" y sus compañeros defensores de la lucha de la clase obrera, son precisamente miembros de la clase obrera, más allá de un gerente de Corpoelec, los señalados como traidores son docentes, camareras, trabajadoras de limpieza...  fotos con varios "share" y acompañadas por comentarios como: "Se rayaron por aventureras falsas ipócritas y traidoras", "Enviemos estas fotos a Restiados con Chávez donde tendrán mayor difusión", "que vallan donde los majunches para que les den trabajo", "HAY QUE EXPULSAR A TODOS LOS DOCENTES ESCUÁLIDOS Y A SUS HIJOS DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA"... entre  comentarios similares llenos de odio e intolerancia que aplauden la iniciativa de delatar a los traidores a la Revolución, solo encuentro una voz de la conciencia que suplica: "Qué necesidad de perjudicar a esa señora camarera, obrera, con nombre y apellido cuando ella también está en su derecho a disentir... esas no son cosas de Dios y me perdonas". 
 Podrán decir que locos, intolerantes y fanáticos hay en todos lados y tendrían razón, avergüenza hasta el infinito que a la esposa de Winston Vallenilla, acompañada de sus niños y sus cargadoras, la sacaran de un club privado a punta de cacerolas e insultos culpable de la posición revolucionaria de su marido. Pero quienes lo hicieron fue desligándose del llamado de paz y cero provocación que nos han venido pidiendo Henrique Capriles, el Comando Simón Bolívar y los amigos de la Mesa de la Unidad. 
Aunque si de prácticas fascistas hablamos, lo grave de un grupo como "Denuncia" es que tiene antecedentes desde el poder cuando el Ministro de Vivienda, Ricardo Molina, poco antes de las elecciones del 14 de abril, fuera filmado por su propio equipo de prensa -iracundo tras un tweet antichavista de una trabajadora- amenazando que le importaba en absoluto la inamovilidad laboral y demás Leyes del Trabajo, en su Ministerio habría cero beligerancia para quienes estuvieran políticamente en la cera de enfrente. 
¿Acaso el Ministro Molina fue amonestado por la Ministro del Trabajo por semejante amenaza pública? ¿Hubo algún amago para devolverle la confianza a los funcionarios del derecho constitucional de la libertad de pensamiento y expresión?, ¿fue Molina llamado a línea por el presidente encargado Nicolás Maduro? No, por lo menos públicamente. Más bien fue ratificado en su cargo y la amenaza a los empleados públicos, que es la mayoría trabajadora de este país, no sólo está ahí, sino que llega a instancias superiores negándosele   el derecho de palabra a los Asambleístas que se niegan a reconocer a Maduro como presidente electo hasta una vez finalizada la auditoría electoral.
Con la posibilidad de unas elecciones impugnadas, con las elecciones a las Alcaldías cerca, con el futuro del control de la Asamblea en juego que desmontaría el poder absoluto sobre las instituciones que hoy tiene el gobierno Madurista, ¿creen que perfiles como "Denuncia" o las amenazas del Ministro Molina son casuales? A falta de un líder como lo era Hugo Chávez Frías, y teniendo la oposición a un líder como lo es Henrique Capriles Radonski, al Madurismo solo le queda la intimidación para mantenerse asido a ese toro mecánico que hoy es su Gobierno.
Para quienes creen que se exagera la actual situación política en Venezuea, he aquí el video del Ministro macarthista


