martes, 5 de junio de 2012

Los Coleados (reloaded)



El domingo 27 de mayo en la función de las 9.30 de la noche en una sala del cine El Tolón, un grupo de jóvenes armados causó pánico entre los espectadores. Gracias a la intervención de seguridad, todo quedó en susto. Éxito tuvieron cinco maleantes en julio de 2011 cuando atracaron con armas largas a setenta personas minutos antes de que terminara la función de las siete de la noche de una película 3D en el Cine Concresa.
Ya ni en el cine los caraqueños podemos sentirnos seguros.
Recuerdo que a principios del año 2011 estaba una tarde con mi hija mayor en la sala VIP del Cine San Ignacio viendo "El discurso del Rey" cuando en la mitad de la función entraron furtivamente tres muchachos. Ni que fuera cine continuado, pensé, ¿quién va a querer ver una película que tiene más de una hora de comenzada?
Esa es la razón por la cual los empleados de los cines, cuando la película está tan avanzada que nadie se molestaría en colearse, se van a atender la entrada o salida de otras salas. Por eso cuando sentí abrirse la puerta y vi entrar a tres muchachones que la oscuridad no me permitió detallar, ante el sigilo de los chamos al sentarse en primera fila, la afinada alarma interna que tenemos los caraqueños se prendió en alerta roja:
"Nos fregamos" me dije aferrando instintivamente la cartera.
Imaginé que en pocos minutos tendría a un malandro con un puñal rozándome la yugular susurrando que le diera el reloj, el dinero y el celular. Pero los minutos pasaron y los coleados hundidos en las butacas VIP ni ruido hacían, parecían absortos en la película.
 Me entró la culpabilidad que esta paranoia clase media va a acabar con nosotros, los coleados eran muchachos que como tantos muchachos de cualquier estrato social de varias generaciones, solo parecían culpables de colearse como una travesura para disfrutar el cine gratis. De esto he sido testigo hasta en los multicines en los Estados Unidos, donde los adolescentes buscan entrar por la puerta de salida. Muchos lo consiguen con la ayuda de adultos que les permiten pasar mientras ellos salen. Otras veces hay un guardia vigilante de que esto no suceda.
Cuando ya había olvidado a los coleados en el cine criollo y vuelta a concentrar en las gagueras reales, entró una empleada con el uniforme de Cinex acompañada de un agente de seguridad quien tras enfocar a los chamos con una linterna, los invitó a que abandonaran la sala.
Así como no entendí la nota de colearse cuando la película iba por la mitad, tampoco entendí por qué sacar a los muchachos cuando la película estaba por terminar. ¿Qué habría pasado? ¿Será que la encargada de la sala sí se dio cuenta cuando los muchachos entraron, no se atrevió a sacarlos ella sola y tardó media hora en conseguir a seguridad? ¿O será que no fui la única a quien se le prendió la alarma antiatracos ante los chamos coleados y alguien los fue a denunciar? Los muchachos salieron como entraron, sin bulla, entre risas sigilosas de tremendura a medio lograr.
Entonces me dio lástima que los sacaran del cine, recordando la noticia de los setenta espectadores asaltados en el Cine Concresa y de los chamos armados a quienes le encontraron la cacerina de una pistola escondida en el tarro de cotufas en el cine del Tolón, y una de las chicas detenidas tenía nueve celulares en la cartera, pienso que qué impotencia que en esta ciudad la imaginación paranoica siempre termina triunfando
.


Esta crónica la publiqué en Evitando Intensidades a raíz del asalto al cine Concresa hace un año, tras la angustiosa situación en el Cine Tolón el fin de semana pasado, decidí rescatarla para El Nacional y salió publicada el sábado.

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