martes, 15 de mayo de 2012

De por qué Antonio se fue demasiado


Los muchachos que participaron en el video "Caracas ciudad de despedidas" fueron acusados de sifrinitos por temerle a la noche, por admitir ser del Este del Este de la ciudad y por "quererse ir demasiado". Si acaso pecaron de algo estos chamos fue de sinceridad, a su manera concretaron tres grandes problemáticas de la Venezuela de los últimos años: el miedo a la delincuencia, el estar obligados a vivir en ghettos, y cómo muchos profesionales, y futuros profesionales, se sienten en este momento en un país con  escasas posibilidades de desarrollo. Lo que extraña es que todavía haya quienes se niegan admitir que estas inquietudes son válidas.
Hace unos años escribí la crónica "El padre" inspirada en una ola de secuestros express a jóvenes universitarios. Varios amigos pasaron por el rato amargo de recibir la llamada de un extraño para informarles que tenían a sus hijos en su poder, si los querían de regreso con vida, debían reunir en pocas horas una suma millonaria por sus rescates. El artículo trataba sobre el terror de un padre cada vez que su hijo sale de casa. 
"Padre nuestro que estás en el cielo, aleja los malandros del camino de mi muchacho". 
Cuando "El padre" salió publicado en El Nacional, un amigo le mandó el artículo a su hijo que vive en los Estados Unidos. El joven arquitecto -que emigró por sentir que en su país el techo profesional era muy bajo- le contestó a su papá que dejara la paranoia, sus amigos salían a rumbear en Caracas y nunca les había pasado nada.
Poco tiempo después el joven escéptico vino de vacaciones y se fue en autobús a visitar a su mamá en Mérida. Dormitaba por la autopista Caracas-Valencia cuando lo despertó un fuerte impacto. El parabrisas del autobús estaba hecho trizas. El chofer en lugar de detenerse, apretó el acelerador y no paró hasta llegar a una bomba de gasolina donde pudieran socorrerlo. Le explicó a los pasajeros que la última modalidad de atraco era que los malandros lanzaban un peñasco a los autobuses en la autopista para que los conductores se detuvieran en el hombrillo, y así despojar de sus pertenencias a quienes iban en él.
Me entró un fresquito tras oír esta historia, quién le manda al escéptico arquitecto a desestimar la inseguridad en Venezuela. Pero no lo culpo, hasta que a uno no le toca de cerca queremos pensar que las cosas no son tan así... pero sí son tan así. ¿Qué familia venezolana ha sido inmune a la delincuencia? Hace meses narré el atraco a mis padres, y la semana pasada cómo se metieron en el apartamento de mis tíos, sobre lo que no había escrito todavía fue sobre la terrible experiencia cuando un sobrino vivió un secuestro express, tres años después de esa pesadilla, es que me animo a compartirla. 
Temprano una noche a principios de semana sonó el teléfono, al contestar mi esposo dio el grito más estremecedor que le he oído en más de veinte años de casados: "¡¡¡¡Antonio!!!!".
Fue tan escalofriante como nombró al sobrino -entonces de 19 años- que temí que había pasado lo peor. Casi fue un alivio cuando colgó el teléfono y dijo que acababan de secuestrar al muchacho. Su cuñado y su hermana se preparaban para negociar el rescate. De inmediato reunió el efectivo que teníamos en casa, que no era mucho, y se fue al al sur del sur de la ciudad: Oripoto, donde entonces vivía la familia.
Me quedé en casa con mis hijos que estaban muy nerviosos tras el secuestro del primo y no se querían quedar solos. La noche sería larga.
Menos de una hora después me llamó mi esposo a contarme lo que sabía: Antonio jugaba fútbol con unos antiguos compañeros de colegio cuando a las siete de la noche se despidió porque tenía que estudiar. Los panas al salir de la práctica vieron su carro estacionado frente al Farmatodo de La Boyera, lo buscaron para echarle broma: "No y que tenías que estudiar", pero no encontraron a Antonio, se preocuparon y llamaron a su mamá: "No te asustes, pero...",  al mismo tiempo que sonaba el celular del cuñado: "¿Usted es el papá de Antonio? Tenemos a su hijo...".
Una noche con su madrugada pasó secuestrado el sobrino. 
Cuenta Antonio cómo fue: saliendo del fútbol se acordó que tenía que comprar un libro en la universidad, por eso se paró en el centrico comercial en La Boyera para sacar dinero del cajero automático que está afuera de Farmatodo. Como tenía los zapatos embarrados, se fue descalzo hasta el cajero aprovechando que era de noche, nadie se iba a dar cuenta. Al regresar a su carro dos hombres lo interceptaron, instintivamente se echó para atrás, pero se topó con otros dos hombres encañonándolo.
