lunes, 17 de enero de 2022

Los discípulos de Stanislavsky

 

Tras la muerte de Peter Bogdanovich el pasado 6 de enero a los 82 años, desempolvé de mi biblioteca: “Who the Hell is in it- Conversations with Hollywood´s Legendary Actors-“ (2004). Actor, director, productor, siendo su película más lograda: “The Last Picture Show”(1971), Bogdanovich también se destacó como crítico y cronista del viejo Hollywood. En “Quién diablos trabaja ahí…” rescata el recuerdo de un heterogéneo grupo de actores. Estas semblanzas van desde leyendas del cine mudo como Lillian Gish, hasta River Phoenix (1970-1993), joven promesa que habría de morir de una accidental sobredosis antes de demostrar hasta dónde pudo llegar su potencial como actor. 

Entre los perfiles de estrellas como Cary Grant, Humphrey Bogart y Jack Lemmon, en  “Who the Hell is in it” figura un nombre desconocido para el público no conocedor del oficio del actor: Stella Adler, actriz y directora de teatro cuya mayor importancia fue como profesora de varias generaciones de actores entre quienes se encuentran Robert De Niro, Warren Beatty, Shelley Winters, Marlon Brando, Martin Sheen. Bogdanovich entró al taller de Adler a los dieciséis años mintiendo que tenía dieciocho. Eventualmente se habría de descubrir la mentira que le costó el que pudo haber sido su primer papel en una obra de teatro en Broadway. El problema no era que la profesora dudara de la capacidad del alumno para interpretar el rol sino que por las leyes del trabajo de menores, contratar a Bogdanovich salía muy costoso. Adler no tenía casi presupuesto para pagarle a los actores, pero sus alumnos la querían tanto, tan gran era el privilegio y aprendizaje de ser dirigidos por Stella Adler, que actores de renombre aceptaban trabajar para ella por una décima parte de lo que cobrarían en cualquier otro proyecto. 

Según Bogdanovich -quien siguió siendo amigo de la legendaria profesora de actores hasta su muerte en Los Angeles 1992 a los 91 años-  no podía haber mejor aprendizaje que las observaciones de Adler tras los ejercicios de actuación de sus alumnos, basado en las enseñanzas del famoso método Stanilavsky, a diferencia del Actor´s Studio dirigido por Lee Strasberg que también seguía el método del maestro ruso de actuación, Adler trabajó con Stanislavsky en París, y de esa experiencia regresó con un cuaderno lleno de notas, que utilizaba en sus clases.  

Bogdanovich rescata de las memorias de Marlon Brando el recuerdo de su profesora de actuación: “Stella siempre decía que nadie podía enseñar a ser actor, pero ella podía… Era capaz de decirte no solo cuando te estabas equivocando, sino porqué… Si tocabas una nota errada en escena, se daba cuenta de inmediato y paraba la escena: “Espera, espera, espera… ¡Eso está mal!”, excavaba en su larga reserva de intuitiva inteligencia para explicarte porqué el personaje habría de comportarse en determinada forma basada en la visión del autor. Sus instintos eran siempre acertados y extraordinarios… Gracias a Stella la actuación cambió completamente durante los años 50 y 60”.

Uno de los alumnos estrellas de Adler que según Bogdanovich sentía antipatía por su profesora: Robert De Niro. No había forma que la profesora se acordara de su cara, ella decía que De Niro era tan buen actor, que hacía tan suyos sus personajes, que se convertía en ellos, por eso a Adler le era imposible recordarse cómo era el hombre fuera del personaje. A Bogdanovich le parecía que no podía haber mejor elogio viniendo de semejante profesora, pero De Niro no le perdonaba a Adler que cada vez que se encontraba con ella tenía que presentarse como si lo estuviera viendo por primera vez. Por eso cuando muchos de sus alumnos estrellas le rindieron un homenaje a Stella Adler, De Niro se negó a participar. 

 Supe de Stella Adler gracias al Taller del Actor de Enrique Porte. Enrique decía que trabajaba con sus actores siguiendo el método de Stanislavsky haciendo énfasis que su escuela de actuación era la de Stella Adler, no la de Lee Strasberg. Enrique comenzó muy joven como actor trabajando en obras como: "Tu país está feliz” en los inicios del Grupo Rajatabla. A finales de los años setenta se fue a estudiar dirección a Londres, regresó a principios de los ochenta, y después de trabajar con otro gran maestro de actores: Juan Carlos Gené, Enrique fundó su Taller del Actor en Sabana Grande, además de dar clases en la Escuela de Artes en la UCV, donde lo conocí y pronto más que un Profesor, él, y quienes entonces orbitaban su Taller del Actor, se volvieron mi familia elegida. 

