lunes, 29 de octubre de 2012

Casos excepcionales


Tengo un primo anestesiólogo que cada vez que alguien de la familia le comenta que se va a someter a una cirugía plástica, trata de disuadirlo no por las típicas moralinas: "Somos nuestras pequeñas imperfecciones", "Hay que envejecer con dignidad"... sino que alega razones científicas. Según el primo cualquier intervención quirúrgica, por inofensiva que parezca, conlleva un riesgo, mínimo, pero riesgo al fin; y si las cirugías plásticas no suelen ser intervenciones necesarias, ¿por qué someterse a ese riesgo, por mínimo que sea? Y ahí el primo médico se enfrasca en las típicas moralinas: "Hay que envejecer con dignidad", "Aceptarnos como somos"...
Siempre había pensado que el primo exageraba, si es por eso nadie viajaría porque hay un riesgo que el avión se caiga, o no saldríamos en Caracas sino a lo estrictamente necesario porque ni se diga el riesgo en esta ciudad de que nos atraquen, nos secuestren, y hasta nos maten.
En un país donde la cirugía plástica se ha vuelto casi tan común como la ortodoncia, es muy muy raro -a menos que se busquen cifras en esas clínicas clandestinas y piratas- de pacientes comprometidos por el afán de verse más bonitas, más voluptuosas o sencillamente, ganarle un round a la batalla del tiempo (porque la pelea finalmente se pierde). En lo personal solo conozco una amiga que estuvo durante semanas al borde de la muerte cuando tiempo después de colocarse unas prótesis, le dio una sepsis que se extendió a varias partes del cuerpo.
Como es de esperar, mi amiga y sus familiares estaban furiosos y demandaron al doctor por mala praxis, no sé en qué habrá parado esa historia lo que estoy segura es que aunque mi amiga vio en peligro su vida, y aun si hubiera muerto, su cirujano plástico en esta República Bolivariana de Venezuela ni estaría preso ni habría sido acusado de "Homicidio intencional a título de dolo eventual" como hoy está acusada la doctora Lidisay Galeno, detenida ante el fallecimiento de la magistrado Ninoska Queipo tras una liposucción, la cuarta intervención de cirugía plástica a la que se sometía la presidenta de la sala penal del Tribunal Supremo de Justicia en un año.
De este caso sabemos lo que leemos en la prensa, que ambas mujeres habían establecido un nexo de amistad, que la hermana de la doctora Queipo fue la cirujano encargada de las dos primeras intervenciones, y la doctora Galeno su asistente, antes de tomar la batuta en el nip-tuck de la magistrado.
Hasta ahí coinciden las versiones. La doctora Galeno alega que la doctora Queipo presentó la complicación tras recibir una transfusión de sangre en otra clínica, y la familia Queipo alega que la grasa extraída en la liposucción fue una cantidad imprudente que originó la infección que habría de causarle la muerte a su hermana.
Momento doloroso para ambas familias, para quienes perdieron a esta joven madre de 37 años tras lo que prometía ser una operación de rutina; y para la de una Cirujano a quien el peso de la ley le está cayendo más fuerte de lo que podría ser su responsabilidad médica y humana, porque al ser acusada de Homicidio intencional, el suyo ya no es tratado como un caso de desidia profesional que amerita un juicio en libertad para establecer su responsabilidad en el resultado fatal, intencional significa "intención", como si la doctora Galeno hubiese entrado en el quirófano con el propósito que su amiga Ninoska no saliese con vida de él.
Si mi amiga, con la ayuda de un buen abogado y de acuerdo a la ley, no habría podido responsabilizar a su médico más de mala praxis, la doctora Queipo, gracias a su cercanía al poder, es considerada la víctima de un homicidio.
 ¿La ley se aplica con la misma vara a todos los venezolanos?
"Casos excepcionales" alega la rectora Socorro Hernández para justificar la migración en el Registro Electoral de 101 Psuvistas para ajustarse a las conveniencias electorales revolucionarias. "Casos excepcionales" hoy parece ser el eufemismo de todos aquellos casos que por cualquiera sea la razón, el poder revolucionario está por encima de la lógica, de las leyes y de la constitución.

