lunes, 2 de mayo de 2011

Consecuencias de viajar con un ramillete de plumas de pavo real

Viajar a Margarita, aunque sea en avión de línea, un vuelo que debería durar media hora, suele terminar siendo una travesía. A pesar de que el avión de Laser salió puntual, cuando vi embarcando a una señora con un ramillete de plumas de pavo real, supe de inmediato que esta Semana Santa 2011 no sería la excepción.
"No se puede ser tan supersticiosa", pensé 30 minutos después cuando el avión se preparaba para aterrizar en el aeropuerto Santiago Mariño. No había terminado de admitir que viajar con el pavoso ramillete no trajo consecuencias cuando próximos a abordar la pista, el avión dio un subidón.
Se sintió en la cabina un general "WTF?", preguntándonos qué habría pasado para que el piloto abortara el aterrizaje.
A los pocos minutos el Comandante explicó que se acababa de accidentar una avioneta en la pista del aeropuerto, y mientras se resolvía el percance habría que dar un par de vueltas alrededor de la isla. Si no la movían para entonces, sería necesario regresar a Maiquetía a abastecer el avión de combustible.
Con un ramillete de plumas de pavo real a bordo, por supuesto que regresamos a Maiquetía, sin posibilidad de bajar del avión, prohibido utilizar celulares, ni siquiera se podía ir al baño, cada vez que algún rebelde se paraba gimiendo: "¡Me hago, me hago!", la estricta azafata hacía uso del micrófono para recordarle a los señores pasajeros no abandonar sus asientos. No dio permiso ni siquiera cuando volvimos a despegar, quizás para evitar una estampida.
Total, el vuelo que dura media hora, terminó durando casi dos, y más de uno con la vejiga reventada.

A pesar de que ya no estábamos bajo el influjo del ramillete de plumas de Pavo Real, dos semanas después el regreso a Caracas no fue mejor: al pequeño Ozzie le dio lechina dos días antes de volver a casa y como era de esperarse, no lo dejaron montar en el avión.
"Podrá hacerlo cuando se le quiten las ronchas, de 5 a 15 días", dijo el médico que lo vio en el aeropuerto, "pero así no lo podemos dejar subir, se puede ir en ferry o en avión privado".
No había derecho a pataleo, el funcionario tenía razón, la lechina (o varicela) es contagiosa, un peligro para las mujeres embarazadas y adultos con problemas inmunológicos.
Perder el vuelo original el viernes no nos preocupó, había pasado la temporada alta, el colegio de los chamos da una semana más de vacaciones en Semana Santa, el tío con avioneta llevaría al niño a Caracas y no habría problema para conseguir vuelo ese fin de semana para el resto de la familia. Pero da la casualidad que ese sábado fueron las graduaciones en la Universidad de Oriente del núcleo Margarita, todos los vuelos del domingo estaban copados y hasta sobrevendidos.
Como la madre le tiene terror a las avionetas se decidió que el padre acompañaría al niño en la pequeña nave del tío, mientras la madre y la hermana se llevarían en avión de línea el equipaje donde las esperaba el carro dejado en Maiquetía.
No había mucha gente en el mostrador, pero Laser no acepta lista de espera, imagino que para evitar las vivezas que cualquiera anota al que todavía no ha llegado. La empleada en el mostrador me recomendó que me hiciera a un lado y organizara la cola de quienes iban llegando en pos de un cupo rezagado. Tendríamos que esperar una hora a que cerrara el vuelo para saber si quedaban asientos disponibles.
Mientras tanto mi esposo iba de aerolínea en aerolínea a ver si corría mejor suerte, pero todos los aviones a Caracas del domingo primero de mayo estaban copados. No había puesto sino hasta el lunes 2 en los vuelos nocturnos.
Para muchos pasajeros desesperados en el aeropuerto Santiago Mariño carecer de reservación no era precisamente el problema: estaban caídas las líneas de teléfono, las aerolíneas no aceptaban sino pago en efectivo, y ninguno de los cajeros automáticos del aeropuerto estaba suministrando dinero. Muchos pasajeros se quedaron varados en Margarita por no tener el diferencial para pagar el cambio de una reservación, o no tener suficiente efectivo para cancelar la tasa aeroportuaria. Si me monté en el avión de Laser de las 11.45 ese mediodía, en el último asiento que quedaba, primera fila, fue porque una señora que la había dejado el vuelo anterior, no consiguió efectivo para pagar la suma del cambio de reservación y la tasa aeroportuaria.
No me puedo quejar, el vuelo salió puntual, apenas se movió, pero ni tiempo me dio de ir para el baño en el aeropuerto Santiago Mariño. Recordando el regaño de la azafata en el vuelo de ida, preferí esperar a llegar al terminal nacional de Maiquetía para ir. Craso error: no había agua, los W.C  repletos de turbio líquido amarillo, y un pipote de agua en la entrada de los baños para llenar los tanques de vez en cuando y evitar que se desbordara la podredumbre.
Sin siquiera la posibilidad de lavarse las manos, imposible no preguntarse: ¿cómo esperar que se desarrolle el Turismo en nuestro hermoso país?

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