sábado, 20 de abril de 2013

Esther


Ayer en medio de la zozobra política me enteré por facebook de una triste noticia: mi amiga Esther acababa de morir en Mérida. Al leer la cantidad de mensajes que iban llegando a su muro que describían exactamente lo que yo sentía por mi pana de universidad, un ser lleno de luz, lloré, lloré por Esthercita, que en su breve paso por mi vida tanto me dio, y lloré por la Venezuela llena de odio en la que nos está tocando vivir. 
A Esther la conocí el primer semestre de la Escuela de Arte en el año 1982, no fuimos amigas inmediatas, veníamos de planetas distintos, a mis 18 años pertenecía a un planeta de colegios privados y domingos en la noche en Le Club, y Esther, rozando los 30, luchaba por criar a su hija Thonie, a quien yo le llevaba los mismos años que me llevaba su mamá a mí. 
Fue como en el segundo semestre que estas dos habitantes de planetas distintos comenzamos a coincidir, conversando en los pasillos, entre clase y clase, tomando un café cuando tardaba en llegar un profesor, y descubrimos que éramos espíritus afines, teníamos similar sentido del humor, amábamos el Arte y la Literatura, y Esthercita, como solía llamarla aunque era mayor que yo, al igual que hizo con otros compañeros de la Escuela, me adoptó, y en esos primeros semestres sentí que al fin tenía lo que la vida no me había dado: una hermana mayor. 
La principal conexión que teníamos Esther y yo era las barajas del tarot, a los 19 años, más como hobby que como espíritu místico, comencé a estudiar el Tarot de Marsella y se lo leía a mis amigas. A esa edad es fácil leerles la suerte a las muchachas del planeta de donde yo vengo: traición de una rubia que dice ser tu amiga, problemas en tu casa, ten paciencia que está por entrar en tu vida un hombre alto y moreno... Esther también leía el Tarot pero el egipcio, y si yo lo hacía por hobby, ella lo hacía para redondearse, como también trabajaba a destajo pasando a máquina trabajos escritos a mano. 
Frase que para los más jóvenes hoy será arcánica.
Ayer, cuando le comenté a mi mamá que estaba muy triste porque había muerto mi amiga Esther, apenas se acordaba de ella, haciendo memoria más fue lo que yo fui a su casa que ella vino a la mía. Al principio de nuestra amistad vivía con su hija, madre y hermanos en un apartamento en la parta baja de Altamira, ahí solo recuerdo haber ido una vez, hasta que tuvieron que mudarse porque iban a demoler el edificio. Entonces Esther se mudó con su hija a la planta alta de una casita en mi vecina Chapellín. La llenó de matas y su nuevo hogar logró el espíritu de su inquilina, alegre y luminosa. Como quedaba cerquita de mi casa, yo me la pasaba ahí, entonces Thonie era una flaquita vivaz, que bailaba y saltaba de aquí para allá como un saltamontes; poco después se les unió Fernando, el español de sus tormentos, de quien Esther se habría de enamorar apasionadamente.
En medio de ese amor tormentoso, Esther me pedía que le leyera las cartas, ella decía que lo hacía muy bien. Yo se las leía gratis, porque para eso estamos las amigas, y ella me cobraba un precio simbólico cuando me las leía a mi, porque esto es un oficio, sea seria caraj. 
Nuestra estrecha amistad duró hasta que entramos en mención: Esther en Artes Plásticas y yo en Artes Escénicas, sencillamente dejamos de tener tiempo para tomarnos juntas un café, nuestros planetas se distanciaron no por otra razón que así es la vida. Por esa época también dejé de leer el Tarot, sentía que al hacerlo me estaba cargando de energías negativas, se lo dije a Esther, y ella me contestó que no podía dejar de hacerlo, era parte de su vida. 
La última vez que vi a Esther fue hace 22 años, en la Feria de Navidad del Ateneo de Caracas, le conté que tenía una bebé, y ella me contó que Fernando había regresado a España y Thonie estaba por hacerla abuela. Nos despedimos con afecto pero sin mayor emoción, ¿cómo sabe una que esta será la última vez que verá a una amiga?
Pasaron los años y no supe más de Esther, nuestra amiga en común, Cristina, me contó que se fue con Thonie y su nietecito a vivir a Mérida, allá era una profesora de Arte muy querida en la Universidad de Los Andes. Cuando comenzó la nota de Facebook, a Esther fue de las primeras personas en buscar, Facebook más que para saber sobre a quienes les hemos seguido la pista, es perfecto para reencontrarnos con aquellos amigos a quienes no volvimos a ver. Pero Esther no estaba en la red social. 
Cómo no preguntarse cuál sería su posición ante el momento político que vivíamos en Venezuela: soñadora, idealista, solidaria, apasionada, viviendo en Mérida; dígame si Esthercita le apostaba a esto de la revolución. No hay peor despecho que encontrarte con un afecto al otro lado de la barrera política, con una visión opuesta a la tuya del momento histórico en Venezuela. 
Hasta que un día apareció Esther en Facebook, me dí cuenta por un comentario que le hizo a nuestra común amiga Cristina, de inmediato la invité y retomamos una amistad que no sé porqué diablos dejamos perder. 
 Gracias a su foto de perfil vi que era la misma Esther, su piel, sus ojos, su sonrisa eran los mismos, no había envejecido ni un poquito; solo su cabeza, envuelta en un coqueto turbante, me reveló que Esther no estaba bien. Por Facebook nos pusimos al día, me contó lo orgullosa que estaba de Thonie, de lo tronco de mujer que había crecido, abogada que le había dado dos nietos varones; me dijo también que leía mis artículos en El Nacional; y me confesó que cuando éramos amigas en la universidad, le daba muy buenos consejos sobre cómo tratar a su niña. Supongo que porque entonces yo era una niña también. Este tierno comentario me sirvió para darme cuenta de que sí yo siempre tuve presente a Esther, Esther también me tuvo presente a mí. 
Cuando le pregunté a mi recuperada amiga si seguía leyendo el Tarot, me dijo que después de que le   diagnosticaron la enfermedad lo había dejado de leer, se acordó cuando yo le advertí que una se llenaba de energía negativa. La nueva Esther en ese momento de remisión de cáncer, era una mujer devota y con mucha fe en el poder de la oración, dispuesta a luchar contra su enfermedad hasta el final.
No hizo falta tocar el tema político, en su muro me di cuenta que si tenía fe en Dios no lo tenía en la Revolución: "Todo lo contrario", me contó, "le costó a mi hija su trabajo el ser opositora". 
Durante más de un año siguió nuestra amistad en Facebook, hace unos meses escribió en su muro que el cáncer había regresado, se sometería a un tratamiento alternativo, la respaldaba su fe. No soy mujer de fe, pero qué bendición es tener fe para vivir, y fe para irnos en paz. La última foto de Esther la montó su nieto el domingo, había llevado a su viejita a votar: "Porque nada la detuvo, fuerte como una roca mi vieja". Ya se veía en la última fase de su enfermedad.
Pero así era mi amiga Esther, solidaria, guerrera, luchadora, llena de luz; no quiso irse de este mundo sin su último granito de arena por una mejor Venezuela. 