lunes, 22 de octubre de 2012

Los inelegibles


La saña con la que se ha atacado a Alfredo Bryce Echenique y al jurado del premio FIL por haberle   otorgado este año semejante reconocimiento de las letras hispanas a un escritor de innegable valor literario pero que se vio envuelto hace pocos años en escándalo de plagio, recuerda otros casos célebres donde los méritos literarios parecen quedar manchados por la tinta indeleble de errores éticos del pasado.
Por ejemplo, hay quienes se preguntan si le habría sido otorgado el Premio Nobel de Literatura en 1999 al escritor alemán Günter Grass de haberse sabido antes que a los 17 años fue soldado nazi. También hay quienes afirman que el premio Nobel eludió a Jorge Luis Borges porque el escritor argentino manifestó su simpatía a las dictaduras militares del Cono Sur, pero la Academia Sueca no pareció tomar en cuenta las simpatías franquistas de Camilo José Cela a la hora de otorgarle el Nobel de Literatura en 1989, escritor a quien el Gobierno de Pérez Jimenez en los años 50 contrató para escribir por encargo novelas adulando la Dictadura, aunque apenas logró terminar La Catira, mala copia de Doña Bárbara de Rómulo Gallegos.
No sólo en el ámbito literario se presentan este tipo de cuestionamientos éticos, en el deportivo también, aunque ya no por razones políticas, uno de los casos más famosos es el de Pete Rose, quien tras 23 años como jugador en las Grandes Ligas culminó en el año 1986 su carrera como el pelotero que hasta entonces más hits había conectado, más juegos había jugado, más turnos al bate tenía, más outs, tres anillos de series mundiales, tres títulos de bateo, un MVP, dos guantes de oro, novato del año, 17 apariciones en Juegos de las Estrellas; el lógico candidato para entrar de una cuando fuera elegible al Hall de la Fama de no ser porque siendo Manager de los Rojos de Cincinatti, hizo apuestas de beisbol, y aunque Rose sostiene que sus apuestas nunca fueron en contra de su equipo, en 1989 se vio obligado a aceptar la decisión del Baseball Hall of Fame de entrar en la lista de los permanentemente inelegibles para estar en el panteón de la gloria del beisbol a cambio de que no se siguiera con la investigación en su contra.
Otro caso donde un error de ética nubló una más que impecable carrera fue cuando en el año 1952, tras negarse a decir nombres ante la Casa del Comité de Actividades Anti Americanas durante la cacería de brujas del macartismo en los Estados Unidos, el director Elia Kazan cedió a la presión mencionando el pasado comunista de ocho de sus compañeros del Group Theater en los años treinta, entre ellos, el dramaturgo Clifford Odets.
Cuando Kazan nombró a sus antiguos compañeros de partido lo hizo ante la presión de un momento histórico muy difícil, y dio ocho nombres que al igual que él, estaban requetefichados por Edgar J. Hoover. Asumió que rayando a quienes ya estaban rayados saldría más o menos bien del paso.
En la era de la Cacería de Brujas macartista hubo grandes actos de heroísmo, personas que perdieron sus trabajos y quedaron en la lista negra en la Industria de Cine durante décadas por negarse a señalar nombres. Notable es el libro: "Tiempo de canallas" las memorias de Lillian Hellman sobre la época. Lamentablemente, Elia Kazan fue el artista que cedió a la presión, no calculó las consecuencias, dice en sus memorias que al hacerlo: "Pasé de ser considerado la gran vaina a ser un paria".
Así como Hollywood en los años 50 era mayoritariamente conservador, a partir de los años 70 pocos son sus agremiados que no se jacten de ser progresistas, sin embargo en 1999 la Academia decidió reconocer con un Oscar honorario la obra del "paria" Kazan que incluye clásicos como "On the Waterfront", "Un tranvía llamado deseo" y "Al este del Edén". Dos grandes ligas del cine: Martin Scorsese y Robert De Niro, presentaron al anciano director que entonces estaba por cumplir 90 años, y habría de morir cuatro años después.
Recuerdo el momento cuando ese Oscar honorario se entregó, pero como la memoria es maleable, lo busco en You Tube, y yo que pensaba que fueron Tim Robbins y Susan Sarandon quienes se quedaron sentados con los brazos cruzados negándose a aplaudir al viejo director, en realidad fueron Ed Harris y su esposa Amy Madigan, además de Nick Nolte. Muchos en el público, como Steven Spielberg y Kate Capeshaw, aplaudieron educadamente pero no se pararon a ovacionar como suele ser costumbre cuando se entrega un Oscar que ha eludido a una carrera como la de Kazan. Pero también muchas  luminarias de Hollywood (Meryl Streep, Warren Beatty, Helen Hunt, Kathy Bates) - a quienes jamás se les etiquetaría como conservadoras- se pararon a aplaudir a ese viejecito inmigrante que tanto le dio al Cine.
Hace poco vi en TCM "Carta a Elia" documental sobre la obra de Elia Kazan narrado por Scorsese, el director norteamericano contemporáneo más importante rindiendo homenaje a su maestro, a quien dice deberle: "que hoy yo sea director". El capítulo del infeliz testimonio de Kazan ante el HUAC no se pasa por alto, pero es tomado como un doloroso manchón en una carrera gloriosa, porque como dice Scorsese: "Cuando a los catorce años vi en pantalla Al Este del edén, por fin me reconocí en el cine".
Kazan además de ser lo que se conoce como "un director de actores", era un director de películas cuyo realismo y conciencia social le hablaban a su tiempo, a lo mejor por eso que precisamente fuera él quien cediera a la presión de los tiempos canallas, fue, y sigue siendo para algunos, muy difícil de perdonar.
A Bryce el reconocimiento a su obra quizás le llegó demasiado temprano tras las acusaciones de plagio que ya fueron solventadas por un jurado pero, por lo visto, no por muchos de sus pares. A Elia Kazan el reconocimiento en forma de estatuilla dorada le llegó cuatro años antes de morir pero cuando todavía pudo entrar lúcido y caminando a recogerlo. Llámenme corazón de azúcar, o falta de ética si prefieren, pero espero que a Pete Rose, que tanto le dio al espectáculo del beisbol, más temprano que tarde, también lo tachen en vida de la lista de "inelegibles".