 Su carro quedó en el estacionamiento, a Antonio se lo llevaron en otro carro para interrogarlo: "¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? ¿Dónde estudias? ¿A qué se dedican tus padres?", golpes y patadas para ablandarlo. Estaba en el piso del carro, no veía a dónde lo llevaban, podría asegurar que fue al litoral porque sintió el paso de los tres túneles y se le taparon los oídos. Este trayecto para él fue lo más duro de la noche, en algún momento le pusieron un revólver en la cabeza y amenazaron con disparar. El muchacho les gritó: "Mátenme pues". Los malandros se rieron: "Nos tocó un arrechito", pero bajaron la guardia, le dijeron que lo que tenía era mala suerte, él no era el objetivo, se iban a llevar al tipo de la camionetota que estaba estacionado al lado de su carro, tardaba mucho en salir, se impacientaron, y agarraron al primero que se les atravesó, y ese fue él. 
Antonio les dijo que su mamá era maestra (lo que es verdad, mi cuñada estudió Educación aunque hoy no ejerce), que su papá estaba en reposo porque lo acababan de operar de la clavícula. De esta manera logró bajarle las expectativas de lucro a los secuestradores.
Por más que se bajen las expectativas, el negocio del secuestro express es una ganancia rápida especulando cuánto están dispuestos a ofrecer unos padres desesperados a cambio de que le regresen con vida a su muchacho. Pocos se atreven a apelar a la policía, ni siquiera un alto funcionario del oficialismo aceptó injerencia policial cuando el secuestrado fue un familiar suyo. Afortunadamente mis cuñados tienen un amigo experto en lidiar con este tipo de situaciones quien los guió, de puro pana, bajando el monto del rescate, y ayudándolos a mantener la sangre fría. Los secuestradores exigían que el papá acudiera solo a entregar el rescate. Como ya Antonio les había dicho que su papá estaba imposibilitado de manejar, aceptaron que lo acompañara un "cuñado" quien en realidad era el amigo negociador. Pero en estas circunstancias nadie se las va a dar de Rambo.
Según Antonio cuando los secuestradores lo dejaron en un cuarto de un motel de mala muerte comenzó a sentir que saldría de esto con vida, quienes se quedaron con él a vigilarlo no fueron los hombres agresivos que se lo llevaron sino un par de muchachones que le ofrecieron perro caliente y pepsi tibia, y le  sintonizaron en la tele Meridiano TV para que se distrajera viendo fútbol. Ni siquiera se molestaron en amarrarlo. Tan tranquilos estaban los muchachones que se quedaron dormidos. Dice Antonio que "viéndolos guindados" pensó en escapar, no lo hizo porque temió que en la recepción del motel estuvieran en la movida, además ¿dónde habría de salir?
Mientras tanto la familia y los amigos hacían una vaca recolectando dinero en efectivo, prendas, computadoras, cámaras digitales, Ipods, a cambio de que les regresaran vivo al muchacho. Cuando lograron reunir un monto equivalente a lo acordado, mi cuñado y su amigo salieron con la carga en un maletín y por celular les fueron indicando el camino a seguir, de modo que pasaran por varias alcabalas compuestas por perro calenteros, taxistas, borrachitos... encargados de cerciorarse de que no los seguía la policia, antes de dejar el botín en una escalinata en San Agustín como a las tres de la mañana.
"¿Y si nos atracan llevando el maletín con el rescate?"
"Tranquilos, que no les va a pasar nada, eso ya está cuadrado". 
Si para mi sobrino el momento menos angustiante de la noche fue en el hotel viendo fútbol y tomando Pepsi, para mis cuñados el peor momento fue cuando una vez pagado el rescate, perdieron contacto con los secuestradores. Como tres horas duró el silencio, hasta que a las seis de la mañana el teléfono volvió a sonar con otro:  "¿Usted es el papá de Antonio?". Los malandros lo dejaron en una calle en El Paraiso, un señor se asomó a la ventana y se encontró a un muchacho descalzo y sucio gritando que había sido secuestrado, que si por favor podía llamar a su familia para que lo fuera a buscar.
El señor no le abrió la puerta de su casa, estamos en Caracas, pero si llamó a la familia, y mi cuñado y su amigo, que no habían querido regresar a casa sin Antonio, enseguida fueron a buscarlo dándole fin la noche más larga de sus vidas.
Pasaron meses para que Antonio volviera a ser el mismo muchacho desenfadado y reilón al que estamos acostumbrados. Cuando se pudo ir del país, se fue demasiado. Se mudó con un tío que emigró hace años a los Estados Unidos. Antonio hoy estudia en una universidad pública, su mayor preocupación es sacar buenas notas y no tomar alcohol cuando maneja. De resto, se puede dedicar a ser muchacho. 


