viernes, 18 de abril de 2014

A la espera de la quema de Judas


Recuerdo solo dos oportunidades en las que me he quedado en Semana Santa en Caracas: la primera de niña cuando arreglado todo para irnos a Barinas en carro, se desató una temporada de lluvia tan violenta que papá temiendo inundaciones en las carreteras, decidió cancelar el viaje y mis tres hermanos y yo nos tuvimos que quedar encerrados en casa viendo tv, que en esa época era de tres canales, en blanco y negro, y con una programación exclusivamente bíblica.
La segunda vez que prescindí de este asueto religioso se debió a que en la Semana Santa de 1991 yo era una piñata apunto de explotar: estaba esperando a Sebastián para el miércoles santo, pero quien nació fue Camila dos semanas después. 
De resto debo asumir el privilegio de haber salido de la ciudad todas las semana santas sin falta, desde que estoy casada principalmente con destino a la isla de Margarita, y en tres o cuatro oportunidades con destino a distintas ciudades en el exterior, cortesía de Cadivi.
Pero este año 2014 no pudo ser, y no por razones puntuales como en las dos ocasiones anteriores, para ser sincera no perdía la esperanza de viajar al exterior, pero hoy en Venezuela planear un viaje al extranjero en vacaciones se ha vuelto de una logística complicadísima: ante la multimillonaria cantidad de dólares que les adeuda el Gobierno Venezolano, las líneas aéreas internacionales no permiten reservar boletos sino días antes del viaje, y en temporadas altas a precios que ya dejan de parecer a dólar preferencial.  Difícilmente se cuenta con el suficiente tiempo para arreglar los trámites de Cadivi para dólares de viajeros.
Nuestra segunda opción era ir a Margarita pero como no reservamos con meses de anticipación, fue imposible conseguir pasaje en avión para cinco pasajeros con destino a la isla, aunque leí en el periódico que bajó el turismo con respecto a años anteriores. Y tras el triste destino de Mónica Spear y el padre de su hija a comienzos de año, a más de uno se nos quitaron las ganas de hacer turismo nacional en carro. 
Al igual que yo muchos de mis amigos esta Semana Santa 2014 no salieron ni al Litoral, además de por la dificultad de planificar un viaje en estos tiempos, porque quedarse en Caracas tras los revuelos de estos últimos dos meces de manifestaciones, represión y guarimbas... no nos parecía tan mal programa poder tener una mínima tregua de siete días de paz en la ciudad para recuperar un poco las fuerzas. Aunque en el municipio Chacao siguieron los enfrentamientos hasta en viernes santo. 
Si en carnavales el ambiente era que aquí nos quedamos todos en #Resistencia por Venezuela, fue un  fracaso el intento de crear una "Semana Tranca" porque más de un fiero combatiente salió de Caracas para recargar las baterías. Pocos se atreven a juzgar a quienes se escaparon por unos días de este campo de batalla porque los últimos dos meses han sido de una violenta tensión, no solo en Caracas, sino en distintas ciudades de Venezuela. 
Aunque para ser sincera en mi zona la hemos tenido leve, al vivir en el vecindario por lo menos tres altos jerarcas del gobierno nacional, por la Alta Florida no hemos sabido lo que es una guarimba, el ruido de detonaciones represivas se oyen a lo lejos en el vecino Chacao, y la máxima #Resistencia por acá son unos cartelones pegados en árboles que denuncian la escasez,  la censura y la violencia en la que hoy vivimos en Venezuela. Además de alguna que otra vecina dictando cátedra en el abasto. 
Así que en la Alta Florida no habíamos tenido una guarimba por lo menos hasta esta Semana Santa que me crucé con la primera, eso sí, una guarimba disfrazada de tradición autóctona y popular: los preparativos para la Quema de Judas. 
Quizás por eso de salir de Caracas en estas fechas puede que no esté familiarizada con los ritos tradicionales en esta época del año, por ejemplo, nadie me había contado que en la capital de la República Bolivariana de Venezuela la quema de Judas podía servir como un ejercicio de peaje y extorsión. De eso me pude dar cuenta el lunes pasado cuando fui a hacer unas compras en el abasto, y vi que en el medio de la calle principal de mi vecindario había un flamante muñeco de trapo sentado en una silla de plástico sosteniendo un pote de donaciones. Lo que me sorprendió de este enorme muñeco era lo bien vestido que iba: blanco de un blanco Nevex, y con unos zapatos de goma que ya quisiera mi hijo de 14 años tener. 
Hice mis compras en el abasto, con la misma angustia de siempre por todo aquello que escasea y por cómo han subido los precios estas últimas semanas, pero contenta que había menos gente por ser Semana Santa y no tuve que hacer tanta cola. Cuando guardaba las compras en el carro me percaté que el muñeco de trapo se había multiplicado en tres, dispuestos a lo largo de la calle custodiados por mujeres encargadas de recoger las donaciones. 
No fue que me vi obligada a detenerme, yo frené el carro, abrí la ventana, y sacando el sencillo que tengo desperdigado en la guantera que uso para llenar el tanque de gasolina de mi carro, lo di como ofrenda mientras le preguntaba a la muchacha que recibió mis moneditas con cara de desprecio, a quién personificaba ese Judas.  Por mí que quemen a quien les dé la gana, pero tampoco quería contribuir  a la posible quema de la MUD, o Capriles, o Leopoldo López, o María Corina, o los estudiantes, o cualquiera de los posibles Judas para los simpatizantes del oficialismo. 
La mujer, una rubia joven, me contestó mientras introducía la cabeza en mi carro de manera intimidante:
- ¿A quién quieres que queme? ¿A Maduro? ¿A Capriles? A quien tu quieras lo quemamos pero no nos des moneditas sino billetes. 
Le dije la verdad, esas moneditas en esos momentos era todo mi capital en efectivo. Metió la cabeza inquisidora tan adentro del carro que por un momento pensé que la catira me iba a atracar. Falsa alarma, me dejó ir con la advertencia:
"Ya sabes, para la próxima solo billete".
Al día siguiente me comentaba alguien que pasaba a pie por esa calle en La Alta Florida que fue testigo en uno de esos tres puntos de peaje de la quema de Judas cómo un señor que se negó a dar una "donación"  fue amenazado que si volvía a pasar por ahí : "Te reventamos el vidrio del carro, viejo güón".  
Confieso que desde entonces evito esa calle de mi vecindario, aunque como que el método del amedrentamiento no debió haber funcionado porque el miércoles que no me quedó más remedio que pasar por ahí, las donaciones para la quema de Judas las pedían unas tiernas niñitas de tirabuzones a quien ni el más pichirre vecino les habría dicho que no. 
Solo falta esperar quiénes serán los tres Judas quemados este domingo, y si les quitarán los zapatos finos para quemarlos
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