lunes, 24 de agosto de 2009

El triunfo de Stefanía


Seguí gran parte del certamen Miss Universo de manera virtual. Tenía que terminar un artículo para entregar el lunes en la mañana, y mientras lo escribía, de tanto en tanto, me escapaba a Twitter y a Facebook donde la ola de información me iba poniendo al día en los detalles: que sí el vestido de gala de nuestra Miss era rojo, rojito, que si las plumas rojas parecían teñidas en Fuerte Tiuna, que si este año no teníamos nada que buscar, que si la Dominicana estaba bien buena; cuando a las 10 de la noche leí que Miss Venezuela quedó en el grupo de las 5 finalistas, salí corriendo a prender la televisión sin apagar la computadora.
No me doy golpes de pecho feministas,  me divierte ver los certámenes de belleza, me gusta la moda y ver desfilar a chicas lindas tomando en cuenta que eventualmente sus vidas serán mucho más que ser misses, que apenas son unas niñas y que se espera de ellas que opinen con el aplomo de Hillary Clinton.  No hay que sacar estos eventos de proporción, ni tratar de intelectualizarlos, los certámenes de belleza son pan y circo, frivolidad divina, divierten al público una noche, y al día siguiente se olvidan.
Yo por ejemplo ya había olvidado quién era la nueva Miss Venezuela, no recordaba que era una hermosa muchachona de 18 años (la edad de mi hija mayor) oriunda de Mérida llamada Stefanía  Fernández, que más que una beldad criolla parecía una belleza italiana.
Dentro del cuadro de las 5 finalistas podía ganar ella, que al contrario de la voz de Facebook, me parecía que el vestido rojo la hizo resaltar dentro del grupo, como podía ganar la chica Dominicana que era una morena deslumbrante, o Miss Kosovo, que recordaba a Audrey Hepburn, pero a su estilista se le pasó la mano en la densidad del moño, y quizás por eso no quedó en el momento final cuando Miss República Dominicana y Miss Venezuela esperaban tomadas de la mano el veredicto del jurado. 
En ese instante yo habría apostado por Miss República Dominicana, no sólo porque ya Venezuela se había llevado la corona el año anterior, sino porque con el corazón en la mano, la dominicana me parecía más hermosa, pero cuando oí: "the new miss Universe is Miiisss Venezuela", sentí una nube de emoción nacionalista en el pecho, se oyó un sólo grito en mi casa: "¡Viva Venezuela, carajo!" y lloré  cuando se abrazaron Dayana Mendoza y Stefanía Fernández dando brinquitos con tanta emoción que se les cayó la corona, rebotando, demostrando que las coronas de reinas de belleza no son de cristal sino de goma.
A lo lejos se oían fuegos artificiales aislados, no la emoción que decía la animadora que se sentía en las calles de Caracas donde supuestas caravanas celebraban el triunfo de nuestra sexta Miss Universo. Con la inseguridad en la que vivivimos, dudo que muchos hayan salido a la calle a celebrar, pero los venezolanos sí salimos en desbandada a nuestras computadoras a opinar en twitter y facebook, y aunque hubo varios "¡Viva Venezuela!" "¡Por fin una noticia buena!" y "¡Osmel para presidente!" no faltaron los cinismos: "hasta el Miss Universo se ha vuelto de reelección indefinida" y quienes ponen en duda el triunfo de la linda Stefanía como si de un nuevo negocio revolucionario se tratara. 
Yo en medio de la alegría de la victoria de la nueva miss Universo venezolana, apagué la luz lista para dormir pensando con tristeza que hoy este maldito ambiente político ni siquiera nos permite disfrutar el triunfo de una linda joven venezolana. 

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