viernes, 26 de agosto de 2022

¡Viva Yordano!

 

Exploto de orgullo tras la noticia que mi hermano de la vida @yordanodimarzo, recibirá en noviembre un Premio a la Excelencia Musical de los Latin Grammy en Las Vegas, reconocimiento que llega cuando Yordano celebra con la gira: “Vivir para cantarlo”, cuarenta años de vida profesional, aunque según aseguran sus amigos de juventud, Gio anda con la guitarra al hombro desde siempre.

Dicen las malas lenguas que había quienes se quejaban: “Otra vez Giordano con la guitarrita”, pero cuando Giordano profesionalmente pasó a ser Yordano, su amigo Carlos Morales andaba con varios Discos Negros en la maleta del carro repartiéndolos entre posibles conquistas: “Ese es mi pana, ya verán como pronto será famoso”.

No llegaba a imaginar Carlos cuánto, cuando su mutuo amigo Roberto Cassani fue a verlo por primera vez en Estudio Mata de Coco, se quedó impresionado porque el “otra vez Giordano con la guitarrita”, se había convertido en Yordano, un verdadero ídolo con su Otra Cara Bonita, su Manantial de Corazón, su Hoy vamos a salir … De ese primer disco de Yordano con “Y” conocido como el Disco Negro, todas las canciones fueron éxitos en la radio. Las LigiasElenas de la época nos las sabíamos de corazón. A diferencia de Carlos y de Roberto, fui fan de Yordano antes de ser su amiga, de esas fans que se abrían paso a codazos para estar en primera fila en el Estudio Mata de Coco coreando: “Mil susurros de arena que se desvanecen conmigo”.

No mucho después de esas primeras presentaciones, en el año 1987 cuando ya Yordano tenía un segundo disco y material suficiente para su primer concierto solo en el Teatro Teresa Carreño, una noche fue a la Sala Juana Sujo en la calle Los Manolos de Los Caobos donde se presentaba Suicidio en Si Bemol de Sam Shepard dirigida por Enrique Porte, más que para ver la obra quería conocer a Enrique por recomendación de José Ignacio Cabrujas quien los consideró buena liga para lo que sería La Noche, una inolvidable puesta en escena basada en la imaginería urbana de Yordano.

A pesar de que era un reguapo que estaba en la cumbre de su popularidad -presencié como un grupo de muchachas lo perseguía a gritos a las puertas de RCTV en Quinta Crespo como si de un Beatle se tratara- Yordano encajó de inmediato y sin ínfulas en el Taller del Actor, siendo uno más de esa familia elegida que formamos a mediados de los años ochenta además de Enrique, su esposa Rosa Helena, El Chino, Laurita, José Ramón, Flavio, y por supuesto Mariale, entre otros amigos que orbitaban por la Cervecería Tío Pepe en la Calle El Recreo en Sabana Grande.

Yo era como la mascota del grupo, soldado raso, si trato de ponerle fecha al inicio de mi amistad con Yordano, el cómo pasé de fan a amiga sin dejar de ser fan, el momento exacto en el que dejé de verlo como galán musical para entrar definitivamente en el “Friend Zone”, quizás fue cuando en una de nuestras primeras conversaciones nos dimos cuenta que compartíamos al peruano Alfredo Bryce Echenique como escritor de cabecera, considerándonos miembros del Club Martín Romaña, antihéroes por naturaleza que entre otras características: “odiábamos molestar”.

Pero el amigo del alma de Yordano en el Taller del Actor era Enrique, eran contemporáneos, ambos vivieron en Londres por la misma época de los años 70, no se llegaron a conocer entonces, aunque Yordano era amigo de Cheo Porte, hermano de Enrique. Esa noche finalizada la función en la pequeña sala de teatro en Los Caobos, el músico y el hombre de teatro se hicieron mejores amigos, espíritus afines con las mismas referencias musicales, literarias y cinematográficas, además de similares maneras de ver la vida.

De cierta forma tan entrañable amistad la heredé cuando Enrique muriera inesperadamente de un ataque al corazón en agosto de 1990, amistad que ha fluido de manera intermitente con el transcurso de los años, si sigo poniendo fechas, tras su matrimonio con Yuri -aunque ella jure que me tenía unos celos horribles- nos ha vuelto una llave que sería inseparable, de no ser por razones geográficas que con suerte hemos logrado sortear.

Y aunque de vez en cuando nos enfrasquemos en interminables discusiones como si Sansa debió haberle advertido a Jon Snow que contaba con las tropas de Little Finger en la Guerra de los Bastardos en la serie Game of Thrones (Yordano sigue bravo con Sansa, a mi me parece que fue parte de su estrategia), mucho más es lo que tenemos en común: “Hablan el mismo lenguaje”, dice Yuri “A veces no los entiendo, como si estuvieran hablando otro idioma”.

Entre Yordano y yo fue surgiendo un cariño fraternal, amistad que no tendrá cuarenta años, como su carrera profesional, pero si los suficientes para haber compartido tanto alegrías como tristezas, como dice la canción: “Yo aguanto llanto y risas también”… llantos como las inesperadas muertes de Enrique, de su hermano Evio, del amigo Morales, y de mi marido Oscar. Y tantas pero tantas risas y alegrías, siendo la alegría más reciente el anuncio del reconocimiento de los Latin Grammy a la trayectoria de Yordano por su “excelencia musical y aporte a la música latina, una leyenda de la música”, que tendrá lugar en noviembre en Las Vegas.

Haré lo posible por acompañar a Yordano y a Yuri en ese momento tan importante, lo que no puedo prometer es no regresar a mis andadas de fan veinteañera y que en lugar de cantar “Viva Las Vegas!”, cantaré: ¡Viva Yordano!”.

1 comentario:

Alí Reyes dijo...

Me estoy enterando de la noticia por ti. De verdad que es un orgullo para todos los venezolanos... de bien.