lunes, 9 de mayo de 2011

Nuestra normalidad

Muy triste leer las declaraciones de los compañeros de Ruzbeh Ahmadi, estudiante alemán de intercambio en la UCAB que murió en una balacera en Chichiriviche. Lisa Schwitz, David Sommer  y Melroy Philogene contaban a El Nacional lo bien que el grupo de universitarios alemanes la estaba pasando en Venezuela, enamorados del clima, de su gente, de sus paisajes… tanto, que se les hacía difícil la idea de saber que en julio terminaba la estadía y regresarían a Alemania.
Pero la noche del Sábado de Gloria, Ruzbeh, de 26 años,  de visita en la costa falconiana compartió el cruel destino de cientos de jóvenes venezolanos: una bala fortuita acabó con su vida, haciendo también trizas lo que resta de las de su madre viuda y su único hermano.
Desconsolado, Sommer admite que los estudiantes alemanes sabían de la inseguridad que vivimos en Venezuela, pero ellos “tomaban precauciones”. Tarde se dieron cuenta que ante la violencia no hay precauciones que valgan.  Tras el fatal fin de su compañero, el grupo de estudiantes regresó a la seguridad teutona, lamentándose por los amigos que hicieron aquí. Se pregunta Schiwtz: “cómo harán tantos jóvenes venezolanos que no tienen para dónde irse”.
Este mismo desasosiego de saberse en un país donde la suerte  depende de no toparse con Juanito Alimaña, afecta a los padres venezolanos que no pueden con la angustia cada vez que sus hijos salen de casa: “por favor llama, repórtate, ten cuidado”.
Ante el terror que sean víctimas de la violencia muchos venezolanos de segunda generación mandan a sus muchachos a vivir a casa de familiares en el exterior, bien sea Colombia, España o los Estados Unidos. Algunos buenos estudiantes con cierto apoyo económico, y los deportistas destacados, tienen la posibilidad de optar por becas en universidades foráneas. Pero son una ínfima minoría, y lo que es más curioso, he sabido de varios casos de chicos exiliados por la angustia de sus padres que no se adaptaron a vivir lejos por las mismas razones que Ruzbeh, David, Lisa y Melroy se sentían tan felices en Venezuela: porque creen que las compensaciones de vivir en un país como el nuestro, a pesar de la inseguridad, valen la pena el riesgo. Tan solo hay que saber cuidarse.
Basta imaginar a cualquier muchacho venezolano, recién salido de bachillerato, acostumbrado a la playa, a los amigos, a la calidez de la familia, con la confianza de saberse en su país; sintiéndose extranjero, bajo varios pies de nieve, extrañando la comida casera, una parrillita Imagínense a esos pobres muchachos viendo a los amigos por Facebook, añorando el clima, a la novia (o), a la familia. Porque el miedo a la violencia, los secuestro Express, las balaceras, no suele aparecer en las redes sociales juveniles, y se diluye con la distancia.
La realidad que no se ve en Facebook es que la violencia no deja de ser una constante en la actual Venezuela,  tanto en los barrios como en las urbanizaciones. Pareciera que nuestros muchachos ya están inoculados a vivir a su merced, es parte de su normalidad, quizás porque no conocen otra realidad.
Elías Jaua declaró: “No deja de sorprender como se ha naturalizado el crimen y el asesinato…”, claro, el Vicepresidente se refería a la muerte de Osama Bin Laden, nuestra normalidad, la espada de Damocles de la violencia a la que están acostumbrados a vivir los jóvenes venezolanos, esas son exageraciones mediáticas.

Artículo publicado en El Nacional el sábado 7 de mayo de 2011

5 comentarios:

Roberto Echeto dijo...

Es muy triste, Adriana.

Hay que plantearse seriamente la tarea de desmitificar las bondades del clima, de la gente y de la familia en un lugar en el que las pistolas truenan con tanta facilidad como aquí.

Es hora de hablar claro y de decir que de nada sirven todas esas bondades si nadie hace nada para preservar lo más importante que es la vida de la gente.

Un beso.

Adriana Villanueva dijo...

La foto que ilustra este post es del año pasado, Roberto, uno de esos atardeceres gloriosos en Margarita, Playa Caribe era una fiesta de universitarios, fácil comprender porque se sienten jóvenes y felices en Venezuela.
La otra cara de la moneda me tocó presenciarla ayer en la sala de espera de una clínica, un señor atendía el teléfono una y otra vez para contar que gracias a Dios, su muchacho estaba fuera de peligro, había sido abordado por unos malandros en el carro, iba con su novia, el muchacho hizo un movimiento que no le gustó a uno de los malandros, y éste le dio dos tiros antes de darse a la fuga. Afortunadamente no le dieron en órganos vitales. Dos días más en terapia intensiva, uno más hospitalizado y ya estaría en casa.
Imposible describir la voz del padre, había tantos sentimientos mezclados en ella.

Isa Peña O´conn dijo...

la normalidad es la lucha!, para invertir la situación y seguro salimos victoriosos en 2012. Venezuela comienza un nuevo periodo de excelencia democrática, seguridad económica, jurídica, familiar....Adriana me alegro que sigas en Venezuela y que tu pluma sirva a la concienciación de la patria.

Imágenes urbanas dijo...

Muy triste. A esta lamentable lista también hay que añadirle que la muerta entró, sobre dos ruedas, a nuestra Alma Mater.

Imágenes urbanas dijo...

Muy triste. A esta lamentable lista también hay que añadirle que la muerte entró, sobre dos ruedas, a nuestra Alma Mater.