jueves, 18 de abril de 2013

La foto del día


 Esta mañana las redes sociales amanecieron revueltas con la foto del Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Italia, el doctor Isaías Rodríguez, celebrando el supuesto triunfo electoral del candidato del oficialismo, Nicolás Maduro, en las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril. El embajador posaba para la foto sosteniendo la esquinita de una enorme bandera cubana, mientras asía el pendón de Vota Maduro, no se le fuera a caer.
Con una emblemática camisa roja, uniforme oficial de los enchufados, el antiguo Fiscal de la Nación, quien asegura conversar mentalmente con el difunto presidente Chávez; en su papel de representante de los intereses patrios en los antiguos predios de Berlusconi, celebraba sin rubor la proclamación del heredero de Chávez como sucesor en Miraflores con una bandera cubana.
 Tan solo un día antes Rodríguez había ignorado la visita de varios compatriotas que fueron a la Embajada de Venezuela en Italia para exigir lo que la mitad de los venezolanos exigimos al otro lado del Atlántico: que se nos garantice el derecho a una auditoría electoral. Algo que según Henrique Capriles, Aristóbulo Istúriz exigiera en 1992 cuando perdió por leve margen las elecciones de la Alcaldía de Caracas, y que tras realizarse la auditoría contando voto por voto, le dio la razón y lo llevó a ser el Alcalde del que muchos nos sentimos orgullosos en su momento.
En el fondo de la foto, si usted se fija bien, hay un par de banderas venezolanas, chiquitas, chiquiticas, que acompañan la escuálida manifestación, no se vaya a creer que en esta celebración no están representados, aunque de forma pírrica, los intereses de Venezuela.
 En este mismo ambiente de confrontación política me ha llegado repetidas veces la petición de firmar una carta dirigida a la Casa Blanca, esperando que el Gobierno de Barack Obama se niegue a reconocer como presidente de Venezuela al proclamado Nicolás Maduro, hasta que se realice la auditoría electoral que exige la oposición.
Debo ser muy antipática pero cada vez que me llega esa carta le pido a quien me la envió que la deje de   mandar, eso es precisamente lo que quieren el combo de los Enchufados, tener pie para decir que la oposición no somos sino una cuerda de arrastrados pitiyanquis, que soñamos con que los marines nos invadan y volvernos una colonia de los Estados Unidos. Para qué negarlo, hay muchos en la oposición que sueñan con eso, pero son la ínfima minoría, la mayoría del pueblo opositor a la llamada Revolución Bolivariana, incluyendo Henrique Capriles Radonski, estamos claros que ni Cuba, ni los Estados Unidos, solo como amigos, Venezuela quiere ser un país firme en su autonomía.
Por eso muchos se preguntan, siendo el tema de la autonomía nacional un asunto tan delicado, por qué del lado del oficialismo la dependencia a Cuba es cada vez más obvia y no se hace ni un amago de disimulo, por ejemplo, no es raro ver en los cuarteles militares que al lado de la bandera venezolana se enarbole la cubana; al enfermar el presidente Chávez no se trató en Venezuela sino en Cuba, y existe la duda razonable que fue en La Habana donde murió; se reportan desde las embajadas venezolanas de diversos países gran cantidad de funcionarios cubanos que trabajan en ellas. Bienvenidos sean los médicos cubanos si son un alivio para la población más desasistida, pero hemos llegado al colmo que hace un par de semanas en un acto oficial de graduación de un grupo de estudiantes de medicina integral comunitaria, acto oficiado por el presidente encargado Nicolás Maduro, se entonó el himno cubano, La Bayamesa, y los muchachos se lo sabían y lo cantaban con la misma emoción patriota que si fuera el Gloria al Bravo Pueblo.
Para muchos es incomprensible tanto descaro de quienes nos gobiernan de compartir nuestra soberanía con los hermanos Castro sin amago de disimulo. Por lo menos para mí lo era, hasta que el otro día vi en el programa del ciudadano a la profesora Gloria Cuenca, periodista de las mejores, antigua militante de la juventud comunista, que acompañada de Américo Martín, le explicaban al Ciudadano y al público que veíamos el programa, que quienes hoy están en el poder ni sienten la menor vergüenza ni se molestarán en disimular su filiación con Cuba, porque para el pensamiento de quienes hoy nos gobiernan, sobre todo un hombre de tan escaso don de liderazgo como Nicolás Maduro, es vital sentirse parte de un proyecto integral donde Cuba, Venezuela, y poco a poco, el resto de Latinoamérica, serán una sola.
Somos hijos de Cuba, herederos del Comandante Fidel, y si Chávez era un líder con brillo propio, a todos nos consta que Maduro no lo es, tiene que estar a la sombra de un fantasma y a las ordenes de La Habana.
Así que ya saben mis amigos, si no prospera lo de la auditoría electoral, todos a aprenderse La Bayamesa, que hasta en los juegos Caracas-Magallanes la van a tocar.

