domingo, 23 de agosto de 2009

Color de hormiga

Hace unos meses di punto final a mi segunda novela. Todavía no me atrevo a desengavetarla. Hay una línea que hace ruido, frase que dentro de la lógica del texto funciona, pero quien la lea este año 2009 le sonará de una ingenuidad bárbara: “En Venezuela las cosas no están tan mal”.

La novela fue escrita en el 2008, trata de pasada sobre la gran cantidad de venezolanos que en los últimos años se han ido a probar suerte en el estado Florida. Muchos de quienes emigraron lograron alcanzar el “American Dream” y aunque no terminan de desconectarse del acontecer nacional, no quieren regresar por nada del mundo a esta pesadilla política, a un país donde la violencia aumenta y los poderes ciudadanos están al servicio de los caprichos del Gobierno.

También sé de otros a quienes les está siendo difícil conseguir el sueño americano en el que invirtieron todo su capital, o los que trabajan mal pagados por no tener Green Card. Algunos compatriotas vuelven a Venezuela con el sueño americano hecho pedazos, perdieron lo que tenían en negocios que fracasaron, especialmente tras la crisis económica mundial. De vuelta a la patria su nuevo credo es: “después de todo en Venezuela las cosas no están tan mal”.

Así que esta optimista frase tampoco es muy original, mi disyuntiva narrativa radica en que cuando la protagonista de mi novela la dice en julio de 2008 ante un grupo de expatriados para justificar su decisión de regresar, las cosas en Venezuela en verdad no estaban tan mal: fluían los petrodólares -como buena temporada preelectoral- y aunque había escasez de productos de la cesta básica, y la delincuencia seguía ejerciendo con impunidad, muchos venezolanos sintieron que en su tierra por lo menos no corrían el riesgo de ser deportados, o que los bancos les quitaran sus viviendas hipotecadas, o de perder el trabajo, de un día para otro, sin derecho a prestaciones.

En cuanto a quienes aquí seguimos, el 2008 fue un año en el que por fin vimos una luz democrática al final del túnel revolucionario cuando el referendo propuesto por el oficialismo, que entre otras reformas constitucionales incluía la reelección indefinida, perdió en diciembre de 2007 en la urnas electorales. El actual Gobierno por fin parecía tener fecha de expiración. Y aunque en las elecciones regionales un año después, la oposición ganó pocas gobernaciones, los espacios conquistados fueron claves por ser los de mayor densidad poblacional. En el año 2008 las cosas no pintaban tan mal para quienes no creemos en una Venezuela uniformada de rojo. 

No se puede decir lo mismo del 2009, la crisis económica mundial se empieza a sentir: el Estado tiene deudas millonarias que se reflejan en recortes presupuestarios y en la falta de divisas para rubros esenciales. La luz democrática que se asomó en el 2008, en el 2009 el presidente Chávez se encargó de apagarla creando nuevas figuras de poder que le impiden a los gobernantes de la oposición ejercer los cargos que ganaron por voto popular, y convocando a un súbito referendo que finalmente logró la posibilidad de la reelección indefinida.

Aprovechando el letargo vacacional, este agosto tres guindas fueron colocadas a la torta totalitaria, y hoy se ven cercadas por el yugo estatal la educación, la propiedad privada, y la libertad de expresión.

Sí, en el 2008 las cosas no estaban tan mal en Venezuela, pero en el 2009 se están poniendo color de hormiga. 

Artículo publicado el sábado 22 de agosto de 2009 en El Nacional. La ilustración la tomé de Internet de la marcha de ese mismo sábado para protestar por la nueva Ley de Educación que terminó con represión a los marchistas  a punta de ballena y gas del bueno.


2 comentarios:

Gaby Morales dijo...

Ay Adriana, yo que pase unos dias en Venezuela, feliz viendo a mis amigos,sintiendo el calor de los venezolanos,pero te dire algo : en Venezuela las cosas estan muy mal.

Adriana Villanueva dijo...

Así es Gaby, como dirían las abuelitas: color de hormiga.