En
días pasados leí en El Nacional cómo el presidente-candidato Hugo Chávez, tras catorce
años gobernando, busca el voto joven, el de aquellos venezolanos que no tienen
memoria de otro Gobierno sino el de este presidente de 58 años, de formación militar,
que hasta hace poco se regodeaba en su programa semanal, o en cadena nacional, entonando
canciones llaneras, himnos de cuartel, y temas de Alí Primera; pero que de unos
meses para acá, hasta lo hemos visto bailando Rap.
¿Se pierde o se gana votos bailando? Cómo
olvidar el polémico video-aficionado del bailecito que pretendía acompañar la
llegada de Henrique Capriles Radonski a inscribir su candidatura en el CNE, ese
del que tanto se burlaron por las redes sociales y en el canal del Estado, donde
un grupo de señoras ensayaba en un parque residencial una coreografía al estilo
Flash Mob. Era tan desafortunado el video que más de uno pensó que se trataba
de una nueva treta del oficialismo para desprestigiar a la oposición.
Es duro pero los adultos tenemos que asumirlo:
por más swing que creamos tener, eso
que hoy llaman flow, los adolescentes
preferirían vernos devorados por zombies o por una tribu de caníbales antes de vernos
bailando en público. Como madre de tres jóvenes entre los 12 y los 21 años, lo
certifico. Todavía en la intimidad del hogar salsa o merengue, o un pasito
Disco, se pasa, pero cero tolerancia con el perreo: ver a los padres o a
cualquier adulto contemporáneo “tirándose un paso”, lleva a los adolescentes a evocar
esas películas de Ciencia Ficción de futuro perfecto donde después de los 30
años, habría que aplicarle la eutanasia a todo el mundo. Ni se les ocurra recrear la Lambada como antecedente al perreo.
Así
que si usted tiene un bebé o un niño pequeño aproveche para bailar y cantar todo lo que pueda, porque su consentido, ese
tierno cachorrito que hoy los mira con ojos de devoción mientras mamá y papá superan
niveles en Rock Band en su consola de video-juegos, apenas esté rozando la
adolescencia, júrelo que se convertirá en un ente represor.
Y uno
que creía que eran los padres los que sometían a los hijos ¡falso! Son los
hijos quienes someten a los padres y son unos verdaderos tiranos: no admiten la libertad de expresión.
Líbrenos señor de que nos oigan cantar Hip Hop o reggaetón, porque estaremos
castigados indefinidamente con ese desprecio frío que suele ser el castigo de
los adolescentes.
Ni siquiera se salvan los padres rockeros: queda restringidas las guitarras o las baterías de aire, o entonar a todo pulmón cualquier canción de los Rolling Stones o aquella que tanto les gustaba cantar juntos cuando lo llevaba a la Guardería: “¡Mamma mía mamma mía, mamma mía let me go!”
Ni siquiera se salvan los padres rockeros: queda restringidas las guitarras o las baterías de aire, o entonar a todo pulmón cualquier canción de los Rolling Stones o aquella que tanto les gustaba cantar juntos cuando lo llevaba a la Guardería: “¡Mamma mía mamma mía, mamma mía let me go!”
Todavía
cantar Rapsodia Bohemia o a los Stones es un pecado venial, porque es
generacionalmente adecuado, pero un presidente-candidato bailando Rap puede ser
para un joven una imagen tan risible y perturbadora como llegar a casa y
encontrarse a una abuelita Emo con pelo pintado de negro y delineador que haga
juego, o a papá con una gorra de patinetero ladeada y los blue jeanes en la
mitad de la cadera cual Los Wachiturros; o peor aún, llegar con una amiga y que
mamá las reciba con un: “¿Qué pasó marikas?”.
Los
muchachos serán muchachos pero no son bobos. ¿Cómo buscar el voto joven? No hay
otra: garantizando la seguridad tanto social como individual: que los chamos
puedan estudiar, practicar deportes, reunirse con los amigos, sin temor a que los
atraquen, los secuestren, los matraquéen, o que una bala acabe con sus vidas;
garantizarles una buena educación que lleve a buenas oportunidades de trabajo.
Que los chamos sientan que podrán disfrutar de su ciudad, su juventud, pensar
en su futuro, sin miedo… y arriesgándome
a que mis hijos me regañen, lo demás es paja.
Artículo publicado en El Nacional el 1 de septiembre de 2012.
1 comentario:
!supremamente bueno!
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