miércoles, 17 de abril de 2013

Un consuelo que no puede ser consuelo


Una vez que Tibisay Lucena diera al candidato del oficialismo Nicolás Maduro como ganador de las elecciones por un escaso margen del 1 % a su favor; tras las palabras del rector independiente, Vicente Díaz, abandonado por sus cuatro compañeras chavistas del CNE en la denuncia que fueron reportadas más de tres mil irregularidades electorales, y era necesario contar voto por voto para confirmar los resultados ante tan estrecho margen de victoria oficialista; tras el discurso pendenciero de Maduro que lejos de llamar a una reconciliación nacional persistió en su mensaje de odio a la oposición; tras la aparición, una vez conocidos los resultados, de Henrique Capriles Radonski, que a diferencia de octubre pasado, aseguró con firmeza que no acepta la derrota hasta que se realice la auditoría electoral propuesta por el rector Díaz; tras ver en pantalla al alto mando militar ofreciendo apoyo incondicional al proceso revolucionario (no a la Democracia); tras una noche de expectativas que subieron y bajaron con la velocidad de una montaña rusa... muchos optaron por acostarse a dormir ayudados por cualquier ansiolítico que tuvieran a mano, pero esta princesa devaluada se fajó a twittear para descargar la rabia e indignación ante lo que se comenzaba a perfilar como la mayor arbitrariedad del poder del Estado en 14 años de arbitrariedades. 
Entre las decenas de tweets de @pikivil de esa noche, quizás el más retweetiado fue en el que expresé algo así como: "Me consuela que cuando Nicolás apague esta noche la luz, lo hará sabiendo que el país no tardará en caérsele encima". 
Los retweets indican que se comparte el parecer de quien expresa en 140 caracteres una opinión, en esta frase de mi triste consuelo, además de diversos retweets, tuve unos cuantos replys: no faltó uno de esos trolls del chavismo que no son capaces de escribir sin insultar y cometer errores ortográficos. A esos no hay que pararles, a quienes sí les paré, y mucho, fue a quienes me respondieron que para nadie podía ser un consuelo porque el país que se le iba a caer encima a Nicolás, lo haría con más de 20 millones de venezolanos adentro. 
Tienen razón, me las jacto de escritora, debo tener más cuidado con las palabras que uso, no debí escribir "consuelo" porque no puede ser consuelo apostar que en un futuro cercano los venezolanos seremos testigos del derrumbe de nuestro país ya en terapia intensiva, a manos de un hombre que en sus días como Presidente Encargado no demostró madera para el reto que se le avecinaba, tanto así, que ni el más fiel revolucionario puede negar que el heredero del Comandante desperdició como candidato, en menos de un mes, el enorme caudal político que le dejó por herencia, tanto, que si ganó -tras perder casi un millón de votos de los conseguidos por Chávez en octubre- lo hizo de chiripa. 
Pero tampoco me doy cabezazos de arrepentimiento por mi tweet, como suele sucederme cada vez que cometo un error ortográfico o de tipeo, en este tuit no habló la opinadora políticamente correcta, se me salió la escritora, porque más que emitir una opinión quise jugar con la imagen de un héroe trágico,  casi que Shakespereano, condenado al fracaso desde el inicio de su misión, que intenta dar una imagen de fuerza y poder, pero en el fondo tanto él, como sus secuaces en esta lucha de sobrevivencia revolucionaria, saben que la lucha está perdida, y no tanto porque tengan ante ellos un impecable liderazgo como el demostrado por Henrique Capriles, Henri Falcón, el siempre atinado Ramón Guillermo Aveledo y la MUD; sino porque la noche del domingo se demostró que al contrario de lo que muchos juraban, el pueblo revolucionario no es la inmensa mayoría. A muchos les debió caer la locha que vivimos en un país dividido en dos, que ahora sin la presencia del Gigante, como sus adoradores llaman a Chávez, sus herederos no cuentan con el carisma del líder que era capaz de enmendar cualquier entuerto y politizarlo a su favor. 
Lo que sí les puedo jurar es que jamás pensé que ese consuelo, que no puede ser consuelo, se iba a dar tan rápido: Nicolás Maduro en sus primeras 48 horas como presidente electo para el CNE, Ilegítimo para la mitad del país; lejos de demostrar que es un héroe trágico, parece haber tomado un camino  bufo, y en lugar de buscar reconciliación y entendimiento de partes, tanto él como el resto de los "enchufados" han decretado una guerra abierta y sin cuartel contra medio país amenazando por doquier y quitando los derechos a quienes tan solo pedimos una auditoría electoral. 
Sí, me equivoqué, no se puede decir que Maduro sea Ricardo III a punto de ofrecer su reino por un caballo para escapar, si acaso Falstaff, personaje shakespereano que Wikipedia describe como "festivo, cobardón, vanidoso y pendenciero", pero sobre todo hoy, al ver a mi país casi que al borde de una Guerra Civil, me equivoqué en creer que el fracaso de Maduro podía ser un consuelo.   

