martes, 24 de abril de 2018

Vuelo de regreso


Hablar con amigas venezolanas que tienen años residenciadas en París, inclusive las que se fueron por circunstancias que nada tienen que ver con el chavismo, es lo contrario a hablar con un amigo extranjero. Algunas saben más sobre lo que está pasando en Venezuela que una misma que sigue aquí. Mis amigas tendrán décadas viviendo lejos de su tierra y de sus familias, pero llevan la herida de país abierta, aunque en sus planes quizás no estuviera regresar:
"Es como que te quedaras sin piso", trataba de explicarme mi amiga Paulina, "si quisiera regresar a vivir en mi país, al país donde nací, en el que nacieron mis padres y mis abuelos, siento que ya no tendría a donde regresar. Es un vacío muy grande. Mucha impotencia no estar ahí y saber que nuestras familias están pasando trabajo para conseguir medicinas y comida, pero le digo a mi mamá que se venga y me dice: 'Estás loca, ¿qué voy a hacer yo allá? Yo me muero en mi país'".  
Mis amigas no viven vidas de lujos como los herederos de la boliburguesía que hoy se dan la gran vida lejos de la tragedia venezolana, las amigas parisinas cuidan su presupuesto, reunirse en un restaurante donde el menú del día vale 16 euros, es un lujo. Les cuento que en Caracas reunirse con las amigas a almorzar en un restaurante es algo que ya casi no pasa, que sacando la cuenta en euros almorzar en un restaurante económico sería diez veces menos que esos dieciséis euros por persona que pagamos por un sencillo almuerzo, pero sacando la cuenta en bolívares almorzar en un restaurante representaría como tres sueldos mínimos. 
"Y el desgraciado de Jorge Rodríguez aquí en París haciendo lobby para Maduro. Vamos a averiguar donde está para hacerle escrache"- propuso la pana más querre-querre del grupo.
Yo tendría que volver a nacer para hacer escrache, no está en mi temperamento la confrontación, afortunadamente la amiga querre-querre no llegó a convocarnos con la dirección de Rodríguez en París, se debió complicar con el trabajo.
Pensando en el fallido escrache rogaba que en el vuelo de regreso no me fuera a tocar viajar con Jorge Rodriguez, porque aunque esta evitadora de intensidades sea antiescrache, cómo evitar la indignación de enfrentar a quien viaja como un pachá en misión de lavar los trapos sucios de la dictadura que ha convertido Venezuela en uno de los países más miserables del mundo.

No viajé con Jorge Rodríguez, pero el último día de marzo viajé -entre quienes reconocí- con los constituyentistas Hermann Escarrá, Tanía Díaz y Darío Vivas que andaban en la misma del cínico psiquiatra: pretendiendo lavar los trapos sucios de la Dictadura en una Europa donde hasta la usualmente discreta Banca Suiza, está sancionando las millonarias cuentas de los funcionarios que han contribuido con el desmadre  revolucionario.

El avión de regreso a Caracas venía vacío, en turista las filas de cuatro puestos estaban ocupadas por  pasajeros que podían dormir de largo a largo. Y eso que era sábado de Semana Santa. En Turista premium de Air France, en el que viajé de ida a París rodeada de miembros de la izquierda internacional en apoyo al gobierno de Maduro, en el vuelo de regreso apenas veníamos cuatro personas. La única clase llena en ese vuelo de regreso a Caracas era Business, que con honorables excepciones, venía repleta con los constituyentistas y su comité de distinguidos revolucionarios que al no ser convocados por la Unión Interparlamentaria en Ginebra, viajaron de todas todas a la ciudad suiza para instalar en paralelo un Comité Constituyente para luchar "contra la censura" como si fueran las víctimas en lugar de los victimarios.
Escoger al jerarca chavista que nos parezca más abominable es tarea difícil, Hermann Escarrá estaría en mi lista de honor, antecediendo aún a Jorge Rodríguez porque por lo menos el psiquiatra nunca ha ocultado su talante rodilla en tierra con la Revolución, en cambio Hermann Escarrá durante años participó en la pantomima del jurista que combatía la hegemonía chavista mientras su hermano, Carlos Escarrá, era el jurista que buscaba legitimarla. Cuando quien en la oposición era conocido como "Escarrá el malo", murió súbitamente en enero del año 2012 de un infarto, al que llamábamos "Escarrá el bueno",  poco tardó en ocupar su lugar a la hora de buscar las vueltas leguleyas para justificar lo injustificable, levantando suspicacias si en realidad alguna vez fuera defensor de la Democracia, porque ha sido el profesor Escarrá quien ha estado al frente de todas las trampas legales a la hora de romper el hilo constitucional, sobre todo durante el gobierno de Maduro.
Por eso cuando oí como unas pasajeras que pasaban a la cola del avión comentaban la indignación de volar con "el gordo de mierda ese", antes de que cerraran las cortinas de separación de compartimientos tras despegar el avión, me fijé cómo el augusto leguleyo de hablar pausado se instalaba cómodamente en Business Class.
Por lo visto el método antiescrache de viajar de los funcionarios públicos venezolanos es entrar de últimos en el avión, y salir de primeros donde a las puertas de desembarque en Maiquetía los esperan funcionarios de protocolo para que tengan el menor contacto posible con otros pasajeros más díscolos que los que suelen viajar en Business.
Siempre ligo que me den un ascenso a Business Class, solo me ha pasado una vez, pero no pierdo la esperanza. Esta vez me alegré de que no hubiese sucedido, qué pesadilla aguantar la indignación de más de nueve horas de vuelo rodeada de la jerarquía roja tomando champaña regodeándose de sus logros revolucionarios. Entrando el Atlántico, el piloto pidió amarrarse los cinturones de seguridad, atravesaríamos una zona de turbulencia. A los pocos segundos el avión comenzó a moverse como una coctelera. En medio del susto no hacía sino pensar en qué pavoso eso de viajar con semejante comité en defensa de la impuesta Constituyente Nacional, dígame si este aparato se cae, y como no habría tantos muertos porque el avión estaba medio vacío, ni niños venían, cuántos no se alegrarían de semejante siniestro y empezarían a hablar de la justicia divina que esos bichos fueron a parar al fondo del mar.
Y yo metida en ese cocktail, que los peces me comieran junto a Tania Díaz, Dario Vivas y el Gordo Escarrá.
La turbulencia pasó rápido. Aterrizando en Caracas protocolo fue presto a recoger en la puerta del avión al doctor Escarrá, no tardaron en recoger al resto de los constituyentistas, mientras los demás pasajeros que regresamos a Caracas de París, tuvimos que detener el paso para entregar esas ridículas planillas que el Ministerio de Salud obliga a llenar preguntando si nos dio fiebre si estornudamos o si  sufrimos de una crisis de diarrea en el viaje, antes de pasar por aduana rezando que las maletas llegaran completas y que ningún despiadado funcionario fuera a decomisar los medicamentos traídos para los amigos enfermos que no consiguen su tratamiento en Venezuela
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