sábado, 2 de mayo de 2020

Iiyy si, Irthir Millir


Encerrados en cuarentena, cada quien en su nota, a mi me dio por buscar películas en YouTube, tras un ciclo de cine venezolano, y otro de Ingmar Bergman, la última nota fue el dramaturgo norteamericano Arthur Miller, supongo que un toque de nostalgia evocando mi época de estudiante de Artes Escénicas en la Escuela de Artes y en el Taller del Actor. Tras ver una mediocre versión para la televisión de Death of a Salesman con Dustin Hoffman como Willy Loman, que comenté en Facebook con escaso feedback, estaba por compartir con mis amigos en las redes mi impresión de la película All my Sons con Burt Lancaster y ese gran actor que era Edward G. Robinson, cuando de repente, se me metieron Julieta y Luis V. en la cabeza: "Iiyy si, Irthir Millir".
Para hablar de Julieta y de Luis V. (quienes a pesar de tener un punto en común podría jurar que no se llegaron a conocer) debo ir primero un poco menos atrás, mayo hace un par de años cuando conocí Santiago De Compostela y aproveché para visitar a mi amiga Chusi, a quien tenía décadas sin ver. La tarde en la que Chusi y yo recorrimos su ciudad fue inusualmente azul en la lluviosa Santiago, tras pasear por el Parque Alameda nos sentamos en una terraza al aire libre a tomar gin tonics y recordar viejos tiempos, que en nuestro caso, era regresar a los años compartidos en el Taller del Actor de Enrique Porte en Sabana Grande donde habíamos conformado lo que Isaac Chocrón llamaba una "familia elegida". Una especie de Friends culturoso caraqueño de los años 80, hasta que inesperadamente Enrique muriera de un infarto en agosto del 90, y el resto de los amigos nos dispersamos por la vida y por el mundo. 
De cierta manera he mantenido contacto con casi todos los panas del Taller, así sea por Facebook o un mensaje de vez en cuando, Chusi y yo llamamos a Rosa Helena por WhatsApp para darle la sorpresa que estábamos juntas, cómo quisiéramos que estuvieran ella y Mariale compartiendo Gin Tonics con nosotras como cuando tomábamos cervezas en el Tío Pepe; y Laurita, nuestra querida Laurita, que murió de cáncer hace unos años, demasiado joven, demasiado bella. 
De esa época a la única que le había perdido la pista era a la ex esposa de nuestro amigo José R:  "Chica y qué habrá sido de la vida de Julieta, ¿te acuerdas? Desde que se separó de Jose no volví a saber de ella, es que ni por Facebook". 
Chusi se rio con el recuerdo de Julieta, siempre la chalequearon ella y Rosa, no de frente, cuando estábamos en confianza, decían que era medio pendeja. Yo la defendía, "ay no sean malas", no entendía la antipatía por Julieta, era la primera novia que llevaba José R. al Taller, pianista profesional, atractiva, amable pero de pocas palabras, nosotros tampoco seríamos un grupo fácil de agarrarle el paso siempre con las mismas referencias de cine, teatro, literatura, cultura Pop y rocanrol. La música clásica distaba de estar entre nuestros múltiples intereses. Pero a mí me parecía cool tener a una pianista en el grupo, aunque jamás nos invitó a verla en concierto. Cuando se casaron, fuimos al matrimonio en casa de los padres de Julieta brindando por la felicidad de los novios, no sé cuanto tiempo duraron casados, después de la muerte de Enrique, hasta que apareció Facebook, las noticias llegaban con años de dilación. 
"Lo que más me daba risa de Julieta era la arrechera que te tenía" recordó Chusi.
No entendí el comentario, quizás le estaban pegando los gin tonics: "¿Arrechera a mi? No vale, si  éramos panas, la defendía de ustedes, zafias". 
"Si nosotras éramos zafias en parte era porque la tenía agarrada contigo, cada vez que hablabas, te remedaba a tus espaldas, o torcía los ojos, no te soportaba, pensé que lo sabías". 
Más de treinta años después me vengo a enterar en Galicia que la panita Julieta me tenía antipatía, no sería por celos por José R, nosotros éramos como hermanos, y yo jamás me metí con ella, por lo menos no adrede, yo no me meto con nadie, dime por qué Chusi, dime por qué Julieta me tenía ojeriza: 
