jueves, 25 de septiembre de 2014

El chico plástico


Esta caricatura que pone el dedo en la llaga chavista ante el deplorable estado de la salud en Venezuela finalmente le costó el trabajo a Rayma. Desde que se anunció la venta definitiva de El Universal a un misterioso consorcio español, los más radicales de la oposición hicieron llamados en las redes sociales para boicotear este periódico venezolano con más de cien años de fundado temiendo que tras esta compra había dinero boliburgués, y que el que hasta hace unos meses fuera uno de los medios de comunicación más tradicionales y confiables en Venezuela (por lo menos para la mitad del país), al igual que ocurrió con Globovisión, no tardaría en ser parcializado a favor de los intereses del Gobierno.   
Optimista yo, insistía que había que moderar la histeria y darle un voto de confianza a la nueva directiva de El Universal. No se debía ser más papista que el Papa, que mientras las caricaturas de Rayma Suprani siguiera apareciendo en sus páginas, todavía quedaba constancia que El Universal no se había pasado a la fuerza oscura de la hegemonía revolucionaria. 
Pero en esta Venezuela los pesimistas, los agoreros, los don Fulgencio, como que siempre terminan teniendo razón, porque al igual que le di mi voto de confianza al canal de noticias Globovisión mientras Leopoldo Castillo mantuviera vivo el espíritu de lucha contra "la historia oficial",  y no pasó mucho tiempo antes de que El Ciudadano se viera obligado a renunciar, tras veinte años de caricaturas diarias en El Universal, a Rayma sencillamente la botaron. 
Globovisión y El Universal son un par de muertos en vida, ni siquiera cambiaron su público, simplemente lo sacrificaron como se inmola un negocio donde la inversión es con dinero que no duele. Tanto Globovisión como El Universal quedaron como el cascarón vacío de lo que solía ser un medio. 
Dinero que no duele como los cinco millones de dólares que ofreció ayer Nicolás Maduro para la lucha contra la epidemia de ébola en África. Gesto generoso e irreprochable ante la tragedia africana que ha cobrado tantas vidas, de no ser  porque Nicolás Maduro con más de quince años enchufado al poder en la República Bolivariana de Venezuela -los últimos dos años como presidente- ha permitido que su propio país llegue a semejante caos en el sector salud, claro, como él tiene todas sus necesidades y las de su familia más que cubiertas. 
La familia Maduro-Flores no sabe lo que es que en la actual Venezuela uno tras otro en una familia vaya sucumbiendo a un virus que agota la existencia familiar de Acetaminofén o de cualquier otro analgésico, salir a hacer un recorrido por las farmacias y  regresar con las manos vacías teniendo que apelar a la generosidad de terceros, o a métodos del siglo XIX para bajarle la fiebre a los muchachos. Como no saben lo que significa tener unos padres ancianos con necesidades de medicamentos que no se consiguen en Venezuela. Ni imaginar que Nicolás o familia necesiten hacerse unos exámenes  de laboratorio y los reboten porque no hay reactivos. Nicolás y su gente y cualquiera que esté próximo al poder no saben lo que es vivir hoy en Venezuela, viven en el país de la fantasía revolucionaria, ese que llena las páginas en prensa panfleto como Ciudad CCS. 
Claro que ese tema no se toca porque no hay que escupir para arriba, camarada, aunque ya en Aporrea lo estén haciendo, así será el desastre. Para Maduro y Cia. es más fácil llorar a los enfermos en África. Dárselas de líder mundial cuando el sistema de salud en Venezuela se está cayendo a pedazos: ¿qué se consigue con cinco millones de dólares del estado venezolano? Poco para parapetear la crisis de sanidad que señala Rayma en su genial caricatura, dando certeramente con los orígenes mismos de ella; poco también para ayudar la tragedia del ébola. Esos cinco milloncitos verdes no son sino una inversión para tratar de elevar la imagen internacional de Maduro, tan gris, en un momento donde en Venezuela las deudas con tantos flancos tienen paralizado no solo al sector salud, sino a toda la economía nacional.
Viendo a Maduro en Nueva York pavonearse ante su generosidad mientras en Venezuela estamos viviendo tan atrinca crisis de salud, viéndolo echándose un paso con Cilia en el Bronx, no dejo de recordar al chico plástico de Rubén Blades: "de los que prefieren el no comer por las apariencias que hay que tener...".
Claro las apariencias de unos pocos revolucionarios, que las necesidades las ponemos el resto de los venezolanos.

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