viernes, 3 de septiembre de 2010

¿Trasciende la belleza?


Hablando de crisis y martilleo en las calles de Nueva York, la forma más hermosa de martillar es haciendo música, y en verano es una delicia porque en todas las esquinas se oye un ritmo distinto: un área Barroca, un clásico del Rock, un solitario acordeonista, instrumentos celtas, trío de cuerdas, salsa, Hip-Hop.
Una tarde de agosto atravesando un túnel en Central Park me topé con una flautista tocando lo que en mi enorme incultura musical me pareció reconocer como Mozart. Fue un momento mágico, la gente le pasaba de largo, algunos le tiraban un dólar a la lata que puso como alcancía, pero nadie se detenía a escuchar la flauta con sonido privilegiado en la resonancia del túnel. Debo confesar que tampoco me detuve a esperar a que la flautista terminara la pieza. Nueva York es una ciudad que nos impulsa al constante movimiento. Pero esa imagen, ese momento, el sonido de la flauta en Central Park, quedó en mi, y me hizo recordar el experimento de Joshua Bell en el Metro de Washington.
 Joshua Bell es una de las actuales estrellas del violín, nacido en Indiana en 1967, a los 14 años se presentó como solista de la Orquesta Filarmónica de Filadelfia bajo la dirección de Ricardo Mutti y de ahí a la conquista del mundo. Atractivo y dado a la teatralidad, Bell es un divo acostumbrado a salas llenas de los principales teatros, donde las entradas pueden costar más de 200 dólares. Este violinista superstar aceptó el reto del periodista del Washinton Post, Gene Weingarten, a ayudarlo en un experimento: una mañana de enero de 2007 se puso una gorra de béisbol para pasar de incógnito y  dentro de una estación de Metro en Washington, tocó uno de sus mejores conciertos. La tesis era:  "fuera de contexto: ¿trasciende la belleza?".
45 minutos duró sacando las notas más exigentes de su violín, Bell no escogió un programa de fácil ejecución, una cámara escondida grabó estos 45 minutos que en otras circunstancias habrían impulsado a una ovación. Pasaron al lado del famoso violinista más de 1000 personas, y sólo 7 transeúntes se detuvieron unos segundos a escucharlo. Ninguno se quedó el concierto completo. Apenas una señora lo felicitó. El resultado de este experimento fueron 32 dólares para el forro del violín de Bell (un Stradivarius de 300 años que le costó más de 3 millones de dólares), y un Premio Pulitzer para el artículo de Weingarten.
 Aquí está el link de Bell en el Metro.
Algunos dirán que esto demuestra el esnobismo de los amantes de la música clásica, pero un tiempo después, el rockero argentino Alejandro Lerner hizo un experimento similar en el Metro de Buenos Aires: junto con un par de músicos dio un concierto disfrazado, el video está en You Tube, nadie pareció reconocerlo. Aunque por lo visto en el video, arrancó los aplausos que no logró Bell.
Cuánto habrá recolectado la flautista en el túnel de Central Park, a diferencia de Bell y de Lerner, ¿necesitará ese dinero para pagar la renta? ¿Para comprar esa noche la cena? A cuántos virtuosos ofreciéndonos su música le habremos pasado por al lado indiferentes. Ojalá no haya habido una cámara escondida en el parque para reiterar una vez más qué burros somos para reconocer cuando trasciende la belleza.

4 comentarios:

Elizabeth dijo...

Excelente. La belleza debería trascender por su esencia misma, no porque se encuentre amparada bajo el nombre de un autor.
Alguien dijo ( en este momento no puedo recordar quién fue) que en el arte y la literatura no deberían haber autores...
Saludos.
E.

Adriana Villanueva dijo...

Tienes razón, Elizabeth, la belleza trasciende esos momentos, que seamos unas taparas para reconocerla si no hay una entrada de 200 dólares de por medio, es otra cosa

Carlos dijo...

Interesante el planteo de si fuera de contexto, trasciende la belleza?, a tenor de los 32 dólares recaudados parece que la respuesta fuese negativa, pero quien sabe, tal vez aquel concierto tocó un alma, definió una vocación, salvó una vida, y por tanto fue más que válido.

Un beso.

Un beso.

Adriana Villanueva dijo...

Gracias Carlos, por lo visto en el video, pareciera que lo principal que inspiró el concierto de Joshua Bell en el Metro de Washington fue una maravillosa crónica periodística que habrá servido para que miles de personas se detengan por lo menos un momento a disfrutar de la belleza de un músico tocando en la calle que quizás esté brindando a un público indiferente lo mejor de su arte.