miércoles, 12 de agosto de 2020

Y aunque el miedo esté ahí



Esta mañana amanecí oyendo la entrevista que le hiciera la periodista Shirley Varnagy al doctor Julio Castro, médico especialista en infectología que se ha convertido para muchos en el experto del Covid en Venezuela, decía que las consecuencias de la flexibilización de la cuarentena esta semana no se verían sino hasta dentro de dos o tres semanas. Aunque si somos francos la cuarentena, por lo menos en Caracas, ha sido sumamente relajada, los caraqueños cuando más respetamos la extendida cuarentena fue al inicio de ella cuando no había muchos más casos que las decenas de contagiados que llegaron de Europa antes de que las fronteras aéreas se cerraran. Pero ahora que los casos de Covid declarados en Venezuela ya superan los mil diarios, con cuarentena estricta o con cuarentena flexible, las calles caraqueñas no se ven ni de lejos tan desoladas como en marzo, abril y mayo. 

Ayer me tocó ir a comprar unas medicinas, como tenía cita médica fui al Farmatodo de La Floresta, no había mucha gente, tampoco tenían las medicinas que necesitaba, pero aproveché para comprar algunos artículos domésticos para evitar salir al mercado. Esperando que me cobraran llegó una mujer que apoyándose al mostrador, se quitó su tapabocas de tela de colorines para exigir: "Ay mi amor me pueden atender rápido que dejé a los niños en el carro".

La farmaceuta no se conmovió: "Tome su número".

La señora no tenía más de dos personas por delante, agarró su número y siguió a mi lado a una distancia que deseé tener una franela que dijera: "No te pegues que no es bolero". Porque yo salgo con tapabocas y con máscara, y aún así salgo asustada. ¿Cómo no estarlo? Minutos antes llegó un paciente de Covid a la puerta de la clínica, o intentó llegar, cuando lo fueron a bajar del carro ya estaba muerto. Quiero creer que no tuvieron al pobre señor ruleteando hasta encontrar una clínica donde lo recibieran porque ya la mayoría de los centros hospitalarios en Caracas tienen sus cupos saturados. Menos mal que no vi semejante tristeza, la desesperación de sus familiares, que yo estoy de a toque, me enteré porque un cuida carros con el tapabocas colgado se lo estaba contando a un compañero.

La impaciente señora del tapabocas en la barbilla y los niños en el carro, mientras esperaba su turno de manera poco discreta se volteó a ver qué me estaba llevando, tras rascarse la comisura del labio, agarró uno de los chocolates de leche que yo pretendía comprar, preguntándole a la farmaceuta:

"¿Mira mi amor a cuánto está viniendo este chocolate?".

Y volvió a dejar el chocolate a un lado entre mis compras (nota mental, salir con guantes). Empujé el chocolate contaminado con el codo, y agarré otro del mostrador, quién sabe si podría estar igual de infectado, pero por lo menos no había sido yo testigo del angustioso proceso de la señora que se rasca la boca y después agarra mi chocolate.

Al no encontrar las medicinas que buscaba me dirigí a Locatel de La Castellana, donde sí las tenían y no había mayor aglomeración en la farmacia. La cola para pagar en Locatel ahora es tipo aeropuerto, las medicinas no te las asignan en una caja específica sino que cuando te llega el turno para pagar, las pides. Hay marcas en el piso para que se respete la distancia social, una empleada va llamando la atención a quien se pase de la raya. Sin embargo en los estrechos pasillos donde se consigue el resto de la mercancía había tanta aglomeración que los sentí como una ruleta rusa: codo con codo, dame un permisito ahí que necesito agarrar un agua oxigenada, unas cuantas carrasperas... hicieron que me fuera de Locatel sin el champú que necesitaba.

Sé que me dirán que si estoy tan paranoica hay muchas alternativas para no salir de la casa y tener que cruzarse con la señora que contaminó mi chocolate o con carrasperas ajenas, hoy con delivery se compran desde artefactos eléctricos hasta medicinas, pero a veces hay que salir, por alguna circunstancia determinada. Lástima que aunque el miedo al Covid-19 esté ahí, no parece estarlo para todo los caraqueños por igual.


1 comentario:

Steve Sax dijo...

Yo no entiendo a la gente,
se les dice que por favor mantengan
la distancia y aun asi. En un trabajo
recuerdo a un maracucho que lo que
hacia era ir por todos los puestos
tocandole las cosas a las personas.
A veces tomaba pastelitos o cachitos que
uno tenia para desayunar. Cansados de la
situacion llenamos uno con abundante
pimienta de cayena y lo dejamos alli con
agua salada. Nunca hizo mencion al hecho
pero el cachito desaparecio y el vaso de agua salada
quedo a medio llenar.
Nunca nadie dijo nada del asunto pero a partir
de ese hecho el hombre no le hablo a nadie
mas en ese trabajo. Se fue al poco tiempo.
Por que le cuesta al venezolano respetar?