Cuando cumplí 15 años mis padres se fueron a vivir a Nueva York y me mandaron a un internado en las afueras de la ciudad, pero casi todos los fines de semana iba de visita. Uno de los principales recuerdos que conservo de la gran manzana en el año 1978 era la cantidad de indigentes que dormían en sus heladas calles, los norteamericanos los llaman "Homeless", hombres y mujeres cuyas pertenencias materiales caben en una bolsa de supermercado. Confieso que me daban miedo.
Años después desaparecieron del paisaje de Manhattan, los más optimistas pensaban que la economía en los Estados Unidos mejoró en los años 80, otros que el gobernador Giuliani los corrió de la ciudad. Hoy se vuelven a ver como parte de la fauna urbana, según un artículo del NYT este año la cifra de sin techos que deambulan en las calles neoyorquinas aumentó 34 % con respecto al año pasado, sin contar cientos de familias pidiendo albergue.
Leyendo "A son of jazz royalty living in the streets" una crónica también del NYT publicada en agosto de 2010 sobre un hombre de 66 años que escogió la calle como hogar, es fácil darse cuenta que hay todo tipo de motivos que llevan a un ser humano a la indigencia. En el caso del hombre del artículo era hijastro de Billy Eckstine, famoso cantante de Jazz, a quien jamás le faltó nada material ni el cariño de su familia. Sus hermanos todavía lo ayudan en lo posible respetando su decisión de vivir en la calle: "la ciudad es mi hogar, las estrellas son mi techo", no se específica el motivo de su indigencia, lo describen como un hombre encantador, atractivo y talentoso, pero con tendencia a la paranoia a la espera de una invasión extraterrestre en cualquier momento.
Enfermedades mentales, drogadicción, alcoholismo suelen ser razones que llevan a un ser humano a vivir en la interperie, pero la Economía pesa mucho, cuántos norteamericanos no han perdido estos últimos años sus trabajos, sus ahorros, sus casas. No hace falta verlo en las noticias, se ve en la calle, pero también sorprende cómo las características de la mendicidad pueden variar de ciudad en ciudad, como pude constatar recorriendo tres ciudades en la costa Este de los Estados Unidos.
Mi primera parada fue Portland, ciudad turística al sur-este de Maine, fresca hasta en verano, su casco histórico está compuesto de casas del siglo XVIII y XIX, el urbanismo de la zona ha respetado el estilo de edificios bajos de ladrillos rojos. Esta ciudad-muelle es visitada por turistas del este de los Estados Unidos, es raro oír hablar otro idioma que no sea inglés. La mayor atracción de Portland es comer langosta o Lobster Roll (langosta en generosos trozos en pan de perro caliente). Turisteo obligado es pasear en barco para admirar los faros inmortalizados por el artista Edward Hopper. Por ningún lado se ven cadenas comerciales tipo GAP, si acaso un Starbucks. En el casco histórico pura artesanía local y los típicos souvenirs, casi todos con un faro o una langosta.
Además de los turistas recorriendo sus empinadas calles de piedra, también pude apreciar en Portland decenas de hippies viejos que parecían sobrevivientes de Ashbury Height-1968: hombres y mujeres de melenas canosas, clones de Jerry García y Carole King pidiendo a los turistas como quien martilla a un pana: "Can you spare a dollar for a smoke?" (¿me regalas un dólar para un cigarro?).
Los indigentes en Boston no tienen raza ni edad definida, jóvenes y viejos, blancos y negros, más hombres que mujeres, me recuerdan a los sin techo a fines de los años 70 en Nueva York, productos de la miseria, de la crisis, parados en las esquinas extendiendo un vaso plástico mirando desafiantes a los transeúntes como queriendo decir: "Hey you mother fuckers que la vida los ha tratado mejor que a mí, no sean miserables".
En cambio buena parte de la indigencia en Nueva York se siente distinta a la que recordaba a fines de los años 70, sobre todo donde fluye la masa turística como en la 5ta avenida: además de los indigentes que viven en la calle como el hijastro de la leyenda del Jazz que espera la visita de los extraterrestres o quienes de verdad se les nota que lo han perdido todo, hay muchos jóvenes que no parecieran llegar a los 30 años, atractivos, sentados con caras de circunstancia en las aceras o en las escaleras de una iglesia con carteles narrando pesares, algunos serán verdaderos, otros no: "quiero regresar a casa en Arkansas y no tengo dinero", "no encuentro trabajo y no he comido en todo el día". Ni siquiera se ven yonkis. Muchas veces, al pasar por su lado, viéndolos tan jóvenes y arregladitos, me pregunto cuántos de ellos serán alumnos de la Academia de Actuación de Lee Strasberg.
Pero por cada oportunista que usa la miseria ajena para hacerse unos dólares, hay muchos seres humanos que realmente están pasando por un mal momento, hay quienes son víctimas de enfermedades mentales, que no les ha tocado fácil en la vida, quienes lo han perdido todo, verdaderos hijos de la miseria humana, quién es uno para saberlo, si tan sólo con un dólar ocasional se pudiera resolver tanto sufrimiento.
La primera foto donde se le agradece al Federal Bureau los favores recibidos, es una muestra de un ilustrador que ha tomado las calles de Manhattan, esto lo hizo frente al edificio de Coalition for the Homeless, en Fulton Street.
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