Desde un principio Enrique me participó que como actriz yo no servía, pero me dejó quedarme como oyente. Para mi fue una cátedra de estructura dramática, porque al igual que Stella Adler, a Enrique le gustaba trabajar meses con una obra para entrar en la piel de los personajes, en el por qué de sus acciones. 

“¿Cuál es la acción?”- solía ser la primera pregunta de Enrique cuando un actor terminaba su ejercicio en clase, cuál era el objetivo en escena y qué obstáculos tuvo que superar para lograrlo. Cuando se tocaba una de esas notas erradas de las que escribe Brando, Enrique también podía parar un ejercicio para decir que lo que estaba pasando era “más falso que un billete de siete bolívares”, o que un actor estaba siendo “indicado”, que con un exceso de gestos sobre actuados se indicaba la acción, más que actuarla.


 Enrique murió demasiado joven apenas pasando el umbral de los cuarenta años. En agosto de 2022 van a hacer 32 años, todavía lo tengo tan presente: lo recordé leyendo la crónica de Bogdanovich sobre Stella Adler, o el otro día cuando una compañera del Taller me comentó por Facebook que le pareció que la actuación de Olivia Coleman en “The Lost Daughter”, era lo que nuestro maestro Enrique habría llamado: “Indicada”, llena de modismos para indicar sus conflictos internos.  


Dos series recientes que tratan sobre profesores de actuación también me hicieron recordar mucho a Enrique: “Barry” comedia negra de HBO con Bill Hader como el frío asesino profesional que descubre que tiene madera de actor, y Henry Winkler como su profesor de actuación; y “The Kominsky Method”, comedia/drama de Netflix cuya tercera y última temporada vi la semana pasada, protagonizada por Michael Douglas como un viejo profesor de actuación que tiene un taller que si Enrique hubiese vivido treinta años más, lo imagino igualito. 


Ambas series se desarrollan en Los Angeles, y a diferencia de los talleres de Adler y de Enrique, estos profesores de actuación no trabajan con obras de teatro sino con escenas de cine o de televisión. También a diferencia de Enrique Porte y Stella Adler, quienes abandonaron la actuación para dedicarse a ser profesores de actores y directores de teatro, tanto el Kominsky de Michael Douglas como el Martineau de Henry Winkler, están en la misma batalla de sus alumnos de hacer casting tras casting para conseguir un papel que termine de darles la tan esperada oportunidad para demostrar hasta donde pueden llegar como actores. 

  

En una escena muy bonita de uno de los últimos capítulos de "The Kominsky Method”, un par de alumnos recrea la escena de "Titanic" donde Jack se despide de Rose antes de soltarse de la tabla en la oscuridad del helado océano Atlántico.  El profesor no tiene objeción con la actuación de sus alumnos, muy parecida en el tono melodramático a la de Leonardo Di Caprio y Kate Winslet en la taquillera película de James Cameron, hasta lograron sacarle una lagrimita a varios de sus compañeros. Al final la objeción del maestro Kominsky es la escena en sí, palabras más o palabras menos, porque no son textuales, el viejo profesor le pregunta a sus jóvenes alumnos: “¿Han estado alguna vez cerca de la muerte? Porque no es así, la vida, o la muerte, rara vez dan la oportunidad de un monólogo de despedida”. 


 

sábado, 8 de enero de 2022

Gusto, la vida de Stanley Tucci a través de la comida

 


