Al verlo con la gorra tricolor como la que usa Capriles me
dije, ahora sí que hay un camino, si hasta el encargado del estacionamiento en el
Centro Comercial de La Florida le hacía campaña a Capriles Radonski, al Flaco
no lo para nadie. Chapellín siempre ha sido territorio rojo y
aunque votando en el Liceo Jesús Enrique Losada me consta que tampoco es
que el chavismo arrasa electoralmente en la zona, los chavistas de
por aquí son atrinca territorialmente y no admiten sino propaganda roja.
Imagino que más de una doñita lo habrá abrazado esta mañana:
"Así es mijo, hay un camino, faltan 37 días para alcanzarlo", y el
encargado del estacionamiento paseando por su pecunio de lo más sonreído con la
gorra tricolor, muy parecida a la que el Comandante trató de prohibirle al
candidato de la oposición por considerarla "un irrespeto".
Orondo con su gorra tricolor compraba mortadela para el almuerzo, cuando un charcutero del supermercado Luvebras lo increpó:
"¿Entonces? ¿Saltaste la talanquera? ¿Por fin te diste cuenta
de que hay un camino?".
"¿Saltar la talanquera? Nooooo, mi hermano, jamás, moriré
chavista. Fíjate bien, esta es una gorra de ocho estrellas, la que usa Capriles
tiene siete".
En este tipo de discusiones suelo permanecer callada, preferí
evitar comentar en voz alta lo obvio: que gústele a quien le guste, lo
prohiba el comandante o no, hoy la gorra tricolor se asocia con el candidato de
la oposición, nadie se va a poner a contar las estrellas. Quizás en una bandera
de Venezuela grande, como la de siete estrellas con la que Pastor Maldonado
celebró su victoria en el gran premio de Barcelona, o la de siete estrellas que
llevó Stepania Fernández cuando ganó Miss Universo, pero en una gorra tricolor, una estrella más o una menos no remiten a la Revolución sino a un camino para salir de ella.
La conversación no terminó ahí porque si el encargado del
estacionamiento era chavista, el charcutero era aguerrido soldado de la oposición:
"¿Pero bueno pana cuándo te vas a dar cuenta de que este
gobierno no sirve? ¿Qué me dices de la explosión de la Refinería en
Paraguaná?".
"Precisamente, eso demuestra que hasta Dios es chavista, pudo
haber sido peor, ahí no hubo casi muertos, ni cuatro pues...".
En ese momento me tuve que morder la lengua: "¡Ni cuatro
muertos!" Si hasta ahora la cifra oficial va por 44 víctimas sin contar
heridos críticos por las quemaduras y los desaparecidos ante la
explosión, ¡qué tupé decir ni cuatro muertos! Habría querido apostarle fuerte contra locha que jamás tendremos una cifra oficial definitiva de víctimas
de la tragedia de Amuay.
A pesar de tan deplorable matemática del desastre, nadie lo
interrumpió, el encargado del estacionamiento continuó su sermón:
"Si Dios hubiera querido joder a Chávez la explosión
habría ocurrido un día de semana, imagínate que hubiese sucedido un lunes a las
nueve de la mañana, ese poco de muertos, o peor, como sucedió cuando explotó
Tacoa en la Cuarta República, esa sí fue una tragedia, murieron niños y mujeres
embarazadas. No cabe duda de que Dios es chavista, vale, por eso la explosión
en Amuay ocurrió en la madrugada de un fin de semana y solo murieron cuatro
gatos, lo que pasa es que los escuálidos se pusieron a chillar porque quieren
desprestigiar a la Revolución. Culpa de los medios golpistas que
siempre buscan sabotear. Dios ama a Chávez".
Agarré mi trozo de queso mozzarella (porque queso Paisa no hay) y me fui. El
charcutero en lugar de refutar al compinche se reía de tanta barbaridad, como si estuviese
hablando con uno de esos loquitos fundamentalistas que claman que se aproxima
el juicio final.
Quizás el charcutero tiene razón, de nada sirve discutir con el
miembro de un culto, porque para muchos ser chavista es como pertenecer a
un culto religioso, no digo que todos los patria o muerte lo sean, pero cuántos
partidarios incondicionales del Gobierno callan, cierran los ojos, se
tapan los oídos, se niegan a aceptar lo irrefutable; porque quien diga que en
Amuay no pasó nada, que no hubo ni cuatro muertos, que en Venezuela los puentes
no se caen, la comida no escasea, que no hay deficit de viviendas, quién ha dicho inflación, que la violencia es cuento, que todo es amor (si no fuera por los malditos majunches) no puede
ser sino un fiel como esos que cuando estaba a punto de ser desenmascarado su
líder como farsante, se suicidaron en masa en Jonestown.
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