martes, 16 de abril de 2013

La señorita Escasez y la señorita Inflación


Nicolás Maduro se jacta de ser "El hijo de Chávez", pero no puede jactarse de ser el único, además de los cuatro hijos reconocidos que dejó el difunto Comandante, dejó un sin fin de hijos simbólicos, entre los cuales ni el más rodilla en tierra puede negar la paternidad de la señoritas Escasez y la señorita Inflación.
48 horas después de las elecciones presidenciales en las que la directora del CNE, Tibisay Lucena, diera como ganador al candidato del oficialismo por un margen de escasos 200 mil votos (50.66% contra 49.07% de los votos escrutados), menos de 24 horas después de que el candidato oficialista fuera proclamado en tiempo récord Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, a pesar de que en su discurso de la noche anterior aceptara el reto del candidato de la oposición de contarse voto por voto ante las numerosas irregularidades reportadas durante el Proceso Electoral; a esta ciudadana de hambreada familia no le quedó otra que dejarse de tantas intensidades políticas, despegarse por un rato de twitter y televisión, e ir al abasto del vecindario donde estaba segura que me encontraría con las dos hijas legítimas, más no reconocidas, del Gigante de la Revolución: la señorita Escasez y la señorita Inflación. 
La señorita Inflación es un poco más tímida que su hermana, se asoma en el abasto de a poquito en poquito todas las semanas, en cambio la señorita Escasez, de hace unos años para acá, es estridente, nunca falta, aunque antes en temporadas electorales, cuando su padre vivía, trataba de ser más discreta, y disimulaba un poquito evitando hacer tanto acto de presencia. 
Pero en estas pasadas elecciones, cuando papá ya no está para controlar a la familia y dicen que ahora lo hacen los tíos de La Habana, la muy locuata Escasez no le importa regodearse por cuanto abasto y mercado hay en Venezuela, incluyendo los negocios de la familia: Mercal y Bicentenario; en los que hoy se abre expediente a quien se le ocurra tomar fotos de los anaqueles vacíos. Si es descubierto en semejante fechoría, se invita al transgresor (o transgresora) a una oficina y se le obliga a borrar cualquier imagen delatora, además de firmar un acta jurando que no lo volverá a hacer, porque "como usted comprenderá, ciudadana, no se puede estar incitando a la zozobra a la población". 
Como si más nadie en Venezuela hiciese mercado y no se hubiese topado, con la omnipresente señorita Escasez. 
En esta visita post-electoral al abasto del vecindario, como era de esperarse, me encontré con la señorita Escasez: no había aceite vegetal ni de maíz, ningún tipo de harina, olvídense de papel toilet y mucho menos papel Absorbente, de pastas solo las importadas, desde hace cuánto no llega margarina, mantequilla llegó hace días y no duró ni una tarde, y bye bye café. La señorita Inflación me trató un poco mejor: aunque el aceite de oliva subió una barbaridad, por lo menos encontré la última botella a precio viejo de Ginebra Bombay que quedaba en el abasto. Hay que prepararse para la próxima Ley Seca, que algo me dice, será más pronto de lo que se piensa.
Un primo de Inflación y Escasez que nunca falta en el abasto, por lo menos en el de mi vecindario, es el amigo Rumor, pero ese sí me cae bien, cada vez que lo veo me paro un ratico para saber qué hay de nuevo en la polifonía popular. En el pasillo, entre compotas de manzana y frutas tropicales, un par de acomodadores de productos comentaba: "De vaina ganó, y con esa diferencia siempre quedará la duda".
Otro primo de Escasez e Inflación con el que me he tropezado mucho en el abasto estas últimas semanas es el fulano "Compras Nerviosas", cada loco con su tema, hay jóvenes parejas que cargan su carro de leche en polvo, hay señoras que se llevan la existencia de Coca-Cola Light o de Crema de Leche Nestlé, los reposteros se aseguran todo el azúcar que le puedan vender, y la semana pasada vi a un señor cargando su carrito solo con Frito-Lays.
Un primo lejano que de vez en cuando aparece es el antipático Confrontación, aunque en el abasto de mi vecindario no es tan antipático, es más bien divertido y cordial. Una de las cajeras es más anti-chavista que Martha Colomina, algunos de sus compañeros de trabajo son revolucionarios de voto y corazón. Hoy la cajera increpaba burlona: "¿Por qué se niegan a la auditoría? ¿Tienen miedo?".
Nadie se atrevía a contestar.
"¿Saben lo que pasa?" insistía la cajera, "Maduro aceptó la auditoría el domingo por la noche, y después vino Diosdado y le dio un coscorronazo: 'Muchacho no sea bruto, ¿cómo que contarse?, ¿usted está loco?".
Y ahí me fui con mi caza del día, con ambos bandos riéndose con la ocurrencia de la cajera, caza que no incluyó café para las largas noches que se avecinan, pero si una botella a precio viejo cortesía de la señorita Inflación.

