sábado, 18 de abril de 2015

El bojotico



Quizás porque pasé varias semanas fuera de Caracas, primero en Nueva York para estar presente en la inauguración de la exposición de Arquitectura Latinoamericana en el MOMA, y después haciendo turismo nacional con mi familia en el asueto de Semana Santa; pensé que eso de hacer compras según el terminal de la cédula no era conmigo, es decir, no era con quienes compramos en las redes de supermercados comerciales. Inocente de mí, asumí que el límite para comprar productos en escasez apenas un día a la semana según el terminal de la cédula tan solo se aplicaría en las redes de mercados populares estatales. Por eso me tomó por sorpresa cuando el pasado lunes haciendo compras en el supermercado Luvebras de La Florida, el charcutero me dijo:
"Aproveche que están sacando carne".
No me iba a pelar ese boche, la semana que estuve en Margarita la dieta fue a base de chuletas y pasta porque no se conseguía ni pollo ni carne y el pescado es un verdadero lujo hasta en la isla. El regreso a Caracas la encontré tan desprovista de proteína animal como en Margarita, por eso cuando el charcutero del Luvebras me pasó el dato que había llegado carne, maravillada que frente a la carnicería no se veía casi gente, ya iba a dejar el pavo ahumado de lado para hacerme de unos buenos bistecks, cuando el charcutero me advirtió: "Eso si, como hoy es lunes solo le dan carne si el terminal de su cédula es 00 o 01".
"¿Cómo es la cosa?"- Toto, I think were not in New York anymore.
 El charcutero se me quedó viendo con cara de en qué país vive usted, comprar los productos en escasez según el terminal de la cédula estaba implementado desde hace semanas en la mayoría de las redes comerciales de supermercados, así que mientras el buen hombre me arreglaba en una bandeja queso blanco de búfalo porque tipo Paisa hace tiempo que no llega, me fui a buscar por los pasillos del mercado a mi hija Isabel, quien casualmente me acompañaba esa tarde de compras. 
Hasta que por fin la encontré: "Rápido, ¿cuál es el terminal de tu cédula?"
"01"
"¡Bingo! Ponte en la cola para comprar carne".
Isabel me miró petrificada, como buena universitaria no está en la nota de hacer cola a menos que sea para entrar en un concierto de Rock. Pareció aliviada cuando se dio cuenta que delante de ella en la carnicería no había más de cuatro personas.
Por menos gente que hubiera esperando, me sorprendió que Isabel regresara a los pocos segundos, justo cuando el charcutero me empaquetaba dos chorizos, que granos todavía se consiguen. 
"¿Qué pasó?".
"Mostré mi cédula y esto fue lo que me dieron"- me entregó un bojotico- "lo llaman el combo".

 Al abrir el tal combo para saber en qué consistía el racionamiento de carne de una vez a la semana para un venezolano cualquiera, me entró una indescriptible ansiedad de país porque lo que saqué fue menos de un kilo de costilla de res, 700 gramos de carne molida, y dos bistecs supuestamente de ganso.
 Y ya está. 
Nadie tenía derecho a pedir más, eso es lo que hay.
Pero lo que más ansiedad de país me dio fue que una señora que esperaba en la no regulada cola de la charcutería, al ver el botín de mi hija, se alegró en voz alta.
"Me parece bien comprar carne según el terminal de la cédula, así no tenemos que hacer tanta cola".
Oír ese suspiro conformista para mi fue peor que si la doña hubiese levantado el puño y exclamado: "¡Así, así, así es que se gobierna!".
No me pude quedar callada:
"¿Cómo le va a parecer bien? ¿será que en Venezuela ya nos acostumbramos a vivir cada vez peor? ¿A que nos regulen las compras a un día a la semana? ¿que la definición de suerte sea que el día que te toque comprar por cédula estar en el mercado para que te entreguen un bojotico de carne que no rinde ni unos días para una familia de cinco?".
La señora me contestó sin ánimos de hacer política, más bien como consejo de postguerra: "Pique los bistecs en pedacitos para que rindan". 
Y así es como nos vamos acostumbrando a vivir en un país de economía revolucionaria, ese lunes de terminal de cédula número 00 y 01, Isabel salió del Lubevras con su bojotico de carne, pero no encontró ni leche, ni azúcar, ni café, ni ningún tipo de jabón...  solo lo que va quedando de país.

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