jueves, 25 de junio de 2015

¿Debemos los venezolanos autocensurarnos en Facebook?


La pianista Gabriela Montero compartió en Facebook su indignación porque en Venezuela las redes sociales se llenaron de fotos celebrando entre amigos los partidos de la Vino Tinto. Para Gabriela mientras en Venezuela las cosas estén como están no hay espacio para exhibir públicamente ni un momento de felicidad, hacerlo es una imperdonable muestra de frivolidad y falta de solidaridad con los presos políticos. 
Con todo el respeto y la admiración que le tengo a Gabriela Montero, a quien tuve el privilegio de ver en el Aula Magna tocando un concierto de Rachmaninoff dirigido por Gustavo Dudamel -dupla que por razones políticas hoy sería difícil imaginar- me parece que la pianista tan entregada a la causa democrática venezolana desde el exterior, fue ruda e injusta con quienes vivimos el agobiante día a día de esta Venezuela revolucionaria. Después de todo el sentido original de Facebook es de red social, no panfleto político, eso vino después en Venezuela.
Apenas llega a lo diez años la idea de Mark Zuckerberg de hacerse de una red virtual de amigos. Al principio Facebookzuela era pura felicidad, a pesar de que ya entonces comenzaba la diáspora de compatriotas no dispuestos a calarse lo que entonces algunos llamaban: "La revolución bonita".
En esos primeros años, por los menos para los adultos contemporáneos, Facebook sirvió para el reencuentro de tantos amigos a quienes teníamos años sin ver, qué alegría compartir recuerdos y ponernos al día, y qué conveniente para no perder contacto con quienes decidieron emigrar porque las cosas en Venezuela se estaban poniendo castaño oscuras. 
Cuánta gente querida se ha ido y por medio de Facebook hemos seguido de cerca sus alegrías y tristezas, y ellos las nuestras. Gracias a Facebook he ido conociendo a los hijos y nietos de mis primos y amigos que nacen en todos lados del mundo. Por Facebook me he enterado cuando alguien toma la difícil decisión de emigrar por las fotos de los zapatos en el piso de Cruz Diez del aeropuerto, que por muy trilladas que sean, no dejan de conmover por su significado.
En Facebook he acompañado a los panas en sus viajes (con envidia, para qué negarlo), y también he compartido los míos.  Por facebook me he enterado de infaustas noticias como las muertes de amigos o de sus familiares, algunos a manos del hampa, pero también he podido contribuir en campañas de recolección de fondos para amigos enfermos o personas necesitadas, donaciones de sangre, o la búsqueda de una de las tantas medicinas que no se encuentran hoy en Venezuela. 
En Facebook me he enganchado en inocuas discusiones políticas y existenciales. Sigo de cerca los problemas de salud de facebookamigos. He compartido angustias y emociones de mis series favoritas. Me entero cuando llega papel toilet a El Patio y leche a La Muralla. Pruebo recetas recomendadas por amigos gourmets con los pocos ingredientes que se consiguen en Caracas; comparto música, libros y películas favoritas y disfruto cuando los amigos lo hacen. He festejado bodas en Margarita, Bogotá, Barcelona, sin moverme de casa. Gozo con las irreverencias de los irreverentes y agradezco que no cesen de evitar intensidades. Comparto el orgullo de mis panas aquí o afuera, por cada logro profesional, libro publicado, o cuando sus hijos se gradúan.
Y por qué no hacerlo, si no hay de que avergonzarse, también de vez en cuando comparto la dicha de las pocas oportunidades que me reúno, cual sobrevivientes, con los panas que siguen en Caracas. 
Porque Facebook cuando dejó de ser exclusivamente una red social de universitarios que buscaban cuadrar, para los adultos se convirtió en otro tipo de red social, un mundo feliz. Ahora que ya nos pusimos al día con quienes teníamos tiempo sin ver, lo que más disfruto del actual Facebook es la libertad con la que cada quien monta en su perfil lo que le da la gana - aunque los de Facebook se ponen pacatos ante cualquier desnudo o foto violenta- . Es como tener un pizarrón virtual en blanco para llenarlo con la información que queramos: los hay bonchones, viajeros, hiperpolíticos, sensibleros, deportistas, intelectualosos, piadosos, amantes de los animales, nostálgicos, faranduleros, místicos, ludópatas, libidinosos, necrofílicos, y quienes montan mensajes conmovedores que jamás abro...  lo más divertido de Facebook está precisamente en esa diversidad. Uno lee lo que le interesa, obvia lo que no le interesa, y si alguien se te pone pesado, lo borras y ya está.
