jueves, 20 de febrero de 2014

Así estamos


En estos momentos hay algunos más fajados que otros, mi cuñado es un fajado, desde que comenzaron las manifestaciones estudiantiles Eduardo se ha unido a los estudiantes a apoyarlos, a pesar de que sus dos hijos adolescentes hace tiempo se fueron a vivir con su mamá en España. Eduardo no está cuidando a sus hijos en las protesta como tantos otros padres preocupados, él está apoyando a quienes hoy se atreven a soñar por un país mejor, y anda de aquí para allá con su motico. Su única arma subversiva es su celular.
Anoche, tras haber estado en la mañana en El Palacio de Justicia esperando la audiencia de Leopoldo López, Eduardo se fue a concentrar en la Plaza Altamira y ahí estaba cuando de repente el ambiente se comenzó a caldear ante la emboscada de la Guardia Nacional y la llegada de las Avispas Negras, fuerzas de ataque cubanas que ayer hicieron su debut en Caracas con el objetivo de amedrentar las protestas pacíficas de la oposición.
Dicen quienes estaban  en la Plaza Altamira que se vivieron momentos de mucha tensión, la Policía de Chacao se vio imposibilitada de actuar porque no se pueden enfrentar a la Guardia Nacional. Los manifestantes ante los perdigonazos, las bombas lacrimógenas y los golpes a mansalva de las fuerzas represivas del Estado y del ataque comando de los esbirros castristas, debieron buscar refugio en edificios aledaños. 
Mi cuñado será un fajado pero no es un mártir,  le dio tiempo de salir de la Plaza Altamira antes de que se armara la sanpablera, simplemente agarró su moto y se marchó. Se unió a otro grupo de motorizados, todos hombres que hace tiempo dejaron de ser muchachos, no se conocían pero se unieron como sobrevivientes de una emboscada decidiendo la mejor vía a tomar en una ciudad en estado de sitio. 
El grupo de motorizados acordó entrar a la autopista por la urbanización La Carlota ya que en la avenida Rómulo Gallegos se decía que también estaba cercada por fuerzas represivas. Iban confiados de que en pocos minutos estarían en la seguridad de sus hogares, cuando en la salida a la autopista en La Carlota, a pocos metros de La Casona, se toparon con una barricada de Policías Nacionales quienes sin mayores trámites, sin siquiera pedirles documentos de identificación, arremetieron contra ellos, a pesar de que ninguno de los adultos contemporáneos estaba armado "ni con una pasta de dientes" según cuenta Eduardo. Los tumbaron de las motos y les cayeron a patadas llamándolos "¡escuálidos de mierda! ¡Golpistas!" y otros insultos similares. 
Algunos del grupo de motorizados (eran como ocho) se bajaron de las motos y echaron a correr para evitar los golpes. Eduardo no fue uno de ellos, estuvo entre quienes fueron pateados por los policías al mismo tiempo que los insultaban por estar tomando fotos para enchavar al Gobierno. 
Al final la Policía Nacional les quitó los celulares, pero los dejaron irse en su moto. Quienes echaron a correr, habrán perdido la moto pero salvado el celular.
Hoy Eduardo está como tantos otros venezolanos, descorazonado ante la injusticia represiva, herido de tanto odio, adolorido por los golpes recibidos, pero decidido a no dejarse amedrentar.

La foto que ilustra esta intensidad fue tomada anoche, 19 de febrero, por el fotógrafo Rolf Römer, desde la Urbanización Miranda

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