domingo, 18 de diciembre de 2011

El obrero arrejuntado




De nuevo las lluvias hacen estragos en Venezuela, a los damnificados del 2010 se les unen los del 2011. Los responsables de un Gobierno que cumple trece años en el poder estarán felices porque lo que en cualquier país sería motivo de bochorno: el déficit de viviendas y la necesidad de tantas familias de construir sus hogares en terrenos inestables, para este gobierno parece ser motivo de alegría: nadie como los gestores del socialismo del siglo XXI para sacar ganancias políticas de la miseria.
Ojalá esas ganancias se basaran en otorgar viviendas dignas a los más necesitados, pero ¿cuántos damnificados tienen más de un año viviendo en refugios improvisados y cuántos de ellos han recibido viviendas?
Ustedes se preguntarán, ¿y qué beneficio puede sacar el gobierno de promesas incumplidas? Aparentemente una lealtad a toda prueba como me cuenta mi amigo Omar, quien tiene un pequeño negocio con un socio, no es un negocio para hacerse ricos, pero da para vivir y para pagarle un buen sueldo a los cinco empleados, además de comisiones.
La empresa de Omar iba bien, con sus altos y bajos, hasta que uno de los empleados comenzó a faltar con regularidad, por lo menos una vez a la semana, a veces más. En una micro-empresa la ausencia de uno de los engranajes se hace sentir, por eso Omar habló con el muchacho, que no llega a los 24 años, para ver qué era lo que estaba pasando: "¿Estás enfermo? ¿Tienes algún problema familiar?”.
"No le voy a mentir jefe, usted sabe que me arrejunté, para no vivir arrimados mi mujer y yo nos mudamos a un refugio de damnificados, anotándonos en una lista de la Misión Vivienda para ver si nos otorgan una casita. Todavía no sabemos cuándo nos va a salir. A cambio debemos ir a las convocatorias masivas del gobierno, hay que tener lealtad revolucionaria".
Omar no podía creer lo que estaba oyendo, trató que el obrero lo comprendiera: "Tu afiliación política no le incumbe a la empresa siempre que no afecte tu trabajo, entendemos si estuvieras enfermo, pero no podemos aceptar que uses tu tiempo laboral en proselitismos. Lo lamento pero debes escoger, o marcar tarjeta en las marchas pro-revolucionarias para  ver si te dan una casa, o el trabajo, porque cumpliendo con el horario laboral a tu conveniencia política estamos a media máquina, además, tus compañeros de trabajo se comienzan a sentir y también a faltar".
El obrero contestó que no pensaba renunciar a ninguno de las dos: "Recuerde que hay inamovilidad laboral decretada por el gobierno, seguiré faltando al trabajo cada vez que me convoque la revolución y usted no me puede despedir".
Y tiene razón, hay inamovilidad laboral, si el empleado llega con un machete y ataca al jefe, quizás podría haber un atenuante para despedirlo, y cuidado si ni siquiera. Así que el obrero faltará cada vez que el PSUV lo convoque a clamar "Ordene mi Comandante", y para cumplir con los clientes, Omar debe pagarle horas extras para hacer un trabajo que debió haber hecho en su horario laboral, y que no está haciendo, no para hacer patria, sino para hacer propaganda gobiernera.
Así no hay micro-empresa que sobreviva.
Este año Omar y su socio tendrán que pedir un crédito para pagarle las utilidades a los empleados, entre ellos, al que falta cada vez que lo llama el PSUV. Quién sabe cuántos "¡Ordene mi Comandante!" tendrán que clamar el joven obrero y su pareja antes de ver cumplido el sueño de una casita.


Artículo publicado en El Nacional el sábado 18 de diciembre de 2011.

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