martes, 20 de diciembre de 2011

Lo que quedó del Gran Café


La memoria emotiva de los caraqueños guarda un lugar especial para el Gran Café de Sabana Grande, nadie en esta capital nacido antes de los años 90 dejó de tomarse un café en este local con mesas al aire libre ubicado en una esquina al oeste del boulevard de Sabana Grande.
Y pongo como fecha los años 90 no porque el Gran Café haya desaparecido en esa década, sino porque a partir de más o menos el año 2000, cuando el boulevard fue tomado por filas y filas de vendedores ambulantes que dificultaban el paso, y atracos y arrebatones eran la norma más que la excepción, a Sabana Grande solo se va a algo puntual, y ni soñar ir de noche, a menos que se tenga afinidad por las experiencias extremas. Por eso muchos caraqueños, muy a nuestro pesar, hace tiempo dimos al boulevard de Sabana Grande por perdido.
  El Gran Café ha logrado sobrevivir más de cinco décadas en la misma esquina de Sabana Grande en las buenas y en las malas. Si todavía no lo es, debería ser decretado patrimonio nacional. Fundado a mediados de los años 50 por el legendario prófugo francés Papillón, desde sus inicios fue un café frecuentado por habitantes del este y del oeste por igual porque además de quedar en el mero medio de Caracas, en él se aprovecha el privilegiado clima de eterna primavera de nuestra capital, al que tan poco uso le hemos sabido dar los caraqueños.
Si bien fui de niña en los años 70 con mis papás, apenas Sabana Grande fue convertido en boulevard, los recuerdos más entrañables que conservo del Gran Café son en los años 80, cuando me reunía con los compañeros de la universidad después de clases, o en la noche, tras ir al cine o dar un paseo con los panas por Sabana Grande, terminábamos tomándonos un café o unas cervezas en el que alguna vez se llamó el Grand Café, para darle un toque afrancesado, "d" que perdió en los años 60.
El Gran Café era nuestro emulo al Deux Magots de París, pero sin turistas porque Caracas nunca ha sido ciudad de turisteo, en sus mesas bajo la luna y las estrellas se reunía todo tipo de fauna urbana: sifrinos, fumones, bohemios, ultrosos, poetas... y se podía quedar hablando de lo humano y de lo divino, o de cualquier pendejada, hasta la madrugada, amenizados por algún guitarrista versionando a Dylan o a los Beatles a cambio de unas monedas o de una cerveza.
Cuando el boulevard de Sabana Grande fue invadido de buhoneros se volvió inhóspito, muchos dejamos de ir. Hace como cinco años, tras un almuerzo en el Da Guido, llevé a mis hijos para que conocieran el Gran Café. Entonces sus propietarios protegían a la clientela del maremagnum en el que se había convertido el boulevard aislándose dentro de una pérgola.
La pasamos bien, pero ya no era mi Gran Café.
Recientemente regresé a Sabana Grande, muy a su pesar, los buhoneros fueron desalojados o rehubicados, y en cada cuadra había como dos o tres policías aspirando devolverle al ciudadano la confianza de pasear por el boulevard. Confieso que fue agradable aprovechar una fresca tarde de diciembre paseando como antaño, cómo no disfrutar el poder caminar por una ciudad donde la mayoría del tiempo estamos encerrados en un tráfico, pendientes de que no nos vayan a atracar. Aunque las tiendas que sobreviven en Sabana Grande se ven obsoletas y ya no están aquellas que algún día sentimos tan patrimonio como el Gran Café como la discotienda Archivo Musical.


Otra de las medidas tomadas por el alcalde del Municipio Libertador Jorge Rodríguez fue obligar a los comercios a quitar sus vallas, por ejemplo, la góndola del Da Guido en la vecina avenida Francisco Solano, tuvo que ser bajada y al pasar por el legendario restaurante, muchos clientes temen que haya cerrado. Sobrevive la panadería Pan 900, emporio de golfeados, aunque sin un aviso que la identifique. El gran Café también sufrió modificaciones, los obligaron a quitar la pérgola que los aislaba del boulevard, que no me parece mal porque era un recordatorio de la ciudad de ghettos en la que se ha convertido Caracas, pero del Gran Café, además de su interior que jamás conocí, solo les permitieron conservar unas diminutas mesas bien pegadas al local.
 Las únicas intervenciones admitidas en Sabana Grande son las de PDVSA recordando la impostada felicidad de vivir en el Socialismo del Siglo XXI.
Pasar al lado del Gran Café es imposible no recordar la ciudad que alguna vez fuimos y la triste ciudad en la que nos hemos convertimos.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Para los caraqueños, ahora exiliados de la capital, vemos como la falta de cultura por lo nuestro, ha llevado no solamente a nuestra Caracas a algo innombrable de desidia, negligencia, indiferencia. Es decir como leí en algún sitio ahora los bobozolanos vivimos en Bobozuela. Claro que es culpa nuestra.

Adriana Villanueva dijo...

Quizás un primer paso para enmendar la desidia, negligencia e indiferencia que sin duda nos afecta sería dejar de proclamarnos bobozolanos viviendo en Bobozuela

Unknown dijo...

Yo no conoci al grand cafe de aquellos años no habia nacido pero de niño me encantaba pasear el Boulevard comer helados..me llevaban a las tiendas de juegos que antes habian..con maquinas y esas cosas...mi mama me cuenta como era sabana grande antes y sin duda me hubiese gustado haber disfrutado de esa sabana grande...tranquila,llena de gente bohemia,artistas,turistas,tiendas full elegantes,heladerias,bueno sin duda un recuerdo hermoso que queda vivo en la memoria de quien la disfruto en aquella caracas...!!!

Anónimo dijo...

Ése era el lugar de cita de una intelectualidad de madrugadores con Pascual Navarro, Horacio Martínez, Carlitos González, Rubén Mijares, Mateo Manaure, el Profesor Luis Martinez (que sabía de todo), Luis E. Sánchez Mateo Manaure, Papillon, Guillermo Oro, etc. Qué tiempos!!!