6 comentarios:

Bianca Di dijo...

Ok y siempre ha sido una ciudad muy peligrosa, amix.
Y seguramente tambien consideras que esta bien que digen "los venezolanos tienen un desorden mental" o "no pertenezco aqui" Yo tmb

Adriana Villanueva dijo...

En esta intensidad no pretendo debatir palabra por palabra lo que dijeron los chamos en el video, sobre el tema se escribieron decenas de artículos tanto apologistas como detractores muy buenos.
Quizás te quedaste en el primer párrafo, amix (me encanta esta palabra, es como de personaje de telenovela de Venevisión) pero Caracas ciudad de despedidas solo fue un puente para recordar un momento tan intenso como el secuestro de un chamo de la familia.
Si tu interés sigue siendo frase a frase lo dicho en este video amateur de un grupo de estudiantes que ni siquiera está editado como habría ocurrido con un video profesional, te remito a Milagros Socorro en Código Venezuela, aquí está el link, comparto palabra por palabra lo escrito por Milagros, para mi lo mejor que se escribió sobre el tema: http://www.codigovenezuela.com/2012/05/blogs/milagros-blogs/editoriales-milagros/caracas-ciudad-de-despedidas-ccdd

Pedro Mancera dijo...

Yo vi el video y al principio me molesté. No por lo que dijeron sino como lo dijeron. No recuerdo haber escuchado la palabra secuestro en ninguno de los dialogos y el mensaje del video es, estoy triste porque mi amigos se van, en vez de decir me quiero ir porque cuando salgo de mi casa nose si voy a regresar. He conocido casos de secuestro muy cercanos como los de Antonio y la única solución pienso que es o hacerse el idiota o serlo.

Adriana Villanueva dijo...

Hola Pedro, creo que al video se le dio mayor importancia de la que tenía, no era un trabajo profesional ni intentaba ser la voz de una generación, pero tienes razón, no me había dado cuenta que la palabra secuestro no se menciona, debe ser que para este grupo particular de muchachos -como te debe constar- ese temor, alimentado por la paranoia de los padres, es tan implicito que en la espontaneidad de sus testimonios no sintieron que hacia falta usar la palabra. Por otro lado, nada reprochable en estar tristes porque los amigos se van, es terrible ver emigrar a nuestros afectos.

*Aire* dijo...

Hola, Adriana!

Primera vez que comento en tu blog,y mira que lo he devorado casi por completo; pero en esta oportunidad me veo impelida a hacerlo. Se ha dicho muchísimo sobre este audiovisual y pocas críticas han sido certeras, son meros testimoniales desde el odio y la polarización, desde la visión del 'enemigo' que se ha venido fraguando en la sociedad venezolana desde hace siglos (esto lo digo como proto-historiadora).

En primer lugar, yo también me iría demasiado. Las razones son tan parecidas a las de cualquiera que vive en una ciudad violenta e insegura como Ccs. Yo no vengo del 'este del este' y puedo afirmar por experiencia que no tienes que ser de la élite para convertirte en víctima del hampa o de la violencia gratuita. Como profesional, puedo afirmar que para una investigadora no hay muchas posibilidades de ganarte la vida aquí y yo soy de las que sueñan vivir de lo que les apasiona. Y si, quiero irme a vivir la experiencia de la otredad, lejos de mi zona de confort.

Este audiovisual no es, desde mi perspectiva, un documental per se. Milagros Socorro explica varias razones para ello; pero puede convertirse en documento, al igual que 'Mayami Nuestro', Ccs Ciudad de Despedidas es un reflejo claro de un sector de la sociedad de nuestra época. Si, yo también entorné los ojos mientras negaba con la cabeza ante los argumentos vacíos y flojos; yo también dije que esta no es la voz de la mayoría de los caraqueños. Yo también eché de menos que hurgaran más en las emociones intensas que despiertan las despedidas. Sentí vergüenza ajena, pero puedo ver más allá. Estos nacionalistas de oportunidad deberían entender que un país no son un individuo, sino un conglomerado de experiencias y si éstas son tan disimiles es porque TODOS hemos contribuido a la construcción de esa brecha. Sólo falta mirar atrás, esto no es nuevo.Nuestra identidad están en construcción desde hace varios siglos.

Adriana Villanueva dijo...

Interesante comentario Aire sobre todo desde el punto de vista de una futura Historiadora, también es interesante lo que dice mi hija Isabel de 17 años, que así habrá levantado roncha el video "Caracas ciudad de despedidas" que todos los comentarios de este post dedicado a contar la terrible experiencia de un joven de la familia víctima de un secuestro express, remiten al controversial video que apenas ocupa el primer párrafo de la crónica.