  
    Tomó ver por YouTube a Stanley Tucci prepararle un negroni a su esposa en plena cuarentena, para darnos cuenta que a sus sesenta años Tucci, quien rara vez hace el papel del galán de la película, es uno de los hombres más atractivos de Hollywood. Sin un pelo en la cabeza, portador de gruesos lentes, vestido con camisa azul de botones bien ceñida a su cuerpo delgado, como de quien no deja de hacer yoga un día de su vida, gracias a sus habilidades como bartender dejó al descubierto que nadie más sexy que el marido de Julia Child en Julie & Julia; que el Director de Arte en The Devil Wears Prada, que el anfitrión de The Hunger Games.
     En sus recién publicadas memorias: "Taste- My life throught food" (2021) como bien lo dice el título, prevalece la memoria gastronómica, hijo de inmigrantes italianos radicados al sur del estado Nueva York, Stanley(1960) es el hijo mayor de una familia que sin ser rica, o quizás por no serlo, nunca le faltó un plato de buena comida en la mesa porque su madre -descendiente de calabreses- hacía magia para que sus tres hijos comieran comida balanceada, sin desperdicio alguno. 
Si se comía albóndigas en la noche, los muchachos llevaban de almuerzo al colegio sandiwche de albóndigas con pan italiano. Cuando Stanley se quejaba de algún plato que no le gustaba, su madre le decía: “Anda a ver que están comiendo los vecinos", el niño se quedaba callado porque le constaba que en ninguna casa se comía tan bien como en la suya. 

   Por estar acostumbrado desde niño a la buena mesa, Tucci reafirma en sus memorias que la comida tiene papel protagónico en su vida, por ejemplo, cruza los dedos para que lo vuelvan a contratar para filmar una película en Alemania, la única vez que lo hizo recuerda el catering del desayuno en Berlín como uno de los mejores de su vida, mientras que ¡oh sorpresa! el catering de las películas filmadas en Italia suele ser deficiente, siendo para Tucci lo peor los desayunos: pasteles dulzones y secos. No tiene diente para el dulce, quizás ese sea uno de los secretos de su figura. 

    Leyendo Taste se comprende que en 1996 el descendiente de calabreses escribiera y co-dirigiera Big Night con su amigo Campell Scott, una de las mejores películas sobre comida que recuerde, la historia de dos hermanos -uno de ellos Tucci- dueños de un restaurante italiano en los años cincuenta que ante el fracaso del negocio, dan un gran  banquete la noche de su cierre definitivo, antes de seguir cada uno con su vida. Big Night no fue un éxito de taquilla cuando se estrenó como lo fue de crítica, hoy es considerado un clásico de las películas sobre gastronomía.

    En Taste cada capítulo viene acompañado por lo menos de una receta. No son recetas fáciles, por lo menos no para alguien que no tenga conocimientos básicos de cocina como para superar obstáculos como cocinar en fuego de leña, cuando se vive en un apartamento. Pero tampoco es un libro de recetas, Tucci ya ha publicado dos, no hace falta saber cocinar para disfrutar de los cuentos del actor como si se estuviera tomando un dry martini con él -con una o tres aceitunas, jamás dos- contando el muy snob cómo sería capaz de pararse de una mesa si a un comensal se le ocurre cortar con tenedor y cuchillo la pasta antes de comerla.

lunes, 3 de enero de 2022

El hombre más cool del planeta

 

Aunque llamar a Bourdain solo chef no le hace justicia, quizás fue su faceta menos conocida, su fama más que a sus habilidades en los fogones se debió a su segunda carrera, cuando guardó los cuchillos y comenzó su vocación de narrador escribiendo primero novelas de misterio con poco éxito como "Bone in the Throat", el éxito por fin le llegó con su primer libro de no ficción sobre los entretelones de los restaurantes de Nueva York: "Kitchen Confindential", luego habría de convertirse en un monstruo de la televisión narrando sus aventuras por el mundo en "A cooks tour" (2002-2003) por Food Network, "No reserevations" (2005-2012) en The Travel Channel, y "Parts Unknown" (2013-2018) por CNN. La comida de cada país era solo una excusa para hacer análisis sociopolíticos al desenfadado estilo Bourdain. 
Quienes realmente lo conocieron, -no solo nosotros, la plebe detrás de la pantalla- quedaron igualmente desconcertados, buscando un razón: una vida de adicciones, una mujer que se le atravesó en el camino atormentándolo más de lo que ya lo estaba por naturaleza, estaba agotado, tantos viajes pasaron factura... quién sabe, desconcierto, con su súbito adiós Tony dejó desconcierto, pero fue su decisión, lo más importante es que el chef trotamundos Anthony Bourdain dejara como legado cientos de horas filmadas de sus recorridos por el mundo para seguir sintiéndolo cerca, accesible, el pana de todos, al hombre más cool del planeta.