miércoles, 10 de octubre de 2012

Abajo el clasismo



El jueves del cierre de campaña del candidato-presidente en la Avenida Bolívar me tocó ir al Centro Médico para donar sangre a un familiar.  Cuatro de octubre, día de San Francisco, este año cayó puntualmente el Cordonazo.  Mientras donaba sangre estaba sintonizada una telenovela, calculé que la última novela que seguí fue Cosita Rica, año 2003-2004, cuando Leonardo Padrón creó al personaje Olegario Pérez -interpretado por Carlos Cruz- populachero, mandón y charlatán; resultaba un personaje  muy divertido para quienes pensábamos que aquel a quien nos recordaba más temprano que tarde sería un episodio pintoresco en la historia del país.
Catorce años después de ser electo por primera vez Presidente de la República, Hugo Chávez vuelve a ser reelecto por seis años más. Si su salud no se lo impide, al terminar este período presidencial, tendrá 20 años gobernando.
Ese jueves del cordonazo -como se demostró electoralmente con el 45 % de los votos- poco menos de media Venezuela tenía la esperanza de que este barco cambiara de capitán. Al Banco de Sangre llegaron dos mujeres dispuestas a donar, y mientras llenaban el formulario necesario, comentaban sobre el chaparrón que caía sobre Caracas y cómo en la Avenida Bolívar no había ni la mitad de entusiastas de los que había conseguido aglutinar el candidato de la oposición, Henrique Capriles Radonski, el día de su cierre de campaña en Caracas.
Acto seguido me quitaron a Esperanza Magaz en una playa para poner a Globovisión, donde el funesto José Vicente Rangel clamaba desde la enchumbada Avenida Bolívar: "¡Aquí nadie está obligado a venir!".
Entre las recomendaciones tras donar sangre está tomar mucho líquido, así que en el mismo sótano del Centro Médico me fui al cafetín del personal obrero, y pedí un batido de patilla sin azúcar. Me senté, como dice el lugar común, a esperar que me regresara la sangre al cuerpo. En este cafetín se respiraba un ambiente muy distinto al que sentí minutos antes en la sala de espera del Banco de Sangre. La televisión estaba sintonizada en el Canal del Estado, los presentes seguían el discurso presidencial con atención pero sin euforia, nadie hizo comentarios tipo: "Ojalá le dé pulmonía" ni "¡Pa' lante mi Comandante!", la máxima muestra de efusión fue un pequeño como de cuatro años, que cantaba "Corazón de mi patria" con la mano en el corazón.
En ese momento todo optimismo alimentado por las redes sociales se me derrumbó, si bien entre mis contactos en Facebook y twitter Capriles habría ganado como con el 98 % de los votos, ante ese pequeño cantando con la mano en el corazón me di cuenta que hay una Venezuela a la que el presidente Chávez, por la razón que sea, le ha sabido llegar, un país al que Henrique Capriles ha buscado conquistar con una campaña admirable, y escribo en presente porque dudo que Capriles se desinfle como le pasó a otros candidatos tras una derrota electoral.
Pero leyendo algunos comentarios en las redes sociales (afortunadamente no muchos, pero si los suficiente para escribir este post) es fácil darse cuenta que hay un país más allá de las urbanizaciones al que muchos venezolanos de clase media no se molestan en comprender, y hasta parecen despreciar. Esta actitud clasista, lejos de ayudar a la causa de la Venezuela del progreso con la que muchos soñamos, lo que hace es minarla.
Sé que ante la rabia y la desilusión se es capaz de escribir y decir cualquier tipo de tonterías, y vaya que nos llevamos un golpe el domingo porque hasta las siete de la noche, muchos pensamos que Capriles Radonski sería el próximo presidente de Venezuela (y todavía lo pienso, aunque no por ahora). Celebro que tanto la dirigencia de la Mesa de la Unidad, como Henrique Capriles hayan asumido cabalmente la derrota, y que la inmensa mayoría de mis amigos en las redes sociales, pese a la desilusión, también se haya levantado con honor.
Lo que no admito, no perdono, y hago un llamado para que reflexionen al respecto es quienes acusan la derrota con términos clasistas que prefiero no repetir; desprecio social de una minoría de la oposición del que precisamente se han alimentado el presidente Chávez y programas como La Hojilla.
Debemos asumir por los momentos la derrota de la propuesta del país del Progreso que ofrecía Capriles Radonski a Venezuela, un proyecto por el que seis millones y medio de venezolanos, el 45 por ciento de los electores, apostamos.  No se ganó pero también hubo grandes avances que no se pueden desconocer y no se pueden dejar perder.
 No somos seis millones y medio de oligarcas, entre quienes apoyaron a Capriles Radonski, como canta Silvio Rodríguez, hubo: "Villas señoriales y barrio marginal",  y no cabe duda que fue, y seguirá siendo, una batalla desigual -lo que da para otra intensidad- pero lo más importante amigos, es evitar ensuciar la causa, así que déjense de referir con desprecio a quienes tienen su fe puesta en esto de la Revolución, arremánguese la camisa que sigue habiendo un camino, y a seguir trabajando por una Venezuela mejor.