Mucha gente después de esa primera etapa de reencuentro se agotó de Facebook, se dieron de baja porque les quita mucho tiempo o porque simplemente se fastidiaron, los chamos hace tiempo que emigraron de Facebook a otras formas menos intensas de redes sociales. Yo sigo aquí pegada aunque no con la intensidad de antaño, porque entre otras cosas es el mejor portal para promover mis crónicas, y también disfruto con los artículos y comentarios que comparten los amigos.
Facebookzuela quedó sobre todo para quienes quieren descargar la angustia política en la que vivimos, aunque hay quienes afirman que es una superficial, frívola y hasta dañina manera de hacer política, porque no pasa de mero descargue, la verdadera política no se hace escribiendo para unos cuantos amigos en las redes sociales y pensar que así de fácil se cumplió, la verdadera lucha política se hace en la calle. 
Ante el momento duro que vivimos en Venezuela la primera mitad del año 2014 entre represión, manifestaciones y guarimbas, Facebook se  encadenó en política, nadie se atrevía sino a montar fotos y escribir sobre el sacudón que estábamos viviendo. Acudíamos a Facebook con la esperanza de encontrar información fresca porque en Venezuela ya ni siquiera contamos con un canal independiente de televisión. 
Los que emigraron estaban igual o peor de pegados a Facebookzuela, tratando de alentar a quienes aquí seguimos que "el que se cansa pierde" pero quienes vivíamos en Caracas tras meses de un país paralizado y en pie de guerra, comenzamos a cansarnos de los generales en jefe a kilómetros de distancia que nos instaban a salir hasta las últimas consecuencias porque "hace falta que corra sangre". 
No soy de quienes piensen que vivir afuera resta el derecho de opinar sobre lo que hoy pasa en Venezuela, por el contrario, la distancia da otra visión que es necesaria, lo que dije antes, y repito, lo que cae muy mal a quienes seguimos aquí es que quienes se fueron nos exijan el deber de inmolarnos, y que lleguen a censurarnos si se nos ocurre compartir por las redes sociales cualquier momento que no tenga que ver con la lucha política. Por ejemplo recuerdo en los momentos más álgidos de esos meses de 2014, cuando una abuela orgullosa se le ocurrió  exhibir la foto de su nieta recién nacida, le cayeron encima porque no eran momentos para frivolidades. 
Qué distorsión este Facebookzuela de la idea original del mundo feliz de Zuckerberg. 
En 2015 vivimos momentos quizás aun más difíciles que en 2014, porque vivimos en medio de una gran desesperanza, tanta, que ochenta jóvenes, y dos líderes políticos presos, se declararon en huelga de hambre (que por fin levantaron). Tanta, que del salón de mi hijo, la mitad de sus compañeros comenzarán el tercer año de bachillerato en otros países porque sus padres perdieron la esperanza de que saldríamos de este oscuro túnel a mediano plazo.
Tanta que hasta su profesora de matemática se va porque en Ecuador como maestra ganará mil veces más que en Venezuela, y no es una exageración
Escribo esta apología a quienes compartieron por Facebook la felicidad de ver entre amigos jugar a la Vino Tinto en la Copa Ámerica (porque solo ganó un juego) y ni siquiera soy seguidora de la Vino Tinto (me aburre el fútbol), si gana por supuesto que me alegro, aquí en la casa vieron los partidos y sufrieron las derrotas mientras yo me ponía al día con Orange is the new Black. Pero no me gusta la censura de ningún tipo, ni la que hoy nos impone el gobierno de Nicolás Maduro, ni la que imponga cualquier tipo de moralina en Facebook, porque si además de haber perdido mi columna en El Nacional por falta de papel (otra forma de censura gubernamental) tengo que autocensurarme en Facebook hasta de compartir una tarde con los panas para no herir susceptibilidades, me declaro en el incilio total.

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