sábado, 23 de agosto de 2008

Obamanía


De paso por Nueva York es imposible no darse cuenta que la moda imperante, aún más que llevar bufanda en verano, es la obamanía. En especial al sur de Manhattan, un oasis de bohemia que comienza aproximadamente en la calle catorce en Union Square, y abarca el Village, Soho, Tribeca… barrios repletos de galerías, buenas librerías, restaurantes donde se come tanto arepas venezolanas como la más refinada comida francesa; además de tiendas de diseñadores famosos, populares franquicias como Old Navy, y ventas de ropa usada de esa que llaman “vintage”.
Al caminar por el bajo Manhattan uno se llena de energía de estar en una especie de Shangri La, donde es fácil sentirse joven, bello, y sobre todo, políticamente correcto. Aunque si no se tiene la suerte, como los amigos de la serie Friends, de vivir en un apartamento de renta controlada, muy pocos pueden pagar unos metros en tan exclusiva zona.
Pero pasear no cuesta nada, así que comienzo mi recorrido por Union Square, una enorme plaza donde todos los días se encuentran decenas de propietarios de granjas cercanas ofreciendo sus productos 100 % orgánicos, porque además de las bufandas veraniegas y de la obamanía, el “going green” (o conciencia ecológica) se impone este verano y el mercado en la plaza, que antes sólo se daba los fines de semana, ofrece a diario frutas, hortalizas, quesos de cabra, panes integrales y lana recién trasquilada; productos libres de aditivos químicos y demás venenos terrenales.
Diversas estatuas adornan Union Square, entre ellas, una de Mahatma Gandhi, a su alrededor se encuentran vendedores de franelas con mensajes revolucionarios y antibelicistas. La imagen del Che Guevara, que tanto tiempo estuvo de moda, ha sido reemplazada por la cara sonreída del candidato demócrata a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos: Barack Obama, y su lema: “Sí podemos”.
En la entrada del Metro, un hombre solitario utiliza un megáfono para tratar de hacerle comprender a los neoyorkinos lo que la página web APORREA tiene rato afirmando: que no se dejen engañar, que entre Obama y McCain no hay mayor diferencia, que ambos candidatos son harina del mismo costal, vendidos a las grandes corporaciones, que un verdadero cambio de tan corrupto sistema político sería votar por el candidato independiente Ralph Nader. Nadie parece hacerle caso.
Obama me acompaña casi veinte cuadras hasta Soho, no veo a persona alguna vestida con su rostro sonriente, sin embargo decenas de buhoneros en las aceras ofrecen franelas, chapas, pañuelos, banderas y ropa para bebé adornados con él. Y si las pintas anti-Bush están a la orden del día, John McCain, el candidato Republicano, no figura en la mercancía urbana ni para bien ni para mal. Mucho menos Ralph Nader.
De regreso a Caracas, compro en el aeropuerto JFK la revista Rolling Stone para leerla en el avión, en ella hay un artículo escrito por el más comecandela de los comecandelas: el cineasta documentalista Michael Moore, enumerando seis razones por las que Obama puede perder las elecciones, que básicamente podrían resumirse en una: no ser Michael Moore. Pero Obama, que no es un “estúpido hombre blanco” como a veces lo puede ser Moore, sabe que Nueva York no es los Estados Unidos, y que radicalizarse le quitaría más votos de los que ganaría haciéndolo, costándole lo que hoy, según las últimas encuestas, es una reñida carrera a la Casa Blanca.

martes, 19 de agosto de 2008

Sala VIP


No suelo quedarme hasta el final de los créditos de las películas cuando voy al cine, pero la última semana de julio, después de la función vespertina de la nueva película de Batman: "The dark knight" de Cristopher Nolan en la sala VIP del centro comercial San Ignacio, me ví obligada a hacerlo porque el butacón de cuero azul donde estaba sentada se tragó mi celular.
Fue necesario esperar a que saliera el resto del público y prendieran las luces de la sala, para mover la butaca ayudada por una de las muchachas que trabajan en Cinex. Viendo el chiquero que le dejaron por limpiar, no sólo de cotufas regadas por el piso, sino las decenas de tobos de refrescos y potes de cotufas vacíos que los seguideros del enmascarado justiciero no llevaron a los basureros a la salida de la sala, saqué mi camarita para dejar grabado en Evitando Intensidades un detalle de mi estupor: sentadas frente a mi había cuatro muchachas de lo más lindas y acomodaditas, se portaron bien, no conversaron ni encandilaron mandando mensajes de texto en sus Blackberries, jamás las habría tomado por cerditas incapaces de limpiar su propia suciedad. Pero ni una de las cuatro chicas tuvo la cortesía de disponer de su basura, y no fueron las únicas, calculé que la mitad de quienes esa tarde se maravillaron con la última actuación de Heath Ledger como el Guazón, dejaron constancia regada de que cine sin cotufas, no se disfruta igual.