lunes, 8 de octubre de 2012

Crónica de una historia que se vuelve a repetir


Desde hace treinta años voto en un centro electoral donde se unen barrio y urbanización: La Unidad Educativa Jesús Enrique Losada en El Pedregal de Chapellín, que suele ser un termómetro del resultado electoral.
A pesar de la llamada a votar temprano, ante las largas colas, pensé que la mejor hora de votar sería después de almuerzo, cuando el Real Madrid y El Barca se enfrentarían. Mi prima Isabela, que había votado temprano en J.E Losada, me contó que quienes madrugaron hicieron más de tres horas de cola porque unos testigos de mesa tardaron en llegar. Mi marido, que salió temprano a votar al otro lado de la ciudad, me decía que en su centro había dos computadoras para cuatro mesas. Dos horas y media de cola para salir del embudo.
No le fue mal, hubo quien tuvo que esperar más de diez horas para votar. Quienes votaron en Montreal lo hicieron en menos de 5 minutos. 14 horas para quienes votaron en el Sur de Florida porque se tuvieron que trasladar a New Orleans. No sabemos cuánto tardaron quienes votan en Beijing.
Por la presión de las redes sociales de votar temprano, pero sobre todo, por el temor a que fuera a caer una tormenta eléctrica como las que han azotado a Caracas desde hace unos días, fui a votar al mediodía, cuando la cola salía a la calle pero ni remotamente tan larga como había visto por televisión en otros centros electorales.
Me llevé mi gorra de UCV para protegerme del sol esperando que no fuera tomada como una postura política, nadie en la cola llevaba la gorra tricolor ni la gorra roja del proceso, pero era fácil ver la intención de voto a quienes lucían orondos sus camisas rojas. También me fijé que había muchos votantes que llevaban un rosario de cuentas de madera, que ayer, día del Rosario, asumí como una alianza mística electoral para salir de este berenjenal.
Los militares del Plan República paseaban por la calle dispuestos a mantener el orden, ignoraban a los motorizados con camisas de Corpoelec con el mensaje: "Ahorrar energía es tarea de todos", y gorras rojas tan nuevecitas que muchos ni siquiera les habían quitado la etiqueta. Los motorizados tenían su toldo rojo a pocos metros frente a un taller de tapicería, no fueron agresivos ni intimidantes, pero estaban ahí, su función era trasladar a los vecinos de Chapellín simpatizantes del proceso.
 En un momento un motorizado comenzó a dictar pautas con un alta voz. Los militares del Plan República ni se inmutaron. La muchacha que tenía enfrente rompió el silencio sin importarle que la oyeran los chavistas en la cola: "Esto no debería ser, está prohibido hacer proselitismo, por qué lo permiten los militares".
 Le contesté: "A ver si quienes se pasean en moto con altavoz llevaran gorra tricolor".
No hace falta agregar más, a todos nos consta que en esta batalla electoral las leyes del CNE son más para unos que para otros.
En ese momento, no sé por qué, presentí cuál sería el resultado.
Una hora tardé en la cola para entrar en el Centro,  pensé que el proceso sería breve ahora que estaba adentro, no había tanta gente, pero con esa maldición de siempre tocarme la cola que no avanza, la mesa dos se paralizó porque una señora, vaya a saber usted cómo, se echó la tinta en un ojo. Otra hora de cola mientras se solventaba la situación.
