martes, 21 de julio de 2020

Oscar

El sábado cuatro de julio murió mi esposo Oscar de un infarto fulminante, acababa de cumplir 58 años en mayo, han sido momentos muy duros para toda la familia pero también arropados con mucho cariño de tanta gente que lo quiso y lo apreció porque aunque a veces medio querre querre, Oscar era un hombre que siempre estaba más que dispuesto para ayudar a los demás, lo que demostró con creces los últimos años en su labor con la Fundación Blandín. En medio del inmenso dolor de su repentina perdida no dejo de sentirme una mujer afortunada por haber estado casada con Oscar treinta años y por la familia que hicimos, también me siento afortunada por sentirme tan querida gracias a las manifestaciones de afecto de innumerables amigos, familiares y vecinos, muchos hoy nos separa la distancia de la emigración y del Covid-19, sin olvidar a los amigos virtuales, algunos a quienes apenas conozco pero los siento cercanos al compartir intereses comunes en este vecindario. Me siento inmensamente afortunada de no haberme sentido sola estas rudas semanas ni desamparada gracias a los afectos en Caracas que desafiaron la pandemia para acompañarnos en este tsunami emocional y existencial, y de tantos amigos que han preferido manifestar su duelo en medio de semejante crisis de salud desde su casa agarrando el teléfono para ofrecer unas palabras de consuelo o con un mensaje de WhatsApp o por otras vías. He tratado de responder a todos estos mensajes de cariño pero es una tarea abrumadora, me tomará mi tiempo. Fiel a mi apostolado de evitar intensidades, no soy persona de estar compartiendo un dolor tan íntimo en las redes, eventualmente le dedicaré su intensidad a Oscar como se la merece, porque soy escritora, y las escritoras escribimos como necesidad imperiosa de expresión. Quizás en una semana, quizás en un año, pero las intensidades regresarán, les debo el cuento de cómo Oscar se entró a golpes en el baño del Le Club para recuperar mi cartera cuando comenzábamos a salir, o el día que chupó gasolina para auxiliar a un carro a las dos de la madrugada en Sabana Grande ganándose el afecto y la admiración eterna de mis amigos teatreros. Será una intensidad escrita desde el amor, no desde el dolor, solo quería compartir estas líneas para darles las gracias por tantas muestras de solidaridad y para decirles que aunque nuestra vida ya no será igual, estaremos bien, se lo debemos a Oscar.

3 comentarios:

Steve Sax dijo...

Cuánto lamento lo que nos escribes querida Adriana. Sobre la partida del ser amado solo te adjunto este poema y mi palabra de apoyo para tí.

"Puedes llorar porque se ha ido,

o puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva

o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor

que compartisteis.

Puedes llorar, cerrar tu mente,

sentir el vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a ella le gustaría:

sonreír, abrir los ojos, amar y seguir".

DAVID HARKINS
(Cumbria, Inglaterra, 1958)

Unknown dijo...

Me encantó

Katy dijo...

Tenía mucho tiempo que no leía tus intensidades y no supe lo de tu esposo, un poco tarde pero te abrazo fuerte...