viernes, 8 de julio de 2011

Celularistas


María Angélica me cuenta que le robaron de nuevo su celular. Es el cuarto celular que le roban en menos de dos años a mi prima, el primero se lo robaron estando conmigo, ni siquiera era un blackberry o un Iphone, era un pote que según ella la hacía sentirse más segura porque quién querría robárselo. No había terminado de decirlo cuando en una esquina a la altura de Chapellín subiendo por la avenida Los Mangos de La Florida, un motorizado se lo arrancó de las manos.
Escribí una crónica sobre el momento titulada "El celular o la vida", desde entonces la prima ha sido víctima de tres robos más con modus operandi diferentes: el segundo celular se lo quitaron de un koala entre la multitud del Metro de Caracas, el tercero se lo robaron a punta de pistola en Altamira, y este último celular robado se lo sacaron de la cartera en un automercado en Los Palos Grandes.
Aparentemente que te roben el celular en un automercado del este de Caracas se ha vuelto la manera más fácil de perderlo, hoy los celularistas son tan comunes como los legendarios carteristas, sin violencia, con manos de seda, cuando te das cuenta de que te quitaron el celular, es demasiado tarde para recuperarlo.
Intercambiando historias de guerra urbana con un grupo de amigas, con excepción mía (toco madera) a todas les habían robados celulares en supermercados del este de la ciudad. Saben los astutos rateros que las señoras entre la emoción de que en este mercado hay leche, y la desilusión que aquí tampoco hay aceite, están con la guardia baja. Son tan hábiles los rateros que ninguna de mis amigas se percató del momento exacto de la perdida del celular. Algunas de ellas lo sintieron segundos después, una extraña sensación, como si una alarma se les prendiera, aunque demasiado tarde para identificar al ratero.
En el mismo automercado en Los Palos Grandes donde le quitaron a María Angélica el celular, a Queco le robaron el suyo. Sintió un empujón, y a los pocos minutos se dio cuenta de que el celular ya no estaba. Siendo cliente frecuente de ese mercado, le pidió al gerente que revisara las cámaras del local para identificar el momento exacto del hurto, pero el gerente se negó.
Queco compara esta actitud con la del gerente del Gamma Express en Sebucán, cuando su hija Isabela sintió que le faltaba el celular en el estacionamiento saliendo del mercado con las compras, al informarle al gerente, éste enseguida apeló a las cámaras de seguridad del local descubriendo que en el caso de la muchacha no fue un robo: lo había dejado a un lado de la nevera de la charcutería, donde milagrosamente, el celular todavía estaba.
Es el único final feliz que conozco en historias de celulares perdidos, en el caso de mi amiga Carolina, su celular se "extravió" en otro automercado en Los Palos Grandes. Horas después, sus contactos en blackberry tenían el nombre de Yimmi ocupando su pin. 
Al día siguiente Carolina fue al mercado a preguntar si trabajaba un tal Yimmi, le dijeron que sí, y al contarle al gerente que tras perder su celular en ese mercado su pin llevaba ese nombre, el gerente le dijo que la empresa respaldaba a sus empleados hasta el final, ni siquiera se molestaría en revisar las cámaras de seguridad. Semejante gesto sería muy noble si no hubiera un Ministerio del Trabajo que garantiza que el empleado siempre tenga la razón, culpable o inocente de lo que se le acuse. Preferible perder a una cliente que enfrascarse en una demanda en el Ministerio del Trabajo.
Pero no solo los empleados de los mercados pueden ser los "celularistas" que arrecian en los automercados, Gisela contó como luego de tropezar en un estrecho pasillo con una señora con buena pinta en un mercado en La Castellana, descubrió al llegar a su casa que había perdido el celular. Ni se molestó en regresar.
De visita en los supermercados, tras tantos cuentos de celulares perdidos, me sorprende cómo todavía algunas señoras dejan descuidadas sus carteras en los carritos mientras van en busca de lo que sea, pero qué importa, abierta o cerrada la cartera, aferradas a nosotras o dejadas boletas en el carrito, el celular nunca está seguro. Por lo visto en esta Caracas la única manera de salir a hacer las compras y que el llamado Móvil quede a buen resguardo, es dejándolo preso en casa.

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