sábado, 13 de agosto de 2011

El futuro de las librerías


Había leído que Borders estaba a punto de quebrar, que la cadena de librerías norteamericana que le hace competencia a Barnes & Noble cerraría muchas de sus tiendas para poder sobrevivir. Imaginé que entre ellas la librería que quedaba en Park Avenue, no hay que ser corredor de bienes raíces para saber que el alquiler de semejante local que ocupaba cuatro pisos, debería estar por las nubes. Para quienes la visitábamos era obvio que la librería de Park había entrado en franca decadencia. Y en efecto, cerró hace unos meses.
 Lo que nunca imaginé es que la sucursal de Borders frente a Columbus Avenue correría la misma suerte, hace pocas semanas la vi incluida en una lista de las librerías más hermosas del mundo con su imponente vista al Central Park. Por eso me sorprendió al visitarla estas vacaciones, encontrarla llena de cartelones que decían: "Going out of bussines", "Everything must go", descuentos de remate entre el 25 y el 50 por ciento, y la advertencia: "Final Sale".
Días después pasé por la sucursal de Borders frente al Madison Square Garden y también estaba rematando la mercancía. Por Internet me entero que a mediados de julio Borders se declaró definitivamente en quiebra, antes de finales de septiembre desaparecerá como lo hizo la cadena Virgin Records, que hoy solo sobrevive como una reliquia turística en París.
Algunos pensarán que Barnes & Noble será la gran beneficiada con el fin de Borders, pero quien visite cualquiera de sus tiendas se dará cuenta de que no está mucho mejor, ya ha tenido que cerrar varias librerías en Nueva York como fue el caso de la que quedaba en Broadway y la calle 66, que cerró en enero del año 2011 porque el alquiler era demasiado alto y no se pagaba vendiendo libros.
Esa zona del West Side midtown, tan movida culturalmente con la cercanía del Lincoln Center y del Carnegie Hall, se quedó sin librerías.  La misma suerte corrieron las sucursales de Barnes & Noble en Chelsea y Astor Place.
Todavía quedan muchos Barnes & Noble en Manhattan, pero han tomado un giro hacía la nueva industria editorial, aunque su principal mercancía sigue siendo libros impresos, les han quitado espacio para la venta de juguetes, artículos decorativos, pero sobre todo, para ponerse al día en materia tecnológica con su versión de la tableta de lectura digital, el llamado "Nook" que se activa al entrar en una de las librerías y se pueden bajar los libros como quien los hojea. Quien quiera comprarlos, paga y el texto se bajará definitivamente en el aparatico, si no, apenas se sale de la librería, se pierde la conexión.
Hace un par de días salió publicado un artículo en el New York Times comparando la distintas tabletas de lectura que hay en el mercado, según el experto la mejor es Kindle de Amazon, el IPad de Apple es más avanzado técnicamente y tiene más aplicaciones, pero al doble de precio, no obstante el Kindle es de más grata lectura.
No me consta, obsoleta de mí, sigo aferrada al legado de Guttemberg.
En Caracas también han cerrado varias librerías este año 2011, pero por distintas razones, a pesar de que en nuestro país los libros no tienen IVA (en los Estados Unidos sí) las pocas novedades que desde hace tiempo se consiguen están saliendo muy costosas porque a los libreros se les hace cuesta arriba pasar por los trámites de Cadivi para conseguir dólares para importar libros, y para colmo, la industria editorial en Venezuela se ha enfriado con respecto al boom de hace algunos años, editoriales como Mondadori se fueron del país.
Algunos escritores venezolanos ya apostaron por la literatura digital y saltándose el trámite editorial, publicaron ellos mismos sus libros en la web. ¿Les va bien? Habrá que preguntarles a los precursores nacionales de la literatura digital, pero sin pasar por el filtro de una editorial la competencia es más que feroz, y sin el empuje publicitario que esta presta, se es menos que un granito de arena en la inmensidad.
Aunque la autogestión ha resultado para algunos afortunados, lograrlo pareciera más difícil que pegarse el loto. Los pocos autores de habla inglesa que lo han conseguido, la pegaron con literatura de fantasía para adolescentes gracias a la publicidad boca a boca de los chamos.
En el caso de los autores venezolanos, y supongo que en el resto de latinoamérica debe suceder lo mismo, los escritores pierden su público natural porque ¿cuántos lectores en nuestro continente tienen Nook, Kindle o IPad? Por lo menos en Venezuela, pareciera que todavía dista en llegar el tren de la literatura digital.
En este viaje a Nueva York también me di cuenta de que las tabletas digitales tampoco es que acabaron con el libro impreso en estas latitudes, no por ahora, más allá de los románticos que aseguran que nada como la sensación de pasar las páginas y el olor de los libros, la realidad es que las tabletas digitales son costosas y bajar los libros -si bien más barato que comprarlos impresos- no es gratis, tampoco se pueden revender ni compartir las lecturas, lo que podría terminar saliendo más costoso porque por lo menos en mi familia, un libro bueno pasa mínimo por tres lectores.
 Sin embargo dicen las estadísticas que en los Estados Unidos la lectura digital ya sobrepasó a la impresa, pero cuando me monto en el Metro de Nueva York por cada tableta digital, todavía se ven muchos libros. El trabajador que tarda más de una hora todos los días de su casa al trabajo, y después una hora de regreso del trabajo a su casa, suele ir acompañado bien sea por un periódico o por un libro, muy pocos lectores digitales se ven en el Metro.
Los grandes beneficiados en esta coyuntura parecen ser los vendedores informales que hoy rematan libros en las aceras de Nueva York, las librerías de ocasión que venden libros usados, y las librerías independientes que hace algunos años parecían en vías de extinción. Una librería como McNally-Jackson en Soho, hasta ofrece servicio de impresión y de diseño para quien quiera sacar su libro.
Y es que la buena literatura se alimenta de buenos libreros, de la atención personalizada que estos prestan a cada lector, algo que el frío mundo digital no puede lograr, por eso ahora que las cadenas de librerías dejaron de ser emporios comerciales, apostaría a que la figura del librero en los Estados Unidos (en Venezuela nunca desapareció) regresará.

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