viernes, 12 de abril de 2013

NO-tas pre-electorales



No me lo contaron ni es una cadena ni lo leí en twitter, yo misma vi como en la sede del Seniat de Mata de Coco, en la parte de abajo del Centro Comercial, se paran a un lado de la calle funcionarios del ente recolector de impuestos ofreciendo en el tráfico afiches de candidato del oficialismo, cual si fueran bolsitas de basura en Carnaval. Y no es un caso aislado, por twitter reportan que en casi todas las oficinas del Seniat la campaña por "El hijo de Chávez", a expensas del erario nacional, ha sido intensa, generosa y sin disimulo. 
Bien lo dijo ayer el candidato del cambio Henrique Capriles Radonski: "No me estoy enfrentando a un candidato, me estoy enfrentando a los recursos del Estado".

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Ayer por fin pude ver NO, film de Pablo Larraín nominado este año al Oscar como mejor película extranjera. Por las redes sociales, desde hace un par de semanas, mucho se ha insistido que los venezolanos viéramos antes de las elecciones esta película del año 2012 que trata sobre la campaña del NO, cuando en 1988 se consultó al pueblo chileno si estaba de acuerdo con la permanencia del general Augusto Pinochet ocho años más como principal inquilino del Palacio de la Moneda. 
Protagonizada por el mexicano Gael García Bernal en el papel de René Saavedra, un publicista, que más por reto de oficio que por idealismo, acepta ser el creativo de una campaña publicitaria que apenas durará un mes, campaña por la que ningún chileno apostaba el éxito porque el NO contra el SÍ a Pinochet era una batalla desigual, como reza el lugar común: la propia lucha  de David contra Goliat.  
Es Historia que durante 15 años, a partir del derrocamiento del presidente Salvador Allende en 1973, el general Augusto Pinochet gobernó Chile con mano dura prohibiendo cualquier tipo de disidencia. Pero en el año 1988, ante denuncias de centenares de muertos y desaparecidos, ante el cerco internacional fue necesario buscar una válvula de escape para dejar salir un poco de presión. Al contar con todos los poderes de Estado, el Oficialismo chileno asumía que esas elecciones no se podían perder. Por eso el alto gobierno accedió a realizar un plebiscito, cediéndole a la oposición, mientras duró la campaña, 15 minutos en televisión nacional (tras 15 años de censura), tarde en la noche, para ofrecer su mensaje de cambio. 
Muchos chilenos fueron críticos a la película de Larraín, decían que quien la viera podía pensar que el NO ganó gracias a una exitosa campaña publicitaria desconociendo los años de lucha de quienes valientemente antagonizaron al gobierno de Pinochet. Pero esa lucha ya sería otra película, NO trata sobre una campaña publicitaria que ante la barbarie de una Dictadura apostaba al optimismo, a un nuevo Chile, como si de una cuña de Pepsi se tratara, aunque contando con mínimos recursos, y el sentir que se hacía lo correcto, contra una propaganda de Estado tan gigante como desfachatada.
Es absurdo comparar a Chávez con Pinochet, lo que no es absurdo es comparar cómo ambos gobiernos se valieron de todos los recursos del Estado, y del incondicional respaldo de las Fuerzas Armadas, para mantenerse atornillados tres quinquenios en la silla presidencial. A Chávez terminó venciéndolo una enfermedad, a Pinochet un NO popular, aunque el General chileno siguió varios años más como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de su país.  
NO, no ha sido oficialmente estrenada en Venezuela, pero la han pasado por aquí y por allá, véanla, si pueden, y saquen ustedes sus propias conclusiones. 