 Y aunque llevé un libro para pasar el tiempo, el tiempo lo pasé twiteando.
En casa de mis padres nos esperaba un pasticho. Para tres muchachos de la familia fue su primera elección presidencial. Ninguno recuerda otro presidente que no sea Chávez. Todos tenían la esperanza de que en su voto estaría el cambio.
En la nochecita nos llaman los vecinos Beatriz y Fran para que esperemos los resultados juntos, qué ley seca ni que ley seca, mitigaremos la angustia en alcohol. Se nos unen los vecinos Laura y Reinaldo. También está la mamá de Bea, y su hermano Miguel, que vive en el exterior y vino a votar.
Las primeras noticias son buenas, las menos optimistas dicen que hay un empate técnico, que las tendencias se revierten minuto a minuto. Llaman a decir que no nos preocupemos, estamos listos, Capriles presidente, la ventaja es de cuatro puntos. Otros dicen que no cantemos victoria, la ventaja es de dos puntos, el CNE nos va a tener en esta angustia hasta la madrugada, cuidado si no más de dos días como en las elecciones Bush-Gore.
Llaman a decirnos que el Comando Carabobo está vacío, que en cambio el Comando Venezuela está la prensa internacional. Que si el carómetro. Que si Briquet se ve feliz. Que ya el ABC de España, la BBC, Le Monde cantaron la victoria de Capriles. Que fulanita de tal, que esa sí sabe, llamó a decir: "amiga, vaya enfriando la botella de proseco".
Algunos de los presentes quieren abrir el Proseco para empezar a celebrar. Insisto que no lo hagamos, no hay que empavar.
Dejo a los vecinos eufóricos, y me voy a mi apartamento a comer unas arepas que prepararon mis hijas. Mi mamá llamó a decir que ya ganamos, se lo dijo mi hermano que está reunido con gente que está muy bien dateada. Entro en Facebook, casi todos mis amigos cantan victoria, solo una amiga dice: "Nos volvieron a clavar", no le creo, hay que ser optimista, no haga caso a rumores, lo que pretenden es desestabilizar.
Me como un par de arepas y regreso a casa de los vecinos. Me abre la puerta Bea y me dice casi llorando: "Perdimos".
El ambiente de euforia de minutos antes se había transformado en un ambiente fúnebre. Morrocoy volteado:
"¿Cómo están tan seguros?".
La amiga que llamó a decir que enfriara el Proseco, volvió a llamar: "Nos jodieron".
Comienzo a recibir mensajes de texto, los mismos que minutos antes aseguraban que estábamos arriba, ahora manejaban una diferencia de 10 puntos a favor del continuismo revolucionario. Habla el Ciudadano Leopoldo Castillo, no dice nada pero lo implica todo: perdimos.
La fiesta se acabó. Como quien enfrenta el fin del mundo, regresamos a casa para estar con nuestros hijos en espera a que se manifieste Tibisay Lucena. Trato de levantar la moral de la tropa, no ganamos, pero sigue habiendo un camino, Henrique Capriles fue tremendo candidato, no pudimos tener candidato mejor, más de 6 millones de venezolanos expresaron con su voto la necesidad de un cambio, se batalla con fuerzas desiguales, quizás no se llegará hoy a ese camino, no se angustien hijos que ustedes conocerán otra Venezuela, una donde el pensamiento oficial no pretenda uniformar a la nación, donde la violencia no nos parezca normal, donde el país no esté dividido en dos.
"¿Y ahora qué, mamá?", preguntan mis hijos.
Ahora hijos, a recoger los vidrios rotos y a seguir luchando por ese país con el que soñamos.



