Pasó
lo que tenía que pasar: me llevé por delante a un motorizado. Es que en Caracas
todo el que conduzca un carro tiene un alto riesgo de llevarse por delante a un
motorizado, y todo motorizado tiene un riesgo aún mayor de que se lo lleven por
delante.
Tampoco
fue gran cosa, un congestionado mediodía, cuando el carro de en frente avanzó unos metros, apenas soltar el freno de
mi carro oí un “toc” que me congeló el tiempo, y si quienes están al borde de
la muerte la vida les pasa por delante, al chocar con un motorizado vislumbré en
un segundo lo que serían las próximas dos horas de la mía: imaginé a la moto en
el piso y me vi rodeada de motorizados engorilados que me querrían linchar. Afortunadamente,
el chico trastabilló, pero no se cayó. Ante mi mirada de pánico, sonrió
avergonzado, sabía que no me lo llevé por delante, que él se me atravesó.
Tuvimos
suerte, ¿cuántos motorizados han muerto o resultado heridos los últimos años en
Caracas?, a veces por su propia imprudencia otras por imprudencia ajena. Pero además
de los trágicos desenlaces hay pescadores en río revuelto, motorizados que
aprovechan encontronazos leves para quitarle unos reales al asustado conductor,
porque aunque el “toc” haya sido su culpa, por ser más vulnerables, los
motorizados siempre asumirán tener la razón.
La
dinámica motorizado-conductor, por lo menos en Caracas, se ha vuelto una guerra abierta,
si bien la mayoría de quienes andan en motos son honestos trabajadores que
dependen de ellas para su sustento, y muchos caraqueños las usan como medio de
transporte en una ciudad de tráfico infernal, hoy los motorizados son símbolo de
la anarquía urbana: se cuelan por donde pueden, van en zigzag por las autopistas,
se comen las flechas y jamás se detienen en las esquinas… Y esos son los
buenos, los malos son quienes usan las motos para cometer arrebatones, o van de
carro en carro atracando en las colas. No hay caraqueño que varado en el
tráfico, al sentir el runrún de una moto, no piense como reflejo automático:
“Hasta aquí me llegó el celular”.
Pero
no vayan a creer que esta es una guerra de clases: tengo un amigo ejecutivo que
confiesa que desde que se compró una moto, hace unos meses, en este conflicto
está en el bando de los motorizados: “Hoy hago lo que odiaba que me hicieran:
me meto entre los carros dando golpes a los capó, estoy cansado de llevarme
espejos laterales. Los conductores tampoco son unos santitos: a menudo siento que
me tiran el carro. Pero el estrés de andar en moto es inferior al de tener que
sufrir el tráfico”.
Cómo
no envidiarlo, el trayecto que en carro o transporte público en un mal día puede
tomar horas, en moto se reduce considerablemente, por eso el éxito de los
mototaxistas, un oficio que en Caracas hasta una timorata como yo, ha sabido
aprovechar.
Hace
unos meses el gobierno hizo un amago de regular la anarquía de los motorizados
redactando un reglamento que prohíbe lo que desde hace tiempo está prohibido, y
que no es más que sentido común, detalles elementales como no transitar por las
aceras. No tenía ni una semana de publicado cuando en la avenida Los Mangos en
La Florida, una tarde de tráfico lento, fui testigo de como un par de motorizados se metían
por la acera como si fuera responsabilidad del peatón quitárseles del camino.
Podría apostar que al sol de hoy, pocos motorizados,
incluyendo mi amigo ejecutivo, respetan el ya obsoleto reglamento de tránsito.
Publicado en El Nacional en agosto 2012
2 comentarios:
La de los conductores contra los motorizados es otra de las guerras que libramos a diario.
La luz de cruce -para indicar que vamos a cambiarnos de canal- es una súplica, un "pedir permiso" a los motorizados, para ejercer un derecho.
La mot en Caracas es transporte escolar, transporte familiar. ¿la ley de tránsito? Nadie le pone el cascabel a este gato que ya es un tigre.
Mitch, como escribió en Papel Literario hace unas semanas Graziano Gasparini en torno al irrespeto al patrimonio de la ciudad: en Venezuela todo el peso de la ley es el peso de una pluma. La ley de tránsito de los motorizados fue letra muerta desde que salió. El jueves pasado, en una tranca subiendo por el Marriot de El Rosal, era obvio que el canal de los motorizados era la acera esquivando peatones. Es un asunto ya casi que cultural, lo hacen porque pueden, y porque no hay siquiera una campaña ciudadana para que esta conducta de anarquía motorizada cambie, esas son las campañas institucionales que el Estado venezolano debería promulgar, no las del tipo que dicen "Primero Dios y después mi Comandante".
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