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Lo más fastidioso de las elecciones, sobre todo en esta era de Redes Sociales y telefonía digital, son las cadenas y las olas de rumores. A cada rato nos llegan por el celular el eco de varios "mensajes importantes" que terminan con enfáticos: "Favor difundir a todos tus contactos". Mensajes que usualmente terminan siendo falsos y lo que consiguen es causar  alarma y zozobra innecesaria.
De los peines y rumores no se salvó ni siquiera el candidato Henrique Capriles, quien ayer hizo eco de una supuesta promesa del candidato Maduro de hacer: "Escuelas para Mongólicos", refiriéndose a los niños con Síndrome de Down. Comentario retrógrado que  fue trending topic en twitter y que hasta ahora no se le ha podido comprobar al candidato del oficialismo, a quien sí se le ha podido comprobar, por ejemplo, que habla con pajaritos y llama "sifrinito mariconsón" a su contrincante electoral.
Por eso insisto queridos amigos, que en estos tiempos pre-electorales, más que nunca debemos abstenernos de reenviar intensidades, que suelen ser peines, seamos mejor que quienes adversamos, no difundamos una información solo porque la leímos en twitter o porque nos la mandaron con el imperativo: "favor difundir". Las cadenas y olas de rumores, además de ser un fastidio para la mayor parte de quienes las recibimos, le hacen sombra a tantas irregularidades que sí son reales.
Por favor, eviten como la plaga ser un eslabón más de estas cadenas, que en el 99.9 % de los casos suelen ser inventos manipuladores y solo sirven para congestionar las redes sociales. 
Mensaje válido tanto para mis amigos opositores como chavistas, que también pisan peine parejo y publican todo aquello que les parece apoya su causa sin molestarse en comprobar que sea cierto.
Así que ya saben, al que mande cadenas o se preste para difundir rumores descabellados, le cae la maldición de Macarapana, otra de las bolserías que sí dijo el candidato del Gobierno. 
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                                                  Favor difundir a todos sus contactos.

martes, 9 de abril de 2013

El politólogo de los plátanos


"¿Quién irá a ganar este domingo las elecciones?".
La pregunta, que nos agarró a media docena de personas por sorpresa, fue una especie de suspiro existencial con encuesta informal hecha por el señor que acomodaba diligentemente un cargamento de plátanos verdes y amarillos (ninguno maduro) en la sección de frutas y verduras del mercadito de mi urbanización. La misma duda que hoy nos carcome a millones de venezolanos.
Quizás porque era la hora del burro, las dos de la tarde, al principio nadie contestó, aunque sentí como los cuatro gatos que estábamos ese lunes pre-electoral, después de almuerzo, procurando las legumbres de la semana, se nos activó rápidamente la antena política, tan sensible en los caraqueños de unos años para acá.
"¿Quién irá a ganar este domingo las elecciones?", insistió en voz alta el encuestador amateur, ya dejaba de ser un suspiro volviéndose una pregunta formal.
 Quintero, encargado del departamento de verduras, quien más de una vez me ha tratado con generosidad como, por ejemplo, colando una cebolla morada en mi bolsa de cebollas blancas, contestó: "Maduro, ¿quién va ser?".
 "¿Tú crees?", le pregunté, mientras le daba una bolsa con limones para que la pesara.
"Seguro", respondió pegándole la etiqueta a los limones.
Una señora, que esperaba que le picaran una patilla para llevarse la mitad, refunfuñó: "¿Qué va a ganar ese si ni siquiera se sabe los estados y las capitales de Venezuela?".
Nadie contestó. Se hizo silencio otra vez, hasta que el señor de los plátanos volvió a tomar la palabra:
"Yo no estoy tan seguro de que gana Maduro, mi pana, pero de una cosa estoy seguro, gane quien gane, no llega como presidente a mitad de año".
Eso se llama confianza de país. Nota mental, no olvidar comprar suficiente cerveza porque quién sabe cuánto durará la próxima Ley Seca.
Me fui mientras el politólogo de los plátanos emitía un juicio al poder actual:
"Si dicen que odian tanto a los ricos, ¿por qué solo viven en urbanizaciones?".
 Me habría encantado oír la respuesta de Quintero, si acaso la tuvo, pero acababa de llegar Papel Toilet que estaba más perdido que el Unicorno Azul, y a veces las necesidades básicas están por encima de la discusión política.