"No recuerdo bien, creo que decía que siempre hablabas de más dando referencias culturales, que eras una echona intelectual". 
"¿Yo? ¿Y en ese grupo de amigos donde lo que nos unía era precisamente ese conjunto de intereses pop y culturales, ¿por qué me iba a tener arrechera justo a mi, a la más pendeja? Mesero, otro gin tonic, por favor". 
 Y antes de que me pusiera intensa, porque otra cosa que nos unía a los amigos de entonces era evitar intensidades, cambiamos de tema, o regresamos al presente, que no tiene sentido agitar rencores del pasado que ni siquiera sabíamos que existían. 
Semanas después, al regresar a Caracas, seguí con la espinita clavada y busqué a Julieta en Facebook, la encontré viviendo frente a un océano lejano a las costas venezolanas, no ha cambiado mucho, sigue siendo una mujer atractiva, pocas referencias abiertas de su vida, cero amigos en común. Por supuesto que no la invité a ser mi amiga, seguro me habría rechazado. Lo que más me dolió es que la apreciación de Julieta no era aislada, me removió otro recuerdo de juventud aun más lejano, esta vez en la isla de Margarita, donde a menudo mis papás me llevaban a pasar el fin de semana con unos amigos que tenían una casa en un risco en Juan Griego. A mi me encantaba ir porque se comía divino, y porque podía pasar el fin de semana en una de mis actividades preferidas: leyendo en una hamaca con vista al mar. 
Una noche otro de los invitados, Luis V, me sacó conversación, le parecería extraño esa muchacha de lentes morados que en lugar de estar compartiendo con gente de su edad, prefería estar echada en una  hamaca leyendo. No tengo más memoria de esa conversa sino que ocurrió, no recuerdo qué me preguntó, a mis veinte años Luis V me parecía un hombre atractivo a pesar de que pasaba los cuarenta, seguro eso me intimidó y fui más vaga y tímida de lo que suelo ser. 
A la mañana siguiente mi mamá me preguntó qué había conversado con Luis V, puedo jurar que horas después no recordaba qué había hablado con ese señor de lo insustancial del intercambio, creo que me preguntó qué estaba leyendo, él tenía fama de ser buen lector, o quizás qué estaba estudiando, qué se yo que le habré contestado, el caso es que mi mamá me dijo que más tarde en la noche Luis V le había comentado que yo era pretenciosa intelectualmente, nada que ver con mis padres que eran personas de trato ameno y grata conversación. 
Todavía hoy, casi cuarenta años después, no entiendo a un hombre que después de hablar ni media hora con una muchacha, va directo a la mamá a criticarle cómo crió a su hija que hizo de ella una pretenciosa intelectual. 
En fin, hoy en cuarentena que todos estamos sensibles y no queremos compartir nada frívolo en las redes, me pareció adecuado comentar por Facebook mis impresiones del teatro de Arthur Miller, la muerte de un sueño y tal, cuando de repente se me aparecieron ese par de fantasmas: Luis V (que murió hace años en un accidente de tránsito) y Julieta desde una playa lejana, diciéndome: "Iiyyy sí, Irthir Millir". 

1 comentario:

Steve Sax dijo...

Lo del cuarentón es triste, cuando menos. Gente que va por la vida comentando del otro por simplemente saciar su resentimiento o autoreiterarse sus aires de grandeza. El esposo de mi prima es un sujeto así. La gente no tiene oficio y tenía que ir a decirle a tu mamá eso porque su gris existencia se lo imploraba.

La otra mujer, entiendo que mucho menos agraciada en intelecto y físico, tenía que jugar con hipocresía, moneda de cambio de siempre y ahora creo que más.

Pero al ser criados entre libros, nuestra personalidad nos impide ser frontales en estas cosas y preferimos pasar en vez de formar escándalo por algo que no valdrá la pena en cinco años.

A vivir felices con los nuestros, deshaciéndonos de los tóxicos, que la vida es muy corta, y lo que ocurre en el Planeta ahora, lo confirma.

Gracias por escribir.