lunes, 11 de agosto de 2008

Desierto el humor


Al ver en la edición aniversaria de El Nacional que este año no premiaron al humor escrito, evoqué la noche del 2 de diciembre de 2007, cuando a la espera de que la rectora del CNE, Tibisay Lucena, diera los primeros cómputos de si ganó el Si o el No a la reforma constitucional que daría paso a un Socialismo del Siglo XXI hecho a la medida del presidente Hugo Chávez; lo único que me doblegaba los nervios del momento era los geniales mensajes de texto que llegaban a cada rato por celular. Recuerdo uno de ellos: “El rey Juan Carlos manda a preguntar: ¿Tibisay, por qué no hablas?”.
No soy de quienes reenvian mensajes de texto o cadenas de Internet, pero esta vez lo hice a amigos que imaginaba tan crispados como yo ante la posibilidad de amanecer en un país con un jerarca de poder ilimitado. Así que rompiendo mi regla de cero tolerancia al spam, a medida de que me iban llegando chistes, los reenviaba entre aquellos que pensé podrían agradecer una dosis de humor en medio de la tormenta electoral. Me respondieron varios: “¡Jajaja!”, pero una amiga, a quien jamás habría tomado como cascarrabias, prefirió llamarme por teléfono ante mi falta de compromiso con el momento histórico que vivíamos en Venezuela. Indignada me dijo que si no me daba cuenta que lo que nos estamos jugando no era para risas: “¡Por eso el país está como está, porque todo lo tomamos como una guachafita!”.
Al final triunfó el NO, el pueblo venezolano no aceptó un proyecto totalitario, mi amiga y yo hicimos las paces, pero me quedó un gusanillo por dentro: ¿Acaso el estar contrariados políticamente nos hace perder la capacidad de reír?
Afortunadamente, hasta ahora creo que no, no sólo Venezuela cuenta con humoristas de la talla de Laureano Márquez, Otrova Gomas y Claudio Nazoa; de caricaturistas como Zapata, Rayma, Edo y Weill; de comediantes como Emilio Lovera y Rolando Salazar; entre tantos que logran la proeza de encontrar el lado divertido a los sinsabores que vivimos los venezolanos; sino que además contamos con un ejército anónimo de chispa nacional que a todo le saca un chiste, y comparten su ingenio por Internet o por mensajería de texto, demostrando que por más que tengamos un Presidente que amenace e insulte a los que no se le doblegan, no perdemos la capacidad de encontrar una veta graciosa que ayude a sobrellevar las arduas confrontaciones de los últimos años.
Tampoco se puede negar que tenemos un Presidente con un don particular para la comedia -cuando no anda insultando- a menudo sus comentarios son pintorescos y divertidos. Quienes nunca serán divertidos son aquellos que intentan ejercer el humor adulando al poder.
Pero hoy el indiscutible rey de las carcajadas en Venezuela es un animal que habita en Internet: El chigüire bipolar, una página web donde ni el gobierno ni la oposición se salvan de la mordaz pluma del mamífero roedor, que como dirían las abuelas, no tiene paz con la miseria, cualquiera puede ser blanco de sus chigüiradas. Ejerciendo un humor inteligente sin caer en vulgaridades, el chigüire recuerda aquel antepasado glorioso del ingenio venezolano que fue El morrocoy azul, semanario donde escribían, entre otros, Aquiles Nazoa, Miguel Otero Silva, Andrés Eloy Blanco, Isaac J. Pardo y Kotepa Delgado; colaboradores también de ese gran periódico que es El Nacional que el 1 agosto de 2008 celebró 65 años y declaró desierto el humor.