lunes, 8 de abril de 2013

Deux Vênêzuéliens á Paris



En entrevista en VTV, Roque Valero justificó su simpatía revolucionaria alegando que en este Gobierno en Venezuela se ha exaltado el nacionalismo, el orgullo patrio. Y yo que ando con la venezolanidad tan bajita, más que por las razones que aduce Valero como típica quejantina de la oposición: la escasez, la delincuencia, la inflación… cómo estar orgullosa de vivir en un país dividido, donde a un artista que se declara partidario del candidato del Gobierno, por hacerlo, se ve amenazado por desconocidos e insultado públicamente por amistades de toda la vida; y que me digan los “artistas independientes”  cómo se puede sentir orgullo de una Venezuela donde desde hace catorce años, desde la plataforma comunicacional de los múltiples medios del Estado, además de un monumental y descarado aparato de propaganda revolucionaria, se ha forjado una sistemática campaña que marca a los opositores del Gobierno como a tontos útiles del veneno de los medios privados (o lo que queda de ellos), o como a enemigos declarados del pueblo.
Hizo falta atravesar el Atlántico para que me volviera a titilar la venezolanidad al visitar en el Centro George Pompidou, en Paris, la estupenda exposición de Jesús Soto donde se exhiben veinte obras del artista guayanés radicado desde su juventud en Francia, abarcando distintas etapas de su carrera entre los años 1955-2004, obras que sus herederos cedieron al museo francés como forma de pago del impuesto de sucesión.
Soto, quien murió en París en el año 2005 a los 81 años, nunca perdió el vínculo de afecto con su tierra natal, visitaba Venezuela constantemente, por eso le tocó testimoniar lo que debió representar un gran dolor, el vandalismo a su Esfera en la autopista Francisco Fajardo (obra que fue reconstruida por PDVSA-La Estancia después de su muerte). Soto hizo crítica pública del maltrato de la obra urbana cinética en Caracas –visto por algunos como “arte burgués”- por lo que su muerte pasó por debajo de la mesa para el presidente Chávez, como pasaron las de tantas glorias nacionales que habían demostrado en vida su falta de fe en el Proceso Revolucionario.
Y esa venezolanidad tan bajita que yo la tenía, en París hasta llegó a encandilar al oír a mi vecino de puesto murmurarando: “Il est vênêzuélien” cuando tuve el privilegio de presenciar cómo el barquisimetano Gustavo Dudamel fue ovacionado por el exigente público parisino tras dirigir a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles en la Salle Pleyel, en un programa que incluía La Mer de Debussy y El pájaro de fuego de Stravinski.
Aunque Dudamel ha tratado de mantenerse al margen de la división que hoy nos enferma a los venezolanos evitando opinar públicamente sobre política, por momentos puntuales como prestar su imagen para abrir el nuevo canal TVES que representó el fin de RCTV, el simpático guaro es una gloria nacional que despierta múltiples antipatías, tantas, que más de un melómano se niega el placer de oír a Dudamel dirigir un concierto catalogándolo de “Mefisto”, como el ambiguo personaje de la película alemana.
Sería interesante saber si en caso que el candidato del cambio, Henrique Capriles Radonsky, ganara las elecciones, el maestro Dudamel vendría a dirigir el Himno Nacional en su honor. Mientras tanto, y mientras esa brecha de odio político nos divida a los venezolanos, que me perdone el nacionalista Roque Valero, pero a mi el orgullo patrio, si acaso, me titilará a ratos. 

Artículo publicado en El Nacional el sábado 6 de abril, 2013.