sábado, 6 de octubre de 2012

Dos libros para leer un fin de semana electoral

 Mañana es un día importante en Venezuela, los venezolanos decidiremos qué camino seguir, si el del proceso Revolucionario que desde hace catorce años lidera el presidente Hugo Chávez, o si un nuevo camino más cercano al que tomó el ex presidente Lula Da Silva en Brasil, propuesto por el candidato del consenso de la oposición Henrique Capriles Radonsky.
La Ley Electoral impide manifestarse a favor o en contra de cualquiera de las tendencias electorales el día antes de las elecciones, pero no creo que impidan el llamado de esta columnista a votar, así que hágalo, por el camino que usted considere pueda ser el mejor para Venezuela, pero vote, y aunque personalmente no conozco a nadie que confiese que no lo hará, no está de más repetir que estamos en una encrucijada en la cual nadie se debe quedar varado como si la cosa no fuera con ellos. Es muy fácil no querer sentirse responsable del momento histórico que vivimos, pero hay que ser ciudadanos,  asumir el papel que nos toca, que es votar, porque democráticamente hay dos alternativas: mantener el status quo en el que vivimos desde hace casi tres quinquenios, que sin duda apoyan tantos venezolanos, o apostar por un nuevo camino. Lavarse las manos de esta encrucijada histórica es una actitud cobarde y acomodaticia.
Así que este será un fin de semana difícil, lleno de tensión, ya los mercados están vacíos por las compras nerviosas, y para colmo, ley seca. Por eso me permito recurrir a la Literatura Venezolana Contemporánea y recomendar un par de libros que de aquí a cincuenta años, cuando nuestros nietos quieran saber cómo vivíamos los caraqueños la primera década del siglo XXI, se la ilustrarán tanto como a nosotros nos ilustró la prosa de Enrique Bernardo Nuñez con La Ciudad de los Techos Rojos, claro, siendo esta Caracas lo contrario de idílica.
 Estos libros son En Rojo de Gisela Kozak Rovero (Alfa 2011) y Caracas Muerde de Héctor Torres (Puntocero 2012). Ambos libros, a los que considero hermanos temáticamente, se pueden describir de varias formas: libros de cuentos, crónicas de la Caracas del último milenio, novelas polifónicas con una ciudad a punto de ebullición como hilo conductor; lo importante no es el qué son En Rojo y Caracas Muerde, sino qué sentimos leyéndolos, y un caraqueño no puede sentirse menos que retratado en estos textos, hijos del Por estas calles de Yordano di Marzo, viviendo en una ciudad donde “la piedad hace rato se fue de viaje”.
En Rojo y Caracas muerde son obras políticas en el sentido original de la palabra “Polis”, es decir, tratan sobra la ciudad y sus habitantes, pero no son políticas en el sentido con el que hoy usamos la palabra entendiéndose como manipular a favor de una tendencia ideológica. Aunque habrá quienes consideran que si lo son porque la ciudad (o país) que describen tanto Kozak como Torres, está lejos de ser idílica como nos muestran los medios de comunicación del Estado.
Dicen que la Literatura Venezolana ha tenido un subidón, y el protagonismo en las librerías nacionales de libros recién publicados como Miniaturas Salvajes de Salvador Fleján, Las Mujeres de Houdini de Sonia Chocrón y Liubliana de Eduardo Sánchez Rugeles lo confirman; así que para amilanar los nervios de un fin de semana de pronóstico reservado, vayan a una librería, ignoren los best sellers y los libros de autoayuda, compren un libro de autor venezolano, y si quieren ver retratada lo que ha sido esta última década, ya no la Caracas de los Techos Rojos sino la ciudad que muerde, busquen En Rojo de Gisela Kozak –escritora finalista del Premio de la Crítica por su novela Todas las Lunas- y la Caracas Muerde de Héctor Torres, y ya verán como se convertirán en un par de libros de cabecera.

Artículo publicado el sábado 6 de octubre en El Nacional